Si uno rastrea las cifras oficiales respecto de distintas dimensiones de la vida social, no encontramos estadísticas claras presentadas según grupos de edad menores a los 18 años, con excepción de aquellas relacionadas con algunos aspectos de variables en educación y salud. Pero encontrar disponible datos respecto a las diferencias que ocurren entre niños y niñas es casi imposible. Esto ocurre porque no existe la costumbre de entender que la vida pone en desventaja a las niñas en varias situaciones, por lo que al invisibilizar la diferencia no se pueden construir políticas públicas con enfoque de género para ellas y ellos.
No es lo mismo que el consumo de alcohol aumente entre las niñas respecto de los niños, pues los significados que tiene para ambos grupos son distintos y lo que implica en una política de prevención es evidente. Tampoco es igual el que en la explotación sexual comercial sean las niñas las que estén en mayor riesgo de llegar a esa situación o que sufran la mayor proporción de abusos sexuales. Es diferente para una política social que la deserción escolar se produzca en distinta dimensión según el género o que el trabajo infantil doméstico siga recayendo en las niñas. También se hace evidente que las deficiencias en las políticas que garantizan los derechos sexuales y reproductivos en el sector salud golpean a las adolescentes mujeres y también sus consecuencias.
La idea de Naciones Unidas de promover este día debiera servir para multiplicar las campañas de concientización y las medidas concretas que permitan reducir las brechas entre niñas y niños, e incrementar las políticas que tiendan a la igualdad de género desde temprana edad y la co-responsabilidad de ambos en un nuevo trato. Como dice la resolución de la ONU:
"Reconociendo que el empoderamiento de las niñas y la inversión en ellas, que son fundamentales para el crecimiento económico, el logro de todos los Objetivos de Desarrollo del Milenio, incluida la erradicación de la pobreza y la pobreza extrema, así como la participación significativa de las niñas en las decisiones que las afectan, son clave para romper el ciclo de discriminación y violencia y para promover y proteger el goce pleno y efectivo de sus derechos humanos, y reconociendo también que ese empoderamiento requiere su participación activa en los procesos de toma de decisiones y el apoyo y la participación activos de los padres, tutores, familiares y cuidadores, así como de los niños y los hombres y de la comunidad en general".
Lucho Barrios, como buen cantor popular de boleros, expresaba con gran sensibilidad este problema cultural, en aquella canción "Mi niña bonita": "Yo creo que a todos los hombres / les debe pasar lo mismo, / que cuando van a ser padres / quisieran tener un niño. / Luego les nace una niña, / sufren una decepción y después las quieren tanto / que hasta cambian de opinión".
Esta pieza de la cultura popular es la expresión de machismo, pues es pronunciada por un hombre, en que el sujeto es padre y opta por dar continuidad a su especie y "apellido" a través de un niño. Es la voz de la experiencia ("a todos les debe pasar lo mismo") de querer tener un niño. Pero la historia tiene un aparente final feliz: los hombres "cambian de opinión", pues su pretendido hijo se transforma en la "niña bonita" "hecha de nardo y clavel".
Por lo visto, la realidad actual de las niñas y el sinnúmero de vulneraciones de las que son víctimas, ponen en entredicho este final feliz.
(*) Es antropólogo, Magíster en Historia de Chile y Doctor en Estudios Latinoamericanos. Académico y coordinador del Diplomado en Niñez y Políticas Públicas del Departamento de Antropología de la Universidad de Chile. Es también Director Ejecutivo de ACHNU y Director y uno de los impulsores del Observatorio Niñez y Adolescencia de Chile.