Ceremonia Oficial de Celebración del 163 Aniversario de la Fundación de la Universidad de Chile

Nuestra comunidad se ha reunido en este histórico salón a lo largo de los años para celebrar un cumpleaños de la Universidad de Chile. Siguiendo esa preclara tradición, celebramos hoy 163 años de esta emblemática Institución incorporada en la historia nacional, marcando su contribución significativa al hacer científico, artístico, cultural y a la formación de profesionales y graduados de excelencia. Se celebra también que esta Universidad siga siempre siendo una conciencia viva de la sociedad chilena, un lugar donde ha de radicar la reflexión y la propuesta sobre nuestro hacer como nación en medio de tanto desafío y de tanta situación que amerita desvelo. Y no es solo nuestra Universidad, sino que Chile entero quien celebra este importante cumpleaños porque, de algún modo, se festeja así la construcción de la República a la que se encuentra ligada en forma tan indisoluble la fundación de la Universidad de Chile. Con la creación de esta Universidad se concreta, como sabemos, una ambición abrigada con denodado entusiasmo por los padres de la patria, para que la independencia política y militar que se había logrado, pudiese también extrovertirse en una verdadera independencia intelectual y educacional. Se buscaba consolidar las instituciones nacionales, terminar con el difícil tránsito de la dominación hacia la independencia real, y en esa perspectiva la refundación de la Universidad Real de San Felipe -seguidora de la Universidad Conventual de 1622- se veía como un hito de importancia en la construcción de la nueva República.

La gran obra de Bello, el producto más sublime de su genio creador, de su inspiración patriótica profunda y decididamente latinoamericana, fue la concepción de esta Universidad del Estado de Chile. Obra magnifica y duradera del espíritu republicano, celebramos hoy día, más que el aniversario de una institución de las tantas que alberga la República, el cumpleaños de la entidad que sirvió de base fundamental al desarrollo de la institucionalidad nacional, que imprimió inteligencia al desarrollo político de Chile que permitió madurar a nuestra democracia, que fue la fuente de ideas y aportes para mejorar al país y a su pueblo, para servir a las necesidades que emanaban irremediablemente del afán por conseguir días mejores. La Universidad de Chile ha acompañado el tránsito de la Republica a través de la historia, tránsito a veces difícil y áspero, empero siempre cimentado en el aporte de esta casa emblemática por la vía de las ideas, de la acción y de sus notables egresados.

Este aniversario fue presidido muchas veces por Ignacio Domeyko, el segundo gran Rector de esta Casa, años en que destacara el afán de la Universidad de Chile por vincularse en forma activa con la formación de profesionales, tarea antes radicada en el Instituto Nacional. El cumpleaños con Domeyko significó celebrar a esa Universidad que se comprometía con la formación de nuevos chilenos para servir a la patria por medio de sus competencias y elaborada preparación tanto desde el sector público como el privado.

Más adelante, la Universidad de Chile celebraría un número de cumpleaños bajo el rectorado de Valentín Letelier, el brillante político y educador que diera brillo a Chile y a nuestra Casa con su profunda inspiración y su destacada labor en el servicio público. En esas celebraciones, la Universidad debe haber festejado su compromiso con la cuestión social y con el naciente Estado docente, celebración en torno a la necesidad de crear ideas para un país que necesitaba, como se hizo más tarde dramáticamente patente, actualizar y perfeccionar los mecanismos de solidaridad, de asistencia social, de apoyo a los más pobres, para que no fuese así solamente el bienestar económico una cosa para unos pocos, alejado de la realidad social de la nación y de las grandes mayorías.

Y aun más tarde, la Universidad de Chile celebró 19 cumpleaños encabezados por su Rector, don Juvenal Hernández Jaque, el gran hombre de derecho, el gran Rector de la Institución, digno sucesor de Bello. Con don Juvenal, la Institución experimentó el salto más significativo en su historia, su expansión más importante desde tiempos fundacionales. Allí surgió la Facultad de Ciencias Forestales y la de Economía, allí se creó la idea del hospital universitario y de institutos para mirar a las nuevas problemáticas que afectaban a Chile. Allí se creó la extensión artística y cultural, nuestra orquesta sinfónica, nuestro coro, nuestro ballet y nuestro orgulloso y pletórico Teatro Nacional Chileno. La celebración en esos años se refirió, justamente a esa Universidad Nacional comprometida con tareas de país, en la búsqueda de una excelencia refrendada por su legítimo empeño.

Y luego Gómez Millas y Eugenio González encabezaron estas celebraciones para destacar el nuevo rol que la Universidad de Chile empezaba a consolidar en las provincias del país, y cuando se empezaba a gestar una transformación vital en el quehacer interno, para marcarlo con las ideas de democracia y participación, de una Universidad que avanzaba hacia una nueva era, en un proceso no exento de conflictos, pero que miraba a Chile desde las exigentes perspectivas de un cambio mundial en el terreno de las ideas.

Es cierto. Hemos celebrado tantas, muchas veces el cumpleaños de nuestra Universidad. Empero con el mismo entusiasmo, el mismo recuerdo, el mismo respeto por la figura engrandecida de don Andrés Bello. Es el homenaje a la República lo que aquí tiene lugar junto a la celebración de la Universidad. Han cambiado los rostros que circulan por este salón de honor, pero no el espíritu fundamental que acompaña a estos actos. Ha transcurrido más de un siglo y medio que constituye toda una era, una historia de fundamental incidencia para Chile, pero el sentimiento es el mismo. Los individuos somos distintos; en el pasado eran otros. Pero en definitiva somos los mismos, puesto que alentamos el mismo sueño, el mismo ideal, la misma raigambre que se reproducirá infinitamente, de amor por esta Universidad y por Chile, nuestra patria.

¿Que quería decir en su origen el concepto de Universidad del Estado de Chile? Evidentemente no se trataba solamente de una denominación algo eufemística como parece ser el sino de nuestros días. Esa denominación correspondía a aquella visión de un Estado que se hacía responsable por un bien público de fundamental importancia para un país, como era la creación de nuevas ideas y la diseminación de las mismas sin barreras hacia la Nación, sin exclusiones, sin limitaciones sino aquellas impuestas por las capacidades y las singularidades humanas. Se trata de una Universidad Republicana, unida en sus fundamentos a la concepción de país independiente que se fue edificando con sacrificio, no en ausencia de marasmos internos y de ciertos retrocesos y desencuentros; pero era en ese espíritu fundacional, una decisión tomada, que costó vidas y muchos sacrificios, y que llevaba el sello indeleble de quienes pensaron en el Chile orgulloso que se separaba con esfuerzo de un pasado de dominio extranjero. La Universidad del Estado de Chile era, por definición la Universidad con sentido nacional y público que hemos cultivado desde entonces: nacional porque su hacer se ha de centrar en los temas de país, y pública, porque ella misma ha de constituir una expresión de la preocupación de la sociedad chilena por el estado de la investigación y de la formación de nuevos profesionales.

Esta Universidad gloriosa, respetada y nunca mancillada en su historia previa, fue intervenida en forma ignominiosa a partir de 1973. Muchos de sus académicos fueron detenidos, sino también asesinados algunos por un régimen de terror que perseguía las ideas con fines inconfesables. Muchos fueron simplemente despedidos; como en todo régimen dictatorial, la ocupación de las mentes y de la producción de ideas libres era un primer y crucial bastión a controlar. La rectoría fue ocupada por generales, designados en la misma como parte de su hoja de vida militar, y se instituyó un régimen intervencionista en la gestión de la Universidad y en sus quehaceres académicos en toda dimensión. Fueron largos años en los que se apabulló a esta Institución, se le desarmó en sus tareas y estructuras más tradicionales, se le hizo perder vigencia y sentido en muchos aspectos, se le coartó en otros esenciales, se supervigiló que nadie fuera a pensar aparte de los moldes de fuerza instaurados. Para ello, no se vaciló en cerrar escuelas, en eliminar de la Universidad de Chile a su instituto pedagógico, en desterrar a algunas facultades, en despojar a la Universidad de sus sedes en provincias, y en destruir su capital instalado, vendiendo a precio vil muchas de sus propiedades y dejando en un pie financieramente insostenible a la institución para afrontar un nuevo escenario a partir de 1990.

No había nada que celebrar en esos años grises; al menos, nada que tuviese que ver con la esencia libertaria e inteligente inherente a la Universidad. El intento de asesinato del alma de la Universidad no pudo, sin embargo, llevarse adelante: la fortaleza de la víctima estaba por encima de la fuerza brutal de sus adversarios y opresores. Es como la historia del maestro Hiram constructor del templo de Salomón, asesinado por la arrogancia y la envidia, pero que pudo imponer la vida siempre triunfando sobre la muerte; el espíritu por sobre la materia; las ideas y el sentimiento por sobre la fuerza y la persecución.

Siempre se abrigó en el corazón más íntimo de esta institución y de sus mujeres y hombres, el sentimiento de estar pasando por una hora negra, que era sin embargo transitoria. Siempre el corazón de la Universidad palpitó con fuerza en la defensa de nuestros valores, asumiendo que había que guardar espíritu para cuando la hora negra finalizara. Muchos murieron sin ver finalizada esa etapa nefasta; muchos siguieron soñando que podían entregar de vuelta su esfuerzo a la Universidad de Chile que vislumbraron Bello, Letelier, Hernández, Gómez Millas y González. Pero la hora no fue para ellos. Quizás, sin embargo, estén también hoy celebrando con nosotros con la alegría de ver por fin a esta Universidad reivindicada, fortalecida, inmaculada como fuente del saber y la razón.

En poco días más, S.E. el Presidente de la República firmara oficialmente los Nuevos Estatutos de esta Universidad como Decreto Fuerza de Ley. La intervención dictaminó estatutos el año 1981, los cuales reflejaban toda la fuerza interventora, toda la pasión destructora contra el espíritu libre, todo el afán interventor y controlador que emanaba de las intuiciones políticas de quienes nos dominaban. Un estatuto que interrumpió nuestra historia, que nos dejó con un sentimiento de habernos detenido en un tiempo pretérito, la aflicción de una cierta suspensión de nuestra vida universitaria, como si nuestra respiración se hubiese cortado de pronto, subrepticiamente, por una decisión de fuerza.

El nuevo estatuto ha sido el fruto de un intenso proceso de discusión interna ocurrida entre los años 1998 y 2003, siendo posteriormente llevada a las instancias gubernamentales y parlamentarias. En lo interno, ha sido un documento que ha despertado el consenso institucional, a pesar de que muchos presagiaban enfrentamientos terribles y consecuencias impredecibles. En lo externo, y pese a que muchos veían prácticamente imposible su trámite público, el estatuto fue aprobado con muy pocas observaciones a nivel del Gobierno, y el proyecto de ley delegatorio fue votado muy favorablemente en el Parlamento de la Nación, alcanzando la unanimidad en el Senado de la República.

¿Qué quiere decir todo eso? En nuestra opinión, que esta Universidad sigue presente en el firmamento de la República como su estrella más fulgurante. Pueden los enemigos decir muchas cosas de nosotros, y en este ambiente de artificial competencia con tantos otros nombres -más no necesariamente universidades- hay muchos que están dispuestos a causarle afrentas de grandes proporciones a ésta, la primera Universidad del país. pero al final, cuando hay que decir las cosas, mostrarlas responsablemente hacia el país, no hay sino un reconocimiento para la Universidad de Chile, por su aporte a la Nación, por su sublime historia de contribuciones, por la excelencia de su trabajo, por lo destacado de tantas y tantos de sus egresados, por su visión nacional y pública, por ser el buque insignia de esa flota tan maravillosa que se llama educación pública chilena y a la que tendremos que brindarle un mar más amplio y mejores velas para que haga su navegación sana y fuerte en pro de los niños y jóvenes chilenos.

Agradezco a la máxima autoridad de la Nación y al Congreso Nacional por ese gesto importante que nos recuerda, con firmeza, que somos la Universidad de Chile, la primera institución educacional del país, aquella que conserva aun fuerte en sus aulas el sentimiento republicano y libertario que nos imprimió nuestro fundador y que muchas y muchos han defendido con vigor a lo largo de su historia.

Este cumpleaños 163 de la institución ocurre, pues, en conjunción con ese acto trascendental con el que superaremos definitivamente los momentos oscuros de la intervención. La Universidad de Chile vuelve a ser libre efectivamente, y nuevamente se reconoce en la vieja Institución su capacidad para gobernarse, para elegir sus rumbos, para ser mejor cada día sirviendo a Chile. Se trata de un tránsito único y no común, ya que es la primera Universidad del Estado de Chile que consigue consensuar una propuesta estatutaria que es atendida propiamente por la autoridad política. Se trata de un acto que quisiéramos ver extendido a todas las universidades del Estado, muchas de ellas hijas de esta institución, y que sufrieron la misma intervención que nosotros. Nada saca ninguna Universidad con avanzar en sus resultados académicos, sino cambia lo que le da fundamento y organización al cuerpo universitario. Una Universidad no puede tener estatutos dictatoriales, cuando trata de hacer un trabajo de profunda convicción y maduración académica.

Celebramos, en este cumpleaños, este paso que da vida a la nueva Universidad de Chile. A aquella que mira decididamente al bicentenario nacional y se encamina a paso seguro hacia su propio bicentenario. Celebramos a la nueva Universidad que enfrenta hoy un nuevo y prometedor escenario de política pública, con nuevas oportunidades para el financiamiento de la investigación, nuevos estímulos para el progreso en lo docente y en la gestión interna, con innovativos sistemas de financiamiento estudiantil que alejan de este importante tema el conflicto superfluo, y lo acerca a su verdadero centro que es el conseguir el mejor desempeño formativo para un Chile que necesita del mejor recurso humano para asegurar el futuro.

Se trata de una nueva Universidad que estará dominada por las tareas de la acreditación del sistema de educación superior chileno, y en donde todos tenemos que probar con convicción las bases efectivas de nuestra excelencia. Estamos celebrando a la nueva Universidad que está hoy internacionalizada, y es incluida en el ranking mundial más prestigioso como la única chilena y una de las solo tres de América de habla hispana. Estamos celebrando el cumpleaños de la nueva Universidad que empieza a emerger después de tanto dolor, de tanta tristeza, pero ahora con la alegría inconmensurable de apreciar el futuro, de dimensionar las tareas enormes que nos quedan junto al Chile que aspira a dar sus primeros pasos vitales hacia el desarrollo. Celebramos el cumpleaños 163 de esta gloriosa barcaza que ha surcado con orgullo los tiempos y que ha hecho esfuerzos denodados en los últimos años para merecer un mejor destino, para llevar efectivamente a cabo el sueño de ser siempre una Universidad Nacional y Pública, de la mayor excelencia académica, libertaria, laica y humanista, por esencia, por tradición, por sentido de futuro, por reflejar eso mejor que nada el espíritu de los hombres y mujeres que la componen.

Una nueva Universidad de Chile. Con un nuevo estatuto y en nuevos marcos de política, que la propia institución ha ido ayudando a generar con su aporte y su rol en el debate educacional y público. Los chilenos de corazón tenemos que apreciar en este acto una trascendencia sin par. Estamos efectivamente recuperando la historia institucional, estamos cumpliendo con el viejo legado, estamos nuevamente reconstruyendo los viejos valores perdidos entre el dolor y la oscuridad. Estamos cumpliendo a Chile y a sus jóvenes, porque le estamos legando la institución que la Patria soñó para ellos en tiempos tempranos y difíciles. Estamos cumpliendo con Chile y las necesidades de su pueblo, porque con esta celebración se marca un punto de inflexión para decirle a la historia que hemos vuelto con fortaleza a cumplir con lo mejor de nosotros las tareas que nos asignara Bello en su discurso inaugural.

Eso testimonia el homenaje que brindamos a nuestros premios nacionales, puesto que ellos representan lo mejor de nuestra Casa: el empeño por ser primeros y mejores, el espíritu de servir a la disciplina, pero también al país en el sentido más amplio. Los reconocemos como hijos ilustres, como ejemplo para las nuevas generaciones, como un faro luminoso que debemos seguir para orientar nuestra marcha fuera de las sombras de la ignorancia, del egoísmo, el arrebato, la pasión y la mediocridad.

Queridos colegas y amigos. Permitidme un minuto de profunda emoción para recordar aquí con pertinencia a los que perdieron su vida en manos del horror, de la intolerancia y del fundamentalismo, quienes como Enrique Paris y Jorge Peña Heinz, están presentes en esta sala con la alegría de dar por terminada la vigencia del estatuto de los años grises. Recordemos también a tantos otros que murieron en la esperanza de ver restaurado el cuerpo legal que nos rige y nuestra alma de nuevo comprometida con el humanismo y la verdad; recordemos aquí, entre tantos otros, a Teresa Jeannerett y Guillermo Ríos, quienes se fueron sufriendo por la Universidad que habían perdido, pero que hoy estarán felices junto al Gran Hacedor, sonriendo alegres por la Universidad que se ha recuperado para Chile.

Tantos y tantas que deben hoy celebrar con alegría este especial cumpleaños. Cumpleaños del futuro que estamos tratando de restaurar para una institución que sirve a Chile. Cumpleaños para no olvidar el sufrimiento, y para aprender de él y no perder nunca la solidaridad, la comprensión, el apoyo que supimos generar en momentos tan difíciles.

Cumpleaños de esperanza por esa nueva Universidad que estamos construyendo, y que encuentra ahora la especial coyuntura de ver nítida y palpitante la luz resplandeciente del futuro. Cumpleaños del compromiso para hacerla cada día mejor, en medio del sacrificio que sea, en medio de lo que no nos conforma, en medio de decepciones, pero siempre con el gran espíritu capaz de hacer el futuro de Chile.

Feliz cumpleaños Casa querida. Rodeada de tantos recuerdos, de tantos anhelos, y de tantas realizaciones por Chile y para Chile. Todos quienes hemos visto el cielo por primera vez desde esta tierra maravillosa, sabemos comprender el valor sublime que tiene y tendrá esta gran institución por siempre.

Por una nueva Universidad de Chile... para Chile. Feliz cumpleaños querida Universidad.

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