Discurso del Prof. Luis A. Riveros, Rector de la Universidad de Chile, en Ceremonia de Inauguración del Año Académico 2003.
(Transcripción)
Quisimos hacer este acto de inauguración del año académico de la Universidad de Chile en el Liceo Manuel de Salas, para decir que el Liceo Manuel de Salas es un liceo de la Universidad de Chile y para decir, también, que este es el primer acto oficial de la Universidad de Chile en el Liceo después de muchos años. Y lo hacemos con mucho orgullo, pero también lo hacemos con un claro sentido de nuestro compromiso. Nosotros queremos que el Liceo Manuel de Salas siga en el camino que se trazó históricamente de ser un gran colegio. Nosotros queremos convertirlo en el mejor colegio del país. Y hay un trabajo que hacer para ello, no es sólo cuestión de decirlo. Aquí tenemos que trabajar todos juntos, para que el proyecto del Colegio sea el que ambiciona su comunidad y el que ambiciona la Universidad de Chile.
A este respecto es importante decir, también, que ya no es más posible que el Estado chileno no asuma sus compromisos con la educación pública. Ya está bueno de decir que la educación pública -que financia el Estado- tiene que ser mala por definición porque no hay recursos, y que todo aquel que necesita salir adelante con sus proyectos de educación o su proyecto de universidad, tiene que buscarse el financiamiento privado. La pregunta es, ¿cómo es posible creer, siquiera, que Chile va a alcanzar desarrollo económico, que Chile va a alcanzar algún tipo de equidad, si la educación pública está en el estado de miseria que revelan todos los días las cifras, los resultados, los participantes en el sistema? Eso constituye una noticia que ocupa tres o cuatro días las páginas de los periódicos y después desaparece totalmente, así como desaparece, también, totalmente como un tema en la política nacional. Hay para la Universidad de Chile -y creo yo, para el Liceo Manuel de Salas- este año una tarea muy importante: exigirle al Estado un financiamiento adecuado para la Universidad, porque ya no es más posible que la Universidad de Chile sea de hecho privada, sea financiada privadamente, y al día siguiente los mismos periódicos que nos combaten -porque tienen intereses en otras universidades privadas-, nos exponen por escándalos, nos exponen porque estamos, sinceramente, expuestos a financiarnos como privados, pero a actuar todos los días como una organización pública. Nosotros somos, por definición, una Universidad pública. Somos una Universidad nacional y exigimos al Estado que sea consecuente con eso.
Yo aquí, con mucha sinceridad y con mucha claridad, hago cuestión de mi permanencia en el cargo de Rector de la Universidad de Chile si el Estado no abre un espacio para discutir este tema, para abordarlo políticamente, para abordarlo con decisión de país. Nadie de nosotros está dispuesto a seguir administrando una organización privada, que tiene olor a público algunas horas del día: es suficiente de eso. Es suficiente de eso, y le exigimos al Estado consecuencia. Lo hemos dicho siempre: la Universidad de Chile quiere mantener su liderazgo en la educación pública chilena; pero ya no es más posible soportar pasivamente los resultados que vemos en la educación pública, en la educación municipalizada, en la educación que reciben los más pobres, condenados a seguir siendo pobres, condenados a recibir una educación que los inutiliza para poder competir con sus contrapartes privadas. Suficiente de eso. Suficiente de la vergüenza de ser un país que dice una cosa y hace otra. Suficiente de una sociedad que mira con indiferencia estos temas y se preocupa solamente de los temas banales, de los escándalos, de los "reality show", de las cosas superficiales. Nosotros tenemos que ser capaces de reponer al país a pensar en los temas del país. Nosotros tenemos que ser capaces de tener esa responsabilidad como Universidad, porque para eso estamos diseñados.
Además, hoy, cuando en otra parte del mundo, dirán algunos, se está destruyendo la vida, con los mismos argumentos con que los terroristas destruyeron hace tan poco en el Norte la vida de tantos miles, y con los mismos argumentos que siempre los violentistas, los terroristas y las llamadas policías internacionales, utilizan para poder controlar y ofrecernos más libertad y ofrecernos más posibilidades de expresarnos. Esas, son todas mentiras. Hoy el mundo sufre una vergüenza tremenda de un país pequeño que está siendo aniquilado, y en donde también hay responsabilidades. Pero uno no puede, como lo hemos dicho tantas veces, combatir la violencia y el terrorismo, con más violencia y terrorismo. Es por eso que este acto -que no hubiésemos querido que hubiera tenido relación con el problema de la guerra- hemos querido dedicarlo como un homenaje de la Universidad y del Liceo a la paz. Para que el hombre y la mujer tengan las posibilidades de desarrollarse en un mundo en que tiene cabida real el humanismo y el respeto por los otros. Yo vi en la televisión, hace un par de días atrás, las imágenes de un niño, un niño pequeño, quemado casi íntegramente y llorando aterrorizado. Yo creo que esa imagen nos debe avergonzar a todos, independientemente de dónde estemos o qué pensemos y qué creamos: nos debe avergonzar a todos como miembros del género humano. Por eso, junto con defender lo que creemos, es muy importante que en la inauguración de este año académico, hagamos nuestra la tarea de luchar por la vida y no por la muerte, de luchar por la inteligencia y no por la inconsecuencia, de luchar por la paz y no por la guerra.
Muchas gracias.