En esta 6° versión de la Escuela Chile-Francia, enmarcada en la Cátedra Michel Foucault -iniciativa conjunta de la Universidad de Chile y la Embajada de Francia- el objetivo es incrementar la cooperación intelectual pluridisciplinaria sobre problemáticas y temas comunes abordados críticamente, y que permitan abrir nuevas fronteras del pensamiento sobre el acontecer en nuestros países. Así, en la jornada del martes 29 de mayo los sociólogos y especialistas en educación, Marie Duru-Bellat y Cristián Bellei, se dieron cita para compartir, respectivamente las conferencias "Escuela y Justicia social" y "Equidad Educativa y Dinámicas de Mercado en Educación".
¿Qué es una escuela justa?
Para Marie Duru-Bellat, las sociedades modernas ven la escuela como una herramienta de justicia social, pero -pese a lo común de esta vinculación-, no reflexionan respecto al concepto de justicia y a qué se entiende por una escuela justa. "¿Debe ser solamente meritocrática? ¿Una competencia entre alumnos, que además están en situaciones desiguales? ¿O acaso la escuela justa debe ir más allá y compensar las desigualdades sociales; dando más a los que tienen menos?".
Una concepción meritocrática de la justicia conlleva varias dificultades, explicó la académica. En un contexto de igualdad, la competencia no debería ser sancionada. Pero lo que debería ser -en teoría- una competencia justa y en igualdad de condiciones, basada en el esfuerzo de los estudiantes, está lejos de ser así. "Los seres humanos se desarrollan en un contexto social desde el primer minuto de su vida, por lo tanto, es imposible distinguir lo que sería herencia biológica de lo que sería influencia del medio en el que se tiene la suerte, o mala suerte de nacer. En consecuencia, lo que se sanciona como mérito no cubriría jamás lo que es de entera responsabilidad de cada uno". Es así como las escuelas, las mismas instituciones llamadas a entregar las armas para ayudar a los más desfavorecidos, fabrican aquellas desigualdades que se proponen combatir. Esto porque los estudiantes más desfavorecidos sólo pueden optar a establecimientos donde los programas educativos son más cerrados, con docentes que se están iniciando en el mundo laboral y donde lo que aprenden de los pares es menos estimulante.
En ese sentido, y no obstante a que el principio de justicia que opera en el modelo de escuela meritocrática no sólo reproduce, sino también legitima las diferencias entre estudiantes, Duru-Bellat advirtió que no es posible abandonar del todo la idea de justicia escolar fundada en el mérito. "En una sociedad democrática que postula que los individuos son iguales, pero en donde hay ventajas desiguales, el mérito surge como la única manera de construir desigualdades justas. O sea, desigualdades legitimas". Por ello, un punto clave en el funcionamiento meritocrático es que éste debe ir en varias direcciones. Así como es importante el garantizar una oferta escolar igualitaria, hay que movilizar otros principios de justicia que compensen la crueldad del modelo; de lo contrario, estas desigualdades no desaparecen, sino que se desplazan a un nivel más elevado. "En Francia, por ejemplo, pasamos de un 5% que tenía nivel de Bachillerato en los años 50, a más de un 70% en la actualidad. Hemos aumentado bastante el nivel de formación, pero las diferencias en los grupos sociales no han desaparecido; y la competencia para el acceso a los diplomas más prestigiosos es cada vez más ruda".
Integración de los alumnos y de la preocupación de su bienestar
Dentro de los principios que enmiendan las injusticias propias de este sistema se encuentran la noción de equidad y el principio de discriminación positiva. En la imposibilidad de cuantificar el mérito, y aceptando que éste, así como responde a una naturaleza biológica también tiene íntima relación con el contexto en que se desarrolla el individuo, las escuelas -con el fin de acercarse a un concepto de justicia más adecuado- deben tomar en cuenta las desigualdades reales de sus estudiantes. Compensar, independiente del origen de las mismas, reflexionó la académica.
Desde un razonamiento del Estado beneficiario, un sistema justo no necesariamente reduce las desigualdades entre los mejores y los más débiles, sino que garantiza a quienes se encuentran en una posición de inferioridad adquisiciones y competencias percibidas como elementales y necesarias. Esta lógica, sin embargo, también tiene sus aprensiones. Para graficar este punto la profesora se centró en la figura del diploma. "Se puede considerar que tiene valor porque prueba ciertas competencias que serán útiles en la vida cotidiana y en la vida profesional, que ayudarán a los alumnos a insertarse socialmente. Pero, una gran causa de injusticia, viene de que algunos diplomas tienen una suerte de utilidad, mientras que otros no".
Es decir, la apertura tampoco deviene en una mayor movilidad, por lo que es necesario introducir una última perspectiva, que es la integración social de los alumnos y de la preocupación de su bienestar. "El problema acá se acerca a lo que dice Walzer con las esferas de justicia. Walzer considera que todos los campos de la esfera social producen desigualdades. La escuela produce desigualdades, la cultura, la economía. Pero hay un nuevo tipo de injusticia cuando la desigualdad de una esfera conlleva a que se produzcan desigualdades en otra esfera". Y un sistema justo sería aquel que asegura una cierta independencia entre las distintas dimensiones.
Justicia más real
"¿Es justo entonces que los diplomas tengan tanta influencia, y tan duradera, en las otras esferas de la vida social?", se preguntó la expositora. Si se acepta que los sistemas están lejos de medir el mérito y las competencias, y que las desigualdades escolares no son tanto más justas, se puede lograr una aproximación a un concepto de justicia más real. Así, la escuela no determinaría a los individuos en forma tajante, sino que permitiría cierta flexibilidad; que los que han fracasado, los que no tienen diploma, aún tengan una segunda oportunidad. "Una razón suplementaria para desarticular la relación diploma-empleo es que se encuentra anticipada por las familias. Las familias mejor informadas conocen la fuerza de esta relación, por lo que los padres llevan a sus hijos a una perspectiva muy utilitarista, teniendo objetivos, sobre todo, profesionales y sociales más que educativos. Hay, por tanto, un círculo cerrado. Una competencia para lugares desiguales, en donde las familias que tienen los medios van a intentar reproducir la ventaja en sus propios hijos".
Un mejor escenario depende más de la proyección de las desigualdades sociales que de las reformas educativas
Al finalizar, la expositora francesa recalcó que existen distintas maneras de abordar el tema de la justicia en la escuela, pero nunca hay que olvidar que ésta se encuentra inserta en una sociedad en la que existen luchas y desigualdades. Es sobre la base de esta observación que los sociólogos concluyen que la realización de una escuela más igualitaria dependerá sobre todo de la proyección de las desigualdades sociales, y no sólo de las reformas educativas. "Relativizar el rol de la escuela. Pero, al mismo tiempo, establecer que la escuela es plenamente responsable de la manera en que trata a los alumnos desiguales que acoge. Y, por supuesto, más responsables aún de las desigualdades que genera a través de su propio funcionamiento. (...) Lo que he tratado de demostrar es que estamos condenados a razonar en base a criterios de justicia, y existen varios principios sobre los cuales se puede definir, si no es una escuela justa, lo menos injusta posible", dijo.
Un Estado regido por la lógica de mercado
En tanto, el sociólogo, académico e investigador del Centro de Investigación Avanzada en Educación (CIAE) de la Universidad de Chile, Cristián Bellei expuso sobre "Equidad educativa y dinámicas de mercado en educación". En la ocasión comenzó con la aproximación a tres elementos que definen un sistema escolar, orientado por el Estado que se rige en una lógica de mercado: "La elección de las escuelas por parte de las familias, la competencia entre las escuelas por captar la preferencia de las familias y la idea de que las instituciones que mejor se adaptan a este modelo son los colegios privados. Elección, competencia, y privatización".
A su juicio, y de acuerdo a los estudios realizados en el Centro del que forma parte, el principio que subyace del sistema imperante es que el éxito educativo será mayor en el ajuste entre comunidad estudiantil y comunidad docente. A su vez, existe otra lógica que operaría en la idea de elección, que es la lógica de inversión como consumidor racional. "Es así como los padres pueden mantener una alerta respecto a la productividad de la institución escolar que eligieron para sus hijos, y de la que están dispuesto a cambiarlo si su cálculo racional de beneficio lo dictamina". Por lo tanto, el mecanismo dinamizador de los sistemas escolares, desde la lógica del mercado, sería la competencia entre las escuelas. Su obligación es ganar recursos en el mercado. Y aquí las familias pasan a tener un rol fundamental.
"La idea de competencia como dinamizador del mercado escolar no supone un concepto de calidad objetivo distinto al de las preferencias de las familias. En algún modo subyace un concepto de calidad anárquico, donde no existiría un patrón de calidad único", dijo Bellei. En ese sentido, la idea de competencia también supone un intento -por el mundo político- de introducir un concepto de calidad común que responda, en teoría, a una perspectiva de bien común. Es decir, estudiantes que tengan desempeños óptimos, sobre todo, en las asignaturas más valoradas.
Bajo esta percepción, el sistema mejoraría por dos vías. Se produciría un mejoramiento de todos los establecimientos en este intento por replicar y superar los éxitos de las escuelas más destacadas. Y también se produciría la desaparición de los oferentes que no son capaces de seguir la tendencia de mejoramiento de la efectividad. Esto ha logrados establecer socialmente la idea de que estas dos dinámicas -captar las preferencias de las familias y el ajustarse competitivamente a esas preferencias- son más efectivas en aquellas instituciones de carácter privado. Argumento que coincide con la idea de liberar a las escuelas de las ataduras que les impiden ajustar libremente sus ofertas educativas con las demandas familiares. Como también con la idea de que el Estado deba financiar las escuelas privadas por la vía del subsidio. "Si las familias eligen escuelas privadas no hay ninguna razón para que no hayan recursos públicos, que son de todos, para financiar esta elección".
La particularidad del caso chileno, según el sociólogo, no radica en que efectivamente estos elementos se encuentren operando dentro del sistema educativo chileno desde hace tres décadas; sino que se han ido perfeccionando.
Escuelas compiten por calidad de estudiantes y no por calidad de su oferta educativa
Respecto a los efectos de estas dinámicas de mercado en el sistema escolar chileno, y más específicamente sobre la inequidad, el investigador del CIAE señaló que no se ha generado un mejoramiento sistémico de la calidad; pese a las promesas que así lo pronosticaban. Es más, la evidencia académica demuestra que las escuelas compiten por la calidad de los estudiantes que admiten, y no por la calidad de su oferta educativa. Una excelencia basada en elegir a los mejores estudiantes dentro de sus postulantes. Escuelas que se construyen en lugares privilegiados, donde no existen necesidades educativas, pero sí existen estudiantes que podrían rendir mejor. Ello incluye Test psicológicos y académicos. Por último, entrevistas a los padres, en donde se utiliza "toda una lógica de símbolo de status para identificar a los padres de mejores condiciones socioculturales".
En el fondo, todas prácticas que apuntan a obtener mejores resultados sin el mejoramiento de la calidad, sino que por la vía de la selección de los mejores estudiantes. "Además de este mejoramiento espurio, tenemos bastante evidencia de que los que las escuela quieren hacer es capitalizar por esta vía el efecto par. Es decir, no sólo obtener mejores estudiantes, sino también lograr que se beneficien unos de otros. Que se potencien entre ellos".
En este punto el profesor señaló que el mejoramiento en la prueba PISA de 2000-2006 se explica por diferentes factores, determinados por el sector socioeconómico al que pertenecen los estudiantes. "Nuestras investigaciones -con Juan Pablo Valenzuela y el equipo del CIAE- estiman que para los sectores más acomodados el aumento de la productividad se debe al efecto par. En los sectores menos beneficiados, en cambio, este crecimiento se debió más bien a políticas públicas. Al mejoramiento de los insumos en educación".
Por otro lado, la lógica de la competencia, introducida a nivel de las comunas, habría provocado un aumento de la desigualdad precisamente en aquellas donde hay mayor competencia. "Los padres de familias pobres eligen por razones prácticas. La distancia, la gratuidad de la escuela, etc. Podríamos decir que eligen sin elegir en este mercado. Los de la clase media parecen estar orientados más bien por la composición social de las escuelas en las que matriculan a sus hijos. Sobre todo bajo la lógica de alejarse de los más pobres, a quienes asocian como los más problemáticos. Y las familias de clase alta se han tendido a refugiar en establecimientos muy cerrados", afirmó.
SIMCE: Intento de instalar un indicador de calidad común
El intento de los gobiernos por revertir esta situación está plasmado en la instauración de test estandarizados que buscan instaurar un indicador de calidad común. Por ejemplo, el Simce. El problema radica en que estas mediciones se encuentran sesgadas por la composición social de los alumnos y por las prácticas de segregación que los mismos establecimientos refuerzan. "Nuestras investigaciones y las de muchos otros académicos demuestran que las diferencias de calidad entre escuelas privadas y púbicas, medidas por los resultados de aprendizaje de los estudiantes, se van prácticamente a cero cuando uno controla por las características de esos estudiantes. Sin embargo, las familias desconocen los resultados de esa econometría. Es más, no les importa mucho, ya que lo que les interesa acá es entrar en la escuela que produce los mayores resultados, independiente de que estos perjudique o no a las otras escuelas en que se quedan los estudiantes de menor desempeño".
Prejuicios chilenos frente a la Escuela Pública
Esta percepción de superioridad de las escuelas privadas instalada en la población parte porque muchas de las características esenciales de la escuela pública son vistas como elementos perjudiciales para la misma. "La idea de estar abierta a todos, y ser democrática en el sentido tradicional, es resignificada como un 'ahí entra cualquiera'. Y en ese grupo habrían alumnos que no estarían tan comprometidos".
En conclusión, las dinámicas de mercado en educación no se ajustan a las perspectivas de equidad, precisamente por el correcto funcionamiento del mercado y no al contrario. "Es por la lógica de su funcionamiento que no se ajusta. Una especie de efecto perverso de su propia lógica".
La voz de la audiencia
Nilda Saldanando Díaz, una de las asistentes al panel, destacó la iniciativa impulsada por la Universidad de Chile en conjunto con la Embajada de Francia en Chile y destacó la intervención realizada por la expositora francesa. "Me pareció interesante el cuestionarse los distintos fundamentos por el que la escuela tiene su razón de ser. Si es el mérito, la igualdad o la desigualdad de lugares, etc. Si alguno de los principios aporta a disminuir la desigualdad, o en su defecto, las reproduce".
Marcela Mogado, psicóloga, dijo que "es necesario e importante conocer otras visiones. Me parece interesante también conocer la manera de aprender de los franceses. De cómo se manejan en sus ponencias. Y de cómo abordan y relacionan temas tan complejos".
Otros asistentes resaltaron la sinergia que se pudo establecer entre ambas exposiciones. Uno de ellos fue Jorge Araya. "Me pareció que ambas se complementan muy bien. La primera, pese al poco tiempo que tuvo, fue un análisis extraordinariamente consistente de las problemáticas esenciales de la educación. Y el sociólogo chileno también fue certero en delimitar el drama que tenemos en Chile".
Espacio de discusión y reflexión
El panel antes expuesto forma parte de la VI versión de la Escuela Chile-Francia, que este año giró en torno a "La emergencia de la ciudadanía: Democracia, poder y conflicto". El evento, que se desarrolló entre el 28 y 30 de mayo, y que contó con la participación de destacados académicos e investigadores, abrió un espacio de reflexión en temáticas tan actuales como la educación e inequidades sociales.
Durante la ceremonia de inauguración el Vicerrector de Asuntos Académicos de la Universidad de Chile, Patricio Aceituno, planteó que "los debates en torno a la naturaleza de los sujetos que serán considerados ciudadanos, el contenido de sus derechos y las responsabilidades y compromisos inherentes a la relación ciudadanía-Estado, son fundamentales para comprender la dimensión social y cultural de la democracia".
En tanto, el Embajador de Francia en Chile, Marc Giacomini, relevó que "esta emergencia de la ciudadanía, que va a estudiar la Cátedra Michel Foucault, corresponde a un momento de la democracia actual y va a dar lugar a un intercambio de fondo entre colegas franceses y chilenos, permitiendo confrontar visiones del mundo que, siendo cercanas, muestran también el estado de la sociedad y la reflexión sobre ésta entre Chile y Francia, Europa y América, en un mundo llamado globalizado, pero que sin embargo guarda sus diferencias".