Chile es considerado un verdadero paraíso para la astronomía mundial. Un lugar privilegiado para la observación del universo. Científicos de distintas nacionalidades, conscientes de las condiciones climáticas y geográficas de estas tierras, han instalado en el norte chileno su centro de operaciones. Estabilidad atmosférica y pocas turbulencias, altas cumbres y planicies, escasa humedad, además de una baja contaminación lumínica y radioeléctrica hacen de esta zona un lugar perfecto para la astronomía.
Sin embargo, antes de ser el hogar de los observatorios que marcan pauta, antes que las altas cumbres y planicies del norte chileno fueran este espacio ideal para el estudio del cosmos, el cielo austral estaba dominado por los observatorios instalados en Sudáfrica. De ahí que el camino cimentado por el Observatorio Astronómico Nacional (OAN), el más antiguo en Latinoamérica después del de Río de Janeiro, fue fundamental para mantener una llamita de investigación en Latinoamérica durante la segunda mitad del siglo XIX hasta la primera mitad del siglo XX. Y quizá, sin ese esfuerzo, el mundo no habría conocido ni apreciado las bondades que estas tierras ofrecen para el desarrollo de esta ciencia.
La eterna amenaza
"Los astrónomos bromeamos que basta con poner un observatorio para que la ciudad se acerque, porque siempre se ponen al borde de la ciudad, pero las ciudades crecen y los atrapan", dice el Premio Nacional de Ciencias Exactas de 1999, y profesor del Departamento de Astronomía de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, José Maza. Y, precisamente, lo que ocurrió en el caso del OAN fue eso.
La historia del Observatorio Astronómico Nacional (OAN), así como de la astronomía chilena, comienza el 17 de agosto de 1852. Cuando el gobierno chileno compra los instrumentos y edificaciones instaladas en el Cerro Santa Lucía tres años antes por la expedición de la Armada de los Estados Unidos encabezada por el teniente James M. Gilliss. Pero el Cerro, que en algún momento marcó los confines de la ciudad, dejó de ser el punto estratégico para mirar el universo cuando el crecimiento urbano explotó.
Así, la eterna necesidad de escapar de la ciudad se hizo latente. Y Quinta Normal y Lo Espejo, fueron parte de esa condena. Una travesía que finalizó a 860 metros sobre el nivel del mar. En la cima del Cerro Calán. "Aquí no existe el ruido de la ciudad. Es un lugar en donde tú caminas por los jardines y no tienes consciencia de que la ciudad existe", dice el académico José Maza sobre el que es la casa del OAN desde el año 1956. Un lugar especial que emerge lentamente a medida que se van recorriendo las curvas que conducen hasta él.
Diseñado por los arquitectos Isidoro Latt Arcavi y Enrique Marchetti Rolle, lo primero que resalta de las instalaciones del Observatorio son las cúpulas que albergan los telescopios Heyde y Goto. A través de ellos se puede realizar un recorrido por la historia de la astronomía chilena y sudamericana. De hecho, con más de 100 años de vida, el telescopio refractor Heyde, o anteojo ecuatorial, es el más antiguo de Sudamérica. Y Goto, por otro lado, es un moderno telescopio reflector de 45 centímetros donado por el Gobierno Japonés para potenciar la divulgación de la ciencia.
Calán es un refugio que agradece una ciudad como Santiago, dicen los pocos privilegiados de trabajar insertos en el que es uno de los escasos pulmones verdes de la ciudad. Aunque ya no se ven perdices, con una rica flora y fauna se presenta como una verdadera isla para escapar del ritmo capitalino. "Como cortaron la cumbre, la parte donde se encuentra el edificio -los jardines principales y las cúpulas- no siente ruido, porque pega a las faldas del cerro y rebota hacia arriba", explica el connotado académico que llegó a Calán en 1966, como estudiante de la recién estrenada carrera de astronomía de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas. ¿Su primera impresión? "Me parecía que era como un edificio de la NASA".
Capital de la astronomía mundial
En sus 160 años de existencia, 85 perteneciendo a la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, el Observatorio Astronómico Nacional tiene varios hitos a su haber. Pero uno de ellos ha marcado el desarrollo de esta ciencia a nivel mundial.
A fines de los 50´, Federico Rutllant, el mismo Director del OAN que convenció al Rector Juan Gómez Millas de trasladar las instalaciones hasta Cerro Calán, y con ello modernizar la institución, se enteró que la Universidad de Chicago y la de Texas quería instalar un observatorio en el hemisferio Sur. Las principales opciones eran Australia y Sudáfrica. No obstante, gracias a la determinación y el entusiasmo de este Director, surgió una tercera: Chile. Consciente de las condiciones climáticas y geográficas privilegiadas, Rutllant embarcó a los científicos norteamericanos en una aventura por el norte de Chile. A mula, único medio con el que podían alcanzar las alturas necesarias para medir la calidad de las imágenes de un futuro Observatorio, recorrieron durante meses los cerros del norte. "Llegaron en 62 al Valle del Elqui. Probaron en un cerrito que les tincó, así visto a ojo. Subieron en mula, y cuando llegaron a la cumbre consideraron que eso era lo mejor. Que jamás habían tenido mediciones tan buenas como las que hicieron allí", comenta José Maza. Ese era el cerro Tololo.
Después la historia es conocida. La astronomía chilena y mundial cambia radicalmente. Se abren los grandes Observatorios del Norte. Más tarde al Observatorio Interamericano de Cerro Tololo, el Observatorio Europeo Austral ubicado en el Cerro La Silla. Gémini, Paranal, Las Campanas, etc.
La huella del OAN en el Nobel
El rol que cumplió Federico Rutllant, y por ende la U. de Chile para que el país sea considerado un sitio ideal para el estudio del cosmos, permitieron también una serie de convenios que impulsaron aún más el desarrollo de esta ciencia al interior de la institución. Pero el escenario cambio. Y la calidad y alcance de las investigaciones que permiten los modernos observatorios dejan sin ninguna posibilidad a los instrumentos de Calán. Sin embargo el Observatorio de Cerro Calán, aunque ya no tenga los medios para competir con los gigantes del norte, y aunque el crecimiento de Santiago nuevamente los haya cercado, ha conseguido que su nombre siga dando que hablar.
En Octubre de 2011 la Academia Sueca anuncia que Saul Permutter, Adam Riess y Brian P. Schmidt serían galardonados con el Premio Nobel de Física por sus descubrimientos sobre la expansión acelerada del universo. Un hallazgo en que José Maza y Mario Hamuy, ambos astrónomos del Observatorio Astronómico Nacional, jugaron un rol fundamental. A comienzos de los 90´ una cosa obsesionaba a estos científicos: Las supernovas. Dedicaban horas y horas a descubrir e investigar cada detalle. En ese tiempo Hamuy estaba en Cerro Tololo. Era artesanía dura, dice José Maza. "Fotografía, placas fotográficas, análisis en el microscopio. Era estar metido por horas en un cuarto oscuro, o en un cuarto con baja luz mirando en el microscopio. Tenía su mérito. (...) aquí -en Cerro Calán- se descubrían las supernovas, porque teníamos el microscopio y porque sabíamos descubrirlas. Las placas se tomaban en Tololo. Las mandaban en bus a Santiago. Yo iba a la estación a recogerlas, y acá las mirábamos y hacíamos un dibujo que mandábamos por fax a Tololo. Ahí les decíamos, mira acá hay un candidato. Y ellos, con los telescopios de Tololo, comenzaban a tomar imágines digitales".
El proyecto era el Calán Tololo.
Finalmente el estudio que se concentró en las supernovas tipo I, y que recibió el nombre de proyecto Calán-Tololo dio frutos. Los astrónomos de la Universidad de Chile descubrieron que las supernovas que se apagan más rápido son menos brillantes en el máximo, y las supernovas que se apagan más lentamente son más brillantes en el máximo. "Entonces calibramos esa relación y pudimos obtener supernovas súper bien calibradas, lo cual entrega una idea bastante exacta de la distancia a la que se encuentran", explica el profesor.
Esta huincha de medir fue la herramienta clave para que los ganadores del Premio Nobel concluyeran que el universo está aumentando su velocidad de expansión, y que esto es producto de una fuerza desconocida y que tiene su origen en la denominada "energía oscura".
Aunque Maza y Hamuy no recibieron el connotado premio, sí tienen el reconocimiento de sus pares. Para ellos el trabajo de los chilenos cimentó el hallazgo de los ganadores del Nobel, por lo que también deberían haber sido premiados. De hecho, en el prólogo que redactó la Academia Sueca para conferir el Nobel a Permutter, Riess y Schmidt se hace referencia a la investigación de los astrónomos del OAN. "ellos señalan que el Proyecto Calán-Tololo fue fundamental". Allí sale el nombre del Observatorio y el de la Universidad de Chile. "Y si bien no es el Nobel, yo creo que estén citando el nombre de esta institución en la entrega de un premio de esta naturaleza es más que destacable", dice el académico que divulgó el nombre del Observatorio Astronómico Nacional de Cerro Calán en la comunidad científica internacional.