Discurso del Prof. Luis A. Riveros, Rector de la Universidad de Chile, en Ceremonia de entrega Medalla Rector Juvenal Hernández Jaque, al Profesor Igor Saavedra Gatica.

Anualmente nos reunimos en este Salón, en esta fecha aproximadamente, para entregar una distinción académica que recuerde el nombre y la obra de Juvenal Hernández Jaque. Se trata no sólo de una ceremonia destinada a cumplir con una liturgia determinada por los mandatos formales, si no que se trata, en verdad, de una importante ceremonia que cumple cabalmente y genuinamente con el espíritu universitario que se manifiesta en este acto como un compromiso con un trasfondo ligado al rol y a la proyección de la institución.

Este acto se inspira no sólo en el recuerdo de un gran Rector y de su obra. No es solo la mirada al pasado en términos fríos para recapitular uno de los períodos rectorales más fructíferos de nuestra historia institucional. Es un acto que no se constituye en un simple recordatorio sobre el pasado, sino una mirada activa sobre el mismo, para preguntarnos sobre la universidad que debemos seguir diseñando sobre la base de esa experiencia pasada hacia el futuro. No es la mirada pasiva a un pasado muerto, aunque lleno de orgullo y distinción, sino que se trata de la mirada para extraer la fuerza y las ideas que deben permitirnos mirar con mayor confianza hacia el futuro. Como nuestro premiado de hoy ha puesto de relieve.

Una universidad nacional y pública fue lo que soñó Juvenal Hernández. Nacional, por su compromiso con los temas de país, que a veces tanto se nos olvidan en medio del ajetreo interminable que explica un creciente auto- financiamiento. Las temáticas de la cultura, del arte, de las humanidades, quedan en ese tráfago usualmente soterradas, como olvidadas cuán improductivos campos y actividades del saber y de la razón. Las prioridades nacionales que se van desdibujando en la misma medida en que abunda la privatización creciente de todo, incluyendo los sentires de la nación y de sus objetivos muchos.

En este acto es importante reconocer insistentemente que el carácter nacional de la Universidad de Chile no se ha perdido ni debe perderse, por el contrario, debe reconocerse desde el punto de vista de la política pública. El nuevo estatuto de la Universidad de Chile cuyo mecanismo de promulgación fue aprobado solamente la semana pasada por el Congreso Nacional, ratifica con fuerza el compromiso nacional de la universidad, su proyección en la tarea de investigación, extensión y docencia en función de los intereses del país y la necesidad de contar entonces con políticas comprometidas en esa perspectiva, aunque tan difíciles en un medio que nos exige un financiamiento mayoritario de índole privado.

Y es cierto, han cambiado muchas cosas desde el tiempo del Rector Juvenal Hernández; es cierto que el sistema universitario es hoy día mucho más intrincado, de mucha mayor cobertura y con significativamente más manifestaciones diversas en términos de investigación. Es cierto que de acuerdo a ello la política pública debe atender distintas prioridades, enfatizar diversas tareas, respetar las reglas que deben cubrir a muchas distintas instituciones, y no solamente a la Universidad de Chile. Pero también es cierto que el estado ha emprendido una retirada, que debe proveer, sin embargo con responsabilidad, sentido de futuro y equidad. También es efectivo que las reglas imperantes deben sofisticarse, justamente en forma correlativa a la mayor envergadura y validar el sistema de educación superior vigente, cuyo porvenir ya no se puede basar en reglas simplistas, aplicadas a instituciones que, como ésta, realizan en forma integral todas las tareas universitarias constituyendo una institución compleja por su orientación a la investigación y a los postgrados.

Resulta fundamental, entonces, e inevitable para evitar una crisis mayor del sistema universitario, que se apliquen y que se innove en las reglas vigentes. Que se cuente pronto con un sistema de acreditación y que se defina una política de desarrollo de la educación superior estatal. En este día en qué se recuerda la obra de un universitario y Rector, Juvenal Hernández, es muy importante que recordemos la esencia profunda de nuestra misión, las falencias internas que tenemos en la dirección de alcanzar un cabal cumplimiento, y las debilidades de la política pública que debe colocarse a la altura de los tiempos, cuando los retos de la globalización y de la sociedad del conocimiento deben imperar más esfuerzos en torno al desarrollo de las ciencias, las tecnologías, las artes y las humanidades.

Para muchos quizás sea este recuerdo sólo un conjunto de palabras que quedan sueltas y flotan en un ambiente de incomprensión e insuficiencia; son los mismos que miran siempre los problemas pequeños, en sus manifestaciones más directas, pero que no pueden por ello animar perspectivas amplias que proyecten a la universidad en el tiempo y hacia el futuro lleno de desafíos y amenazas. Hay que mirar a la universidad en su trascendencia, en su visión de profundo impacto para el Chile del mañana, en su labor integradora y en su rol social y su carácter innovativo para generar las condiciones de progreso que el país anhela.

Aquí estamos para mirar en esa perspectiva mayor y la entrega de esta distinción justamente se enmarca en ese homenaje al pasado, que significa una construcción permanente del futuro universitario. La entrega de la Medalla Juvenal Hernández a nuestro distinguido profesor don Igor Saavedra es un acto de reconocimiento y de respetuoso homenaje a quien ha entregado su vida entera a la Universidad de Chile, precisamente en esa dimensión nacional y pública. Es un tributo a quienes han cultivado los valores de Juvenal Hernández y ha hecho universidad de excelencia con sentido de compromiso nacional, es el homenaje al académico quien se ha distinguido como un humanista y como un ejemplo para las nuevas generaciones; un ejemplo de sacrificio, de entrega, de capacidad para superar tantas dificultades en esta vieja casa que ha sufrido tanto embates y que se debe abrigar siempre con tanta pasión y la mayoría de las veces con tanta incomprensión.

Se trata de un académico que defendió en primera línea a la universidad en momentos difíciles. Cuando la intervención hacia temer por la existencia futura de la Universidad de Chile, Igor Saavedra fue el profesor valiente que encabezó la defensa, que no temió por consecuencia alguna y que junto a muchos otros estuvieron dispuestos a todo por la Universidad de Chile.

Creo que todo lo que se ha dicho sobre él, de su trabajo no demanda más que nuestra completa adhesión institucional. Nuestra absoluta identificación que es constitutiva del respeto que inspira una obra académica que aprecia la universidad toda, en su labor formativa, como en su desempeño como investigador, Igor Saavedra ha sido un ejemplo de dedicación y excelencia, no sólo por su merecido Premio Nacional y otras distinciones, sino también y principalmente por el reconocimiento de sus estudiantes, hoy destacados profesionales y académicos, muchos de ellos aquí presentes.

Solamente hace algunos minutos desde su reposo post operatorio, el Presidente de CONYCIT, profesor Eric Goles me ha encargado traer un saludo efusivo, diciéndome en medio de sus padeceres que considera a Igor Saavedra su maestro y su formador. Gracias Igor, por su dedicación inclaudicable y por esa Universidad de Chile que lo ha visto desde niño, como el hijo promisorio, el académico distinguido, el ejemplo que Bello y Juvenal Hernández siempre soñaron mantener vivo nuestra esperanza en nuestro futuro y en nuestro trabajo académico. Muchas gracias a todos ustedes por acompañarnos.

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