Palabras del Rector de la Universidad de Chile Profesor Luis A. Riveros, con motivo de la celebración en el Rotary Club de Santiago, del Día Internacional del Trabajo.

Se me ha pedido que exponga ante mis queridos colegas socios del Rotary Club de Santiago, en relación a las festividades del Día del Trabajo y al significado que este concepto adquiere para una Institución como la nuestra que propicia el entendimiento entre los hombres como instrumento precioso para lograr el progreso colectivo. Lo hago con mucho respeto ante ustedes, a la vez que con mucho cariño por el Rotary Club de Santiago y por su Directiva y su Presidente, especialmente, ya que fue el quien gentilmente me solicitó esta ponencia. Creo, así, que cumplo con un deber como miembro de esta institución, a la vez de sentirme profundamente honrado como Educador y Rector de la principal Universidad del país, por haberme formulado este requerimiento que considero importante como instancia para provocar una reflexión colectiva.

El trabajo constituye uno de los aspectos que nos cohesionan como sociedad humana, y que permite imponerle rumbos de naturaleza colectiva al desarrollo del conjunto social. Es así como el trabajo da lugar a la organización de los proyectos de desarrollo que estimulan los países, y constituye un reflejo de los propósitos de fondo en materia de expansión y realización de la actividad productiva y de las ambiciones del colectivo social. El trabajo se estructura a través de sectores y empresas -sean estas de servicio o productivas- que conforman la pretensión nacional, por así decirlo, de desarrollo social y económico. El trabajo expresa una condicionante macroeconómica, que ordena la actividad y le da un contexto o fin determinado, operando lo mismo a través de las señales que proporcionan las políticas económicas o los incentivos específicos asociados a la política. En el pasado reciente, por ejemplo, las sociedades latinoamericanas progresaban en la línea de la sustitución de importaciones, y el trabajo entonces se organizaba en las grandes empresas estatales y el servicio público para dar marco a esa intención de política, además del trabajo existente en otras áreas de desarrollo más en el margen de estas grandes intencionalidades políticas. En los días actuales, similarmente, el trabajo se estructura en función de las señales de libertad que entrega la política económica para el desarrollo productivo, lejos de la intervención directa del Estado, pero en función de indicadores como el tipo de cambio, la tasa de interés, o la política económica y comercial que, en general, se dirigen a estimular el crecimiento exportador y la inserción productiva de Chile.

Es decir, el trabajo, en cuanto a su estructura, su conformación en el ámbito productivo y de los servicios, expresa un cierto afán nacional, un espíritu que orienta las ambiciones de la sociedad en materia productiva y en cuanto a su organización social, como un derivado inevitable. Incluso en aquellos países en que, por infortunio, no existe la visión nacional sobre el proyecto país que se ambiciona, y la economía funciona desordenadamente, como a saltos entre indicadores que oscilan sin ningún sentido verdadero, es la situación de desempleo o de extrema fluctuación en la composición del empleo, o de nulos cambios en lo mismo, producto de la inercia económica, también es la situación del trabajo una expresión de esa ausencia de proyecto colectivo. En gran medida, es el trabajo una especie de barómetro sobre la situación económica global, y su conformación pasa a ser un reflejo de las mayores condicionantes de política económica y social.

Por ello, cuando se habla del "empleo" o de la "conformación del empleo", es que nos estamos refiriendo al trabajo en su dimensión social más significativa: como verdadero reflejo del proyecto nación que identifica a una sociedad en sus ambiciones más profundas. Materias como la conformación del empleo por sectores productivos, la normativa aplicable a temas de sindicalización, contratación y negociación colectiva, la existencia de mecanismos legales para facilitar la rotación del empleo y la existencia de capacitación y reentrenamiento para fomentar el traspaso de trabajadores entre industrias y actividades, son todas características de esa situación global del trabajo en un país, con todos sus derivados sociales y políticos, pero que identifican de manera plena el proyecto social en su conjunto.

Indudablemente de lo anterior fluye una serie de consecuencias en los ámbitos social o político. Las condiciones de trabajo, en cuanto a sus aspectos formales legales o sustantivos en lo productivo, se entienden como condicionante de la situación imperante. Tales condiciones derivan, en esencia, de la realidad productiva y de sus realidades económicas y financieras. Por cierto, la referencia se aplica por definición al llamado empleo formal de la economía, es decir aquel regulado y sujeto al ámbito de la negociación y de la normativa pública y privada. Pero lo mismo no se aplica al trabajo denominado informal, que va desde el desempeño productivo de las personas por cuenta propia, a las empresas familiares y a las medianas y pequeñas empresas; hay aquí un mundo que ocupa parte crucial de la realidad del empleo en el contexto de países en desarrollo, y que muchos denominan empleo precario, informal o, más simplemente, como empleo "no decente", en términos que no responde a leyes mínimas de subsistencia social y de protección a derechos básicos.

Por ello, cuando se habla de trabajo y se conmemoran los días en que la protesta logró consolidar un cuerpo legal y administrativo de protección al empleo, no se debe dejar de considerar que en nuestra patria, por ejemplo, aproximadamente un 40% de los trabajadores efectivamente ocupados, pertenecen a esta categoría de trabajo desprotegido, ejerciendo ello serias repercusiones de tipo social y económica. Por cierto, el mismo proceso de desarrollo económico debe ir brindando mayores oportunidades de empleo formal, es decir ocupaciones que proporcionan protecciones legales en cuanto a aspectos como condiciones de trabajo, remuneraciones, jornada laboral y planes de retiro. Pero es una realidad que el concepto de trabajo en nuestras realidades incorpora tanto este segmento informal, como aquel que responde -como expresábamos anteriormente- a los objetivos de Nación en cuanto a su proyecto de desarrollo económico y social, y que se estructura en torno a la realidad productiva formal de la economía.

La existencia de esas dos realidades del trabajo en nuestra sociedad llaman la atención sobre la necesidad de mecanismos solidarios para preservar la coherencia del cuerpo social. No hay que olvidar que la masa de trabajadores desprotegidos, mal remunerados y en realidad sujetos a su suerte como unidades productivas, puede desatar presiones sociales y políticas que impidan, finalmente, el progreso en lo que he llamado el proyecto nacional. No hay que dejar de prestar atención a los más desposeídos, ya que si bien muchos de ellos tienen un empleo, el mismo carece de las propiedades que le permitan sustentar adecuadamente a una familia, y desarrollar a los hijos con expectativas de avanzar en el plano económico y social. Por ello creo que la solidaridad, expresada en parte en el gasto social público orientado a las familias en pobreza o en mayor necesidad, es un componente fundamental de la estabilidad social que requiere la inversión y el crecimiento. Por ello se argumenta que la mejoría en la distribución del ingreso, lograda por medio de instrumentos sostenibles en el largo plazo, se constituye en un factor vital para alcanzar el desarrollo pleno. Esta mejoría distributiva tiene que ver, en gran medida, con las acciones orientadas al apoyo del trabajo informal o en mayor desmedro como producto de nuestra débil organización económica.

Resulta indispensable, al hablar del trabajo en su dimensión económica y social, el referirse también al desempleo. No cabe duda, como se expresa comúnmente, que cuando se tiene trabajo hay que agradecerlo, puesto que no existe nada más degradante para una persona que encontrarse en estado de necesidad, impedido de acceder a un ingreso, debido a su estado de búsqueda activa, pero no exitosa, de un trabajo remunerado. Hoy en día es tan común que, como producto de reestructuraciones de servicios y empresas, o simplemente por haber adquirido entrenamiento en el área equivocada, en la institución inapropiada, o en un ámbito de aplicación no correspondiente, muchos jóvenes se encuentren sin la posibilidad de encontrar su primera ocupación, mientras que otros pierden su contrato y pasan a ocupar un sitial en el desempleo abierto. Estas realidades sociales, indeseables por cierto, pasaran cada vez más a ser la norma de conducta del mercado laboral. En efecto, se predice que tendremos todos que cambiar de empleo al menos cuatro veces en nuestra vida, mientras que los procesos de tránsito de un empleo a otro pueden estar caracterizados por un prolongado desempleo, producto de las bajas en la actividad económica y los defectos de información que prevalecen en el mercado laboral. Se predice también que los jóvenes se demoraran mucho más en insertarse productivamente, en la medida en que la información sobre los conocimientos que tienen y la especialización que han adquirido, se hace más difícil y escasa frente a la mayor oferta educacional que no proporciona información transparente a los jóvenes sobre su futuro ocupacional.

En el lenguaje frío de los economistas, hay que esperar que la tasa de desempleo natural sea mayor en los días de la globalización, producto de esa mayor dinámica productiva caracterizada por giros abundantes en materia de estructura empresarial. Así, por ejemplo, en Chile se piensa que el desempleo estructural crecerá del 5% a cerca de 7%, involucrando aproximadamente 300 mil trabajadores con sus familias -los cuales deben considerarse en proceso de tránsito, de cambio, de reentrenamiento, pero en definitiva viviendo periodos relativamente largos de desocupación. Como se quiera, esta es una realidad que debe atacarse en sus consecuencias, especialmente cuando el desempleo se asocia a pobreza y cuando el desempleo mismo se convierte en un mal antecedente para buscar exitosamente un empleo satisfactorio. Por ello, los esquemas de seguro de desempleo y los planes de recapacitación y reentrenamiento son adecuados para minimizar los efectos negativos de este mal social. Mucho más difícil es lidiar con sus consecuencias cuando el origen de un desempleo masivo se encuentra en dificultades económicas mayores a nivel agregado -por ejemplo una recesión mundial o regional, o una depresión de la economía- lo cual llama una vez más la atención acerca de la importancia de una buena conducción económica para mantener en lo posible los equilibrios y evitar consecuencias sociales y políticas mayores.

Todo lo que he dicho hasta aquí corresponde a la dimensión del trabajo como realidad económica y social. He tratado de poner en limpio mis ideas acerca que cuando nos referimos al concepto de trabajo en una sociedad, nos estamos refiriendo a una concepción social en torno a un proyecto país, un proyecto económico-social, o una visión respecto de la estructura productiva que prima como consecuencia de las orientaciones globales de política. Pero también trabajo significa una enorme diversidad de condiciones, que llevan a los conceptos de empleo formal e informal, indicando con ello distintos tipos de condiciones. En cuanto a la diversidad del concepto debo también mencionar la inaceptable discriminación que prevalece, por ejemplo, contra la mujer, que es remunerada, a igualdad de condiciones, en forma menos significativas que sus contrapartes masculinos; esta es una imperfección, que también vinculo a la existencia de deficiencias en nuestras concepciones y realidades económicas. Finalmente, el desempleo ha sido señalado como una causa de grave daño al individuo, y que refleja un mercado laboral que arroja resultados que no son siempre necesariamente óptimos desde el punto de vista social. Aquí debe también el cuerpo social, como en todos los países desarrollados, ejercer una preocupación activa por aquellos que están marginados por condiciones laborales que no son siempre de responsabilidad individual.

Pero tengo también -cuando se me ha pedido hablar en esta celebración del día del trabajo-que referirme al concepto de trabajo en su sentido más profundo, su significado como valor personal y social. Se ha dicho siempre que el trabajo dignifica, y esto sigue siendo así a pesar que prime tan fuertemente en nuestra sociedad actual el principio del mínimo esfuerzo y el enorme privilegio que se otorga al consumo como fin último de nuestras acciones. Mal ejemplo damos a las futuras generaciones, cuando el trabajo es visto solamente como un medio para generar un ingreso que puede permitirnos consumir y cumplir con ambiciones menores. Tampoco es justo reclamar que debamos convivir en una sociedad gregoriana, en que el trabajo se ensalza y practica per se, aunque no necesariamente se una a aspectos de mejoramiento en la vida material. La educación y el trabajo deben ser, efectivamente, instrumentos de realización personal en lo material, y permitir acceder a mejores estándares de vida, ya que ello es , en definitiva, lo que marca la diferencia entre una sociedad pobre y subdesarrollada, de aquella menos pobre o rica que tiene una perspectiva de mejor futuro y mejor bienestar.

Pero tampoco significa esto que el trabajo se reduzca únicamente a los aspectos materiales que le son propios. El trabajo es un valor que ennoblece, que permite mirar al mundo en una perspectiva distinta puesto que da pie al crecimiento personal. El trabajo es, y debe ser, una fuente de aprendizaje, como también un mecanismo de interrelación con los demás. Quizás por eso son tan exitosas las firmas que promueven el desempeño laboral junto con posibilidades de encuentro social y de aprendizaje permanente. Se ha mostrado que los trabajadores sometidos a un medio que proporciona mayor estímulo en aspectos no necesariamente remunerativos, son también trabajadores más productivos y motivados. La llamada teoría de los salarios de eficiencia -que sostiene que la productividad de las persones puede ser estimulada o desestimulada por medio de decisiones empresariales que apoyen o no la conducta plena del trabajador- es hoy de plena aplicación en muchas empresas del mundo industrial, donde se busca estimular a la persona, y concebir al trabajador como una persona integralmente hablando.

El trabajo como valor, como agente disciplinador en lo social y personal, como instrumento de aprendizaje permanente, como creador de realizaciones individuales y como un proyecto de vida y de ejemplo, es quizás el aspecto que deba destacarse más allá de las implicancias meramente instrumentales. Quizás valga la pena reflexionar sobre el concepto de trabajo que subyace, en general, en el mundo asiático, en donde el esfuerzo se premia per se, y el trabajo es una manera de realizarse y de proyectarse en la vida, considerando que ésta se prolonga efectivamente en las siguientes generaciones. Mucho se ha dicho que es difícil competir con ello, porque sus exigencias son pocas respecto a la productividad que entregan; pero también es cierto que mucho de lo que obtienen dice relación con una realización como personas y como ejemplo vital intergeneracional. Sugiero no reemplazar nuestro modelo que tan estrechamente liga esfuerzo laboral con ingreso, sino que enriquecerlo, además, con una visión del trabajo que fortalezca la dimensión humana que es, en definitiva, el fin (y no el medio) de las cosas que ocurren a nivel económico y social.

Vaya, pues, en esta celebración del día del trabajo que auspicia nuestro Rotary Club, un saludo al trabajador que entrega su aporte para la realización del país. Un saludo a las personas, que hacen del trabajo un valor permanente y creador, y que proyecta por esa vía el futuro y el sentido de realización plena. Vaya a la sociedad chilena una expresión de deseo, un llamado, a que el sentido de solidaridad sea el complemento efectivo al resultado puro de las fuerzas de mercado, para proteger la inversión y el crecimiento. Vaya a Chile un mensaje de paz y progreso, desde esta vieja sala en que muchos corazones nobles han dedicado estos minutos a reflexiones sobre el valor del trabajo en nuestra sociedad, y saludo con afecto sincero a quienes ponen su esfuerzo para el progreso permanente de Chile.

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