Clase Magistral "Problemática actual de la modernización de la Educación Superior" del Prof. Luis A. Riveros, Rector de la Universidad de Chile, en el Departamento de Ginecología y Obstetricia.

Transcripción)

Hoy día el país enfrenta problemas de la calidad en todos los aspectos de la Educación Superior, particularmente el universitario, que no tiene absolutamente ningún tipo de normativa, o sea, las normas son tan elementales y tan insuficientes en Chile, que basta con que una sociedad con un buen capital cree una universidad con cualquier nombre y la desarrolle sobre la base, por ejemplo, de una carrera de Ingeniería Comercial o de Sicología, y que obtenga, entonces, sin grandes dificultades, su acreditación, es decir, su autorización, su autonomía, y que una vez obtenido esto, al día siguiente, esa universidad, pueda crear Medicina, Odontología, o cualquier otra carrera.

Eso evidentemente constituye una falta del esquema legal y el funcionamiento del sistema que es muy grave, porque posteriormente la producción de profesionales, como sabemos, en nuestro país, no tiene absolutamente ningún mecanismo de control, o por lo menos de consideración en términos de su desempeño profesional. Sabemos que los colegios profesionales perdieron este poder sobre el desempeño, sobre las normas éticas y todo lo demás, de manera que hoy día cualquiera que ha pasado por alguna de estas instituciones, puede tener un título de abogado, de médico, de ingeniero y, entonces, la teoría, por lo menos de quienes más apoyan este sistema, es que el mercado determinará quiénes, efectivamente, se desempeñarán como tales.

Entonces, aquí hay una falla que, en mi opinión, es muy grave, porque tiene que ver con fe pública. En nuestro país estamos acostumbrados a entrar a un despacho de un médico y atenderse con un médico, pero hoy día, como ya sucede en varios países de América Latina, y yo supongo de otras partes, hay primero también que mirar las paredes del despacho del médico, para ver qué tipo de diplomas cuelgan allí y saber si las universidades son más o menos, en la sabiduría popular, de un cierto rango, de una cierta categoría o no. Y eso sucede cuando podemos elegir, porque cuando no podemos elegir, como ocurre en los servicios de urgencia, evidentemente estamos en un problema mucho más serio y mucho más delicado desde el punto de vista de la fe pública.

Entonces aquí hay un vacío de normativa que es extremadamente grave. Y recién ahora, después de 25 años, se está intentando sacar una ley de acreditación, que, para mi gusto, va a ser igual que el sistema anterior que tenemos para la autonomía de las universidades, o sea, las vallas son tan bajas, que todo el mundo va a ser acreditado. Yo tampoco estoy alegando porque las únicas universidades que se acrediten en este país sean tres, pero sí estoy alegando para que haya normas razonables, aceptadas, variables en el tiempo; incluso para poder determinar cuál es la calidad que buscamos para la formación de profesionales, estableciendo además categorías. La ley establece un acreditado o un no acreditado que, por supuesto, es tremendamente insatisfactorio. Hay que buscar categorías de manera que existan universidades acreditadas por largo tiempo y otras por poco tiempo, además de las no acreditadas, para establecer un rango, un abanico, y que dé señales respecto a lo que se está buscando.

Nos conformamos con esto de los 400 mil estudiantes en el sistema de Educación Superior, cuando este sistema de expansión ha llevado además a otro problema, que es el problema de la sobre oferta, que ya es evidente en varias de nuestras formaciones profesionales. En este minuto, estimados colegas, en nuestro país hay alrededor de 23 mil estudiantes de derecho. Eso significa una tasa anual, más o menos, de unos 1.000 ó 1.200 abogados, y estos números son muy parecidos en el ámbito de la sicología, de la ingeniería comercial, del periodismo, y después vienen otros que son también en estos números, que son bastante aplastantes. Aplastantes porque tenemos evidencia de que hay una tasa no sólo de desocupación de profesionales, sino que una tasa de subempleo de profesionales que es tremendamente alta, y eso evidentemente que debe ser una preocupación, porque al final del día eso constituye una especie de estafa ya que la gente toma decisiones sin información.

Recién ahora el Ministerio de Educación, con el apoyo de la Universidad de Chile, está publicando una página en donde hay información respecto a cuánto está ganando hoy día un abogado, a cuánto está ganando hoy día un médico, pero existen graves debates a si se debiera dar esa información o no, porque la información debiera ser bastante desagregada. A mí me gustaría saber también cuántos son los desempleados y de qué universidades son, y cuál es la variancia de las remuneraciones, porque ahí dice lo que ganan los abogados, pero me gustaría saber cuántos trabajan como abogados, cuántos trabajan como ayudantes o cuántos trabajan como vendedores. Y se nos acusa de arrogancia y de agresividad, particularmente a la Universidad de Chile, cuando en realidad a mí me parece que es una pregunta legítima que la ciudadanía espera ver.

Yo creo que la información es fundamental, y la información hoy día es totalmente carente. Cuando un estudiante llega a las puertas de una universidad no sabe qué es lo que hay dentro de esa universidad. Edificios bonitos si hay, mucho vidrio, mucha construcción y lo que se destaca fundamentalmente es ese tipo de infraestructura, pero nosotros sabemos que lo más importante es lo que está dentro, y no sólo así, sino cuánto tiempo está dentro, porque es muy importante saber cuál es la dedicación de los académicos y cuánto tiempo dedica a la tarea universitaria.

Aquí hay una tremenda falencia, una falencia que tiene que ver con materia de acreditación, con materia de información, y yo he sostenido que la única forma de poder abordar ese problema es creando una superintendencia de Educación Superior, que entregue información, así como lo hacen las otras superintendencias que tienen que ver con regulación de sistema bancario, del sistema de pensiones, del sistema de seguro, del sistema de salud, etc., donde hay obligación de entregar información a los usuarios, y donde además hay regulación que se instaura, se pone en su lugar; obviamente con un sentido profesional, pero a mí no me convencen las comisiones del Ministerio de Educación, porque el Ministerio de Educación depende de los ciclos políticos y las comisiones van cambiando o se van componiendo de acuerdo a estos ciclos. A mí me parece que el Ministerio de Educación y los ministerios en general, debieran mantenerse fuera del ámbito regulatorio, y el ámbito regulatorio hay que dejárselo a entes independientes que sean nominados por el Congreso a propuesta del Gobierno, pero que tengan duración, estabilidad, más allá de los períodos políticos presidenciales o ministeriales. Yo creo que este tema no se ha abordado suficientemente y, como ustedes se han dado cuenta, hay un debate sobre si debiésemos en verdad abordarlo, porque aquí hay un sector importante del país que piensa que esto es un cierto estatismo: hay que dejar que el mercado funcione, y otros que creemos que en realidad el mercado funciona, pero funciona en otros ámbitos que no tienen que ver con esto, donde se requiere información mucho más elaborada. Yo realmente no conozco ningún país industrial donde estas cosas funcionen así, francamente.

Entonces aquí hay una gran preocupación, yo creo que hay un gran reto que este Gobierno y los otros gobiernos lo han afrontado con extrema lentitud y permisividad, y quiero ser más franco todavía, yo creo que no se ha atrevido el poder político de este país a meterse en este problema para establecer buenas y adecuadas regulaciones, porque hay conflicto de interés, y porque cada grupo de interés de este país, cada grupo político, tiene una universidad, eso lo sabemos, hay vinculaciones y evidentemente aquí hay una especie de empate, no meternos en el problema, porque finalmente el sistema tendrá que ir cediendo, y tendrá que ir cediendo porque también le vamos quitando alfombra a las universidades complejas del país como ésta, y en que evidentemente su decaimiento produce material, público, clientela para ese otro sistema, y llevando además esto una cantidad de afirmaciones paralelas, por ejemplo, el sistema universitario no necesita llevar a cabo investigación, porque la investigación se puede comprar, la investigación la dan las empresas, y naturalmente que eso también pone a este esquema de universidades complejas que desarrollan integridad de tareas en materias de investigación y docencia, un poquito también de lado, y eso tiene que ver con los temas de financiamiento y las recursivas discusiones sobre este tipo de materia. Lo que hay acá en definitiva es ausencia de política, una política clara, orientadora, que diga que aquí vamos a privilegiar calidad en lugar de cantidad y que, en segundo lugar, ponga una cantidad de reglas que sean obviamente aceptables y estables en el tiempo. Esta materia de acreditación ya lleva en el Parlamento un año y medio, y yo tengo la toda sospecha que no hay claro entendimiento del problema de fondo. He estado en las comisiones discutiendo estas materias y a mí me parece que se legisla con un sentido de cortoplacismo que es francamente preocupante cuando uno mira aspectos como educación en el país, donde tenemos una crisis de calidad y que necesita evidentemente instrumentos mejores. El sistema tiene una gran cantidad de estas notas de ineficiencia, además tiene problemas organizacionales, que tienen que ver también con ineficiencia. El Consejo de Rectores de Universidades tradicionales, hoy día no cumple, francamente, ningún propósito. El Consejo de Rectores son las 25 universidades tradicionales, así llamadas, que reciben aporte directo del Estado y que vienen, por lo tanto, de la tradición, de los años 70 y 60, cuando con ocho universidades se conforma un Consejo de Rectores, donde se discuten políticas y orientaciones para el sistema, pero posteriormente aquí se adicionan las universidades derivadas de la Chile y de la Universidad Técnica del Estado, y que conforman este grupo de 25, a la cual también contribuyeron algunas derivadas de la propia Universidad Católica, que constituyó alguna sede en universidad independiente.

Pero el Consejo de Rectores, entonces, hoy día, respecto del contexto universitario, va representando cada vez menos, hay alrededor de unas 62 ó 65 universidades privadas, las universidades del Consejo de Rectores son 25, y este año el Consejo de Rectores está ofreciendo alrededor de unas 45 mil vacantes, y nuestra estimación es que el sistema privado está ofreciendo alrededor de unas 65 mil vacantes. De manera que lo que ha existido en el tiempo es que se ha ido achicando el Consejo de Rectores o se ha ido quedando en niveles menores, y el sistema privado ha ido creciendo mucho más. Y la pregunta, entonces, ¿qué propósito de política, aunque no sea un propósito sustantivo de influir por la vida de las cantidades, cumple el Consejo de Rectores? Mi respuesta, francamente, es ninguna. No hay discusiones de política sobre estas materias, no hay orientaciones, porque además la variancia al interior del Consejo de Rectores es bastante grande entre las universidades, por sus tareas, por su dimensión, por este nivel de complejidad. Yo he sugerido que el Consejo de Rectores hay que disolverlo, porque creo además que, cuando la Universidad de Chile quiere discutir con él, no vamos a decir la Universidad de Chile mejor, porque felizmente esta institución todavía tiene faldas propias, pero cuando la Universidad de Los Lagos quiere discutir su problema financiero, o su problema de reajuste de remuneraciones, lo tiene que hacer frente al señor rector de la Universidad Católica, que también opina sobre estos temas. A mí parece que eso es inapropiado, porque el dueño de la Universidad de Chile y de las Universidades del Estado, es el Estado chileno, y el dueño de la Universidad Católica no es el Estado chileno, ni de la Universidad de Concepción, ni de la Universidad Austral. Es decir, aquí hay una confusión organizacional que no está claramente diseñada. Yo soy partidario de crear un Consejo de Universidades Estatales, donde se discuta la política de Estado en materia de Educación Superior, para que efectivamente la Educación Superior estatal se convierta en el estándar del sistema. Yo entiendo que así funciona en los países desarrollados, tanto en Estados Unidos, como en Japón, como en Europa. El sistema estatal es un estándar, es el nivel, o sea, esa es la valla, pero aquí no tenemos esa política ni esa decisión, en gran parte por este tema organizacional, pero además que también es un poco absurdo que este sistema funcione sin siquiera ningún tipo de coordinación con las universidades privadas.

Hay que reconocer que las universidades privadas están ahí, y se van a quedar ahí. Y en segundo lugar, hay que reconocer que hay varias universidades privadas que están haciendo un trabajo en serio, o lo más en serio posible dentro de todas las limitantes del sistema y que, por lo tanto, debiésemos ser capaces de organizar una asociación chilena de universidades, donde nos pongamos de acuerdo sobre elementos básicos que tengan que ver sobre regulación y acreditación. Con respecto a estas materias no ha habido un gran entusiasmo, yo creo que el sistema funciona bastante desordenado, y no hemos sido capaces ni ha habido voluntad política desde el Ministerio de Educación, pero también, francamente, desde las propias universidades para poder liderar una organización distinta que propenda a establecer debates que ayuden en el diseño de política pública para una mejor gestión del sistema. Esto es preocupante por los niveles de desarrollo que están adquiriendo las formaciones profesionales, que ya están causando grandes presiones, y que, evidentemente, no tienen en este minuto un contexto de política apropiada.

El otro tema tiene que ver con la iniquidad. Este año la nueva prueba que, como ustedes saben, no es tan nueva, es una prueba de aptitud académica modificada, para ir subiendo un poquito los niveles de conocimiento que se requieren para medir aptitudes, entonces saltamos de un promedio de primero medio en matemáticas, que era un poco absurdo, y ahora ya estamos en segundo medio, y vamos a llegar a tercero medio en matemáticas, como requerimiento de conocimiento para poder presentar la prueba. Bueno, esta prueba la dan 160 mil estudiantes, la mitad de los cuales tienen como ingreso promedio familiar bajo los $280 mil mensuales, o sea, estamos hablando de estudiantes pobres, considerando cualquier tipo de medición de línea de pobreza, de cualquier criterio, y eso obedece, francamente, en realidad, a la situación social del país. No hay que cerrar los ojos, este es un país que tiene todavía US$4.200 per cápita, y en que hay un 23% de la población que está bajo esta línea del 23%, y en consecuencia uno piensa cómo estos jóvenes entonces van a enfrentar una universidad que está cada vez esta más presionada, todo el sistema, para reflejar en sus aranceles los costos de la docencia. Entonces uno descubre que hay universidades, como ésta, que tienen un alto subsidio a la docencia, porque un arancel en Medicina de $1 millón 900 mil no cubre los costos de la docencia en Medicina, ni en Ingeniería. En cambio, el sector privado tiene aranceles que fluctúan para la misma carrera, entre $3 y $4 millones y medio, lo cual significa mensualidades de $400 y $450 mil, entonces aquí hasta los estudiantes pobres están yendo ya a las universidades privadas, porque aquí hay un tema de costo que es mayor, y yo no estoy diciendo que aquí exista solamente una tasa de rentabilidad por parte de las universidades privadas, que eso son los costos probablemente, o lo más cercano a los costos reales de hacer docencia: tener infraestructura, tener equipamiento que hay que ir cambiando, etc. Muchas no lo hacen, ciertamente, pero eso evidentemente que es pura rentabilidad a corto plazo, porque eso no tiene perspectiva de desarrollo. Pero cuando uno está gestionando una institución como ésta, que tiene que invertir todos los años para poder estar al día, evidentemente que el costo de la docencia crece significativamente. Y tenemos en Chile un sistema absolutamente carente en materia de apoyo estudiantil, y de allí, entonces, todas estas manifestaciones de los estudiantes que alegan porque quisieran créditos, y claro, a eso hay una cantidad de adiciones de políticas y de eslogan y de todo lo demás, pero en el fondo hay un problema real, o sea el país enfrenta todos los años, y el próximo año volverá a enfrentar, un déficit importante en términos de lo que hemos dicho en los discursos, el recurso que va a los estudiantes para que puedan permanecer en la universidad.

Y aquí no estamos hablando, entonces, de los estudiantes que ingresaron sin prueba de aptitud académica y en universidades privadas, que tienen currículo discutible, cuya calidad todavía está por verse, sino en universidades ya un poquito más sólidas, y ni siquiera voy a hablar del segundo nivel de universidades derivadas del Consejo de Rectores, de las primeras solamente. Estamos hablando de la Chile, de la Católica, de Concepción, de la Austral, de la Santa María, de la Universidad de Santiago. Solamente sumando éstas tenemos un déficit de crédito de unos $5.000 millones previstos para el próximo año, y si uno suma todo el Consejo de Rectores, tenemos $8.000 ó $9.000 millones de crédito para un monto total de crédito que deben ser unos $60.000, o sea, hay un déficit entre un 10% y 15%, y eso ha venido produciéndose todos los años, y esto es crédito, crédito que deben pagar una vez que salgan los estudiantes. Sin embargo, no pagan cuando salen; primero, porque hay una cultura de que lo que se le debe al Estado no hay que pagarlo y, en segundo lugar, porque también es cierto de que hay mucha gente que ha recibido crédito y no está trabajando, o no está trabajando por lo menos en lo que estudió, entonces, la gente dice: "por qué tengo yo que pagar algo que en realidad no estoy usando", o sea, aquí hay un problema grave de gestión por un lado y, en segundo lugar, un grave problema de falta de recursos por otro.

Nosotros enfrentamos el problema de estudiantes de esta Universidad que tienen crédito que vienen de familias de pocos ingresos, son estudiantes capaces, pero como viven en Huechuraba en una población, viven hacinados, es gente que le va mal, precisamente por su nivel socioeconómico y, entonces, nosotros hacemos un esfuerzo para darles becas de alimentación y de algún apoyo, pero los esfuerzos de la Universidad son limitados, es decir, aquí hay una ausencia de apoyo socioeconómico a los estudiantes capaces que entran a las universidades más importantes del país. El Ministerio de Educación, para el próximo año, comenzará a hacer un esfuerzo, y poder poner becas junto con crédito universitario, lo que a mí me parece un enfoque correcto, porque no sacamos nada con decirle a un estudiante pobre que es muy capaz: "vaya, yo le pago el arancel", si al próximo día no tiene plata para la micro, o no tiene para comer, o estudiantes de regiones que no tienen alojamiento. Esa es una realidad que tenemos que enfrentar como país, algunos dirán: "es un problema del mercado, ellos lo arreglarán"; pero aquí es evidente que hay una falencia tremenda que apunta precisamente contra los sectores más desposeídos, pero que tienen capacidad intelectual para estar aquí, en una Universidad como está, por ejemplo.

Lo segundo es la clase media, porque la clase media no tiene estos $280 mil mensuales de ingreso, tendrá $600 mil, $800 mil o $1 millón, pero evidentemente que sabemos que los costos de la universidad van bastante por encima de las posibilidades de una familia de clase media, especialmente cuando hay uno, dos o tres hijos, y la clase media no tiene crédito. Entonces aquí hay déficit de crédito para los que son elegibles para crédito, pero si uno suma a los que no son elegibles pero necesitarían, evidentemente que estamos hablando de magnitudes mucho mayores. Este tema no se ha abordado tampoco con suficiente claridad de política, yo por supuesto que tengo muy claro que no se trata que el Ministro de Hacienda ahora haga un cheque más grande y solucionamos el problema, evidentemente que hay aquí carencia de recursos, hay temas de énfasis, pero este problema tampoco entonces es independiente del primero, que es el tema de la ineficiencia. Y cuando nos estamos preocupando ya por darle crédito a los estudiantes de las universidades privadas, que no sabemos realmente cómo se seleccionan, por lo menos en el caso de las universidades tradicionales sabemos cómo se seleccionan, y por lo menos podemos decir: "son buenos, porque tienen buenos puntajes para entrar a una universidad como ésta", pero cuando ya estamos tratando de resolver el problema de crédito en las otras, evidentemente uno dice: "a mí me gustaría que primero se solucione el problema en éstas y se les dé un tratamiento con perspectiva, y después abordemos las otras", pero aquí hay una confusión, entre las presiones políticas que para sacar una cosa, se negocia con ciertos sectores políticos que piden otras cosas y, evidentemente, aquí se entra entonces a una ensalada, si ustedes me permiten la expresión, de medida, de iniciativa, que no pone un norte claro al desarrollo del sistema.

En general yo creo que nuestro sistema de Educación Superior ha ido perdiendo calidad significativamente con estos desarrollos cuantitativos, con estos problemas de financiamiento de los estudiantes de pregrado, y ha ido también perdiendo calidad, porque el financiamiento que existe para la investigación y para el posgrado es insuficiente. Es totalmente insuficiente que este país gaste un 0,6% del producto interno bruto en investigación científica y tecnológica, eso incluye el gasto público y el privado. Cuando nos queremos comparar con los países que hemos firmado convenios comerciales de todo tipo, estamos hablando de países que gastan entre un 2% y un 3% del producto interno bruto en esto, con productos que son bastante más grande por lo demás. Entonces estamos muy atrás, y para un país que tiene US$4.200 per capita, estamos muy atrás en términos de estas materias de invertir en conocimiento. Y el próximo año hay una disminución todavía de todo el sistema de becas para los programas de posgrado, para los doctorados, porque generalmente en el país cuando hay que recortar, se recorta donde duele menos, desde el punto de vista de los criterios políticos, pero también de donde duele más desde el punto de vista de la perspectiva a largo plazo del país. Entonces el sistema ha ido perdiendo fuerza, y hay mucha satisfacción por los números, el crecimiento, las coberturas, pero muy poca preocupación por la calidad de un sistema que todavía tiene estándares internacionales bastante aceptable. Nuestros comparadores, los de esta universidad internacionalmente, desde el punto de vista de producción, desde el punto de vista del trabajo que hacemos, son totalmente aceptables, pero todos los días sabemos nosotros que está el riesgo, porque hay que empezar a abordar problemas que son bastantes más primarios y sacrificar muchas veces cosas que esta institución está en condiciones de hacer, pero no puede enfrentarlo por los conocidos y reconocidos problemas del financiamiento.

El debate político. Este va a continuar, este Ministro de Educación ha entendido la profundidad de estos debates y estos dilemas, y creo que ha tomado varias acciones que van en la dirección por lo menos de despertar algún tipo de preocupaciones sobre esta materia, pero yo creo que si el país no quiere un acuerdo de largo plazo con respecto a qué es lo que quiere hacer en educación y de cuán es importante la educación como una ventaja comparativa en este mundo que estamos enfrentando, entonces simplemente vamos a seguir abordando cosas a saltos, hacer programas para perfeccionar profesores, que duran uno o dos años, hacer programas para que aumente el tiempo que los niños están en los colegios, o hacer de repente otros programas para ver cómo arreglamos un poquito el tema universitario, pero aquí no hay un norte claro en materia educacional, y menos aún en materia de educación científica, y eso ciertamente el país lo necesita. He visto muchas veces los programas de los distintos gobiernos, en sus candidaturas, o las cosas que dicen los partidos políticos, y yo no veo desde el mundo político una preocupación de verdad sobre estos temas.

Aquí necesitamos enfrentar el tema educacional con una perspectiva de quince años, reconocer dónde estamos, reconocer el terreno que hemos perdido, reconocer que fuimos un país que tenía un liderazgo muy importante hace algunos años, pero hoy día es un país que en cualquier medición está a la cola del mundo, a la cola de los países latinoamericanos, donde nosotros fuimos líderes en muchos campos, eso todavía no nos ocurre en las universidades, pero ciertamente que vamos en esa dirección. Yo creo que eso es francamente preocupante para un país que por otro lado tiene sueños de llegar al desarrollo, sueños de exportar con mucho valor agregado para saltar de las frutas, del vino, de las piedras y de los pedazos de madera, a algún tipo de producción que represente efectivamente un potencial de desarrollo para pasar de ser un país que exporta. Reconozcámoslo: hoy día somos exportadores porque tenemos mano de obra barata. ¿Por qué no tratamos de ser un país que exporte? Tenemos conocimiento incorporado a lo que estamos produciendo. Yo creo que esos grandes retos que están en los discursos, no están, sin embargo, en los diseños de la estrategia política. Yo encuentro que eso es francamente lamentable, cuando estos problemas que son tan graves y tan vitales para un país, se van abordando a pedazos, y se van abordando sobre las bases de los debates de corto plazo, pero no sobre la base de una política que debiéramos concordar como país en términos de lo que queremos hacer para largo plazo.

Todas estas preocupaciones, como ustedes comprenderán, colegas, afectan e influyen, de alguna manera, el quehacer en la Universidad de Chile. Nosotros estamos en un plan estratégico, porque frente a este desorden que tiene el sistema, nosotros tenemos que consolidar calidad, y eso es lo que estamos tratando de hacer en todos los frentes, con la reforma del pregrado para tener un sistema distinto de ingreso a la Universidad y mejorar nuestro potencial de selección, con el potencial que estamos desarrollando en los programas de posgrado, porque esta Universidad en este ambiente de desorden en el sistema, tiene que ser la exportadora de académicos para todo el sistema, ese debe ser un posicionamiento estratégico y, por lo tanto, no asustarnos que la gente de la Chile se vaya a hacer clases a otras partes. Yo encuentro que es muy bueno que gente de la Chile se vaya a hacer clases a otras partes, nuestros egresados, nuestros doctorados, siempre y cuando seamos capaces de mantener a los mejores y a los buenos académicos para seguir manteniendo esta estrategia. Tenemos que seguir potenciando nuestra investigación, nuestros indicadores de investigación son los mejores del país, sin ninguna duda, comparado con todas las críticas o consideraciones que uno quiera, cualquier comparación nos pone en el nivel 1, pero estamos comparándonos muy bajo, yo creo que tenemos que empezar a mirar hacia el resto del mundo. A mí no me interesa que estemos bien respecto a alguna universidad de la competencia, a mí me interesa que estemos bien respecto al mundo al que nos queremos integrar, y francamente ahí tenemos todavía mucho que avanzar en materias de investigación, tenemos todavía mucho que hacer en esa materia, pese a lo bien que lo hacemos para nuestro medio.

Entonces hay retos bien importantes, el reto de poder también mantener al buen capital que llega a esta Universidad, en términos de sus estudiantes. No olvidemos que la Universidad recibe estudiantes que están más o menos en el 5% superior de la distribución, o sea, son de los mejores del país, por lo tanto, tenemos que ofrecerles entonces la ventaja comparativa enorme que significa estudiar en una institución diversa y de alta calidad académica. Estamos tratando de profundizar eso, porque evidentemente frente a estos retos, yo creo, que al fin del día lo que va a pasar es que subsistirán las buenas universidades, se consolidarán las buenas, y habrá una gran cantidad de instituciones que harán negocios, obtendrán buenas tasas de rentabilidad con lo que están haciendo, habrán muchas entradas y salidas, habrán muchas consolidaciones, habrán muchos grupos, como ya ocurre, que vienen a invertir y se compran por aquí una universidad, tal y como se compra una panadería, y está muy bien porque hay que reconocer que esa es una empresa que tiene un retorno y, por lo tanto, hay inversión para obtener ese retorno. Pero nosotros, en cambio, tenemos que cuidarnos de seguir consolidándonos como la Universidad líder del sistema, porque mientras haya Universidad de Chile, estoy convencido, por lo menos, habrá una esperanza, porque por lo menos habrá una referencia hacia dónde mirar de lo que debe ser una institución de Educación Superior que guíe sus pasos, no por el afán de ganar, sino por el afán de producir para el país.

Muchas gracias por su invitación.

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