Este reconocimiento fue entregado en Buenos Aires al Dr. Miguel Kiwi por el Ministro Dr. Lino Barañao y el Presidente de la Cámara de Diputados de Argentina Julián Domínguez.
Esta importante distinción que lleva el nombre del Premio Nobel de Química argentino está destinada a científicos extranjeros que han contribuido significativamente a promover y afianzar la cooperación científica, tecnológica y de innovación en el país trasandino. Los ganadores son elegidos por recomendación de la comunidad científica argentina.
El Dr. Miguel Kiwi es Ingeniero Civil Mecánico de la Universidad Técnica Federico San María y obtuvo su doctorado en la Universidad de Virginia, Estados Unidos. Ha tenido una destacada trayectoria de más de 45 años, que incluye la presidencia de la Sociedad Chilena de Física y ser miembro de la Sociedad Americana de Física. Es Premio Nacional de Ciencias Exactas 2007.
Su área de interés es la física de los sólidos y la teoría del Estado Sólido y de sus numerosos trabajos hay una cantidad importante realizada con coautores argentinos. En este sentido, ha sido jurado en innumerables concursos de universidades argentinas y organizador de reuniones latinoamericanas.
En la Facultad de Ciencias, cuando fue Director del Departamento de Física (1969-1970), prestó una valiosa colaboración a los científicos argentinos que trabajaron en Chile entre 1966 y 1973. Lo mismo sucedió a su regreso al país después de una estadía en Venezuela entre 1974 y 1983.
Discurso de agradecimiento del Dr. Miguel Kiwi:
Recibir este premio constituye una de las más gratas e inesperadas sorpresas que me ha tocado vivir. Sin embargo, ello me obliga a preguntarme, con un mínimo de humildad y autocrítica, si he hecho verdaderos méritos para recibir tan honrosa distinción. De modo que déjenme contarles algo de la historia.
Creo que todo comenzó con un evento del que sólo me enteré varios años después de 1966 que fue cuando ocurrió la llamada "noche de los bastones largos en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires (yo en ese tiempo estudiaba en Estados Unidos, donde la noticia no me llegó). Entre muchas otras, ello trajo por consecuencia que durante 1967 la Universidad de Chile contratara a 86 distinguidos académicos que fueron exonerados como corolario de ese evento. Yo con un doctorado con la tinta apenas seca, tuve la suerte y el privilegio de establecer colaboraciones con varios de ellos.
Durante mayo de 1968 se produjo en Europa, con repercusiones en otras latitudes y también en Chile, la famosa revolución estudiantil cuyos conocidos gritos de combate recorrieron el mundo: "Seamos realistas, pidamos lo imposible" y "la imaginación al poder". En Chile ello encendió la mecha de un proceso a nivel nacional conocido como Reforma Universitaria que cambió las Universidades chilenas del modelo napoleónico a instituciones académicas modernas. Pero, como todo cambio significativo desató pasiones, partidarios y opositores, amistades que se consolidaron y fuertes enfrentamientos.
Enfrentamientos en los cuales los profesores argentinos, que venían de un sistema universitario más aggiornado con los tiempos, tomaron partido por el movimiento reformista. Ello llevó a fricciones de diverso orden, que por lo demás son corrientes en el mundo académico, y que fueron potenciadas por el hecho que un número muy significativos de académicos extranjeros de alto nivel había llegado a un lugar donde el prestigio y el poder ya estaba repartido.
Lo que ninguno de nosotros llegó jamás a imaginar que pudiese ocurrir en relación con roces universitarios internos, se produjo entonces en febrero de 1969, en plenas vacaciones y con la Universidad de Chile cerrada, 14 de ellos fueron expulsados del país, sin aviso previo ni explicación alguna. Todavía hoy, a casi 45 años, me sigue pareciendo un hecho que además de vergonzoso, es inexplicable, especialmente si se analiza en retrospectiva. Para entenderlo, tenemos que ponernos en contexto y remontarnos a la era de los golpes de Estado en nuestra región y a la Guerra Fría en el mundo occidental.
Enfrentados a esta expulsión del país, un grupo significativo de académicos respaldamos a los expulsados. En un hecho inédito, y que no ha vuelto a ocurrir desde entonces, encabezados por varios Decanos y con una ingenuidad que a la luz de la historia posterior parece enorme, nos atrincheramos con los 14 y por cerca de dos semanas en el Conservatorio Nacional de Música, a media cuadra del Congreso Nacional y de la Corte Suprema. Hubo todo tipo de gestiones a diversos niveles, pero nada hizo cambiar la decisión del gobierno.
Después de muchos días de gran tensión, en una conversación final, entre el Rector de la Universidad de Chile y el Presidente de la República, éste le manifestó que lo estaba en juego era la estabilidad del gobierno. Y así los 14 tuvieron que partir.
Poco después vine por primera vez a Buenos Aires, mandado por mis colegas, para explicar acá lo que había sucedido, algo así como tratar de explicar lo inexplicable pero ya en esa ocasión hice amistades que perduraron en el tiempo.
Con todo ello, comencé a sentirme un tanto solitario y aislado, por lo que empecé a frecuentar a mis colegas argentinos estableciendo colaboraciones que fueron fructíferas en lo académico y que se extienden por ya más de 40 años. Cuando me nombraron investigador asociado de ese maravilloso lugar que es el CAB lo sentí como una espléndida oportunidad que además llevó a colaboraciones fecundas y a amistades entrañables.
De modo que, recibir este premio por colaboraciones que siempre he considerado un privilegio me hace sentir muy profundamente agradecido.
Muchas Gracias,
Dr. Miguel Kiwi Tichauer