Fue durante el gobierno de Salvador Allende que se construyeron los llamados “balnearios populares” en Puchuncaví, Ritoque, Pichicuy y Pichidangui. Estos consistieron en una serie de cabañas diseñadas para alojar a familias de hasta ocho personas, las que fueron entregadas al Servicio Nacional de Turismo y operadas en coordinación con la CUT para beneficiar a miles de familias de trabajadores durante los meses de verano.
Sin embargo, a fines de 1973, la dictadura militar destinó las instalaciones a diferentes ramas de las Fuerzas Armadas, dejando las de Puchuncaví y Ritoque habilitadas especialmente como Campos de Concentración. Hasta ahí llegaron prisioneros de Isla Dawson, Isla Riesco, Quiriquina, Chacabuco y Pisagua.
En los 80, esta infraestructura fue desmantelada para intentar borrar su terrible pasado. En este contexto, sufrió de un total abandono hasta que en 2014 se constituyó la Corporación de Memoria y Cultura de Puchuncaví (CMCP), dedicada especialmente a relevar la historia de Melinka, el campo de concentración de Puchuncaví, donde -a pesar del horror- los prisioneros lograron formar una comunidad, desarrollando entre ellos actividades deportivas, obras de teatro, concursos de poesía y literatura que les ayudaba a resistir el encierro.
Desde 2018, el inmueble es Monumento Nacional en categoría de histórico. Aun así, la zona de Puchuncaví ahora sufre también los embates de la industria energética instalada allí, y la devastación producida por los gases contaminantes que han provocado serios episodios de intoxicación entre los habitantes. Es así como académicos, académicas y estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales (Facso) de la U. de Chile impulsaron en el año 2019 un proyecto que busca generar conciencia sobre esta problemática medioambiental, además de relevar la memoria política del lugar en niños y niñas del sector.
“Puchunkawin: Carnaval de la Ciudadanía” se titula la iniciativa que alude al origen mapuche del nombre del balneario, cuyo significado es lugar de carnavales. El 2019, el proyecto recibió recursos del Fondo Valentín Letelier para desarrollar un trabajo con educadores de párvulos y profesoras de 1° y 2° básico de establecimientos municipales, con la idea de promover y fortalecer conceptos de derechos humanos, memoria histórica y diversidad.
La propuesta, desarrollada junto al Departamento de Educación de la Municipalidad de Puchuncaví y la CMCP, debió reformularse debido a la pandemia y las restricciones a la movilidad. Esto se tradujo en la realización de cinco talleres virtuales que contaron con la participación activa de 25 docentes. En estos encuentros se habló de derechos para la infancia, cuidado del medioambiente, patrimonio, memoria y se implementó uno específico sobre producción de material didáctico para narrativas.
“La comunidad de Puchuncaví tiene una vida donde hay una constante vulneración de los derechos de la infancia, está impactada por la contaminación, pero además tiene una historia política curiosa e importante de la que no todos tienen conciencia. Nuestra idea es reconstruir esa historia local”, comenta la profesora de la Facso y encargada del proyecto, Fabiola Maldonado.
“Debido a la pandemia, no logramos trabajar directamente con los niños y niñas que fueron beneficiados, sino únicamente con sus profesores, pero nuestro compromiso es reunirnos presencialmente en marzo para crear y pintar un mural colectivo, a modo de memorial, que estará ubicado en el sitio de memoria Melinka y que será el inicio del año académico de 2022”, agrega la académica.
Los beneficiarios de este proyecto son unos 600 niñas y niños pertenecientes a seis jardines infantiles y seis escuelas de Puchuncaví, quienes han recibido el material educativo elaborado en los talleres con sus profesores y profesoras. Todo estará próximamente en línea en un sitio web que será el repositorio del proyecto y que será lanzado a fines de este mes.
“Ha sido arduo poder redireccionar el proyecto e implementar esta educación remota de emergencia, no solo por el tema tecnológico, sino por la recarga laboral que han tenido los profesores y profesoras. Por eso agradecemos a quienes se comprometieron en la participación y se involucraron en esta iniciativa”, dice Fabiola Maldonado.
“Rescatamos sobre todo el poder haber establecido vínculos muy fraternos con esta comunidad que ha sido tan golpeada. A pesar de que están geográficamente cerca de Santiago, hay una percepción de abandono muy grande, y ellos han valorado mucho el interés de la U. de Chile por trabajar con ellos”, señala la académica.
Por estos días, el equipo trabaja en la sistematización de la experiencia que significarán importantes insumos de investigación: se trata de 30 sesiones de trabajo de dos horas cada una, un gran volumen que en su edición audiovisual resultará en un video-memoria, el que también estará disponible en el sitio web proyecto.