La manzana es una gran fuente de fibra e hidratación gracias a que está compuesta en gran medida por agua, vitamina C, y además contiene muy pocas calorías. Estas son algunas de las características que han posicionado a esta fruta como una de las más consumidas en el mundo.
Por lo mismo, Biofrutales, un consorcio tecnológico de 13 entidades ligadas al área frutícola nacional incluyendo empresas e instituciones de Educación Superior como la Universidad de Chile, junto a la académica e investigadora de la Facultad de Ciencias, Claudia Stange, se encuentran trabajando desde el 2018 en un proyecto para desarrollar una nueva variedad de manzana con un sello nacional adaptada al clima local y que también sea más nutritiva para quienes la consuman.
La profesora Stange comentó que el objetivo es generar una manzana que se diferencie de las comercializadas actualmente, y que se caracterice por contener un mayor contenido de carotenoides, pigmentos orgánicos únicos precursores de la vitamina A en el ser humano.
Los carotenoides se encuentran ampliamente distribuidos en la naturaleza, entregándole coloración amarilla, naranja y roja a frutas y verdudas como la zanahoria, y al ser antioxidantes ayudan en la prevención del envejecimiento y de diferentes enfermedades, además de ser precursores de la vitamina A .
"Los mamíferos no podemos sintetizar esta vitamina, que entre sus diferentes funciones permite contar con una buena vista, aporta al desarrollo embionario, de nuestros huesos, entre otras funciones, por lo que es muy importante incorporarla a través de nuestra dieta", recalcó la académica.
Contar con un producto más sano y atractivo permitiría consolidar la oferta de nuestro país, que actualmente es el quinto mayor exportador a nivel mundial, en momentos en que la deficiencia de vitamina A afecta a 100 millones de niños y niñas, provocándoles baja resistencia al sarampión, afecciones respiratorias, diarrea, ceguera noctura o total, entre otras afecciones.
Otra mejora que se está trabajando en el proyecto busca evitar la oxidación de la manzana al ser rebanada, de manera que el producto mantenga su color original durante más tiempo. "Cuando uno hace por ejemplo jugo de manzana, al poco tiempo adquiere un tono café, ya que un conjunto de enzimas llamadas polifeniloxidasas producen melanina, que tiene esta coloración. La idea entonces es impedirlo, de manera que tenga un mejor aspecto y alcance una mayor aceptación por parte de consumidores y quienes las utilizan para fabricar jugos u otros productos derivados de manzana".
La investigación se inició hace tres años cuando el equipo comenzó a identificar los genes carotenogénicos y de polifeniloxidasas que se podrían editar mediante CRISPR/Cas9, para luego diseñar los vectores, y finalmente implementar la modificación genética en tejido de manzanas. La ventaja de la edición génica es que en nuestro país no se considera como organismo geneticamente modificado (OGM) como los transgénicos.
"El año 2020 llegamos a tener 800 brotes de manzana que queríamos analizar a nivel molecular, pero al desatarse la pandemia en marzo se restringió el acceso a la Universidad, por lo que se perdieron muchas de ellas", explicó la profesora Stange, contándose en este momento con 200 plantas, algunas de las cuales ya se están pasando a tierra para realizar estudios moleculares y de composicion de carotenoides y oxidación, aunque la actual cuarentena ha vuelto a dificultar el trabajo.
Actualmente la prioridad es mantener vivos los brotes que quedan, de manera de poder realizar un análisis molecular en cuanto se pueda, identificando aquellos que cuenten con una evolución positiva en comparación a las plantas no manipuladas para ser trasladados al vivero Los Olmos. "Aunque el financiamiento terminó en septiembre pasado, continuamos trabajando junto al consorcio de Biofrutales para poder masificar los brotes positivos e injertarlos a los seis meses en patrones de manzana para ingresarlos a la cadena de producción", finalizó.