Las arrugas surcan la piel, nuestro cuerpo cambia su contextura y el cabello se vuelve cano, como si inaugurase la última fase de la vida. Los cambios impulsados por la vejez trascienden la estética e implican aspectos emocionales y psicológicos que muchas veces pasan desapercibidos. Muchas personas mayores desarrollan cuadros depresivos, cuadros ansiosos, estrés y somatizaciones. La enfermedad más común de este tipo es la depresión, con una prevalencia del 11,2%, según la Encuesta Nacional de Salud realizada por el Minsal en 2009 y 2010.
Los adultos mayores que más se deprimen son los hospitalizados (alrededor del 30%), quienes residen en hogares de ancianos (30%), las mujeres (16,9%, en contraste con los hombres, quienes concentran el 4,1%), aquellos que tienen escolaridad baja (superando a los que tienen educación universitaria) y las personas que presentan comorbilidad (otra enfermedad).
El principal rasgo depresivo de los adultos mayores es la apatía, es decir, el desgano que los lleva a abandonar actividades, a dejar de salir o de compartir con los demás, anteponiendo cualquier excusa para evitar estas situaciones.
Cuando una persona mayor muestra una preocupación excesiva por todo, es decir, está hiperalerta y cualquier cosa lo asusta o estresa, podemos estar ante el caso de un cuadro ansioso, mientras que la somatización se refiere a variadas e inespecíficas dolencias que experimenta un individuo, ya sean mareos o dolores de espalda, cuello y de estómago, por nombrar algunos. El origen de estos malestares no es físico, sino psicológico. "Si nosotros no le damos cabida a nuestras penas o frustraciones, el cuerpo lo expresa en forma de dolor físico", explica Claudia Dechent, Neuropsicóloga del Servicio de Geriatría Hospital Clínico Universidad de Chile, quien afirma que detrás de estas manifestaciones, muchas veces se encuentra la depresión.
El impacto que tienen estos trastornos psicológicos sobre la salud es enorme, ya que son agravantes de enfermedades físicas (hipertensión, diabetes, entre otros) y fomentan la aparición de trastornos cognitivos (pérdida de memoria, dificultades del lenguaje, problema atencional). En algunos casos, el adulto mayor se autoabandona de tal manera que se niega a realizar tareas tan básicas como bañarse, comer o limpiar su hogar, debido a la desmotivación que lo embarga. En definitiva, los problemas físicos empeoran y el afectado descuida su vida general, lo que sin duda, sólo acarrea consecuencias negativas.
Difícil de aceptar
La transformación de la apariencia que conlleva el paso de los años cuesta ser aceptada en nuestra sociedad, donde se rinde culto a la juventud. También cambiamos a nivel cognitivo, como sucede con la denominada "memoria de trabajo". La psicóloga la describe "como la memoria RAM del computador, que es la que nos permite hacer cosas simultáneamente, ya sea más de dos o tres acciones a la vez." Esta capacidad disminuye al pasar los años, volviendo a la gente más lenta. No disminuye la memoria ni la facultad de razonar, simplemente, no podemos hacer tantas tareas al mismo tiempo, lo que estresa a aquellos que siempre fueron activos. En vez de frustrarse, la psicóloga recomienda "hacer menos cosas y tomar conciencia de que eso es normal".
Quienes lo pasarán mal son las personas que se resisten al progreso natural de su vida, tanto por motivos físicos como sociales. La aparición de enfermedades o los accidentes (como caídas que terminan en fracturas) afectan la moral de la tercera edad, pues es indudable que merman su calidad de vida. La jubilación, la muerte del cónyuge y de otros seres queridos o inclusive un cambio de casa puede afectarlos significativamente porque significa amputarlos del espacio atiborrado de su historia, sentimientos e identidad. La dificultad de adaptarse provoca en muchos casos problemas de memoria, trastornos cognitivos y cambios conductuales.
El flagelo de la cultura antisenil
En Chile, la idea de convertirse en una persona mayor no genera entusiasmo. Por el contrario, posee una connotación negativa que sólo se explica con la cultura que desconoce y rechaza una etapa vital tan normal como sus antecesoras.
Si la celeridad y el ritmo vertiginoso de la sociedad actual son estresantes para los más jóvenes, la peor parte se la llevan las personas mayores. La ciudad es un ejemplo de lo poco amable que es el entorno: estaciones de metro con escaleras interminables y sin ascensores, semáforos que cambian con rapidez, calles anchas y difíciles de cruzar, etc.
Los prejuicios de la sociedad hacia la vejez crean una especie de cerco, como si se tratasen de "otros" cuya realidad es incompatible con la nuestra, pese a que tendremos el mismo destino. La profesional del Servicio de Geriatría comenta con asombro cómo algunos de sus pacientes no se asumen siempre como personas mayores.
El evidente problema cultural motivó incluso la creación de la Geriagogía, especialidad que enseña a la gente a envejecer y a no morir en el intento. "Nunca se nos prepara a ser viejos", señala Dechent, quien asegura que debemos prepararnos psicológicamente y pensar cómo viviremos esta fase.
La mejor forma de disfrutar los años
Cuerpo y sociabilidad: comer bien, hacer ejercicio físico, no fumar, evitar el consumo excesivo de alcohol, y tener una vida social activa son las bases para una salud integral. Independiente si la persona es sociable o solitaria, la presencia de un solo amigo basta para tener relaciones sociales enriquecedoras que influyen poderosamente a nivel físico y psicológico. "Si te toca la mala pata de enfermarte, debes hacerte cargo de los factores de riesgo y cuidarte. Si te estás quedando solo, genera nuevos lazos, preocúpate de tomar un curso, muévete. Tomar la iniciativa es súper importante", señala categórica la neuropsicóloga.
Apoyo e ingenio familiar: el primer requisito para que una familia sea efectivamente un pilar de apoyo, es que respete la forma de ser de sus adultos mayores. Si quiere obligar a su mamá a que se integre a un curso de yoga aunque ella insista en que le parece aburrido, va por mal camino. "Muchas veces asumimos como familia lo que deben hacer y es súper importante respetar lo que ellos quieren y buscar en ellos mismos los intereses", declara la profesional, quien hace un llamado a respetar su voluntad siempre y cuando no transgreda su salud (por ejemplo, si se niega a comer). Otro punto importante es integrarlos como siempre se ha hecho, ya sea en reuniones familiares, conversaciones o al entorno, respetando su ritmo. Si un adulto se cambia de casa y lleva a su madre consigo, lo ideal es que la ayude a ambientarse a la nueva ciudad o barrio y hacer de este cambio una experiencia agradable.
¿Hogar de ancianos?: no hay que entrar en paranoia debido a las denuncias televisivas sobre maltratos en residencias de adultos mayores. La principal labor de estos lugares es prestar un servicio a las familias que realmente no pueden hacerse cargo de sus parientes. A pesar de la sensación culposa que genera, existen muchos recintos que cuentan con todo el equipamiento material y humano para acogerlos. Lo importante es escoger la mejor alternativa y visitar periódicamente a los familiares. Muchas personas mayores prefieren estos lugares, ya que ahí pueden compartir con otros.
Generaciones unidas: potenciar relaciones intergeneracionales, es decir, entre individuos de diferentes edades, es sumamente beneficioso para todos los involucrados. Es bueno incentivar a los nietos a compartir con frecuencia con sus abuelos. Incluso, en algunos países se efectúan jornadas donde personas mayores van a leer cuentos a niños de jardines infantiles, para generar este intercambio y fomentar, paralelamente, hábitos de lectura.
"Es responsabilidad nuestra generar instancias de interacción entre las generaciones. Yo aprendo de una persona que ha vivido toda una vida y que ha resuelto miles de problemas, que ha vivido bien o mal, pero tiene una sabiduría que yo no tengo"-asegura la neuropsicóloga, quien concluye, convencida- "Es súper enriquecedor".