En Chile se eligió el 9 de julio como el día de la visibilidad lésbica, por ser la fecha en que asesinaron a Mónica Briones, artista que vivía abiertamente su lesbianismo, cuya muerte en 1984 nunca fue investigada. Testigos dijeron que fue atacada por un hombre con apariencia de militar que le gritó ¡Así te quería pillar, lesbiana de mierda!. Este es el primer caso documentado en Chile de una mujer asesinada por ser lesbiana y cada año durante el mes de julio se realizan acciones para visibilizar estas muertes y su realidad. Ese es el caso de Anna Cook, que este año cumple su tercer aniversario de muerte, sin investigación, sin culpables y sin justicia. Anna era una DJ de música electrónica que llegó desnuda y como NN con una supuesta sobredosis de drogas a la Posta Central de Santiago el día 2 de agosto de 2017. Era llevada por una persona que no sabía su nombre: su compañero de casa. La muerte de la joven no fue investigada, se indicó que ocurrió por una sobredosis pese a que los informes indican la existencia de un moretón en su cuello y fluido seminal en su boca. Su lesbianismo abierto y conocido no fue motivo suficiente para que se investigara esta -al menos- extraña situación.
En Chile contamos con una Ley antidiscriminación que ha sido criticada por ser ineficiente y porque desde su promulgación los ataques a las lesbianas no han disminuido. Esta ley sólo sanciona los ataques, pero no propone políticas que promuevan la igualdad, la equidad y la inclusión de las lesbianas en los espacios educativos, laborales y públicos. Sólo espera que el castigo sea suficiente motivación para modificar la conducta de la sociedad. Sin embargo, el profundo cambio que se requiere no puede ser generado mediante una única ley que sancione, sin campañas de prevención efectiva. Vale la pena preguntarse entonces, ¿es acaso posible clamar por políticas públicas efectivas que nos protejan con la constitución actual? Algunas Universidades e Instituciones de Educación Superior tienen iniciativas en materia de Diversidades Sexuales y de Género, pero sin una concordancia transversal en la sociedad estos esfuerzos no van a generar los cambios que se necesitan para impactar efectivamente en la vida de las lesbianas. La Universidad no puede ser abierta con un tema que, a nivel social, no tiene eco.
Somos visibles para el neoliberalismo como sujetas de consumo, disponibles en redes sociales, pero invisibles como ciudadanas integrales, pese a que pagamos los mismos impuestos y esto nos debería dar igualdad de derechos (al menos en la teoría), en la práctica no es así. Hay cuerpos que importan menos, cuerpos para odiar como sostiene la activista travesti Claudia Rodríguez, cuerpos invisibles cuya naturaleza no les permite alcanzar el estatus de humanidad, y esto, sumado a una sociedad que tampoco desea que estos cuerpos tengan dignidad, hace que casos como el de Anna, María Pía Castro y Susana Sanhueza no sean cuerpos dignos de acceder a la justicia ni siquiera en la muerte. El caso de Nicole Saavedra encontró al culpable sólo cuando activistas lesbianas y familiares ocuparon la Fiscalía indicando negligencias e irregularidades en su investigación.
El contexto político actual nos da a las estudiantes y profesoras lesbianas la posibilidad de participar en un proceso constituyente. Es necesario que hablemos de inclusión en el profesorado, es necesario un nuevo marco de relaciones sociales que nos asegure la vida. No es posible que consideremos como utopía vivir en una sociedad con dignidad para las lesbianas.
Andy Co
Área de Diversidades Sexuales y de Género
Oficina de Equidad e Inclusión