Inauguración de los Temporales Teatrales en la X Región del país, en su Versión 2000

Se combinan en este acto, de una manera locuaz y diáfana, dos aspectos inseparables del significado de la Universidad de Chile y su misión. Por una parte, el arte, como un factor de cohesión social y nacional, que posibilita e instrumenta las expresiones superiores del espíritu humano, y de esa manera educa profundamente, informa, alimenta ilusiones y proyectos. La expresión artística, que constituye un catalizador de ideas, de propuestas, de inquietudes, de sueños, y se transforma así en una semilla de humanización y en un mensaje de paz y futuro. El arte, que en todas sus expresiones majestuosas y vividas, encuentra en el teatro una de las superiores en cuanto a la posibilidad de albergar un mensaje, una idea, un principio, algo que defender, algo en que creer. El teatro, que puede acercarse más profunda y directamente a la gente, y hacer en esa dirección una contribución a una sociedad perfeccionada por la vía de su magnánimo patrimonio.

Un segundo significado, tiene que ver con la expresión regional que encierra en forma tan digna y tan apropiada esta jornada que hoy se inaugura. Allá, cerca de nuestros lagos amados, y del mar generoso, donde el bosque se ilumina con la leyenda, y desde donde el invierno no quisiera escaparse jamás, aparece -como mágicamente- la expresión teatral, que recorre tantos pueblos, y mira los rostros de tanta gente que busca soñar, y obtener el mensaje de paz que emana de las tablas. Allá en Puerto Montt, la tierra de la belleza del mar, donde las sirenas se enamoran de la cordillera, y el verde de los suelos se proyecta diáfano en la pureza del aire. Allá, en compañía de la naturaleza y de un pueblo ansioso, los Temporales Teatrales aparentan desmentir que siempre todo sea centralismo en nuestro Chile; y parecen decirnos que quizás las regiones no deban esperar y tengan que tomar la iniciativa para abrirse, por su propia diligencia y con su esfuerzo, a la cultura, al arte, y también a las oportunidades materiales para surgir y poder contribuir al Chile que precisa mayor equidad en todos los aspectos de su vida rutinaria.

Este acto combina arte y regiones. Y de ese modo, constituye un mensaje nacional en el sentido más abarcador del concepto. Nacional, porque se proyecta a aquellas cosas que son de interés para el conjunto social, y deben serlo en un espíritu de construcción de un país mejor con el cual hoy soñamos con renovadas fuerzas. Nacional, porque va a Chile entero, a los pueblos y villorrios más alejados, con el mensaje que las oportunidades son las mismas, como mañana deberán ser las condiciones para que todos las podamos utilizar planamente. Un mensaje nacional, que se da a partir de esta vieja Casa, la Universidad Nacional por Excelencia, la que se compromete a diario con las necesidades de Chile y de su pueblo, la que intenta -a veces en medio de grandes incomprensiones- asumir su rol nacional prioritario en el campo de la investigación, la docencia y la extensión. Esta Universidad Nacional que ratificamos hoy más que nunca, cuando una luz de esperanza surge con esperada dedicación, para iluminar caminos nuevos en educación y en política pública; cuando se nos señala, desde la Casa de Toesca, que esta Casa de Bello debe seguir cumpliendo y reforzando su misión histórica. Cuando hemos vuelto a creer que Chile necesita a su Universidad de Chile.

Hace varios años atrás, en una pieza detrás de este salón, olvidada con el tiempo, nunca por el mundo del teatro, surgió el Teatro Nacional. Obra de locos y soñadores, y de un Rector de la Universidad que -sin dudarlos y a pesar de cuanta crítica pequeña- lo apoyó y soñó como una tarea de la Universidad que queríamos tener, en que el arte debía ocupar un rol de primer nivel, un reflejo de la misión nacional de la Universidad de Chile. Hoy es este un compromiso que renovamos, como mandato de la comunidad universitaria. Y lo hacemos conscientes del cambio de época, de la nueva realidad, pero que en modo alguno implica que todo lo que se haga en esta Casa deba olvidar que existe un retorno en calidad de vida, en calidad de la gente, incorporando las profunda externalidades de la acción universitaria plena y constructora. La inauguración de esta jornada sirva para decirles a quienes creen que el apoyo del país a esta Casa es una distorsión a la libre competencia, o que la labor que aquí se cumple constituye competencia desleal del Estado con los privados, a quienes creen que todo proyecto debe mirarse solo en sus aspectos más superficiales, en el más exquisito de los cortoplacismos, y solo con un signo financiero determinado. Estas jornadas se hacen porque constituyen un aporte al país y a su progreso trascendente, y nuestra Universidad las apoya con todo entusiasmo, porque creemos en ellas como un verdadero proyecto de cohesión y enriquecimiento nacional.

Aquí rendimos homenajes merecido a tres figuras señeras del teatro chileno. A David Stitchkin -un hombre universitario por vocación y vida- que constituyó ejemplo profundo de fraternidad y humanismo, de ejercicio universitario democrático y laico, de acerada convicción y consecuencia académica, y de quien tantos aprendimos tanto. A Tennyson Ferrada, el gran actor por lo que significó para nuestro teatro y para esta Universidad, y que proyectó su vida a una responsabilidad social sobre la que nunca encontró excusas para no cumplir. A nuestra querida Delfina Guzmán, un ejemplo de mujer que hoy es tan importante valorar como medida de consecuencia y de capacidad de aportar a los demás. La Delfina que tanto ha significado en nuestras tablas, y que así tanto lo ha sido para las nuevas generaciones de actrices inspiradas en su ejemplo como profesional, pero sobretodo como persona incapaz de claudicar en los principios para entregar su arte en forma consecuente. A ellos tres, con orgullo y con sinceridad, nuestro homenaje más sentido y más comprometido.

Y a los Temporales Teatrales, la mejor suerte en este nuevo año, en que se proyectan con renovadas energías. El saludo de esta Casa, para el sur, como también para el norte, y para los cuatro vientos en cuya dirección seguiremos trabajando. Así como estamos en el proyecto de la sede de la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile en Puerto Montt, también comenzaremos a estudiar la posibilidad de otras Escuelas, para apoyar los aspectos en que la región necesita de un semillero de ideas y de profesionales para superar tantas barreras que es necesario dejar atrás. Así nos seguiremos comprometiendo con nuestra misión de crear y diseminar conocimiento para el desarrollo del país, sin fronteras de intereses ni de credos, solo con la estrella solitaria en nuestro norte, como lo dijo Neruda. Ya que esta institución es la estrella que adorna desde siempre nuestra bandera.

Gracias por permitirnos hacer país apoyando a esta bella jornada, llevaremos nuestro Teatro Nacional y Nuestro Grupo del Departamento de Teatro. Nos involucraremos con mayor fuerza cada vez. Tenemos tantas ganas que se siga creyendo en esta institución como nunca debió dejar de hacerse. Gracias a las autoridades por su apoyo, porque esto nos permite a todos también creer en su visión contributiva al Chile que soñamos. Pero, por sobre todo, gracias a los actores y actrices, porque pondrán su talento a caminar por tantas rutas, para llevar sueños inmensos y creadores y enseñarnos a ser más plenos por la vía de imaginar cosas mejores y de volver a creer en el género humano.

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