Columna de Opinión

Frente al cambio climático, una apuesta forestal

Columna de Opinión: Frente al cambio climático, una apuesta forestal

"El cambio y la variabilidad climática, así como sus impactos, son temas de alta relevancia planetaria", dicen los académicos en esta columna de opinión.

La Comisión de Futuro del Senado de la República, viene sesionando desde 2021 en el objetivo de discutir el rol del sector forestal en el combate y mitigación del cambio climático, así como discutir su rol en la generación de nuevas propuestas para la construcción, relevando a la madera como material noble que pudiese reemplazar el uso del cemento y el acero, responsables del 10% al 12% de las emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo. Para ello ha contado con la participación de la academia, sectores empresariales y diversas expresiones de la sociedad civil. Dicho de otra forma, la Comisión de Futuro del Senado puso al sector forestal como un factor determinante en el objetivo de entregar sustentabilidad futura a nuestro país. 

Chile ha adherido a los objetivos de desarrollo sustentable de Naciones Unidas, definidos como una serie de medidas para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar el bienestar global de las personas. Entre estos se tienen; Objetivo 5, Agua y saneamiento; Objetivo 7, Energía asequible y no contaminante; Objetivo 11, Ciudades y comunidades sostenibles; Objetivo 13, Adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos; y Objetivo 15, Vida de ecosistemas terrestres. Todos estos tienen relación directa con el sector forestal, entendido como el conjunto de factores ecosistémicos que juegan un rol en los recursos hídricos, la biodiversidad, la conservación del suelo, la producción de bienes y servicios producto de la madera y sus derivados, y la gestión de los espacios naturales, entre otros aspectos. Es decir, el sector forestal abarca todo Chile desde Arica a Magallanes y desde mar a cordillera.  

El cambio y la variabilidad climática, así como sus impactos, son temas de alta relevancia planetaria y eso tiene relación directa con la emisión de gases de efecto invernadero. Los efectos de esta ecuación no han sido bien evaluados ni considerados por el mundo político, además de ser muy poco conocidos. Se sabe sí, que la mitigación de tales efectos pasa por una reducción en la emisión de gases de efecto invernadero y por abrir amplias opciones a la captura de carbono. Pero se estima que se necesitan al menos unos 20 años para que la humanidad pueda desprenderse de los combustibles fósiles y allí surge el rol del sector forestal.

El papel de Chile en este desafío puede ser de proporciones, porque se trata de un país que ha apostado fuertemente por el desarrollo forestal y posee en su academia, en sus ingenieros, en sus profesionales de todo tipo, en su cultura y en lo que representa como nación, aspectos que posibilitan la concreción de que sea un país forestal. A eso se suma el que Chile puede llegar a ser un país con una meta de 2 a 2,5 millones de nuevas hectáreas forestadas en un plazo de 10 años, con lo cual podría contribuir a almacenar 0,57 gigatoneladas de carbono. Esa es la meta por plantearse por la sociedad chilena, para contribuir significativamente a mitigar el cambio climático y así ganar un tiempo precioso en el objetivo de dejar de lado las tecnologías basadas en combustibles fósiles.  El hacer de Chile un país aún más forestal, es posible y deseable. Pero frente a lo mismo hay diversos planteamientos. Por ejemplo, si se llevan a cabo importantes programas de forestación, se cuestiona si se harían con especies nativas o exóticas o si serían de tipo productiva o de conservación. La respuesta es que hay espacio para todas. En algunos casos serán exclusivamente de conservación como es el caso de las zonas áridas y semiáridas, donde la presencia de exóticas y nativas es función de si los ecosistemas podrán sostener en las condiciones actuales una forestación exitosa. Asimismo, deberá haberlas productivas para mantener una oferta de madera creciente en Chile y el mundo, pero también para incorporar de mayor y mejor forma a la madera en la construcción en el país, favoreciendo la fijación de carbono y mitigando la emisión de gases de efecto invernadero como producto de la construcción tradicional con hormigón. Y deberán existir también forestaciones nativas de conservación, para cumplir el rol de mantener la biodiversidad y los equilibrios ecosistémicos. 

El establecer un amplio programa forestal en el desafío del cambio climático, podría incidir positivamente en favorecer una restauración de los territorios degradados en diversas partes del país. Esto, porque abordaría diversos problemas de erosión, de emisión de sedimentos con sus consecuencias aguas abajo, de biodiversidad, de movimientos en masa y de regulación de las escorrentías de tipo superficial y subterráneo, principalmente en un país de clima mediterráneo, en donde las precipitaciones caen en un periodo en que la vegetación está en latencia y por tanto consume poco o nada. Sin embargo, lo medular está referido al escenario de cambio climático que determina una disminución de las ofertas de agua en territorio chileno. 

Por otra parte, el sector forestal en Chile, valorado sólo por sus aportes industriales, aportó al producto interno bruto un 2% en el año 2017. En 2022, las exportaciones del sector forestal correspondieron a 6.681 millones de dólares, representando un 6,9% de las exportaciones totales del país (INFOR.cl). De igual forma dio empleo a un total de 300.000 personas de forma directa e indirecta. A eso es posible sumar las micro y pequeñas empresas madereras, de muebles, leña, tableros, turismo, madera para la construcción y servicios vinculantes, entre otras, y esta cifra aumenta a 300.000 personas más. Así se llega a estimar que al menos dos millones y medio de personas viven directa o indirectamente del sector forestal en todo el territorio nacional.

Durante el gobierno del Presidente Salvador Allende, había un eslogan que señalaba, “Hagamos de la madera un segundo sueldo para Chile”, y eso determina la importancia que ya en ese tiempo se otorgaba a este noble producto. Y en la década de los cincuenta y sesenta se intentaban llevar a cabo forestaciones masivas, en suelos que habían quedado desnudos, decapitados superficialmente por una agricultura extractiva y en donde la posibilidad de establecer restauraciones forestales eran mínimas. En ese contexto surge la posibilidad de realizar plantaciones masivas de pino radiata, un árbol que ya había probado su ductilidad en Chile y que podría ofrecer alternativas de uso como celulosa, madera para la construcción, papel periódico, etc. Aún más, durante el gobierno del Presidente Frei Montalva, década de los sesenta, se enseñaba  que debíamos cuidar los pinos en navidad, dado que la gente los cortaba indiscriminadamente para las celebraciones de fin de año y eso porque esa corta incidiría en mayor erosión y desertificación para nuestros suelos, con visiones apocalípticas que podían verse desde la Región de coquimbo a la Araucanía. Y de ahí devienen los esfuerzos de Corfo y otras instituciones para focalizar acciones en estos objetivos. En el año 1972 se funda la Corporación Nacional Forestal y en la década de los sesenta recién había surgido el Instituto Forestal. Digámoslo claramente, el desarrollo forestal chileno surge a partir de la segunda mitad del siglo XX en adelante, (por ende no es responsable de los despojos del siglo XIX), a partir de la  constatación que la desertificación avanzaba drásticamente en muchas regiones, donde se explotaba indiscriminadamente el bosque nativo, llevándolo a situaciones de eliminación de las masas forestales para hacerlas leña y madera,  y donde el Estado tuvo un rol fundamental en inversiones, orientaciones y políticas públicas, como también ha sido el caso de las principales áreas de la economía productiva de Chile. Como otro hito importante de destacar, está el hecho que la primera carrera de Ingeniería Forestal en Chile surgió en 1952 en la U. de Chile, con una alta participación de expertos franceses y los primeros ingenieros del área solo empezaron a aportar al país desde 1957 en adelante. 

Al sector forestal se le atribuye una cercanía con la dictadura de Pinochet, porque el incremento de masas forestales en los años 70 se dio en base a un subsidio definido en ese periodo, que bonificaba el 75% del costo de la plantación forestal. Pero ese subsidio solo podía ser otorgado si el suelo era para siempre de uso forestal (se aseguraba la restauración del suelo) y si el éxito de la plantación, medida al año siguiente, era igual o superior al 75%. La pregunta que surge es por qué la gente forestó con pino radiata, y la respuesta es porque era la única especie que crecía en esas condiciones de suelo y aseguraba el 75% de prendimiento, y ello bajo un contexto de racionalidad económica. En zonas áridas se hizo con la especie australiana Atriplex nummularia, que fue la que mejor resultó en suelos degradados de la Región de Coquimbo. Y es verdad que las grandes empresas se beneficiaron de dicho subsidio. Pero también es verdad que se beneficiaron pequeños productores forestales. Quizás debería replantearse sin complejos de ninguna especie el reflotar la idea de un subsidio, destinado preferentemente a los pequeños productores y comunidades rurales. 

Por tanto, la cercanía del sector forestal con la dictadura de Pinochet no es tal, aunque su empresariado, como el de todo el país, seguramente se siente más cercano a pensamientos de derecha, lo que no necesariamente significa que sean partidarios de dictaduras. De igual forma la dictadura de Pinochet hizo con el sector forestal lo que venía haciendo el Estado democrático pre golpe, en términos de potenciar la forestación y visualizar al sector como un nuevo generador de divisas, hecho que finalmente ocurrió. De hecho, el fruto de las primeras plantaciones hechas bajo el subsidio forestal del Estado, vino a cuajar en democracia, alrededor de 1994, 20 años después, y las plantaciones que sostuvieron las exportaciones y la producción de madera y celulosa en los 70 y 80, fueron aquellas instauradas en los años 50 y 60, producto como se ha dicho del rol que jugó Corfo y en general de la visión de diversos gobernantes. Recordemos que quien asumía las riendas del Estado de Chile, a mediados del siglo pasado, lo hacía con un estado pobre y desvalido de recursos, con excepción del cobre; pero hubo visionarios que pensaron que los suelos deforestados y desertificados por la agricultura y la tala indiscriminada, podrían tener una oportunidad, hecho que se concretó con más haberes que deudas, aunque sin dudarlo las hay y es necesario rectificarlas y corregirlas, pero hoy el sector forestal es un orgullo para Chile, sobre todo cuando es el único sector productivo con suma verde, es decir, lo que emite de gases efecto invernadero, es menor que lo que captura y fija, y eso es un activo que se debe cuidar y acrecentar. 

Escribimos estas líneas viendo con dolor como el esfuerzo de tantos y tantas, se está quemando por intencionalidad insana, por descuido o por negligencia, pero lo que es claro es que los árboles no se prenden solos en Chile y hay mano humana en cada siniestro. Cuidar y hacer crecer este sector es una apuesta de largo plazo, es una apuesta contra el cambio climático, es una apuesta para subsanar el déficit habitacional del país, es una apuesta para mantener y acrecentar nuestra biodiversidad, es una apuesta para restaurar hidrológicamente nuestras cuencas hidrográficas y es una apuesta para asegurar sostenibilidad ambiental a Chile y nuestros hijos e hijas. Es claro que el bosque es el bosque nativo en sus diversas expresiones, pero las plantaciones han cumplido y deberán cumplir un rol central como ya se ha dicho. 

Finalmente, es el momento de pensar a Chile desde una óptica ambiental, forestal y planetaria, para desde allí definir políticas públicas que impulsen definitivamente un servicio forestal del Estado; que estas involucren al sector privado, con las grandes, las pequeñas y las micro empresas, en alianza con el Estado, con vistas a agregar valor a la producción de madera; a preservar y disfrutar nuestros bosques nativos y su biodiversidad; a que le demos una oportunidad a la producción de madera industrial para construir casas y edificios; a contribuir a la mitigación del cambio climático; y sobre todo entregando un legado de búsqueda de verdades y certezas, que generen las mínimas seguridades de que nuestras actuaciones serán sustentables en tiempo, en espacio, en solidaridad planetaria y, sobre todo, en la búsqueda de una mayor equidad para el desarrollo de todas las personas que habitan este territorio llamado Chile.

*El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad del autor o autora y no representa necesariamente la visión de la Facultad de Ciencas Forestales y de la Conservación de la Naturaleza de la Universidad de Chile (CFCN).