A más de un año desde que comenzó la pandemia, el encierro y clases online continúan. En este contexto puede existir una presión importante sobre el bienestar socioemocional de niños y niñas y, por ende, de su aprendizaje.
Según una encuesta del CIAE, aplicada en el marco del estudio "Experiencias educativas en casa de niñas y niños durante la pandemia COVID-19", existen importantes problemáticas socioemocionales que han afectado a niños, niñas y jóvenes confinados por la pandemia.
Los resultados muestran que un 45,5% tiene problemas para concentrarse, mientras que un 40% se frustra con frecuencia. Adicionalmente se evidenciaron efectos en niños y niñas como el “estar más peleador o irritable, cambios de apetito, no querer levantarse o tener problemas con el sueño”.
Similares resultados encontró el informe N° 9 de Vida en Pandemia, estudio longitudinal de la Universidad de Chile sobre el impacto de la crisis sanitaria en la sociedad, que detectó que el 35 por ciento de los padres, madres y cuidadores advierte un deterioro del bienestar psicológico en la población infantil.
Considerando estos antecedentes y lo prolongado de la pandemia, se consultó a investigadoras del CIAE cómo se pueden promover espacios educativos en los que no se deje de lado el bienestar socioemocional.
Para la investigadora del CIAE y académica del Instituto de Estudios Avanzados en Educación de la Universidad de Chile, Macarena Silva, es relevante “aceptar y acoger los sentimientos de preocupación, ansiedad, pérdida, duelo y otros que puedan estar sintiendo los y las estudiantes”. Explica que muchas veces existe la tentación de minimizarlos y, en general, estas conductas hacen que se disminuya el espacio para efectivamente sentir el dolor, que es algo sano para poder procesar el duelo.
En este sentido, recomienda que en el aprendizaje se integren las vivencias actuales de los/as estudiantes: “Dar espacios para que los niños/as puedan expresar sus preocupaciones, sus temores. Espacios para que puedan interactuar, aunque sea de forma virtual o con las otras medidas físicas que se han propuesto”, señala.
Para la investigadora y doctora en psicología, en el caso de los niños y niñas más pequeños, es importante tener conversaciones y dar información que sea pertinente a la edad, mostrando que existen vías concretas y claras de cómo cuidarse y cuidar a otros. “La existencia de estas medidas puede ayudar a que sepan que existe cierto control sobre la situación, reduciendo la ansiedad que produce la incertidumbre”, explica.
En esta misma línea entrega recomendaciones la educadora de párvulos e investigadora del CIAE, Llery Ponce: “En educación parvularia podemos acoger y enfrentar sus miedos dando espacio para expresarse, con estos espacios les mostraremos que nos importa lo que sienten, que es válido que se sientan así y que quizás no son los únicos que están atravesando por momentos difíciles”.
La importancia de “mirar lo esencial”
Existen guías con recomendaciones para espacios educativos socioemocionalmente seguros considerando la situación de pandemia. El Ministerio de Educación puso a disposición de sostenedores y equipos profesionales de establecimientos un documento con orientaciones; mientras que Educación 2020 desde marzo ha difundido la campaña "Emociones Primero" que busca a través de guías, testimonios y seminarios poner la educación emocional al centro de la enseñanza en todas las comunidades educativas y en la familia.
Para la investigadora del CIAE, Carmen Sotomayor, “se debe reconocer una intención de flexibilidad y cuidado del bienestar socioemocional por parte de la autoridad, pero debemos estar muy atentos a que esta buena intención no sea traicionada por las evaluaciones diagnósticas, las presiones por abordar toda la materia o por pasar de curso al final del año escolar”.
En esta misma línea, Macarena Silva considera que un aspecto clave en relación a la presión es la evaluación: “En nuestro país hay mucha evaluación sumativa”, señala. Pero es optimista: “La situación actual está obligando a pensar distintas formas de evaluar, ver de qué forma puede haber mayor foco en el proceso de aprendizaje”.
Recordó, además, la importancia de “mirar lo esencial”, indicando que “en estos momentos de crisis es cuando muchas veces nos vemos forzados a mirar qué es lo que realmente importa en la vida, volvemos a lo esencial, rescatar los lazos, la importancia de la salud, de estar al aire libre, entre otras cosas que a veces olvidamos al intentar sobrevivir el día a día. Este ´mirar lo esencial´ también corre cuando miramos la educación. Pensamos nuevamente en lo que realmente importa, y no me refiero a qué contenidos importan, me refiero a la mirada amplia de lo que significa educar”.
En este sentido, indica que “quizás habría que pensar que el enseñar siempre debe realizarse desde una perspectiva que acoge y sobre todo hoy en día donde el estrés prolongado y la incertidumbre nos han dejado con una mayor sensibilidad. No solo niños, sino también adultos, por lo que integrar ambas cosas es fundamental”.
Al respecto, Llery Ponce coincide: “uno de los aprendizajes que nos ha dejado esta experiencia es la necesidad que el sistema educativo se centre más en las habilidades que son esenciales en el siglo XXI más que en contenidos de tipo tradicional. Dentro de estas habilidades existen algunas fuertemente ligadas a la educación socioemocional como la colaboración o la relación social”.
Explica que cuando se trabajan las emociones se abordan elementos como la identidad, el manejo emocional, la relación con los demás, entre otros aspectos, y que todos estos elementos pueden estar integrados en otras experiencias de aprendizaje con el arte, el lenguaje verbal y el entorno socio cultural: “Por ejemplo, es posible trabajar identificando las emociones a través de un cuento donde también trabajamos la compresión lectora. En experiencias de este tipo no es necesario priorizar, pues ambos aprendizajes son igualmente relevantes”.
El bienestar de los y las docentes
“Desde épocas muy antiguas, los docentes han sido inspiración y apoyo para sus estudiantes y lo siguen siendo en muchas circunstancias”, dice Macarena Silva al explicar que, si bien la pandemia modifica la forma de relacionarse entre docente y estudiantes, “muchos de ellos ya están jugando un rol contenedor importante”.
Comenta que es positivo que se continué en esa línea y que exista espacio para apoyar a sus estudiantes, “siendo flexibles y entendiendo la dificultad y gran carga que este periodo ha significado para todos”. Pero también pone el foco en que existan instancias y espacios para el autocuidado de los profesores/as y que puedan apoyarse entre pares.
Para Llery Ponce, uno de los principales desafíos es el autocuidado socioemocional de la propia comunidad educativa, la que muchas veces se ve extremadamente exigida, más allá del rol educativo: “Todos sabemos cómo la comunidad docente ha entregado tiempos y recursos personales para que el año escolar pasado pudiera llevarse a cabo y esto no siempre es visibilizado y valorado por la sociedad (...). Que las comunidades educativas sean espacios de seguridad emocional para los mismos trabajadores de la educación creo que es un desafío importante que, lamentablemente, no siempre se cumple”, señala.