El bullying tiene un impacto en todas las áreas del funcionamiento y la vida de un niño/a y adolescente, con consecuencias profundas que se extienden por años. El artículo “Victimización online y offline: un análisis de grupos de adolescentes víctimas de acoso y ciberacoso en Chile” -publicado en abril de este año en el Journal of Children and Media- profundiza en este grave problema mundial, avanzando en un espacio poco explorado: retratar la diversidad de quienes sufren de bullying “tradicional” y online (ciberbullying) en niños, niñas y adolescentes de Chile, identificando perfiles y grupos de víctimas.
El estudio fue realizado por los investigadores Nicolás Trajtenberg, Universidad de Cardiff; Matías Dodel, Universidad Católica del Uruguay; Olga Sánchez De Ribera, Centro de Estudios de Justicia y Sociedad de la Universidad Católica; Patricio Cabello, Instituto de Estudios Avanzados en Educación de la Universidad de Chile; y Magdalena Claro, Facultad de Educación de la Universidad Católica.
Para los autores, existe una gran heterogeneidad y complejidad cuando se habla de víctimas de bullying y ciberbullying, por lo que la usual clasificación de “no-víctima” y “víctima” no es suficiente y puede ser mejorada con la identificación de subgrupos.
Patricio Cabello, profesor asistente del Instituto de Estudios Avanzados en Educación de la Universidad de Chile e investigador responsable del estudio, señala que profundizar en este tema implica un avance en comprender el fenómeno del bullying “más allá de las experiencias profundamente individuales que cada uno de los estudiantes que sufre este tipo de situaciones vive, puede orientar el poder entender que el fenómeno es diverso y puede implicar cosas distintas”, explica.
Por su parte, Matías Dodel, profesor asociado del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Católica del Uruguay y co-investigador del estudio, apunta a que la investigación permite “pensar el bullying como un fenómeno más complejo que como generalmente se lo piensa (...). Entender un poco mejor el fenómeno del hostigamiento entre pares y diferenciarlo un poco de fenómenos que son estrictamente en línea y no entre pares”.
El estudio analizó datos recogidos por la Encuesta Global Kids Online (GKO) Chile, realizada en 2016 a mil niños/as y adolescentes de entre 9 y 17 años usuarios de Internet, y reveló que un 20 por ciento reportó ser víctima de hostigamiento. Por otra parte, un 65 por ciento fue intimidado por alguien de la misma escuela, el 58 por ciento sufrió acoso en persona y el 47 por ciento fue acosado a través de un canal digital, mientras que el 21 por ciento experimentó tanto acoso en línea como fuera de línea.
Tres grupos de víctimas
Por medio de un análisis de “clusters” o grupos, se identificaron tres tipologías de víctimas: “poli-víctimas” (23 por ciento), “víctimas digitales ocasionales” (30 por ciento) y “víctimas frecuentes fuera de línea” (41 por ciento). Estos grupos variaron por edad, sexo, uso de internet, habilidades digitales, comportamientos de riesgo offline y características psicológicas.
Para el académico del IE de la U. de Chile, Patricio Cabello, uno de los principales hallazgos de este análisis tiene que ver con la identificación del grupo de “poli-víctimas”, que se caracterizan por sufrir tanto bullying cibernético como “tradicional” (cara a cara). Principalmente, porque mostró los niveles más bajos de bienestar emocional: “es el grupo que está con la experiencia en todos los frentes y, por lo tanto, el que está sufriendo más”, señala Cabello.
De ellos, un 67 por ciento fue acosado por alguien de la misma escuela, un 11 por ciento reportó sufrir episodios de bullying al menos cada semana o diariamente, mientras que el 31 por ciento de estos niños/as y adolescentes informaron que se sintieron “muy molestos” la última vez que fueron victimizados, aproximadamente el doble que los otros dos grupos.
Para el investigador, lo anterior da cuenta de que el bullying es un fenómeno que se extiende desde un espacio a otro: “En la experiencia del niño y adolescente no hay una gran discontinuidad entre esta vida digital y no digital, está totalmente integrado. No es algo que esté aparte, como durante mucho años los adultos hemos tratado de verlo, como que existe una separación entre la realidad y la virtualidad”. En este sentido, el artículo expresa que es necesaria más investigación para evaluar la efectividad de programas y componentes específicos que se dirijan simultáneamente a ambos espacios.
Por otra parte, el grupo de “víctimas digitales ocasionales” no reportó sufrir intimidación cara a cara, sino que solo episodios de acoso online (91 por ciento) y su frecuencia de victimización en el último año fue menor (solo una o dos veces al año). Además, informaron bajos niveles de agresión escolar y se sintieron menos molestos en el último episodio de acoso escolar.
En cambio, los grupos que evidencian un bullying más “tradicional”, como el presencial, experimentan mayores tasas de angustia: “Cuando es hostigamiento entre pares que previamente se conocían expresan mayor angustia y los incidentes les hacen sentir peor”.
Finalmente, el grupo 3 comprendía las víctimas más prevalentes (41,4 por ciento) y, por lo tanto, se etiquetó como “víctimas frecuentes fuera de línea”. Ninguno de estos niños/as y adolescentes fue acosado cibernéticamente, el canal era principalmente el acoso cara a cara (84 por ciento), y la agresión fue predominantemente perpetrada por alguien de su escuela (90 por ciento).
Intervenciones personalizadas
En base a estos hallazgos, Matías Dodel enfatiza en que “hay que tratar a estos grupos de forma distinta, porque son fenómenos distintos”.
Advierte, además, que al momento de realizar intervenciones, uno de los focos que se deben abordar es el hostigamiento entre pares (personas de la misma escuela que se conocen previamente), ya que según los resultados del estudio es lo que provocaría mayores complicaciones: “Cuando es hostigamiento entre pares que previamente se conocían expresan mayor angustia y los incidentes les hacen sentir peor”, señaló.
Explica que este tipo de hostigamiento entre pares se produce en mayor medida en el bullying presencial o cara a cara que en el online: “hay un grupo que solamente tuvo incidentes en línea que no fueron, en general, con personas que conocían previamente y la respuesta a los incidentes fue menor”.
Si bien remarca que es importante incorporar elementos que tienen que ver con el uso responsable y seguro de internet, así como dimensionar el peso de internet, ya que puede acrecentar situaciones complejas, señala que “el fenómeno no se puede parar en internet si termina ocurriendo dentro del centro educativo y dentro del grupo de pares”. En este sentido, recomienda “centrar las intervenciones de convivencia escolar en la convivencia entre pares”.
Otros resultados relevantes arrojaron que las niñas estuvieron más presentes en los grupos de acoso digital: un 66 por ciento en el caso del grupo de “víctimas digitales ocasionales”, a diferencia del tercer grupo “víctimas frecuentes fuera de línea”, en que las víctimas fueron mayoritariamente hombres (61 por ciento). Según el estudio, este hallazgo es consistente con otras investigaciones que indican que las niñas son mayormente víctimas de ciberacoso, mientras que los niños sufren acoso más tradicional. Sobre la edad, los niños/as más pequeños (13 años y menos) estaban más presentes en el grupo “tradicional” o cara a cara, mientras que los adolescentes (14 años y más) eran más prevalentes en los otros grupos.
Para los investigadores, los resultados dan cuenta de la heterogeneidad y complejidad de ambos tipos de bullying y de la necesidad de intervenciones para distintos tipos de víctimas “identificar los grupos de víctimas es fundamental para desarrollar un enfoque personalizado que las ayude y reduzca los distintos tipos de acoso”, señala Cabello.