Dentro de las producciones audiovisuales chilenas, las telenovelas son, sin duda, uno productos más reconocidos dentro del país como en el exterior. Por décadas dominaron la parrilla televisiva de distintos canales y hasta el día de hoy son recordadas con mucho afecto por quienes las disfrutaron y siguen disfrutando. Un formato erróneamente denominado "teleserie", como señala Eduardo Santa Cruz, académico de la Facultad de Comunicación e Imagen, quien afirma que la palabra más indicada para denominar obras como "La Madrastra", "Marrón Glacé", "Romané", entre muchas otras, es el término de telenovelas. “Es lo que el nombre lo indica. Es una novela, es decir un cuento. Una narración que tiene un inicio, un desarrollo y un final (…) La teleserie es algo que puede durar muchos años. Por ejemplo, en Estados Unidos, algunas duraron 20 años porque cada temporada está constituida por capítulos que son únicos. Si bien los personajes pueden permanecer. lo que pasa en cada capítulo termina en cada capítulo” explica Santa Cruz.
Como formato, las telenovelas en Chile surgieron en los años 80, tomando como inspiración el modelo realista de telenovela brasileña, como relata Lorena Antezana, académica de la Facultad de Comunicación e Imagen. “Con el éxito de la madrastra, y cuando empieza la etapa de producción industrial de la telenovela, se empieza a consolidar una forma de contar los relatos, que va a estar muy vinculada con el contexto. Esa es una de las características particulares de la telenovela chilena: su vínculo es con lo que está ocurriendo y las preocupaciones del mismo país”, destaca Antezana.
Algo que ha ido evolucionando con el tiempo, especialmente en 2004 con la llegada de las telenovelas nocturnas, un hecho que según Antezana haría que se volcara hacia un formato más vinculado al thriller o al relato policial. “Tiene muchos elementos que vienen del cine como herramienta para contar relatos más ágiles y que trabajan muy bien el suspenso”, señala la académica de la Facultad de Comunicación e Imagen.
Su mayor desafío se presentó desde 2011, con la llegada de servicios de streaming, los cuales cambiaron las dinámicas de funcionamiento de la telenovela, como señala Eduardo Santa Cruz. Sin embargo, el académico aclara que esto no significa necesariamente que éstas dejarán de existir, sino que se han ido adaptando al nuevo formato. “Ahora es un híbrido de distintos formatos (...) Sigue habiendo telenovela y sigue teniendo éxito, indica el académico, en un escenaro en que las plataformas digitales "finalmente absorben todo tipo de producto: de usuario, de novela, series, documentales, programa periodísticos, etc.”. Algo en lo que coincide la profesora Lorena Antezana, quien ve como principal cambio, la forma en la que los y las espectadoras juveniles consumen telenovelas actualmente. “Esto responde a que ahora la gente tiene la posibilidad de navegar dentro de los capítulos, o sea, retroceder, ver capítulos anteriores, ver capítulos nuevos. No es como antes, en que tenías, sí o sí, que estar a una hora específica para verlo”, explica Antezana.
Ficciones con identidad chilena
Por años se ha medido el efecto y los impactos de la telenovela en la sociedad chilena. Así lo destaca el profesor Santa Cruz, quien las señala como representaciones, si bien no exactas, que interpretan o dan una visión parcial de lo que es la sociedad de este país. “No es la sociedad chilena lo que estamos viendo, es un discurso sobre la sociedad chilena y como todo discurso es ideológico. Es decir, hay valores y visiones de mundo”, puntualiza el académico.
Antezana, por otro lado, destaca que siguen siendo productos altamente representativos para un gran porcentaje de la población chilena, abordando temáticas sociales y problemas que muchas veces terminan siendo del cotidiano chileno. “Son de los pocos relatos nacionales que los jóvenes actuales están viendo. La telenovela chilena se vincula con su contexto, al menos en esas historias ficcionales, pueden intuir cuáles son las problemáticas que afectan al conjunto social. Entonces, es prácticamente el único relato transversal que tiene esa capacidad de hablarle a distintos tipos de personas”, valora la académica FCEI.
Últimamente, esto también se ha puesto en conflicto, dado que, como señala Santa Cruz, la llegada de nuevos formatos, como los doramas coreanos o las teleseries turcas, podrían incluso tener un impacto en la sociedad chilena. Sin embargo, el profesor destaca que todavía no se ha estudiado suficiente este fenómeno. “Hasta fin de siglo pasado nosotros, nosotros como latinoamericanos, pensamos que la telenovela era nuestra. Una forma de narrar una estructura narrativa como el melodrama y que estaba profundamente anclada en nuestra manera de ser latinoamericana (…) Sin embargo, de pronto, aparece comenzando este siglo la telenovela turca y que tiene éxito”, aborda Santa Cruz.
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