En 1994, por resolución 49/115, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 17 de junio como el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía. Esta es una fecha en la que se invita a todos los Estados a que desarrollen actividades para sensibilizar respecto de estos dos fenómenos que afectan a todo nuestro planeta, y en especial a las zonas áridas y semiáridas. La sequía, desertificación y en general, la degradación de la tierra afecta en mayor proporción a comunidades vulnerables en zonas rurales (UNCCDb). Por este motivo, en el Foro Global para la Alimentación y la Agricultura de 2022, los ministros de agricultura de más de 60 países reconocieron la amenaza que representan la desertificación, la degradación de las tierras y la sequía, para la seguridad alimentaria global y los sistemas alimentarios sostenibles.
La comprensión de la multidimensionalidad de aspectos que resultan en un aumento de la sequía y la desertificación ha sido un largo proceso iniciado en 1977, cuando se celebró la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Desertificación. Durante muchos años se concibió la desertificación como el resultado de malas prácticas realizadas por personas locales sin conocimiento y que por lo tanto requería la intervención técnica externa. El avance de las investigaciones y la inclusión de distintas disciplinas y conocimientos locales en el estudio de la desertificación, ha permitido comprenderla como un fenómeno global de múltiples factores, muchos de los cuáles tienen su origen en decisiones fuera del lugar donde se observa el fenómeno, agravados por el cambio climático y las políticas nacionales, sobre las prácticas de manejo locales, y que por lo tanto es primordial integrar distintos tipos de conocimientos y colaborar con las comunidades locales para encontrar las mejores prácticas de manejo sostenible de la tierra.
Precisamente, el mensaje de celebración de este año releva la importancia de la tenencia de la tierra en manos de mujeres, para encontrar soluciones para detener su degradación. El mensaje “Her land, her rights”, o “Mujer: Su tierra. Sus derechos”, hace referencia a la importancia de comprender el vínculo que existe entre la propiedad sobre la tierra y su gestión sostenible. En muchos países, incluyendo Chile, la propiedad y las decisiones sobre el uso de la tierra está mayoritariamente en manos de hombres. Sin embargo, cuando la sequía y la degradación de la tierra impacta los hogares y las actividades económicas, el rol de las mujeres es fundamental para buscar soluciones para paliar los efectos. Por ejemplo, datos de la Convención Marco de Lucha contra la Sequía y la Desertificación, muestran que, a nivel global, las mujeres dedican 200 millones de horas diarias a recoger agua (UNCCD 2022a). En Chile, trabajos como Guardianas del Agua (Salinas y Becker 2022), han mostrado que cuando hay problemas en el abastecimiento de agua, las mujeres son las que, a través de sus roles de género en el hogar, identifican y cargan con la mayor responsabilidad para abastecer agua de calidad para sus familias.
Muchas veces las propuestas políticas o proyectos locales pueden, accidentalmente, estar marginando a las mujeres al no considerar las brechas de género existentes, y que pueden estar incluso relacionadas con distintos niveles de alfabetización, tiempo disponible, etc. Esta omisión, por lo tanto, termina acrecentando las vulnerabilidades al limitarles el acceso equitativo y justo a beneficios como incentivos a medidas de adaptación (FAO 2019). Por este motivo, cuando se hablan de las brechas de género en el acceso a la tierra, se habla de entender no solo los derechos de uso (acceso, uso, enajenación, etc.), sino también los derechos procedimentales (acceso a información, acceso a justicia, leyes de herencia, etc.) a los que las mujeres acceden o no acceden por motivos legales, y a veces consuetudinarios, es decir por costumbres ancestrales. En este último, los estudios muestran que el desigual acceso a la propiedad y control de los recursos naturales en América Latina y el Caribe ha generado una brecha de género y situación de desventaja en la gobernanza ambiental, es decir en la participación de mujeres en la toma de decisiones, situación que se agravó con la pandemia de COVID-19 (CEPAL 2021).
Por los claros vínculos entre tenencia y gestión sostenible de la tierra, dos de las más importantes apuestas globales para revertir la degradación de la tierra incluyen la perspectiva de género. Estos son el Fondo para la Neutralidad en la Degradación de la tierra (Land Degradation Neutrality Fund) y los fondos de inversión en el marco de la Década de las Naciones Unidades para la Restauración de Ecosistemas, que apuntan al Objetivo 15 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) a través de fomentar buenas prácticas de manejo de la tierra y prácticas de restauración de sitios degradados, a la vez que hacen un importante hincapié en el ODS 5, que busca “lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas”. Precisamente el indicador 5.a.1 de este ODS recuerda la importancia de recoger información sobre el total de la población agrícola con derechos de propiedad o derechos seguros sobre tierras agrícolas desglosada por sexo y por tipo de tenencia.
Chile cuenta con un 58% de su territorio entre el norte y el centro, clasificado como zona árida (entre hiper árido y semi-árido), territorio que coincide con 13 años de una baja de hasta el 40% de las lluvias promedios esperadas, fenómeno que se le ha denominado como megasequía. Estos desafíos ponen en extrema urgencia invertir en la igualdad del acceso de las mujeres a la tenencia de la tierra. Precisamente, el Plan Nacional de Restauración de Paisajes 2021-2030 ha incluido el rol de las mujeres como “agentes de cambio”, capaces de hacer contribuciones significativas a la acción climática. Específicamente el Principio 8 de este Plan describe “Equidad, diversidad e inclusión en las acciones del plan de las comunidades y la sociedad en su conjunto, considerando aspectos sociales, étnicos y de género, en las acciones de restauración y en los beneficios que de ellas derivan como fuente de su bienestar”. Como profesionales que deberán implementar y monitorear este Plan Nacional, tenemos un rol clave en informarnos para entender los atributos económicos, políticos y sociales que cada sociedad atribuye a hombres y mujeres (Manfre y Robin 2013) y las desigualdades que van asociadas en cada contexto local. Una perspectiva de género en la gestión de los recursos naturales permitirá un aporte a reducir la brecha y no a aumentar las vulnerabilidades que actualmente conducen a un uso insostenible de la tierra y a una menor resiliencia. Como explica el documento “Género y restauración de la tierra” (Namubiru-Mwaura, 2021) un sector forestal y de la tierra sensible a las brechas de género en leyes, políticas, estrategias e intervenciones, podrá asegurar una participación efectiva de las mujeres y a la vez, el éxito de las metas de restauración comprometidas.
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*El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad del autor o autora y no representa necesariamente la visión de la Facultad de Ciencas Forestales y de la Conservación de la Naturaleza de la Universidad de Chile (CFCN). |