Conferencia en FACSO

Las caravanas de llamas en el sur de Bolivia, una tradición perdida

Las caravanas de llamas en el sur de Bolivia, una tradición perdida
El académico Patrice Lecoq, desarrollando los detalles de su investigación.
El académico Patrice Lecoq, desarrollando los detalles de su investigación.
A pesar de que la conferencia fue extensa por la cantidad de material que se expuso, las y los asistentes permanecieron siempre atentos al relato.
A pesar de que la conferencia fue extensa por la cantidad de material que se expuso, las y los asistentes permanecieron siempre atentos al relato.
En este mapa se muestran las rutas que seguían los llameros, segun el esquema idealizado de "Movilidad giratoria" de Lautaro Núñez.
En este mapa se muestran las rutas que seguían los llameros, segun el esquema idealizado de "Movilidad giratoria" de Lautaro Núñez.
Académicos del Departamento de Antropología y alumnos participaron del posterior debate.
Académicos del Departamento de Antropología y alumnos participaron del posterior debate.

En 1987, el académico francés Patrice Lecoq inició junto con los protagonistas de la caravana de llamas de Salares de Uyuni (Bolivia), una travesía de tres meses para generar el registro de una tradición que está casi extinta. Los llameros del altiplano esperaban la época seca del año para iniciar un recorrido que tenía como finalidad el trueque de sal por otros alimentos como coca, maíz, madera y otras semillas.

Con la caravana se inicia una de las actividades fundamentales para la sobrevivencia de los habitantes de la puna del altiplano central. Para los jóvenes se constituía en un rito complejo para su paso a la adultez, puesto que comenzaban a desarrollar a través de estos viajes sus propias redes de contactos para el intercambio.

"Era también un medio de interacción y de movilidad en el mundo andino, pues permitía a los distintos grupos involucrados en el trueque interecológico relacionarse unos con otros, difundiendo parte de su propia cultura. Sin embargo, hoy en el día, pocas son las caravanas que aún existen", explica el investigador y arqueólogo.

Con una serie de imágenes proyectadas, daba testimonio del proceso, las técnicas de recolección y manejo de las llamas y las costumbres de las personas que participaban de esta travesía, sumadas a las anécdotas personales tras la convivencia con los habitantes del lugar.

La charla fue un relato detallado de la vida tradicional de estos llameros durante uno de sus viajes de trueque hacia los valles, poniendo de relieve los aspectos simbólicos que hoy ya se han perdido.

Las caravanas

Las caravanas tienen sus primeros registros en la época precolombina. Más tarde, para adquirir una mayor variedad de productos, los llameros se fueron extendiendo hacia los valles y el Litoral. La época seca es la ideal para emprender el trayecto puesto que no sólo facilita el viaje sino que también permite encontrar la sal lista para recolectar. Sin embargo, eso implica que deban exponerse a temperaturas de entre -10 y -15 grados centígrados por las noches.

La del llamero es una tarea sacrificada, donde cada día implica la búsqueda de las llamas que se escapan, la preparación de los alimentos y bebidas que van a consumir (algunos llevan una elaboración previa incluso), atravesar distancias interminables y geografías algunas veces peligrosas (atravesar ríos y quebradas) a pie, sin descanso, para poder cumplir con los tiempos. A veces llegan a transportar hasta 70 llamas en una caravana.

A la semana de haber partido, los llameros llegan al salar y allí comienza la tarea de extracción de la salir con hachas, para luego formar los bloques que transportarán las llamas. Otros se encargan de buscar lo que será el envoltorio del molde: una planta del lugar que protege la sal.

Las llamas son muy bien cuidadas, adornadas y elegidas desde su nacimiento para cumplir este rol, pues consideran que son un regalo de la Pachamama. Algunas de ellas se pierden en el camino, porque llega un punto en el que no pueden continuar por el agotamiento, otras mueren, otras se pierden y a otras hay que sacrificarlas. Cuando una llama muere, se aprovecha todo de ella: su lana, su cuero, su carne (para hacer charqui) y hasta sus huesos.

Previo se realiza un sacrificio en el que participa gran parte de la familia acompañándola y en el que se le ofrendan todas las cosas que la acompañarán en el camino.

Tras la travesía, llena de sacrificios, satisfacciones, experiencias, rituales, los llameros emprenden e el viaje hacia las ciudades en las que realizarán los trueques. Allí les toca procesar los alimentos que reciben para poder continuar el viaje. Por ejemplo, en el caso del maíz, por una cuestión de peso, lo desgranan para llevarlo en sacos que ocupen menos lugar.

Tras recorrer una ruta de contactos predefinida, los llameros retornan a sus hogares, en la travesía final que concluye con una fiesta preparada por los familiares que esperan ansiosos su llegada.
Estos viajes -afirma Lecoq- ya no se realizan porque los llameros fueron reemplazados por camiones que extraen la sal y la transportan más rápidamente. Otra de las tradiciones que se pierde con el tiempo.

Patrice Lecoq

El investigador de las rutas de la sal es Patrice Lecoq. Nació en Toulousse, al sur de Francia. Es licenciado en Historia del Arte en la Sorbona en París. Tiene maestrías en Historia del Arte y Arqueología y doctorados en Antropología, Arqueología e Historia. Está en Bolivia desde 1982. Hizo un estudio comparativo entre las caravanas de la sal en Bolivia y las de yacks de Nepal al Tíbet, donde encontró similitudes rituales, de carga, en rutas y económicas, pues la base es el trueque.