Heredero de la tradición de grandes escultores chilenos, Francisco Gazitúa, egresado de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile, fue reconocido hace pocas semanas con el Premio Nacional de Artes Plásticas 2021.
La máxima distinción nacional a las Artes Plásticas recayó en él -no por heredar una tradición escultórica- sino por trascenderla, renovarla y fortalecerla a lo largo de su trayectoria artística de más de 50 años. Desde su casa, al pie de las Cordillera de los Andes, repasa su trayectoria y motivos artísticos.
- ¿Cuáles fueron sus primeros pasos en la escultura?
Comencé a relacionarme con la escultura y la materia de la tierra desde pequeño. A los seis o siete años tallaba pequeños botes de madera, creaba herramientas y juguetes.
- ¿En qué momento de su vida comenzó a recibir educación formal como escultor?
Luego de realizar una breve estadía en la Escuela de Filosofía de la Universidad Católica, ingresé a la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile y comencé una conversación eterna y constante con los grandes escultores de Chile, entre los que se cuentan Lili Garafulic, Marta Colvin y Sergio Castillo. Nuestros maestros nos heredaron un legado de búsqueda, y cuando me refiero a “búsqueda”, me refiero a navegar en un campo cultural sagrado, donde resida la belleza, y esta última la considero como un atributo del ser.
- ¿Cómo describiría la esencia del oficio de escultor?
A los escultores nos han dado la palabra de la materia. El universo es el diccionario de la escultura, en el sentido de que nuestros cuerpos están hechos del mismo material que la galaxia.
La escultura y la Universidad de Chile
En su trayectoria como artista, Gazitúa -quien se considera servidor de la belleza- llegó a ser profesor de escultura en la Universidad de Chile, donde fue ayudante de Marta Colvin, respetada escultora nacional, para luego desarrollar una cátedra paralela. Vivió en Inglaterra tras hacerse acreedor de una beca para cursar estudios en Escultura Avanzada en la Saint Martin 's School of Art de Londres y volvió a Chile en 1984.
Cabe destacar que la labor escultórica de Gacitúa, ha sido reconocida con cátedras en las Universidades de Chile y Católica, y también en el extranjero: en el City Lite School of Arts de Londres, el Royal College of Arts, la Escuela de Escultura en Mármol en Kornaria-Istria en Yugoslavia y en el Atelier Livre de Porto Alegre, en Brasil.
- ¿Cuáles son los recuerdos que tiene de su estancia en Londres?
Me desarrollé en St. Martins School of Arts en Londres, en una estadía de 8 años como alumno y profesor. Allí entendí que la escultura era y sigue siendo un lenguaje, cuyo papel y tinta es la materia, y cuyo soporte es el espacio, un lenguaje silencioso, mediado por un oficio, fruto del trabajo y sabiduría de las manos.
- A pesar de tener mucho éxito en el extranjero, ¿por qué decidió volver a Chile?
Luego de un periodo de mucha actividad, decidí volver a Chile y asentarme al pie de la Cordillera de Los Andes. El motivo principal de mi regreso fue la necesidad de trabajar con materiales autóctonos, como maderas y piedras, que solo se encuentran en la zona andina de Chile. Con ellas elaboro piezas que ornamentan edificaciones, parques y plazas, y que se encuentran emplazadas en calles, parques y espacios públicos.
A mi regreso a Chile, volví a reconectar con la cultura de los Andes, que por más de diez mil años ha crecido refugiada en las quebradas y mesetas y pequeños valles de Los Andes australes de Latinoamérica. Henry Moore, artistas británico, lo llamó "El continente de la escultura". A pesar de que mis esculturas están en varias partes del mundo. Me considero un artista local.
- ¿Cómo explica esa autodefinición?
El arte solo encuentra su carácter único si uno regresa a lo local. Con la globalización, lo local está muy amenazado, pero sí lo local desaparece, desaparece la humanidad.
- ¿De qué manera se relaciona con artistas y escultores de América Latina?
Hace más de treinta años, en 1990, contacté a otros escultores “locales” de América en el “Primer Simposio Iberoamericano de Escultura”, y juntos hemos sentado las sólidas bases para la formación de un circuito Latinoamericano que fructificó en más de dos generaciones, con una red de contactos global, cuyo centro está en nuestro continente.
- ¿Qué le pareció haber recibido el reconocimiento del Premio Nacional de Artes Plásticas?
Agradezco mucho el premio, y quiero agradecer el reconocimiento. A la Universidad de Chile, que me formó, a mi esposa, a la artista Angela Leible, a mis hijos, especialmente a Marta Gazitúa. También a mi familia de origen. A mi padre Miguel, proveniente del puerto de Valparaíso y a mi madre Elena, proveniente de los valles centrales de Chile. Aprendí en mi niñez que sin la tierra, la cultura y el mar, mi vida futura no iba a ser posible. La escultura será siempre pie a tierra, en la realidad artificial, una conexión permanente con el lado material del ser humano.