Discurso del Prof. Luis A. Riveros, Rector de la Universidad de Chile, en Ceremonia de Inauguración del Primer Encuentro Nacional de Líderes Universitarios Socialmente Responsables.

(Transcripción)

Voy a aprovechar la presencia de estudiantes de Ingeniería Comercial para indicar lo que a mí me parece que es un fenómeno fundamental del trabajo que realizan las universidades: la diferencia entre la rentabilidad privada y la rentabilidad social.

Se mira el proceso educacional en pequeño, que es lo que muchos privilegian como todo el quehacer educacional; sin embargo, uno debe mirar a la educación universitaria, a la formación profesional, como una inversión. Una inversión en la cual se ponen recursos de todo tipo, incluyendo los financieros, pero también nuestras capacidades, nuestros tiempos, nuestra dedicación para, entonces, convertirnos en médicos, doctores, matemáticos, ingenieros o abogados. Y evidentemente que esa inversión, que es un esfuerzo de años, que se acumula, debe tener un retorno financiero. Es decir, cuánto más los ingresos de una persona pueden crecer en ese contexto de largo plazo cuando pasa de cuarto medio a tener un título profesional, luego de cinco o seis años de estudio en la universidad.

En consecuencia, los ejercicios cuantitativos que hay sobre esta materia (que son bastantes) en todo el mundo muestran que la educación universitaria es una cosa muy rentable, y las estimaciones de todo tipo tienen fluctuaciones comparativas pero, en general, muestran números que cualquier inversionista diría: "esos números son atractivos para poner recursos", y eso justifica el desarrollo de muchas entidades que lo que hacen es propender esencialmente a adoptar esta visión del mundo, a ofrecer este servicio a clientes que son los que se sientan en las clases a escuchar y que, finalmente, entonces, recibirán en el largo plazo esto que ellos están hoy día financiando.

Sin embargo, la cuestión es si la formación universitaria es solamente eso. Si uno la restringe a ese ámbito por cierto que puede hacerlo muy bien, y tener los mejores académicos para formar a los mejores abogados y que entonces todavía sea más rentable financieramente aquello e invertir en laboratorios, en sistemas comunicacionales y todo lo demás que hacen las universidades. Y la pregunta es si evidentemente eso es lo único que debiera conformar el quehacer universitario.

La respuesta la da la propia economía. Existe una diferencia sustantiva entre la rentabilidad social y la rentabilidad privada, y esa diferencia es cada vez más importante en la medida, en primer lugar, que el aporte productivo de los nuevos profesionales con beneficio social, no solamente el privado sino también en aquellas realidades en que llegar a ser universitario, constituye un grupo selecto desde muchos puntos de vista, pero particularmente el socioeconómico. Entonces los propios economistas nos hablan que existe una serie de externalidades que son efectos formativos de impacto social que no necesariamente se reproducen en esta formación con la visión privada en que hay un diferencial de salario, una tasa de retorno que justifica la inversión.

Yo creo que las universidades y el sistema de Educación Superior, en general, ha ido perdiendo esta perspectiva del quehacer universitario. Hemos ido cada vez más detrás de esta orientación privada, y hemos ido cada vez más señalando -a los estudiantes- que el esfuerzo se va a reflejar solamente en estas ganancias que uno espera que se tengan, naturalmente, en el mercado y que son totalmente legítimas. Pero las universidades hemos ido perdiendo este sentido de nuestra responsabilidad social, que es parte importante también del esfuerzo que se realiza en términos de la inversión formativa que realizamos. Por lo tanto, eso tiene una respuesta en la propia economía. Es decir, en la medida que nos restringimos las universidades somos menos rentables, y eso lleva, como resultado, a que la sociedad también esté mucho menos interesada en poner recursos en las universidades. Para qué, si es un negocio privado. A ninguna sociedad se le ocurriría poner recursos en las panaderías, si la panadería es un negocio privado en que hay un señor que fabrica pan y vende pan a los consumidores, y eso funciona con un mecanismo de precio que no tiene nada que ver con beneficios sociales o privados: son los beneficios del señor dueño de la panadería y de los consumidores que ven un beneficio en el consumo del pan y están dispuestos a pagar por ello.

Muchos, y si no vean la editorial de El Mercurio del día de hoy, ven al funcionamiento del sistema universitario en esa perspectiva. Los estudiantes son clientes dispuestos a pagar y, por lo tanto, dispuestos a ser exigentes, y eso es bueno para el sistema universitario, porque posteriormente ellos van a hacer uso de esas habilidades, conocimientos, destrezas adquiridas en su desarrollo individual y, en consecuencia, van a capturar el retorno que justifica la inversión.

Entonces el gran debate de fondo acá es qué son las universidades. Son solamente eso o las universidades debiesen tener también, por la naturaleza de su trabajo, un trabajo de proyección social. Porque entonces, si es cierto lo primero, habría que empezar a pensar en cuán poco rentable es estudiar alguna disciplina. Cuán poco rentable es estudiar historia, quizás sociología o antropología, y desde luego artes, con algunas excepciones. Y cuán rentable es entonces poner mucho más recursos en las ingenierías, en el derecho, en la medicina. Entonces restringimos, además, disciplinariamente, a las universidades, y si no vean ustedes las ofertas de carreras que existen hoy día en Chile. Hacia dónde se ha orientado el sistema y hacia dónde se orienta la investigación, como muy bien indicaba Mónica (1). Eso nos preocupa, la investigación es cada vez menos con preocupación por los temas del país, hay cada vez menos recursos para hacer arte, para hacer humanidades, para hacer trabajos en ciencias sociales. Cada vez más los recursos se orientan a las llamadas ciencias duras, claro, porque esas tienen un respaldo productivo posterior que naturalmente es muy legítimo y muy importante, pero que no significa dejar este otro ambiente de trabajo universitario que es tan fundamental. Porque como muy bien han dicho expertos: "bueno, y si eliminamos de las universidades a las humanidades y las ciencias sociales", finalmente quién será capaz de poner las preguntas que deberán investigar las ciencias duras y quién será capaz al final del día evaluar la calidad de las respuestas.

Es decir, las universidades -para ponerlo en una dimensión distinta- han ido perdiendo la esencia fundamental de una universidad: el humanismo. El humanismo es el ser de la universidad, y eso diferencia a la universidad de una fábrica de profesionales. Por lo tanto, el esfuerzo es justamente rescatar eso, que no es simplemente un problema de darles tres horas a los estudiantes para que hagan trabajo voluntario, o de tener un cursito electivo por ahí sobre responsabilidad social, sino que es de impregnar de valores, como decía Rodrigo (2), la formación de los estudiantes de la Enseñanza Media y de la universidad para indicar que tenemos nuestra responsabilidad más allá de ser buenos médicos, abogados, o ingenieros, que tenemos que serlo ciertamente y muy productivo, pero además con una responsabilidad social. Nosotros en esta Universidad la hemos indicado como la vocación de servicio público y queremos que la diferencia sea precisamente, en las buenas universidades, que sus profesionales, aparte de ser los mejores ingenieros, abogados, médicos, sean también caracterizados por una vocación de servicio público. Eso no significa, evidentemente, convertirnos todos en monjes y dedicarnos a hacer entrega de todo nuestro tiempo voluntario y gratuitamente. Significa que al final del día siempre hay un espacio para poder colaborar con el resto, para poder hacer una entrega voluntaria en nuestro esfuerzo al resto. Lo que nos enseñaban en los viejos tiempos en la universidad, que teníamos una labor que responder, que teníamos una responsabilidad por lo que estábamos recibiendo y eso nos llevaba a muchos a sacrificar, probablemente, unos pocos pesos más. Por ejemplo, dedicarnos a ser profesores de Estado, a trabajar en provincias, o los médicos a trabajar en lugares no de gran excelencia financiera, a los ingenieros, a los técnicos, a hacer servicio social. Yo creo que eso hay que recuperarlo, y eso no se recupera desde la superestructura de la universidad, porque claro, nosotros estamos convencidos de estas materias, estamos convencidos de la necesidad que tiene que haber un cambio, pero ese cambio tiene que venir también desde abajo. Los cambios fundamentales -cuando enseñamos materia de política de empresa- tienen que venir de abajo hacia arriba, no de arriba hacia abajo. Aquí no funciona un decreto que diga "hágase más trabajo social en la universidad", eso tiene que venir de los estudiantes.

Por eso es tan importante para nosotros la participación estudiantil, y por eso es que creemos en la participación estudiantil. Porque los estudiantes son capaces, primero, de mirar por encima de nuestros problemas cotidianos: cómo equilibro mi presupuesto o cómo hago funcionar esto sin que tenga grandes conflictos desde el punto de vista del manejo de una institución. Los estudiantes pueden mirar por encima de eso y mirar mucho más allá en el tiempo de lo que somos ya capaces nosotros. Por lo tanto, las ideas de los estudiantes, las iniciativas de los estudiantes, sobre todo en materia como éstas, son fundamentales para que exista un cambio en la universidad. Yo pienso que no hay reforma más importante en la universidad hoy día que esta reforma valórica, esta reforma profunda que, créanme, va a ser la diferencia fundamental entre lo que es una universidad y lo que es una institución de formación de profesionales al estilo de línea de producción. Esa es la diferencia fundamental. Es cierto, para nosotros ha sido un debate permanente: qué vamos hacer con las universidades privadas. Hoy no nos preocupan mucho las universidades privadas, sin embargo, mirando en perspectiva, quizás, en unos 15 años más, preocupémonos de las universidades privadas. Hoy nuestra ventaja comparativa es formar personas con vocación de servicio público y hacer ahí la gran diferencia y, por lo tanto, restringir a la universidad privada a ser lo que es: una fábrica de profesionales que pueden hacerlo muy bien, pero los líderes del país y los líderes del sector privado se formaran en universidades con gente que entienda cómo funciona el país y con gente que sienta una vocación de servicio al país. Que no significa ser más malos ingenieros comerciales, sino que significa ser mejores ingenieros comerciales, porque liderar una realidad significa entender la realidad primero que nada, y eso debe que ser parte del curriculum universitario transversalmente. Es por eso que estamos en un esfuerzo, también, de modificación de todo el sistema de ingreso a la universidad, para tener un sistema distinto de formación profesional, porque necesitamos transversalizar el conocimiento, y nuestros ingenieros, nuestros médicos, nuestros ingenieros comerciales deben aprender más de valores, de historia, de sociología, de historia de la cultura, tal y como nuestros abogados, nuestros historiadores y nuestros politólogos deben aprender también de estadística. Eso, evidentemente, da una perspectiva distinta a la universidad y en eso estamos trabajando.

Esa es la conducción fundamental del cambio, pero el rol de los estudiantes en esto a mí me parece central. Esto no es, como he dicho, una cosa de decreto. Es una cuestión de espíritu que surge de abajo, surge de las iniciativas de ustedes, del empuje de ustedes para que las cosas vayan cambiando, y porque ese cambio es fundamental para que la universidad, la universidad chilena, se consolide.

De manera que nada más grato que tenerlos acá. Yo creo que ésta no es una reunión más de tantas que se hacen. Una reunión que a lo mejor uno debiera haber esperado una multitud, pero creo que es mucho mejor que sea una reunión de los buenos, de los selectos, de los comprometidos, porque ustedes efectivamente son capaces y deben ser capaces de liderar este cambio que necesita la reforma universitaria de esta primera década del siglo XXI en Chile.

Les deseo lo mejor para esta reunión, sean bienvenidos, siéntanse en su casa. Esto no es solamente un slogan: la Universidad de Chile es la Universidad de todos los chilenos, por lo tanto, es la Universidad de todos ustedes, independientemente de donde estén estudiando.

Muchas gracias por estar acá.

 

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Notas
1. Sra. Mónica Jiménez, Presidenta del Directorio de la Corporación Participa y líder del Proyecto Universidad Construye País.
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2. Sr. Rodrigo Tobar, estudiante de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.
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