Discurso del Prof. Luis A. Riveros, Rector de la Universidad de Chile, en Ceremonia de Inauguración de la Escuela de Formación Cívica para Líderes Secundarios.

(Transcripción)

Para comenzar, no puedo dejar de recordar que con Ricardo Hormazábal (1 ) que está sentado ahí, ex Senador de la República y profesor actualmente de esta Escuela y del Instituto de Asuntos Públicos, fuimos dirigentes secundarios. Ricardo fue Presidente del Centro de Alumnos de nuestro liceo, del Liceo Amunátegui, y fuimos también dirigentes de la Federación de Estudiantes Secundarios, y realmente esa fue nuestra Escuela. Con Ricardo no compartíamos las mismas visiones políticas, no éramos de las mismas ramas, pero siempre, toda la vida -y ya hemos recorrido bastante de la vida-, tuvimos la oportunidad para poder conversar, entendernos, compartir y acordar cosas. Creo que nosotros fuimos demócratas esencialmente porque nos formamos en esa cultura, la cultura de tener que enfrentar responsablemente a otros, de tener que dar cuentas ante otros, de tener que traspasarles las ideas de uno a otros y tener que aceptar también las visiones de otros.

Es por eso que creo que esta reunión es tan importante, porque se congregan aquí dirigentes secundarios que están de alguna manera aprendiendo en esta vocación, que es una vocación difícil en estos días, porque las instancias de participación y debate son muy pequeñas en nuestra sociedad por distintas razones. Una de ellas es porque alguna vez alguien se convenció de que era mejor que uno pensara y los demás obedecieran, y en definitiva esa cultura ha permeado tanto en nuestra sociedad que las cosas a veces funcionan de ese modo y, por lo tanto, las instancias de participación y de discusión se han ido perdiendo y, además, también se ido perdiendo ese espacio de tolerancia que uno debe tener para aceptar las ideas de otro aunque no las comparta y poder de alguna manera también integrarlas en el esquema total.

En nuestra sociedad estamos a veces tan ocupados todos hablando, que no tenemos tiempo para escuchar, y creo que si hay algo importante en un dirigente, particularmente en un dirigente estudiantil, es saber escuchar, porque escuchar le permite a uno seleccionar las mejores ideas para poder plantearlas y, por lo tanto, ser además de un dirigente, un líder. Nosotros estamos preocupados de ese tema como Universidad, porque esta Universidad, ustedes han de saber, no es un negocio, no fue instalada aquí para generar ganancias o para poder distribuirlas, o si le va muy bien para poder venderla, sino que esta Universidad fue instalada como una Universidad del Estado de Chile para resolver problemas de Chile, problemas que tienen que ver con la generación de ideas, que es el rol central de una institución universitaria: producir ideas, producir conocimientos y, vinculado a ello por cierto, formar profesionales, formar posgraduados y hacer extensión. Una universidad que no produce ideas lo único que hace es traspasar las ideas de otros a sus estudiantes, a sus usuarios o a sus clientes, como queramos llamarles, pero en definitiva no cumple un trabajo universitario.

En la producción de ideas, nosotros tratamos -y hemos tratado a lo largo de la historia de cumplirlo bien- de hacerlo con nuestra investigación, y nos va muy bien. Hacemos investigación en astronomía, en biotecnología, en ingeniería, en tecnología aplicada a problemas medioambientales y en el área de las humanidades. La Universidad realiza investigación y creación, además, en el área artística en una gran cantidad de campos y, por lo tanto, nos sentimos muy conformes con ser una Universidad que cumple con ese trabajo y tratamos que en este trabajo de producir ideas, ellas versen sobre los problemas del país, no sobre aquellas cosas o temas que pueden ser más atractivos comercialmente o quizás desde el punto de vista del interés personal de los investigadores, sino cosas que tengan que ver con el problema del país. O sea, si el país enfrenta un problema con marea roja, nosotros tenemos un programa de investigación sobre mareas roja. Si el país tiene como reto futuro el desarrollo de la minería y las explotaciones mineras a más de 4.000 metros de altura, tenemos un Centro de Estudios Andinos que estudia el comportamiento de las personas fisiológicamente a niveles de altura de ese rango. Si el país enfrenta problemas medioambientales, la Universidad de Chile tiene un Centro de Estudios Ambientales que mira todos estos graves problemas que tenemos no sólo en Santiago, sino que en todo el país con las políticas ambientales que a veces son tan difíciles de practicar. Si hay problemas sociales o económicos, la Universidad de Chile tiene distintos programas que tratan de recomendar e influir con sus ideas y programas de investigación. Eso hacemos. Y lo hacemos muy bien, porque estamos muy bien clasificados respecto a nuestra producción. Si uno toma, por ejemplo, lo que se publica, la Universidad de Chile publica más del 35% de todo el conocimiento científico que se genera en el país, por eso nos sentimos muy contentos.

Pero eso no es lo único, porque hay otro elemento en la misión de la Universidad de Chile que tiene que ver con una cuestión que para nosotros es fundamental: crear vocación de servicio público. Nosotros sabemos que se forman abogados en muchas partes, de mayor o de menor calidad, porque los profesores son mejores o peores, o porque los profesores son más de tiempo completo o de entrada y salida, o porque hay buenas o malas bibliotecas, o porque hay buenos o malos servicios de apoyo en la parte comunicacional, son cosas que ustedes ven en todo este esquema de desarrollo del sector universitario, pero qué diferencia o qué debe diferenciar a un profesional o a un graduado en una universidad como la Universidad de Chile de otras universidades que tienen misiones distintas y respetables, por lo demás. Lo que hace la diferencia es la vocación de servicio público. Nosotros tratamos -porque no podemos decir que lo hacemos siempre, a veces fallamos- que nuestros profesionales se distingan por un compromiso más allá del signo peso, por un compromiso con las personas con la sociedad.

Hace un tiempo atrás la realidad era diferente, porque han de saber ustedes que el señor Ministro (2), el Rector que habla, el ex Senador Hormazábal y casi todos los profesores que estamos acá, estudiamos gratis. En ese tiempo el Estado tenía un compromiso, el compromiso de darles a todos los que fueran capaces, una educación gratuita, pero uno tenía la obligación de retribuir, retribuir sirviendo como se pudiera: los médicos tenían que ir a regiones, los profesores teníamos que "hacer provincias", y estábamos todos vocacionalmente educados para poder atender las necesidades de un país -que las tiene y muchas- y que necesita médicos, ingenieros, abogados, profesores, sociólogos, etc.

Pero como han cambiado las condiciones, por razones que no vamos a discutir, hoy día hay una realidad distinta, que puede gustarnos más o menos, se ha ido diluyendo esa vocación de servir, porque todos tendemos a pensar que la educación es una inversión individual, o a lo más familiar, que tiene un retorno y, por lo tanto, es un negocio netamente privado. En consecuencia, por qué tendría que tener uno un compromiso distinto si esto no está reflejado, de alguna manera, en lo que uno recibe. Esa es una visión generalizada, simplificada, pero también es una visión tremendamente equivocada respecto a la responsabilidad que debe tener un profesional en la sociedad, pero particularmente en la sociedad de un país como éste, que tiene tantas diferencias, donde hay brechas tan importantes como las que ha mencionado el Ministro: por ejemplo, la cantidad de jóvenes que no pueden terminar su Enseñanza Media como lo indican las cifras de distribución de ingresos que vimos solamente hace algunos días, en que hay una gran brecha entre los más ricos y los más pobres, brecha que no se ha acortado aunque al país le ha ido bien económicamente. Eso indica que hay mucho más que tenemos que hacer, pero también en nuestro país nos hemos acostumbrado a decir: "bueno, eso tendrá que hacerlo el Gobierno", y la verdad es que cada uno de nosotros ha ido como saliéndose del esquema de los temas públicos y, por lo tanto, también renunciando a esa vocación de servicio público que uno debe tener: "eso se lo dejamos al Gobierno, a los funcionarios públicos", y mientras más se le desprestigia, peor todavía, porque se sigue achicando el círculo de acción y de influencia en términos de cambiar algunas cosas a nivel de nuestra sociedad.

Nuestra sociedad necesita cambios fundamentales, de eso no cabe ninguna duda, pero esa no puede ser una labor que se le deje al Gobierno, o al Congreso: "que alguien lo haga", esa es una labor que nos compete a todos, porque todos vivimos aquí y sufrimos los conflictos, las frustraciones y las crisis políticas y económicas, por lo tanto, tenemos que comprometernos un poco con esa sociedad que tiene que cambiar, que tiene que mejorar, que tiene que dar más oportunidades. Hoy día el gran compromiso de la Universidad de Chile, además de seguir siendo la mejor Universidad del país y una de las mejores Universidades latinoamericanas, es formar gente con vocación de servicio. Esa es la marca diferencial del producto de la Universidad de Chile.

Queremos que nuestros ingenieros tengan esa vocación de servicio, que nuestros médicos vean en sus pacientes no sólo a una persona que finalmente les paga por la atención, sino que vean a un ser humano, a quien también hay que atender en sus necesidades síquicas, preocuparse de sus sentimientos. Que los profesores vean en los estudiantes no sólo clientes que en definitiva pagan y con eso le pagan a uno, sino que vean personas que hay que formar; o sea nosotros tenemos que crear maestros, no profesores. Maestros que sean capaces de dirigir, de guiar, de orientar, de ser creíbles y, por lo tanto, tener una vocación de servir mucho más allá del sentido estricto que impone hoy día estas reglas triviales que tanto nos hacen creer que todo lo que vale es lo que tiene precio, y aquello que no tiene un precio, no vale nada. Hay una confusión tremenda en nuestra sociedad, entre lo que es el precio y el valor de las cosas, y hay cosas muy valiosas muchas veces que no tienen precio: los sentimientos, las ideas, las propuestas de desarrollo, individual y colectiva.

Por eso, entonces, muchas veces el trabajo de nuestra Universidad no es comprendido, porque se nos trata de comparar con instituciones que, vuelvo a decir respetablemente, ven el mundo de una manera distinta, ven a sus estudiantes como clientes y tratan de formar buenos médicos para que estos ganen harta plata después y se sientan satisfechos con la inversión que han hecho. Eso es legítimo. Pero nosotros tenemos una perspectiva distinta de estos temas y muchas veces en forma difícil tratamos de llevarlos adelante, porque caramba que es difícil formar pianistas o guitarristas en un país que esas cosas, en definitiva, se valoran si tienen lugar en la farándula. Nosotros tenemos que mantener eso, porque eso es un capital vital para un país. Tener artistas es un capital vital para un país, tener filósofos, tener literatos, tener historiadores, esa no es gente que tenga un alto precio en el mercado, por eso no se forman en todas partes, las otras cosas tienen más precio en el mercado, eso se vende más. Una sociedad que funciona con ese sentido tan individualista y tan restrictivo de las cosas, no es una sociedad con un futuro asegurado, con un futuro de calidad.

Es por eso, también, que la participación para nosotros es un tema fundamental. En esta Universidad nosotros muchas veces tenemos conflictos, y una de las críticas que nos hacen es que la Universidad de Chile es medio desordenada porque todos piensan distinto, y no se ve eso que hay en otras universidades, que no voy a nombrar, en que el Rector manda y todos los demás le obedecen y opera la "dedocracia". En esta Universidad somos todos bien distintos, porque aquí entran todos, entran católicos, protestantes, judíos, da lo mismo, lo importante son sus ideas; aquí entran personas que son de izquierda, de derecha, bien de izquierda y bien de derecha, y otros que están como "platillos voladores", entra gente que quiere estudiar piano y otros que quieren estudiar astronomía, y resulta que nuestra idea es tratar de juntarlos a todos y hacerlos participar. Y claro, eso muchas veces lleva a tremendos conflictos, a tremendos choques, porque las visiones son muy distintas, pero fíjense que siempre hemos logrado ponernos de acuerdo. Nuestros estudiantes participan en un Senado Académico donde escuchamos sus ideas, y caramba que es importante escucharlos, porque pueden mirar el mundo en perspectiva, quizás 20 años más adelante, y a nosotros ya nos cuesta más, tal vez podemos mirar 5 ó 10 años, pero resulta que el mundo de hoy, la Universidad de hoy, hay que mirarla con mayor proyección. Los estudiantes nos traen esa visión, y por supuesto que a veces es conflictiva ya que es muy distinta, pero no importa, hemos ido creando en todos lados espacios de participación.

Por eso los académicos jóvenes para nosotros son muy importantes, aquí tienen al Director de la Escuela de Gobierno y Gestión Pública (3), después vamos a presentar, también, al Subdirector del Instituto de Ciencias Biomédicas (4), o al Director del Departamento de Economía (5), son todos gente como él, gente bien joven; esto para sacar de lado eso de que en la Universidad somos todos puros viejitos y que esta Universidad se está muriendo.

Por eso creo que esta actividad es tan saludable. Ustedes llegan a una Universidad que tiene ese compromiso: abrir espacios para el debate y crear espacios para la participación. Aquí el único requisito es que el debate y la participación se hace sobre la base de las ideas, y el que no las tiene que calle y aprenda, y el que las tiene que abra la boca y las diga, esa es la gran cuestión.

Cuando a nosotros nos preguntan cuál es un buen estudiante en la Universidad de Chile, nosotros no decimos que el buen estudiante es el que llega ordenadito, peinadito y lee todas las cosas (que es muy importante que lo haga), para nosotros el buen estudiante es aquel que trae las mejores preguntas. Nosotros queremos sentirnos acosados por las preguntas de los estudiantes, porque eso nos garantiza tener buenos académicos capaces de responder, pero eso implica que tenemos que tener jóvenes distintos a los que hemos estado teniendo los últimos años 10 ó 20 años: pasivos, silenciosos, buenos para tomar nota, pero malos para preguntar, malos para contradecir, malos para decir que a lo mejor lo que está diciendo el profesor está un poco equivocado. Quizás hemos fallado todavía en este tema de la participación, del desarrollo de las instancias, y por eso es tan bueno que ustedes vengan aquí y estén con nosotros, porque es bueno que aprendamos cómo mejoramos algunas cosas que no están funcionando bien en nuestra sociedad, y esa responsabilidad ya es más de ustedes que de nosotros que ya estamos en la retirada.

De manera que yo les quería contar esto, por supuesto debería haberles hablado mucho más de cuántas escuelas tiene la Universidad de Chile, cuántos académicos, pero preferí poner el acento en este tema que es tan importante, de por qué nosotros hacemos cosas como éstas, que en realidad nadie puede decir las estamos haciendo porque son tremendamente rentables, o porque en realidad con esto estamos ganando algo, lo único que estamos haciendo con esto es cumplir con la misión, con la responsabilidad que Chile nos entregó ya hace más de 160 años y la seguimos cumpliendo, y la vamos a seguir cumpliendo, le moleste a quien le moleste, porque el país necesita un centro de ideas, un centro de debates, un centro democrático de producción académica de alta calidad, un centro de formación profesional y de graduados de alta calidad, y esa es la calidad que tenemos para adelante.

Yo espero que entre ustedes, por qué no, dentro de 15 ó 20 años más, haya un Senador, un Ministro, un Rector de la Universidad, y ojalá cuando estén en ese lugar se acuerden, por un momento tan sólo, de este evento que tuvo lugar hoy, que representó un quiebre importante en la manera que ustedes están diseñando su proyecto de vida.

Gracias, que les vaya bien.

 

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Notas
1. Prof. Ricardo Hormazábal, académico del Departamento de Gobierno y Gestión Pública.
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2. Sr. Sergio Bitar, Ministro de Educación.
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3. Prof. Cristián Pliscoff, Director de la Escuela de Gobierno y Gestión Pública.
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4. Prof. Mario Merino, Subdirector del Instituto de Ciencias Biomédicas.
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5. Prof. Dante Contreras, Director del Departamento de Economía.
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