Desde tres macetas hasta miles de hectáreas. La cantidad de tierra es irrelevante para el efecto que puede producir en un niño o niña el hacerse cargo del medio que habita. Esta idea es la que impulsa la metodología TINI (Tierra de niñas y niños) creada por el educador peruano Joaquín Leguía con el objetivo de empoderar a los niños, niñas y jóvenes como agentes de cambio y desarrollo de la biodiversidad, y que en 2012, fue reconocida por la UNESCO como una buena práctica de educación para el desarrollo sostenible.
Unos años antes, en 2007, la Fundación ANIA, que dirige en Perú Joaquín Leguía, ya había comenzado a expandir esta metodología en Latinoamérica, siendo uno de los países escogidos Chile, específicamente la localidad de campo Jahuel ubicada en la comuna de Santa María en la provincia de San Felipe, donde tomaron contacto con la ONG local Ciem Aconcagua.
Fue allí, entonces, que los niños y niñas de la Escuela básica Julio Tejedor solicitaron ellos mismos a la comunidad de campesinos del sector -propietarios de 9 mil hectáreas de terreno- que les cedieran 5 mil metros cuadrados, correspondiente a un basural, para ellos hacerse cargo de limpiarlo y cuidarlo, convirtiéndose hasta hoy en los principales embajadores de la metodología TINI en nuestro país.
“Es un proyecto hermoso que ha sobrevivido todos estos años y donde han pasado distintas generaciones de niñas y niños. Ellos mismos han decidido qué hacer con su pedazo de tierra, han plantado árboles, tienen una pérgola, un pequeño tranque, un domo, una baño seco. Allí cultivan la tierra y tienen un vínculo muy consciente con todo lo que les rodea”, cuenta Jorge Razeto, integrante de la ONG Ciem Aconcagua y académico de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, quien en 2019 se adjudicó un Fondo Valentín Letelier (FVL), junto a estudiantes del plantel y de la Escuela Julio Tejedor, dirigida por Pamela Silva.
El proyecto ganador del FVL -que desde 2010 otorga recursos a iniciativas sociales donde está vinculada la academia y la sociedad civil- se tituló "Tierra de niñas y niños en el antropoceno" e incluía la implementación de un sistema de regadío para el terreno de la escuela, talleres de campo sobre los conocimientos específicos de la TINI y la producción de un video documental para visibilizar esta experiencia inédita.
Sin embargo, la pandemia cambió el escenario. “Hubo un retraso del proyecto de casi ocho meses y debimos readaptar el proyecto a las nuevas condiciones, que incluyó que los niños y niñas no podían ir ni a la escuela ni a la TINI”, cuenta el antropólogo Jorge Razeto.
En este periodo fue crucial la comunidad de estudiantes universitarios que son parte del proyecto FVL, quienes dieron acompañamiento a los niños y niñas de la escuela en Jahuelito, ahora en cuarentena. “Durante el segundo semestre desarrollamos un sistema para apadrinar a los 45 niñas y niños. Les ayudábamos a hacer las tareas, conversábamos con ellos, fue una experiencia muy buena”, dice Felipe Caviedes, estudiante de antropología y co-responsable del proyecto. “Armaron equipos voluntarios para cuidar la TINI, regarla y realizar jornadas de limpieza. También se logró implementar el sistema de regadío ”, agrega.
En tanto, el video documental se convirtió en un proyecto de libro que está en etapa de producción y edición para ser lanzado en el mes de julio. “La idea era darle visibilidad a la mirada que los niños y niñas han desarrollado a través de la experiencia de la TINI. Su visión del mundo y de la ecología, a través de sus propios relatos y dibujos. Está pensando como un libro de cuentos de niños para adultos”, explica Razeto.
La Madre tierra enseña
Para Felipe Caviedes, la experiencia de la TINI es original porque no sólo se trata de tener una huerta como las que existes en muchas escuelas del país. Su sentido es más profundo. “Ahí operan más bien lógicas de producción y de extracción que de vinculación con la tierra. En cambio, la TINI tiene que ver con una relación que va más allá y donde la persona también es parte de la tierra misma”, señala.
Además, otra singularidad de metodología TINI, es que se concibe a la Madre Tierra como una profesora más dentro de espacio educativo, y su aula es la naturaleza misma, lo que ya ha sido asumido por la Escuela Julio Tejedor. “Hemos logrado implementar un modelo educacional medioambiental basado en los valores ecológicos. Además el año pasado las 106 familias dueñas de campo Jahuel lograron que sus tierras fueran declaradas Santuario de la Naturaleza Zaino Copin, donde la TINI es parte”, explica la directora de la escuela, Pamela Silva.
Dentro del mismo proyecto ganador del FVL, se incluyó la iniciativa de realizar capacitaciones dirigido a educadores o líderes de organizaciones medioambientales para que desarrollen su propia experiencia de TINI, la que ya está en marcha. "Tenemos a 27 inscritos y el curso dura 48 horas metodológicas. La idea es que desde aquí haya algún compromiso o intención de llevar esta metodología a un nuevo lugar", cuenta Caviedes.
“Creemos que en el actual contexto constituyente que vive Chile y de pandemia que vive el mundo, experiencias como las de esta escuela hay que visibilizarlas. Es necesario conocer cómo ven el mundo las niñas y niños y saber cómo esperan ellos vivir también el futuro”, concluye el académico Jorge Razeto.
Revisa el conversatorio del pasado 23 de abril, organizado por FACSO, donde se exhibe el proyecto "Tierra de niñas y niños en el antropoceno".