Pese a que la acción humana y el cambio climático han ido socavando diferentes ecosistemas, el ser humano sigue recurriendo a la naturaleza para superar sus problemáticas diarias. La más primordial para su subsistencia es la alimentación. Los productos de origen animal y vegetal aportan diferentes elementos esenciales para mantener la salud de las personas.
“Los alimentos son necesarios para mantener la vida y la salud de las personas, por su aporte de energía para los distintos procesos metabólicos, básicamente en la forma de carbohidratos y lípidos; para la construcción o reparación de los tejidos, proteínas principalmente; elementos imprescindibles para la vida como las vitaminas; y, últimamente, se han descubierto los compuestos funcionales o compuestos bioactivos (como por ejemplo los polifenoles, carotenoides, fibra dietética, etc.), que no son compuestos nutritivos ni esenciales para la vida, sino que tienen un efecto beneficioso para la salud”, afirmó el profesor Hugo Núñez, académico de la Facultad de Ciencias Agronómicas.
Si bien los alimentos naturales no son medicamentos, el consumo adecuado y permanente de algunos de ellos o ciertos compuestos contenidos en ellos, podrían ayudar a prevenir o reducir los efectos de algunas enfermedades. El mismo ser humano, por millones de años, ha sido capaz de ir seleccionando alimentos, por instinto o por experiencia personal o colectiva, para saciar su apetito o proteger su salud.
De acuerdo con el profesor Núñez, tiene que existir una relación entre lo que se ingiere y lo que se gasta. “Si entendemos que estar vivo es tener salud, entonces los alimentos son imprescindibles”, agregó el académico.
Así como los alimentos; plantas, animales o minerales también han dado respuestas al ser humano para proteger su salud. Aún existen costumbres arraigadas a comunidades indígenas en Chile, por ejemplo, que dan tratamiento a enfermedades con hierbas medicinales.
El profesor Nicolás García, académico de la Facultad de Ciencias Forestales y de Conservación de la Naturaleza señala que sólo a partir del siglo XX ha sido posible obtener compuestos químicos sintéticos en laboratorios “pero estos todavía siguen estando inspirados en compuestos que se encuentran en la naturaleza”.
Solo en nuestro país hay 501 especies de plantas nativas con usos medicinales, un 12% de la flora nativa de Chile. Entre las más populares podemos encontrar el boldo, el matico, el bailahuén y la chachacoma.
De acuerdo al profesor García, esta es solo una parte de lo que realmente podría encontrarse en la naturaleza chilena, ya que habría cerca de un 60% de plantas que tiene este uso curativo, pero aún no han sido identificados y estudiados en detalle los compuestos químicos que les otorgan sus propiedades medicinales. Por lo que aún habría camino por recorrer en esta materia.
“Si no protegemos la biodiversidad de manera efectiva podríamos perder algunas de estas especies que tienen propiedades medicinales, perdiendo con ello la posibilidad de utilizarlas para curarnos de enfermedades”, advirtió el profesor García, destacando la necesidad de fomentar más estudios al respecto y políticas públicas de conversación de la naturaleza.
Alternativas para combatir el COVID 19
La biodiversidad en nuestro país está seriamente amenazada, hay una pérdida considerable de especies por el cambio de uso de suelo, la explotación directa del ser humano, el cambio climático y la megasequía que ha ido en aumento en los últimos años.
Una planta medicinal, que está viendo afectada su existencia en la Zona Central por esta escasez de agua, es el Quillay. Este árbol endémico de nuestro país es una de las especies más representativas del bosque esclerófilo y tiene un compuesto que ha llamado la atención internacional porque podría utilizarse para potenciar una vacuna contra el virus SARS-CoV-2, que tiene a todo el mundo con restrictivas medidas sanitarias para prevenir su contagio.
“La corteza del Quillay es rica en saponina, que es un compuesto químico jabonoso particular de esta especie. Por esto el Quillay tiene múltiples usos, por ejemplo, como champú, jabón, detergente, para productos cosméticos, como insecticida, o como planta medicinal, contra la bronquitis o afecciones de la piel. La utilización de sus saponinas sería como coadyuvante, es decir como potenciador, en una potencial vacuna contra este tipo de coronavirus”, comentó el profesor García, valorando la contribución de esta especie a la salud.
Desde el descubrimiento de la penicilina a partir de un hongo hasta hoy en día, se ha explorado la naturaleza en busca de más tratamientos contra enfermedades infectocontagiosas que van surgiendo inevitablemente como resultado de la pérdida de biodiversidad a nivel mundial.
El profesor Luis Raggi, académico de la Facultad de Ciencias Veterinarias y Pecuarias, señaló que “hoy, al fragmentar los hábitats de especies silvestres las acercamos a las poblaciones humanas y con ello el ‘salto’ de patologías entre especies es dramático y a la vista con la pandemia que estamos enfrentado en estos momentos”.
Frente a una emergencia sanitaria como esta, con una envergadura histórica sin precedentes, todas las alternativas que ofrece la naturaleza se convierten en una posible respuesta. Aquí hablamos de plantas, hongos, microorganismos, y también animales, donde, una vez más, especies que encontramos en nuestro territorio nacional podrían ser clave en el combate contra el COVID-19.
De acuerdo con el profesor Raggi, los camélidos sudamericanos, como las llamas, guanacos, vicuñas y alpacas “producen anticuerpos de pequeño tamaño denominados nano anticuerpos; esto ocurre cuando un agente patógeno ingresa a su organismo y se activa un gen que produce estos anticuerpos”.
“El anticuerpo de los camélidos se uniría al fragmento spike del coronavirus, que es el que permite la entrada del virus a la célula, infectándola, bloqueando una parte muy específica del virus”, especificó el académico de FAVET.
La investigación del uso de estos anticuerpos aún se está desarrollando y según el profesor Raggi sería una posibilidad viable, pero aún debe demostrase, probarse y usarse y eso requeriría recursos y tiempo.
Resulta asombroso, que, pese a todos los avances en biotecnología, y otras disciplinas afines, la naturaleza sigue siendo fuente importante de respuestas para proteger la salud humana. Y, si bien esta pandemia ha causado fuertes efectos negativos en todo el mundo, también se ha convertido en una oportunidad para relevar el valor de la biodiversidad y su conservación.