Los fundamentos para una reforma integral de los pregrados en la Universidad de Chile.

Ponencia Presentada en la Reunión sobre reforma del Pregrado organizada por la Vicerrectoría de Asuntos Académicos y la Dirección de Pregrado de la Universidad de Chile, Julio de 2004.

I. Introducción

Las universidades deben enfrentar hoy día un entorno de cambio que modela en definitiva su organización y diseño de tareas. Las universidades son (o han de ser) ellas mismas agentes de cambio, puesto que la tarea de crear y diseminar conocimiento es inherente a la transmisión hacia la sociedad de las nuevas tendencias que genera el nuevo conocimiento y sus formas de divulgación. Por lo mismo, deben ser las universidades un reflejo de ese cambio que deriva de la proyección social de su trabajo, ya que la propia transformación del entorno actúa como un agente dinamizador de las transformaciones que se originan en el ámbito del nuevo conocimiento y de su aplicación. Por ello, no deben ser las universidades meros agentes pasivos, receptores del cambio que se produce en otras esferas de la sociedad, sino que deben ser proactivas en diagnosticar las tendencias del cambio y reforzarlo para así responder a las necesidades vitales del medio en que se desenvuelven, a la vez que para crear un sentido del cambio basado en las tendencias observadas y la prospectiva que han de desarrollar en su trabajo de creación.

Esta tarea de analizar y proponer por medio de la creación, la docencia y la extensión, es inherente al rol social de la universidad, y se corresponde con la tradicional misión de la universidad en cuanto a ser una institución diseñada para "pensar" a la sociedad. Aunque hoy día se promueva una universidad puramente docente, capaz sólo de reflejar adecuadamente las tendencias vigentes en su mirada retrospectiva, sabemos que las verdaderas universidades son aquellas capaces de incluir el conocimiento nuevo que se genera en su propia actividad de creación para contribuir al progreso y mejoramiento de la sociedad. La universidad tiene una tarea irrenunciable en el pensar a la sociedad en que está inmersa, descubrir sus múltiples evoluciones, hacer propuestas sobre el sentido del cambio y actuar como una conciencia ética de la sociedad, en su sentido más amplio. No son las universidades meras agencias formadoras de profesionales, lugares de entrenamiento y perfeccionamiento; en ellas debe radicar una investigación capaz de advertir las tendencias a las que tiene que responderse proactivamente, y existir propuestas respecto de lo nuevo, de lo que necesita mejorar, acción ésta que se despierta por la interacción universidad y sociedad.

II. El rol de la Universidad Nacional y Pública

Es mayormente importante a este respecto la labor de la universidad nacional y pública. Nacional, por el énfasis de sus estudios en los problemas-nación, las necesidades de la realidad política que es el país, la búsqueda de las tendencias que en el ámbito del conocimiento han de permitir el cumplimiento de las metas sociales y económicas más trascendentes. Es la labor de la universidad nacional la instauración y desarrollo de valores y el conocimiento aplicado para que el alcance de las metas sociales, políticas y económicas se den en los márgenes de lo que la misma sociedad considera aceptable en ámbitos como el distributivo y propiamente valórico. Es también labor de la universidad nacional el adelantar investigación sobre los problemas y retos futuros, para ir acomodando el espacio correspondiente a la creación de conocimiento, con aquél relativo a las nuevas tendencias y demandas que despliega el aparato social, especialmente en lo relativo a la obtención de mayor productividad. Pero es, en definitiva, y en el marco de una compleja sociedad internacionalizada, la universidad nacional aquella que debe profundizar en los aspectos propios de la cultura y la historia de la realidad de país.

El rol público de la universidad se asocia a la producción de los llamados bienes públicos. Por una parte, la atención de aquellos aspectos formativos y de investigación que no pueden despertar el interés de las Corporaciones estimuladas por el afán de ganancias financieras a través de los mecanismos de mercado. Tareas como la investigación en el ámbito de la ciencia básica o en el de las ciencias sociales y humanidades, son usualmente desatendidos cuando esas actividades se desempeñan sólo sobre la base del mercado; del mismo modo, la creación artística o en el ámbito de la cultura nacional, o la transferencia tecnológica o la formación en áreas nuevas, donde aún no existen antecedentes de mercado. Por otra parte, y no es ocioso mencionarlo en los días en que un gran desarrollo cuantitativo de la educación superior ha tenido lugar sobre la base de los incentivos financieros y de mercado, la universidad pública debe ser un referente de calidad para el sistema, una base firme que permita asentar el desarrollo del sistema sobre una base referencial. Por ambas razones, la universidad pública debe ser un activo agente de cambio, un promotor permanente de reformas en el ámbito de la tarea universitaria, y un radar efectivo en cuanto a utilizar su vinculación con el medio como un detector de necesidades y de evoluciones que deban traerse como preguntas a sus aulas y laboratorios. Por ello, sea dicho de paso, el financiamiento de la universidad pública es una materia tan relevante, mucho más allá de los usuales debates cortoplacistas, utilitarios y de mero ámbito contable o financiero, puesto que el estado debe financiar las tareas de diagnóstico, relación y formación en torno al cambio

Nuestra sociedad actual está dominada por profundos y acelerados cambios en diversos órdenes en cuanto a materias que afectan, y han de seguir afectando, su conformación y estructura. Está, por una parte, el ingente cambio a nivel de las tecnologías que empuja a la actividad productiva hacia nuevas formas de organización y formas diversas de relación con el medio. Se trata de un cambio que ha transformado notablemente la comunicación a todos los niveles, y que ha establecido parámetros distintos de relación a nivel social, demandando velocidades de respuesta mucho mayores a nivel de los entes productivos, como asimismo en todo el aparataje de la organización social. Por los mismo, está presente, por otra parte, una transformación sin parangones a nivel de las relaciones sociales, implicando un cambio profundo en el concepto y rol de la familia y en todo aquello que configura las relaciones entre personas, el concepto de autoridad, y las formas de organización e institucionalidad. Hay también un cambio político de trascendencia, que pone en práctica una significativa globalización, dinamizada a partir del cambio tecnológico y comunicacional pero profundizada por el poder de las empresas multinacionales, realizando una amplia internacionalización en los negocios y una profundo cambio en relaciones laborales y requerimientos productivos. Prevalece un cambio conceptual en cuanto al rol y estructura del estado, en forma compatible con las nuevas tendencias de la organización social. Existe, del mismo modo, una visión más amplia en los haceres, superando las barreras de las especialidades o visiones estrechas y desconectadas de estructuras conceptuales mayores, empujando al conocimiento integral que demanda que cada materia se analice con relación a un vasto campo de interrelaciones conceptuales.

III. Las implicancias del cambio que se observa

Vivimos una época de cambio profundo y acelerado, que va mucho más allá de los descubrimientos científicos que nos sorprenden y los avances en cada uno de los aspectos tecnológicos relevantes que, aplicados, son fuente de significativos retornos financieros. Quizás la perspectiva de mayor relevancia que hemos de tener en cuenta se refiere a la proyección del cambio que ocurre en cualesquiera área específica del saber hacia el conjunto del conocimiento, hacia la interrelación en distintas otras áreas del saber, hacia las personas y la interrelación entre ellas y a nivel organizacional, hacia la realidad global, más que a la específicamente local. Estamos viviendo una época de cambio global, en que la vastedad del mismo requiere respuestas distintas a nivel de las instituciones encargadas de la producción y diseminación del conocimiento.

Una de las principales implicancias de las tendencias que despliega el actual estado del cambio que tiene lugar a nivel social, se refiere al surgimiento de la interdisciplina como una perspectiva indispensable para abordar el análisis del cambio o el impulso reproductor del mismo. Está cada vez más cuestionada la organización de las universidades que hemos ido en el tiempo parcelando el conocimiento a través de áreas relevantes. Pero hoy es claro: cada vez que deseamos abordar un problema, por acotado que el mismo sea en cuanto a la naturaleza disciplinaria de la pregunta, la respuesta debe acudir a muchas otras referencias, antecedentes e implicancias en campos relacionados o no directamente relacionados del saber. Una universidad estructurada en torno a preguntas y problemas relevantes, es una universidad que debe privilegiar, cada vez más, una organización que otorgue lugar preponderante a la interdisciplina, valorando especialmente el rol de aquellas que configuran y ponen en perspectiva las preguntas como también evalúan las implicancias de las respuestas en el decisivo rol de lo humano. A este respecto, nos ha resultado más natural a los universitarios el pensar en esta nueva realidad de nuestro hacer en el campo de la investigación. Hoy día, los proyectos, las ideas, la conformación de grupos tienen un alto grado de interdisciplinariedad, porque nos hemos dado cuenta que esa corresponde al modo de responder a los nuevos requerimientos y a la naturaleza de las preguntas. Sin embargo, todavía avanzamos temerosos para abordar la problemática que estas nuevas tendencias extienden al campo de la docencia y la formación.

IV. El cambio en los pregrados como respuesta

Existen varias razones para abordar una reforma integral a nivel de los pregratos, que tienda a satisfacer los requerimientos derivados de las nuevas tendencias existentes en nuestra sociedad. Primero, la necesidad de formar individuos con una perspectiva integral de las problemáticas vistas desde su propia área formativa; no se tratará de formar generalistas, sino de profesionales que, desde su particular ámbito, tengan noción precisa de los alcances de las soluciones y de los instrumentos disponibles para abordar los problemas planteados a su campo. Se tratará de profesionales con una base de formación general en su propia disciplina, fuerte y amplia, capaz de producir soluciones y proveer dirección al trabajo en su ámbito específico. Es esta necesidad la que hace que todos tengamos hoy día que contar con una visión amplia de la fenomenología asociada a nuestro propio ejercicio disciplinario, y que requiere también el desarrollo de lenguajes comunes poniéndonos tempranamente en contacto con la realidad interdisciplinaria.

Una segunda razón para el cambio en perspectiva proviene de la esencia misma del trabajo universitario en las verdaderas universidades: la formación de individuos críticos, quienes han de promover, por la vía de su visión y de su formación, el afán de cambio que despierta en forma recursiva la dinámica de la transformación y del progreso. Individuos críticos que, por la naturaleza del liderazgo que esperamos expandir en ellos, posean esa visión de mundo integral que se requiere para ser efectivos agentes de cambio sostenible en cualquier área del hacer profesional. Individuos críticos y tolerantes, con sólidas competencias en el ámbito del conocimiento específico, son quienes deben formarse en las universidades líderes del mundo Y al mismo tiempo, mencionemos una tercera razón para una reforma integral del pregrado, que se refiere a las realidades presentes en el mundo laboral, y en que los liderazgos se otorgan a quienes sean capaces de mostrarlos, y que se constituyan en guías firmes para implementar el cambio que requiere el sistema productivo y social para promover el cambio social y económico.

Si las anteriores razones no fueran suficientes, hay aún una cuarta razón vinculada también con el mercado laboral: la realidad se orienta a la transformación permanente de las unidades productivas, a favorecer el despegue de unidades pequeñas y medianas, y a internacionalizar el empleo y la movilidad del trabajo. Todo ello demanda un sistema formativo que propugne el emprendimiento y la rápida adaptabilidad a condiciones cambiantes de empleo y vinculación laboral, y que por lo mismo debe enfatizar una rica formación en el desempeño general de la profesión, a la vez que un alto grado de interdisciplinariedad que favorezca una mejor adquisición y manejo de la información en la relación con medios cambiantes.

Por la misma razón anterior, y por los cambiantes sistemas productivos y organizacionales debidos a las transformaciones tecnológicas y comunicacionales, el profesional de hoy debe tener formación muy fuerte en el aprendizaje contínuo. No sólo ello porque cada uno deberá volver varias veces a la educación formal para readecuar su formación en torno a las nuevas preguntas y respuestas, sino porque debe poseer instrumental que le permita adquirir en el desempeño de su trabajo muchos de los conocimientos y técnicas nuevas, por medio de su propia investigación. Asimismo, respecto de la búsqueda en el conjunto de implicancias y derivaciones de su ejercicio profesional en lo específico hacia otras dimensiones sociales y nacionales. Para ello, el profesional debe tener una formación general amplia y suficiente, que potencie el desarrollo de la visión amplia que requiere un desempeño menos estructurado en torno a la especialización en su formación, y mucho más en el contexto de una formación general sólida y habilitante para el cambio.

La producción de un nuevo perfil profesional es, sin lugar a dudas, un requisito para una universidad que sea capaz no sólo de reaccionar frente a las nuevas tendencias sociales y productivas, sino también que aspira a influir, con su acción, en el desarrollo de tales tendencias. La interdisciplinariedad, la adaptabilidad a distintas circunstancias laborales, la preparación parea aprender a aprender, el liderazgo necesario para ser crítico y contributivo a la innovación, la existencia de una sólida formación valórica y disposición a apreciar los valores humanistas, la posesión de una formación general sólida, y una base también maciza en la especialidad, sin ser un especialista integral, para el desempeño laboral. Todas esas características conforman el profesional cuyo perfil caracterizará al siglo XXI, y que será por lo mismo un período en que el perfil profesional estará determinado por la adquisición de un conjunto establecido de competencias adecuadas..

VI. Consecuencia para las Universidades Complejas

Pero asimismo, la prosecución de un tal profesional -en respuesta a las demandas sociales ejercidas sobre la universidad-- permitirá también el exitoso desenvolvimiento de la misma en dos transformaciones que resultan vitales a su impulso en la sociedad del conocimiento. Por una parte, permitirá adquirir una estructura de trabajo que fomente en forma más decidida la integración del quehacer académico por medio del trabajo interdisciplinario. El pregrado es el verdadero corazón de la vida universitaria, y su mayor integración por la vía de la formación general y de la colaboración interdisciplinaria, permitirá que se conforme una institución con muchos menos vallas disciplinarias que aquellas que han ido caracterizado nuestro pasado. La existencia de una investigación que por razones epistémicas requiere de la colaboración de distintas fuentes del saber, y de una formación profesional que, por razones de producto, necesita enfatizar una formación general y múltiple, serán dos motores que inspiren el trabajo universitario más integrado y de naturaleza multi e interdisciplinaria que necesita la universidad del siglo XXI.

Pero hay otra consecuencia estratégica de la nueva visión prevaleciente en materia de pregrado, y que contribuye a resaltar el rol indispensable de las llamadas universidades complejas. Por una parte, que impulsa la formación de pregrado en forma más explícitamente vinculada con la investigación, al requerir un entrenamiento en la frontera con una clara noción de interdisiciplina. Por otra parte, porque ha de privilegiar la formación de posgrado como el complemento necesario al perfil profesional que he descrito, en que la sobre-especialización queda fuera de la formación de un profesional que ha de requerirla por medio del ejercicio y del postítulo y el posgrado, elementos claves de la formación permanente. La reforma del pregrado debe, pues, dar lugar a una reafirmación de la universidad compleja nacional y pública, y constituye, por lo tanto, un paso estratégico fundamental.

Las universidades complejas, para reafirmar su rol y hacerlo relevante en la sociedad del conocimiento, deben llevar adelante profundas reformas en sus estructuras. Tales reformas deben perseguir una estructura más transdisciplinarias, preparada para tratar con problemas y preguntas más que con desarrollos disciplinarios per se. Debe, por lo tanto, ser ella la entidad de la interacción entre distintos saberes, tarea en que la argamasa fundamental se encuentra en la problemática a abordar y que ha de requerir un mayor diálogo entre unidades que en el pasado edificaron murallas contenedoras, precisamente, de ese diálogo Inter. o transdisciplinario. Menos en la forma de nuevas entidades organizadoras del trabajo universitario, y mas en la perspectiva de una organización funcional que aliente la colaboración como un espacio necesario para abordar preguntas relevantes, la universidad del siglo XXI se está preparando para asumir las nuevas tareas en su vieja tradición. Para ello, la reforma del pregrado se observa como un aliado de singular importancia.estratégica, puesto que permitirá transformar los otros dos mayores componentes del trabajo universitario - el posgrado y la investigación-- hacia la nueva perspectiva.

VII. La reforma del pregrado

Por lo dicho, la reforma de los pregrados adquiere una connotación vital en la perspectiva del rediseño estratégico del trabajo universitario, como en cuanto a hacer más relevantes sus respuestas formativas frente a los ingentes cambios en el medio. Mayormente necesario en el caso de las universidades complejas y tradicionales, en la medida en que deben liderar un cambio que debe alcanzar todo el sistema. Más aún en el caso de las universidades complejas públicas y nacionales, ya que en su caso el cambio ha de corresponderse con su misión de respuesta hacia el país para conseguir los objetivos de desarrollo integral que el mismo plantea.

La Universidad de Chile se ha planteado proactivamente en este campo, y puede afirmar con orgullo que está liderando la transformación en sus pregratos, como asimismo, y en forma consecuente, con la mayor oferta y diversificación de posgrados. La reforma del pregrado está alcanzado el grado mayor en su primera etapa, cual es la de introducir un ciclo común a la universidad en la forma de una estructura de cursos transversales que darán, precisamente, el carácter de integrada y diversificada la formación profesional en cualquier área. Como se a afirmado, esto permitirá que los abogados se pongan en contacto con la economía y la estadística, los biólogos con la ética y la sociología, los historiadores con la lógica de los modelos formales, y los ingenieros con la historia de la cultura y la biología del conocimiento. El resultado estará en profesionales mucho mejor formados, con una visión amplia de los problemas de la sociedad de hoy, con un conocimiento satisfactorio de las metodologías, problemas y respuestas de las disciplinas distintas a la suya. Profesionales con disposición a aprender y que, por la misma exposición hacia problemáticas distintas y con la ayuda de la formación en la administración (que podrá transcurrir en forma transversal) tendrán una actitud distinta hacia el emprendimiento y la comprensión cabal de los fenómenos sociales y económicos. La formación por medio de un ciclo especializado, aunque también común por áreas agregadas del conocimiento, permitirá contextualizar las preguntas que deberá abordar desde su propia perspectiva profesional en el contexto de una carrera, a la vez que afinarlas adecuadamente. Sin duda, como alguien ha planteado, esto permitirá "adelgazar" las gruesas paredes de los túneles que constituyen actualmente nuestras carreras, permitiendo una mayor movilidad lateral -entre carreras y especializaciones-como hoy día lo demandan todos los sistemas innovadores en materia curricular en el mundo. Lo mismo se hará una demanda impostergable para la inevitable mayor movilidad internacional del trabajo

La reforma del pregradpo es, pues, un reto significativo hacia nuestra cultura académica, reforzada por años de trabajo en la vieja universidad del conocimiento parcelado. En la nueva universidad del conocimiento transversalizado, nuestra actitud como académicos debe ser distinta, puesto que estamos siendo superados por los retos de los nuevos tiempos y no podemos permitir que eso pase por sobre nosotros. Debemos procurar ser nosotros quienes guiemos el curso de los cambios hacia la sociedad del conocimiento, aunque lo mismo signifique cambiar viejas estructuras y convencimientos.

Sin lugar a dudas, debe existir una profundidad aún mayor en el cambio al que aspiramos. Debe ser el objetivo final el poder instaurar un primer año común en la universidad donde los cursos transversales permitan dar forma a un programa formativo general. Un segundo año debería consolidar los cursos generales por áreas, para sólo al tercer año conseguir que los estudiantes ingresen a carreras o posgrados -como corresponderá esto último en muchos casos. Es éste, indudablemente, un reto aún mayor, que no debe dejar de abordarse para hacer más sistemático el entrenamiento profesional a partir de una formación general sólida, lo cual tendría positivas consecuencias para los efectos de los sistemas de ingreso a la universidad, que se verán cada vez más complejos por la diversificación de ofertas y por las debilidades estructurales de la educación media.

Por ahora la reforma del pregrado hay que circunscribirla allogro no menor de instaurar una formación general y por áreas que estará radicada en cada una de las cafrreras desde el inicio de los estudiantes en primer año. Pero no debemos dejar de lado la ambicióin mayor, cual es el cambio fundamental en la filosofía formativa y en la forma en que se eligen carreras y se alcanza algún grado de relación entre las mismas.

VIII. Comentarios Finales

No cabe duda que estamos debatiendo aquí un tema central para las universidades en los días presentes. Como he dicho, no se trata de reaccionar en forma instrumental acerca de cambios que requiere el medio empleador. Mucho más que eso: se trata de un cambio que impone la evolución de nuestra sociedad en un sentido global y permanente. Y para enfrentarlo, la universidad requiere reafirmar su tarea de formar líderes del cambio, capaces de responder a las nuevas exigencias de la sociedad del conocimiento, a la vez que consolidando y diversificando su investigación y la formación de posgrado.

No debe dejarse de lado aquí otros dos aspectos vitales de nuestro trabajo frente a los retos actuales. Por una parte, que nuestra oferta profesional debe sufrir una profunda revisión en materia de diseño curricular, ya que los temas de extensión del currículo, de enseñar en torno… Por otra parte, porque la oferta de carreras también sufre obsolescencias que podemos detectar sólo cuando disminuyen las demandas y puntajes de ingreso, en lugar de depender ellas de nuestras innovaciones y de la proyección adecuada a las audiencias relevantes. Por ello, la revisión de lo que estamos haciendo en el campo de la enseñanza de pregrado constituye un factor fundamental de cambio sostenible, que no es independiente de estos cambios de fondo que estamos planteando respecto de la estrategia de formación de pregrado.

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