Llegó marzo y, como todos los años, la vuelta a clases se toma la agenda. Pero esta vez el debate estuvo presente todo el verano con las diferencias entre el Colegio de Profesores y el Ministerio de Educación (MINEDUC) sobre la modalidad y las medidas que debían adoptarse para comenzar las clases en recintos escolares.
Si bien en octubre del año pasado el Ministerio de Salud indicó que se podría volver a clases en la Fase 4 del Plan Paso a Paso, hoy la autoridad señala que las localidades en Fase 2 también podrían comenzar con las clases presenciales. Ante esto, muchos municipios decidieron ignorar esta recomendación y optaron por no abrir los establecimientos.
De forma paralela, diversas encuestas, como la realizada por Educación 2020, reveló que un 44 por ciento de los estudiantes considera que aprendió poco o nada durante el año pasado con las clases online. Por otro lado, esta medida de emergencia demostró graves problemas de conectividad en los estratos socioeconómicos medios y bajos. La Encuesta Longitudinal de Empleo en Tiempo Real señaló que solo un 30 por ciento de los estudiantes que son parte de este grupo accedió a clases.
Los expertos coinciden en que esto aumentará la brecha educacional de un sistema que, en Chile, ya está muy marcado por el lugar de nacimiento de cada niño, niña y adolescente. Para el académico del departamento de Psicología de la Facultad de Ciencias Sociales (FACSO) de la Universidad de Chile, Rodrigo Cornejo, las clases online deben ser consideradas como un trabajo de emergencia a distancia.
“Frente a esa respuesta de emergencia, que obligó a trabajar a distancia el año pasado, obviamente influyeron muchos factores sociales de desigualdad. El acceso a los equipos y la conectividad, pero también los espacios. Los espacios de las casas, la posibilidad de tener un lugar en el cual concentrarse, entonces todo eso apunta a que las personas de mayores ingresos pudieran aprovechar mejor la experiencia de aprendizaje versus quienes tenían menos ingresos y eso es un drama muy grande”, comentó.
En la misma línea, el director de Bienestar y Desarrollo Estudiantil de la Facultad de Filosofía y Humanidades y académico del Departamento de Estudios Pedagógicos, Bernardo González, indicó que “la brecha socioeconómica condiciona muy fuerte la accesibilidad en educación. Cuando tú transformas el total de un proceso educativo en un proceso online, estás dejando fuera a una gran cantidad de estudiantes y no los estás acompañando como deberías. No son equivalentes ni comparables de ninguna forma, ya sea sincrónica o asincrónica”.
El valor integral de la presencialidad
Algunos colegios ya presentaron en esta semana de apertura casos de COVID-19 positivos y deben cerrar. El académico del Instituto de Estudios Avanzados en Educación, Juan Pablo Valenzuela, explica que “nadie debiese esperar que las escuelas se independicen del ciclo de la epidemia y cuando las condiciones sanitarias lo permitan tienen que tratar de que haya presencialidad. Es normal, esperable y no es malo de que colegios que abran presencialmente tengan que retroceder y reabrir cuando las condiciones sanitarias lo permitan nuevamente”.
Además, el investigador señala que la evidencia demuestra que cuando no se tienen clases presenciales, los daños son de corto, mediano y largo plazo para los estudiantes, tanto en temas de salud socioemocional de desarrollo y aprendizajes.
“Es tremendamente integral el deterioro que tienen. No es sólo resolver fracciones. El tema de la educación tiene cuatro focos relevantes de aprendizaje: aprender a conocer; aprender a hacer; aprender a conocerse a uno mismo y el desarrollo individual; y el aprender a convivir con otros, eso hace la escuela, los jardines infantiles y liceos”, recalcó.
Tanto González como Cornejo plantean que el principio de la vuelta a clases es positivo, pero se tienen que asegurar las condiciones mínimas de salud que les den resguardo y confianza a las familias. Además, creen que el error del MINEDUC fue no tomar en cuenta a la totalidad de la comunidad educativa, a los estudiantes y a todos los centros de padres y actores involucrados.