Así lo explicaron los doctores Héctor Contreras y Óscar Arteaga, directores del Departamento de Oncología Básico Clínico (DOBC) y de la Escuela de Salud Pública (ESP) de la Facultad de Medicina respectivamente, señalando que quienes dirigen CECAN son el doctor Bruno Nervi, de la Pontificia Universidad Católica de Chile, y el doctor Enrique Castellón, académico del DOBC, como alterno. El proyecto cuenta, además, con la participación de científicos de las universidades de Antofagasta, Católica del Maule, de la Frontera, Andrés Bello, del Desarrollo y del Instituto Nacional del Cáncer.
“Estas instituciones están distribuidas a lo largo del país e insertas en áreas donde la población está afectada por diferentes tipos de cáncer, como el de pulmón asociado a labor de extracción minera en la zona norte; el gástrico, vinculado a infección por Helicobacter Pylori y a pobreza en la zona centro sur; vesicular, asociado a cálculos en la vesícula biliar y a ancestría mapuche en el sur, y cánceres de mama, cuello uterino y colorrectal, entre otros, asociados con grandes áreas urbanas expuestas a ambientes poco saludables”, detalla el proyecto, por lo que cada una de las entidades participantes proporcionará información relevante orientada a permitir la formación de un Mapa Nacional de Prioridades para la Intervención del Cáncer.
Según explica el doctor Contreras, las actividades del CECAN se organizarán en cinco líneas de trabajo, “cada una a cargo de uno o dos investigadores principales, ocho en total, 26 investigadores asociados y otros colaboradores, conservando participación equitativa de las instituciones y con perspectiva de género”: Prevención del Cáncer y Reducción de Inequidades, liderado por las doctoras Lorena Rodríguez, académica de la Escuela de Salud Pública de nuestro plantel y Paula Margozzini, de la PUC; Optimización de la Atención del Paciente, encabezado por los doctores Bruno Nervi, de la PUC y Johanna Acevedo, de la UDD; Innovación y Atención Personalizada, a cargo del doctor Castellón, DOBC; Investigación de Políticas de Salud, dirigido por los doctores Arteaga, de la ESP, y Manuel Espinoza, de la PUC, y Datos para la Acción: una Plataforma Integrada, a cargo de la doctora Carla Taramasco, de la UNAB.
Ahondando en ellas, el doctor Arteaga añade que en la primera línea de trabajo “lo que hay de base es el desarrollo de proyectos que apunten a conocer mejor los factores de riesgo que inciden en el desarrollo de la enfermedad, para tratar de generar intervenciones que apunten a disminuirlos”. En la segunda, “el eje conductor también es desde las personas, viendo las intervenciones terapéuticas que apunten a curar la enfermedad o evitar que siga avanzando, así como la rehabilitación de los pacientes”. La ciencia básica es el centro de la tercera línea, añade, “pero con una perspectiva traslacional, con el desarrollo de las investigaciones que cada uno de los y las integrantes de los equipos científicos han venido haciendo, las que se ponen al servicio de los niveles clínicos y de salud pública como insumo, generando evidencias que posibiliten la formulación de políticas tanto para los aspectos preventivos como para los vinculados a la atención de pacientes”. La cuarta, donde él es investigador principal, “está centrada en las políticas públicas para cáncer, desde el ámbito preventivo y promocional hasta aquellos aspectos que se relacionan con la atención de los pacientes y el cuidado al final de la vida”. Por último, el quinto grupo de trabajo abordará “la producción de información que sirva a todos los otros niveles; la idea es contar con una plataforma que se vaya alimentando con ella y con manejo de big data, y que la consolide para ponerla a disposición de los procesos de decisión”.
“La idea es que nuestras respectivas líneas de investigación –tanto básica como clínica y de salud pública que hemos desarrollado a lo largo de nuestras carreras- tributen a este proyecto, pero con un enfoque traslacional y orientado a la política pública de manera que, por ejemplo, lo que se descubre en un cierto laboratorio pueda llevar a un nuevo tipo de screening o ensayo biológico que finalmente sirva para ser propuesto como un cambio en un test diagnóstico o en una terapia”, agrega el doctor Contreras.
La salud pública en el centro
Y es que en Chile las enfermedades oncológicas son la primera causa de muerte, superando a las cardiovasculares. “Hay muchas cosas que hacer, ya sea en la búsqueda de nuevas respuestas a tratamientos, encontrar blancos terapéuticos, determinar respuestas específicas a drogas o hacer ensayos biológicos que pudieran aportar en algunos tumores específicos; pero también hay un fuerte componente orientado a catastrar las enfermedades a nivel nacional y, eventualmente, establecer a través de modelos biológicos o matemáticos, cómo pudiéramos enfrentar de mejor manera esta pandemia actual. Este nuevo centro representa una gran oportunidad pero también una enorme responsabilidad en términos de poder entregar resultados finales que sirvan al establecimiento de políticas públicas, para que estas investigaciones aporten al bienestar de la población”, señala el director del DOBC.
En ese sentido, el doctor Arteaga explica que la meta es mejorar la respuesta de Chile a la carga y desafío del cáncer mediante la creación de una plataforma de investigación a nivel nacional para identificar las mejores prácticas para la vigilancia de los factores de riesgo; la prevención y la atención temprana, generando evidencia de alta calidad para informar y proporcionar propuestas sobre políticas que agreguen valor a la salud de la población y maximicen la producción del sistema sanitario de la manera más equitativa.
“La salud pública está en el corazón de este proyecto, y lo hace agregando grupos de trabajo de distintas instituciones que trabajan en investigación básica, clínica y de salud pública, generando sinergia entre ellos, con el fin de alimentar políticas públicas sobre cáncer que puedan proponerse a las autoridades para que estas sean implementadas”, sentencia.
“El objetivo –dice el doctor Arteaga- es que podamos reducir las brechas existentes entre la generación de conocimiento y el proceso de decisión de políticas. Eso sucede no sólo en cáncer, sino que en todos los temas de la salud: no siempre van de la mano la generación de nuevo conocimiento con la adopción de políticas al respecto, y eso es porque hay fallas en ambos lados; es decir, en la academia y en los espacios de decisión política. Entonces lo que buscamos es que –además de los proyectos propios de nuestro grupo de trabajo de investigación en políticas de salud- todas las propuestas que vayan surgiendo de los otros equipos puedan sernos presentadas para hacer un diseño que considere los aspectos de implementación, actores, procesos y contextos que permitan, efectivamente, que esas propuestas tengan factibilidad de transformarse en políticas públicas. Además, vamos a contar con un consejo asesor de expertos nacionales e internacionales, integrado por personas con trayectoria en la elaboración e implementación de políticas en el mundo real, que se van a reunir de forma periódica y a quienes les vamos ir presentando esos productos, de modo de conocer su opinión y sensibilizar las propuestas en base a las visiones que ellos y ellas nos puedan entregar para mejorar factibilidad de incidir en los niveles de decisión política con nuestras propuestas. Porque no basta con que se genere la evidencia, hay que traducirla de un modo que le haga sentido a quienes toman decisiones y eso implica que los aspectos de contenido se tienen que explicitar de modo entendible para ellos, considerando la dimensión de implementación en distintas realidades del país, o de sostenibilidad financiera; puntos que quienes generan evidencia, generalmente no tienen presentes”.
Y al revés, ¿habrá un análisis de las actuales políticas para estudiar su mejora en base al nuevo conocimiento existente?
“Claro, la idea es que haya una relación bidireccional”, responde el doctor Arteaga. “El consejo asesor podrá representar algunos temas que ellos estimen de interés, los distintos equipos los considerarán y podrán incorporarlos en sus investigaciones. Es la misma lógica que hay detrás del esfuerzo que hizo nuestra Facultad de Medicina con la iniciativa de “51 preguntas prioritarias en salud”; lo que se hizo ahí fue consultar a la ciudadanía, a profesionales de la salud y a expertos, cuáles eran los temas relevantes para ser investigados, en base a lo cual formularon preguntas, las priorizaron y agruparon en una serie de ámbitos específicos. Acá la lógica es la misma, hacer un levantamiento de información que permita alimentar el trabajo de los grupos; por ejemplo, en el que integro parece enteramente apropiado revisar cómo se trata el cáncer en toda la institucionalidad actual, porque debiéramos tener una propuesta de reforma. Este es un centro que va a estar abierto y atento a las señales que se están dando en torno al desarrollo de estos temas en nuestra sociedad, en el ámbito del mundo académico, social y político, atento a lo que ocurra a nivel internacional, para transformar todo eso en iniciativas que finalmente lo que buscan es estimular el desarrollo de políticas que permitan mejorar la respuesta general del sistema al problema del cáncer, tanto en su prevención, impulsando las medidas más efectivas para reducir el impacto de factores de riesgo, como por ejemplo reducir la demanda por tabaco y alcohol a través de medidas tributarias, hasta el extremo de identificar las alternativas más efectivas para acompañar de manera digna a personas que están en la etapa final de su vida”.
¿Usted ve con la disposición de recursos para crear este centro una apertura del Estado a recibir los insumos que pueda ofrecer la academia?
Esperemos que así sea; hay experiencias que muestran que eso sí ha ocurrido y otras que no. Pero también los que estamos en la academia con mucha humildad tenemos que comprender que, probablemente desde nuestra mirada, que desconoce la naturaleza y la dinámica que ocurre en los procesos de toma de decisiones política, nosotros no generamos nuestras propuestas de un modo que sea apropiado para que estas lleguen a transformarse en políticas públicas. Tenemos que aprender a comunicar el conocimiento que generamos en la academia de manera que le haga sentido a quienes toman las decisiones; criticamos desde la academia que los actores políticos no consideran la opinión de la ciencia, y es verdad, pero muchas veces se debe a que lo que generamos no está expuesto de manera apropiada para que los políticos lo comprendan. La cultura de la academia y la cultura de la práctica política corresponden a ámbitos con códigos y maneras de proceder diferentes, y si, desde la academia queremos incidir, tenemos que ser capaces de presentar estas contribuciones de manera que haga sentido a los niveles políticos”.
“Ese es el producto final”, acota el doctor Contreras. “Pero en el camino tenemos que cumplir otros hitos en todas las líneas de trabajo, como contar con proyectos de continuidad, generar vinculación internacional, formar capital humano avanzado, médicos especialistas, desarrollar programas de diploma en área oncológica, mejorar nuestros índices de impacto científico. Es un proyecto multi objetivo, tiene muchas aristas y tenemos que responder en todas; debemos tener una colaboración muy estrecha entre todas las instituciones participantes, poniendo a disposición nuestra vinculación con los hospitales públicos del servicio de salud, nuestros campus clínicos, centros y hospitales de regiones del norte y sur, todos aportando con una enorme cantidad y variedad de pacientes, para levantar información y generar una base de datos muy potente”.