El hogar no siempre es el lugar más seguro para algunas personas, particularmente para las mujeres y las niñas. Y es que en este contexto de cuarentena y medidas de aislamiento social en distintas partes del planeta, organizaciones feministas y organismos internacionales han alertado respecto al incremento de la violencia intrafamiliar contra este grupo de la población, al verse obligadas a estar confinadas –en algunos casos- con sus agresores.
Como señalaron desde ONU Mujeres, “la tendencia existente indica que, durante la crisis, hay un menor acceso a la salud sexual y reproductiva y un aumento de la violencia doméstica”.
Desde el mundo sanitario, la OMS ha indicado que “la violencia física o sexual es un problema de salud pública que afecta a más de un tercio de todas las mujeres a nivel mundial”, en un informe del año 2013, el cual también señala que “la violencia de pareja es el tipo más común de violencia contra la mujer, ya que afecta al 30 por ciento de las mujeres en todo el mundo”.
En el país donde comenzó la pandemia y en donde se aplicaron medidas severas de cuarentena, China, organizaciones feministas reportaron este tipo de situaciones, denunciando en redes sociales y a partir de carteles y afiches en sus puertas y ventanas con mensajes como "Lucha contra el virus, no contra tu familia"o "Si estás en casa y sientes que tu seguridad no está garantizada, llama a la policía. El virus no es una excusa para la violencia doméstica".
“En el mundo, las organizaciones feministas que trabajan con violencia hacia las mujeres, han reportado, en Australia, en China, en distintos lugares de Europa, en Estados Unidos, el aumento de la violencia doméstica y el aumento de la violencia hacia las mujeres que se encuentran recluidas en penales”, advierte Silvana del Valle, integrante de la Red Chilena Contra la Violencia Contra las Mujeres.
Pero, ¿qué ha pasado, pasa y pasará en nuestro país en términos de la violencia en el confinamiento domiciliario como parte de esta crisis sanitaria? Para Silvana del Valle, “ya veníamos con un recrudecimiento de las situaciones de violencia machista a partir del 18 de octubre”, lo que se suma como antecedente a lo ocurrido en otros puntos del globo a partir de la pandemia, dejando en evidencia que los hogares también pueden ser un espacio violento para las mujeres.
La agudización de las desigualdades
“El encierro familiar nos da una nueva problemática a pensar”, plantea la académica de la Facultad de Ciencias Sociales, Svenska Arensburg, para quien es preciso analizar “qué significa el vínculo familiar que está organizado en una cierta manera, con una cierta convivencia y distancia, y qué pasa cuando estamos todos juntos”; todo esto, en un contexto particular que “se entrecruza, se ensambla, entre lo que veníamos trabajando estudiando denunciando y tratando de revertir respecto de la violencia de género en la pareja con un contexto de mucho medio, de mucho desconcierto”.
Este escenario resulta aún más complejo para quienes ya vivían violencia intrafamiliar previo a este fenómeno, particularmente el grupo que no cuenta con redes de apoyo. Pero no solo eso. Como advierte la profesora Arensburg, este fenómeno “ahora se diversifica a muchas otras mujeres que a lo mejor no estaban viviendo violencia de género en la pareja”.
Esto porque “se nos viene encima la desigualdad y la discriminación de género, en el sentido de que la vida cotidiana estaba organizada con la mujer asumiendo su trabajo en el espacio público, y en la administración material, afectiva y del tiempo en el espacio privado. Pero ahora ni siquiera tiene esos dos espacios para poder administrarse, sino que ahora tiene que generar esas condiciones en el mismo espacio doméstico”.
Es en este contexto que, plantea la experta en género, “pueden emerger contextos de violencia intrafamiliar”, referida no sólo a “la violencia con la pareja, sino que pueden generarse situaciones de violencia cruzada”, esta vez con otros integrantes de la familia.
Otro punto a considerar al hablar de este tema es la perspectiva interseccional. Como ejemplifica la profesora Arensbug, “una cosa es estar hablando de violencia intrafamiliar en una casa grande, con patio donde puedo ir tiempo afuera, y donde cada uno tiene su computador, en un espacio que yo puedo ir administrando, a tener una situación de hacinamiento, en una habitación precaria, donde no hay funcionamiento de internet”, entre otros factores.
Al respecto, como indicó Silvana del Valle en entrevista con Radio Universidad de Chile, estos factores son determinantes en el actual sistema económico y político. “Las manifestaciones del neoliberalismo se muestran de la manera más descarnada y en definitiva afectan a los sectores más explotados, y dentro de estos sectores las mujeres somos las que estamos en la primera línea de esta explotación: somos las mujeres las que subsistimos con trabajos precarios, (…) somos las que recibimos las pensiones más bajas y además somos las que estando en los grupos de riesgo estamos más vulnerables, las ancianas”.
Otra de las alertas que pone sobre la mesa la Red Chilena Contra la Violencia Hacia las Mujeres es que “el 87 por ciento de las agresiones sexuales se producen al interior de la familia, por lo tanto sabemos que niños, niñas, sobre todo niñas, van a estar expuestas de una manera mucho mayor”. Ante esto, indicó Silvana del Valle, “la alerta hoy día tiene que ser social y ese tipo de temas tiene que ser conversados de manera más estructural por los medios de comunicación, por los ministerios que tengan la influencia suficiente para instalar este tema como algo importante al interior de los hogares”.
Un problema de la sociedad
Diversas organizaciones han hecho un llamado a que la comunidad preste atención a este fenómeno, y han planteado estrategias para abordarlo a nivel local, tal como la Red Chilena.
Esto, porque como señaló Silvana del Valle, la respuesta institucional no ha sido efectiva. “Recordemos que esta es una cifra de años, de que alrededor del 50 por ciento de las víctimas de femicidio tenían medidas cautelares que no habían sido puestas en ejercicio”, señala. Ante esto, plantea que “en este sistema imperante en el que estamos viviendo, y sobre todo después de lo que ha ocurrido luego del 18 de octubre, nuestro país no está preparado ni tampoco con la intención de entregar una respuesta integral al problema de la violencia contra las mujeres”.
La activación de redes de apoyo, de acompañamiento a distancia mediante redes sociales o el teléfono, la incitación a las amistades y familiares a estar presentes mediante comunicación remota, la distribución de información sobre los canales oficiales y de instancias de acogida independientes, así como el uso de aplicaciones para personas en situaciones de riesgo, son algunas de las estrategias que están siendo difundidas en diferentes plataformas de organizaciones.
Ante la aproximación social y comunitaria a este fenómeno de violencia, concluye la profesora Arensburg, es relevante su presencia, pero, como advierte que “si bien hemos ido construyendo una comunidad, lo que también hemos aprendido a propósito de las denuncias de acoso es que esa comunidad requiere todavía mucho trabajo porque si no muy rápidamente su participación puede convertirse en la lógica del linchamiento, de apropiarse del castigo, lo que es muy frustrante ante un sistema jurídico con muchos problemas y dificultades”.