Palabras del Prof. Luis A. Riveros, Rector de la Universidad de Chile Ceremonia de Inauguración de la IV Jornada de Investigación, Ciencia y Tecnología, "Perspectivas y Desafíos en Investigación".
He sido invitado por el señor Decano Prof. Luis Núñez con el exultante título de conferencia, a realizar reflexiones sobre investigación, que es una cuestión que tanto preocupa hoy a la Universidad y a sus académicos.
Quisiera dividir estas reflexiones en dos ámbitos. Primero, lo que llamaría como economista, el ámbito macroeconómico y las definiciones en este campo respecto a los temas de investigación. El segundo conjunto de reflexiones, tienen que ver con las interpretaciones microeconómicas y su aplicación a las decisiones y al análisis de los problemas de investigación que enfrenta la Universidad y el país.
En el ámbito macro, el tema más importante es la conexión definitiva, clara, que existe entre potencial de crecimiento o potencial de desarrollo, y el gasto que los países realizan en investigación y desarrollo. La experiencia internacional señala que por cada punto de crecimiento existe, al menos, un 20% de ese punto que está asociado al gasto que se ha hecho en el pasado en investigación y desarrollo, y que tiene que ver, con el efecto que este gasto tiene en términos del mayor potencial generador de empleo, en la mayor sofisticación en la elaboración de productos que son los efectos directos que se debe esperar del gasto en conocimiento. Es quizás por eso, que en los países desarrollados la proporción que tiene el gasto en investigación y desarrollo, en relación al producto de la economía, es entre un 2,5% y un 4%, promedio: 3,3%. Hay una proporción importante cuando se lo mira no sólo en términos de gasto, sino que en cantidad de recursos, una proporción importante de los recursos que se producen dedicados a crear un nuevo conocimiento para la economía. Es una experiencia repetida y conocida, ese potencial de crecimiento se acelera en la medida que el gasto en investigación y desarrollo se amplía. Japón, por ejemplo, ha enfrentado en los últimos cuatro o cinco años una situación económica difícil derivada, primero, de la crisis asiática, así llamada por la evaluación del Banco Thailandés, y toda la secuela de hechos que siguieron. Japón no redujo la proporción del producto dedicado al gasto en investigación, sino que la aumentó, con una clara percepción que los efectos que debe tener ese gasto, en términos de sostener a la economía y de facilitar un mayor potencial para salir de la situación recesiva, es evidentemente un resultado conocido y además probado en las economías asiáticas. La tasa de crecimiento en China, se ha sostenido a niveles de un 10% durante los últimos 15 años. Cuando se produce esta situación en que se está creciendo a un 10% durante 15 años, se verifica la enorme capacidad de duplicar el producto per cápita que existe en un país con problemas tan gigantescos, tan desmesuradamente inmanejables en su pasado, y que hoy pasan a tener una perspectiva completamente distinta gracias a su potencial de crecimiento. Hoy China está gastando -se estima- de su producto alrededor de un 4% en investigación y desarrollo. Se han purificado los procedimientos de asignación, los mecanismos de determinación en qué proyectos o qué áreas son las que hay que privilegiar. Se ha avanzado mucho en esta materia, pero lo importante por nuevo, es la enorme cantidad de recursos, que a su vez ha tenido un claro resultado en términos del crecimiento observado. Nuestro país, que en esto no se desprende del promedio latinoamericano del cual en muchos otros ámbitos parecemos estar tan lejos, porque se hablaba que estamos en un mal vecindario, pero no somos muy distintos del vecindario en términos de los recursos que estamos poniendo en creación de nuevo conocimiento.
A pesar de esos resultados que ha tenido la economía chilena en los últimos años, y que nos trae una enorme expansión de las exportaciones, un importante desarrollo de la tasa de inversión y un crecimiento que en promedio llegó a estar en el 7% durante doce años, aproximadamente, es un período de una década de oro que no ha tenido parangón en el siglo XX y que en definitiva a muchos les hizo pensar que ya se había alcanzado la meta y que posiblemente en estos niveles de desarrollo es alcanzable hasta un 10%, y una cantidad de cuentas alegres. Junto con esa experiencia económica, el esfuerzo en materia de creación de conocimiento no existió. El país ha seguido gastando entre un 0,6% ó un 0,7% del producto en investigación y desarrollo, con instrumentos de asignación y de análisis que tampoco se han modernizado, no han cambiado en lo fundamental, y en definitiva esta economía que tiene este gran salto, que tiene esta gran oportunidad, que ve crecer su ingreso per cápita de unos 3.000 ó 3.300 dólares al año, a más de 5.000 dólares por año no realiza el esfuerzo de poner más recursos en su área de investigación y desarrollo. Cómo, entonces, se puede hacer sostenible el crecimiento sin tener ese esfuerzo en conocimiento. Es el discurso de los académicos en general, y de los académicos de la Universidad de Chile en particular, sólo es sostenible un crecimiento económico en la medida que la producción incorpore más conocimiento, porque eso le agrega valor a lo que se produce. En consecuencia, crea mayores mercados, mayor potencial de empleo y mayores posibilidades de mejorar aspectos, incluso como los distributivos. Eso no ha tenido eco en la clase política que son quienes toman decisiones. Se ha llegado a pensar que el país, que ha tenido grandes oportunidades con la madera, con las exportaciones de minerales y de fruta, puede seguir en esta misma línea: ser un país exportador fundamentalmente de producción intensiva en recursos naturales. Eso no es ya sostenible, porque esas son áreas en las cuales se puede competir muy fácilmente con la economía chilena. Todos sabemos que el potencial productor de muchos países que tienen condiciones parecidas a las chilenas desde el punto de vista climático, desde el punto de vista de estación, desde el punto de vista de la calidad que se incorpora en nuestros productos, son países que están compitiendo con fuerza, y van a seguir compitiendo y quizás haciendo más inversión que la que nosotros hemos sido capaces de hacer en materia de incorporar valor agregado. De manera que no hay posibilidad, y en esto creo que existe un claro acuerdo, por lo menos en nuestro ambiente universitario, en que el proyecto económico chileno sea sostenible si no hay una inversión definitivamente mayor en el ámbito de creación de conocimiento. Ustedes han visto que estas decisiones anunciadas y que eventualmente se tomaron, de doblar el gasto en investigación, y por lo tanto pasar a un 1,2% del producto, todavía nos colocan, más o menos, en el tercio de la realidad de los países con los cuales queremos parecernos, con los cuales queremos competir. Esa es la realidad hoy de Corea del Sur, esa es la realidad, como ya dije, de Japón, esa es la realidad de los países europeos. Ni siquiera eso está ocurriendo, porque desgraciadamente aquí, en materia de decisiones financieras macroeconómicas, existe una visión de corto plazo y, en consecuencia, los ajustes generalmente tienden a hacerse en aquellas partes donde "duele menos". Una de esas partes donde "duele menos" es, el gasto en este tipo de actividades. Conicyt no ha visto más recursos, y al contrario, ha tenido que reducir recursos en áreas como Fondecyt en términos reales, para poder financiar las otras actividades y compromisos. De manera que el volumen total de recursos en el ámbito de investigación no ha crecido. No hay una perspectiva real, concreta, que crezca significativamente, si no hay una decisión política expresa y con decisiones financieras agregadas.
¿Qué está detrás de esto? Detrás de esto hay, en primer lugar, una especie de diagnóstico, de consenso en la clase política: el gasto en investigación es un gasto, de alguna manera, renunciable. He escuchado opiniones que creen que podemos ser muy buenos imitadores y, por lo tanto, ser buenos importadores de conocimiento elaborado en Canadá, en Europa, en Japón, y en consecuencia adaptarlo nosotros a la realidad local. Por consiguiente, hay mucho del gasto que realizamos en hacer ciencia que está sobrando de acuerdo a esta visión, y debemos poner muchos más recursos en hacer tecnología para adaptar cosas, conocimientos, aplicaciones, que pueden tener un resultado positivo en términos de nuestro aparato productivo, sobre todo en el aparato reproductor. También domina este tipo de diagnóstico, esta figura, con respecto al investigador, considerándolo una especie de privilegiado. Es una persona que recibe recursos para dedicarse a aquello que le gusta hacer, y que no necesariamente tiene que responder por eso; porque al final del camino, puede haber un resultado o puede no haber un resultado. Se ve entonces esto, como un subsidio a algo que no tiene realmente carácter tangible.
Esta es la opinión que predomina en la clase política. Hay cosas que en ese sentido han estado cambiando. La Asociación de Exportadores ya contrata cientistas para poder tener opiniones bien fundadas respecto a algunos temas complejos, delicados en materia de exportaciones. Pero eso está cambiando muy lentamente. Todavía prevalece en la clase política una visión totalmente distorsionada de lo que es la investigación, de lo que produce, de lo que se puede esperar de ella y, en consecuencia, de lo necesario que sería poner más recursos en esta área. Por lo tanto, creo que una de las tareas que tenemos, es educar a la clase política mejor respecto de lo que nosotros hacemos. Creo que eso es un objetivo importante. Creo que puede ser enormemente productivo para nosotros, y ha sido sugerido en varias instancias, a que empleemos un tiempo invitando a parlamentarios a que vengan a ver lo que significa y lo que hacemos; para que se den cuenta, primero, del esfuerzo que tenemos que poner en aquello que se produce y, en segundo lugar, que aquí no se está subsidiando simplemente el paraíso intelectual de un grupo de gente que está interesada en pensar cosas interesantes, sino que estamos haciendo una contribución a crear conocimiento que tiene aplicaciones en cuestiones muy importantes para el país. Aquí debe haber una labor de investigación, porque tengo la percepción que no habrá un cambio importante en el país en esta materia. Si se puede imaginar -con lo difícil que es en este país- los escenarios políticos para los próximos 10 años, y puede, jugar a las alternativas, a los escenarios posibles, y a lo que está detrás de esos escenarios posibles, en materia de educación e investigación, se llega a la conclusión desafortunada que en los próximos 10 años no habrá ningún cambio en esta materia. Por el contrario, esos cambios pueden ir por la vía de reducir los recursos a algo que se ve como renunciable, que algunos podrán ver, incluso, como inútil, o que otros verán, como recursos que se están desperdiciando y, en consecuencia, habrá que ubicarlos en hacer una buena importación de conocimiento, de tecnología, o traer cientistas de otras partes para que den conferencias y nos cuenten lo que están haciendo. La verdad es que no veo, que haya un cambio posible. Me parece que ese es un reto muy importante para la Universidad de Chile particularmente y, en consecuencia, en estos días que está tan de moda la palabra "lobby", es muy importante hacer lobby político en una materia, sobre la cual no hay discusión en el país.
He sido invitado a comisiones de ciencia y tecnología, no es una experiencia que se pueda poner en el currículum. La verdad de las cosas es que el nivel de entendimiento y de conocimiento que hay sobre las materias que a nosotros nos preocupan es muy primario. No sería una mala idea que nos propongamos la tarea de invitar a dos o tres diputados que les gusten estas cosas, o senadores, para contarles lo que estamos haciendo en esta Facultad y en las otras. Esa es una inversión interesante e importante para poder dar una educación a quienes, posiblemente, mañana también tendrán que estar tomando decisiones sobre estas materias.
El aumento, la necesidad de aumentar el gasto en investigación en ciencia y tecnología, no sólo tiene que ver en mi opinión, con el efecto productivo directo. Hay muchos gente que entienden la investigación como una cadena de producción. O sea, yo pongo acá los insumos, la cabeza del investigador, sus ideas, equipamiento, y al final sale algo que yo puedo aplicar a los duraznos, al vino, o al pescado que exporto. Algunos tienen esa visión, yo diría simplista; pero en fin, al menos una visión que reconoce un valor de la inversión en términos de resultados. Pero me parece que hay otra dimensión que es muy importante, que son los efectos indirectos de lo que se hace en investigación en el país en muchas áreas, y que tienen que ver con la situación de las personas.
Los efectos de la investigación no sólo tienen que ver con que vamos a exportar duraznos más grandes o vinos mejores en sus condiciones o calidad, sino que también tiene que ver con la posibilidad que la gente acceda a un mejor nivel de vida. Hay efectos tan importantes como la investigación farmacéutica que realizamos en el país, como la investigación médica que realizamos en el país, que tienen un efecto directo sobre las personas. Permite que el impacto eventual que puede tener el crecimiento económico sobre el bienestar de la persona, particularmente de los grupos más necesitados, puede ser muy importante. En consecuencia, sostengo que la investigación y la inversión que se realiza en creación de conocimiento no sólo tiene que ver con potencial de crecimiento económico, sino que también ha de tener resultados importantes en materia de distribución de ingresos, en mayor equidad, en crear oportunidades, de mejorar las condiciones de empleo, de permitir o exigir un mejoramiento en los sistemas educativos generales. En la medida que el país avanza, que tiene producción más sofisticada, necesitaremos una mejor educación, cosa que hoy aparece solamente como un tema interesante, pero no se ve como un tema fundamental para el país el elevar la calidad de lo que estamos haciendo en la Educación Básica y Media. Estos efectos que tienen de positivo la investigación y el gasto en investigación en el país, también han de reflejarse en materia distributiva, sobre la cual nuestro país, claro que está lejos del vecindario. Pero está lejos para el lado que no nos gusta, porque la situación distributiva chilena es una de las peores, junto con Brasil, en Latinoamérica. Estamos en esa materia exageradamente atrasados. Un país que tiene esas condiciones distributivas extremadamente desiguales, no es un país que tenga la estabilidad política, la estabilidad social a largo plazo que le permita pensar siquiera que va a tener la oportunidad de alcanzar el desarrollo económico algún día.
De manera que en este panorama macroeconómico quiero ser optimista. Pienso que hay que hacer un gran esfuerzo para poder educar a nuestra clase política, y educar en términos de las oportunidades que generan el poner más recursos en un área tan importante como ésta. Pero esto lleva a dos comentarios adicionales. Nuestra incorporación a tratados económicos internacionales va también ligado a la oportunidad de poder desarrollar investigación en forma anexa, a estos tratados internacionales (el caso de la Comunidad Europea es bastante claro). Sin embargo, pienso que aquí también se enfrentan riesgos importantes. En primer lugar, porque las oportunidades se generan sólo en la medida en que existe una asociación. No existe panorama para que se creen fondos internacionales a los cuales nosotros podamos acceder directamente y traer los recursos para aumentar nuestro trabajo aquí, con nuestras prioridades nacionales. Hay aquí un tema que por un lado puede hacernos perder de vista las prioridades nacionales de nuestra investigación, dado que tendrá que adaptarse a la disponibilidad de recursos en esta asociación económica internacional y, por lo tanto, habrá que manejarla con cuidado.
En segundo lugar, es el tema que estamos compitiendo, y esas asociaciones pueden significar, simplemente, que nuestros mejores recursos humanos estén posteriormente trabajando en aquellas entidades con las cuales estamos asociados, para desarrollar proyectos de investigación. Habrá que tener celo en el tema de cómo estamos nosotros manejando nuestros recursos humanos en términos de investigación, que temo que tampoco estamos muy aventajados en la materia, respecto al tema de remuneraciones, de seguridad en el trabajo, de las perspectivas de empleo de largo plazo. En consecuencia, e esta posibilidad que se abre con la asociación económica internacional, también representa riesgos que son importantes que tengamos presente: el riesgo de perder recursos humanos y el riesgo de perder, de igual forma, un poco el sentido nacional -por así llamarlo- de la investigación que a nosotros nos gustaría realizar en nuestros escenarios.
En resumen, puede que nos digan: "miren, no hay que gastar más en investigación en el país, porque ahora que estamos asociados con la Unión Europea y mañana haremos un tratado de libre comercio con Japón, ya lo hicimos con Corea y con los Estados Unidos, eso abre las puertas y, a lo mejor podrán obtener recursos en esta otra prioridad del mundo para hacer la investigación en el país". Me parece que no es una buena respuesta, porque se abren una serie de riesgos que es importante eludir y prevenir.
Quiero referirme en el aspecto microeconómico, a cómo se están tomando las decisiones en materia de asignación de recursos en investigación. Ha existido bastante debate en cuanto a la necesidad de introducir mayores criterios económicos y financieros en las decisiones de inversión en investigación. Se ha criticado los sistemas competitivos como Fondecyt, porque se ha expresado: ésta es una realidad muy chica, muy pequeña, muy local y, por lo tanto, aquí todos nos conocemos. La comunidad de economistas que giramos en torno a Fondecyt debemos ser unos cincuenta. En consecuencia, se ve como pequeños grupos de interés que hacen traslados de recursos, período a período. Esa es una realidad que tenemos que enfrentar. Se ha dicho - he participado en discusiones sobre esta materia- que hay que introducir mejores criterios financieros y económicos, de manera que las decisiones que se tomen estén basadas en información dura y que tengan que ver con la rentabilidad de los proyectos. Esto es algo que ha permeado en muchas partes en el país: hay que mirar la rentabilidad de los proyectos, el valor actual de los proyectos, o algún criterio que permita decir: "este proyecto vale tanto, y este otro vale menos, por lo tanto elijamos el primero y no el segundo". Las decisiones en el margen son, las más difíciles y, en consecuencia, con eso se puede reducir este impacto que tiene el trabajo coordinado, de grupos de interés que no necesariamente resultan en las mejores decisiones comerciales.
Creo que en esa materia hay una profunda equivocación, por dos razones fundamentales. Es cierto que cuando evalúo un proyecto que tiene que ver con inversión, y es en definitiva inversión, puedo fijar un período de gasto y un período de retorno, comparar retornos con gasto y determinar cuánto es lo que el proyecto en cuestión produce. Para eso, tengo que tener certeza respecto a cuáles son los períodos de gastos y cuáles son los períodos de retorno. El problema en investigación científica, como ustedes bien lo saben, existe absoluta incertidumbre respecto a cuáles han de ser los flujos. Aquí hay de nuevo lo que está vigente, se piensa que la investigación es una cadena de producción, una correa, donde se ponen cosas y al final con toda certeza aparece "el producto" que se está esperando del proceso de investigación. Esta visión economista, de quinto año de la Universidad de Chile, o de primer año de un Master de la Universidad de Chicago, es absolutamente inaplicable por un problema de incertidumbre, por la naturaleza de lo que aquí se hace. Es evidente que cierta investigación tendrá alguna certidumbre en términos de resultados, pero por lo menos en el ámbito en que yo trabajo (las ciencias sociales) no existe ninguna certidumbre acaso voy a encontrar algo importante, interesante, de impacto, y si lo voy a hacer eso en un año, en dos o en cinco años, y con qué métodos de acción.
De manera que esta aplicación directa en decisiones de inversión de los criterios que mantienen es, en mi opinión, inaplicable. No se no puede decir: "no se aplique"; por cierto que es un criterio interesante de aplicar y de medir, pero no puede constituir eso el parámetro sobre la base del cual se han de tomar las decisiones sobre qué proyectos elegir.
Hay un segundo elemento que es más importante que el precedente: lo que los economistas llamamos externalidad. ¿Qué son las externalidades? Los proyectos de inversión normalmente producen retorno, efectos. Cuando investigan sobre un posible nuevo medicamento, miran el efecto que puede tener ese medicamento en una población y el eventual retorno económico que eso puede significar cuando las personas vayan y compren el medicamento. Eso es lógico e importante, pero hay también efectos de impacto social que van mucho más allá que este retorno económico privado financiero, y que tiene que ver, por ejemplo, con las personas que van a adquirir e ingerir el medicamento, ya que quizás, aumentarán su productividad, aumentarán su calidad de vida, aumentarán sus posibilidades de relacionarse mejor con el entorno. Resultará en una serie de efectos positivos para la sociedad como un conjunto, que no tienen, necesariamente, una manifestación en el sentido financiero específicamente. Piensen ustedes, por ejemplo, en lo que significa desde ese punto de vista, la investigación que se ha de realizar, o se puede realizar, en materia de educación. Ahí hay aspectos financieros importantes si mejoramos la educación, si la organizamos más adecuadamente, si introducimos parámetros de calidad mejor. La educación tendrá buenos resultados en términos de la capacidad productiva de los niños, de las personas, de los jóvenes y de su capacidad de aprender. Pero, ¿cuántos efectos sociales, cuántos efectos no contabilizados financieramente, privadamente, se producen también como resultado de una investigación que tienda, por ejemplo, a mejorar la calidad de la educación de los niños? ¿Y cuánto, entonces, esta ausencia puede determinar la efectiva rentabilidad del proyecto? Estoy asumiendo -en el lenguaje de los evaluadores de proyectos- es que no puede hacerse evaluación privada de proyectos de inversión en investigación de desarrollo. Por lo tanto, los criterios en proyectos de investigación y desarrollo han de ser criterios sociales. Los criterios sociales necesitan medir sus efectos externos, que no están necesariamente vinculados estrechamente a la posibilidad de los retornos financieros privados.
En consecuencia, estos dos aspectos: la incertidumbre sobre los retornos, sobre los flujos y, en segundo lugar, los efectos que no pueden ser contabilizados directamente desde un punto de vista financiero, hacen que este criterio que suena tan atractivo de mirar los retornos y comparar retornos para definir dónde poner los proyectos, me parece que no son aplicables. Espero que a nadie se le ocurra aplicar este tipo de criterios, porque no tienen correspondencia con lo que se esperaría de buenas decisiones en esta materia.
Pero que es cierto que existen problemas en los procesos de asignación de los recursos en investigación. Creo que no hemos sido, todavía, capaces de imaginar criterios distintos, una organización diversa de nuestro sistema nacional de investigación para mejorar esos procedimientos y asegurarnos que efectivamente en esos proceso de competencia, sean los mejores proyectos aquellos que se lleven los recursos y no necesariamente los proyectos que tienen mayor capacidad de acceder a la visión generosa de los comités o de quienes toman las decisiones. Ahí hay un tema que es de fundamental importancia. Me parece que ese es un tema que Conicyt debió haber abordado ya. Es un tema que no está separado del financiamiento, porque esto que estoy diciendo, esta visión de estos grupos de interés que se asignan recursos entre ellos: "hoy día por ti, mañana por mí", también es algo que circula en la clase política. Todo esto como un sistema general, donde "mejor no pongamos más recursos, porque en definitiva no estamos seguros qué es lo que se está haciendo con los recursos". Asumamos este tema. Hay muchas posibilidades para poder mejorar los procesos de asignación, los procesos de análisis y los procesos de evaluación de resultados. Hemos argumentado en una cantidad de oportunidades, que el proceso de asignación de recursos de investigación a las universidades está completamente agotado, en este minuto está sobrepasado y, obviamente, no tiene fundamentos para dar base a un mayor desarrollo de la investigación en las universidades. En primer lugar, si ustedes recuerdan, el año 1981 se creó el aporte fiscal directo a las universidades, que se fijó, por supuesto, con algún criterio que alguien determinó, y entonces resultó que la Chile iba con tanto, la Universidad Católica con otro tanto, y así sucesivamente. Se suponía, en ese entonces, que el aporte fiscal directo financiaba la investigación: eso se afirmó. En ese minuto, les recuerdo, el aporte fiscal directo era de 13% ó 15% del presupuesto total de la Universidad de Chile. La lectura, entonces, es que nosotros tenemos que dedicar 13% ó 15% de nuestros recursos a financiar investigación, lo cual es absolutamente absurdo desde el punto de vista de los montos que efectivamente estamos gastando en investigación. Eso supone, además, que estamos sacando recursos de otras partes para financiar la investigación que no financia el Estado. Porque nuestro gasto en investigación debe estar en un 35% en términos del uso total de los recursos, y con grandes dificultades. Por lo tanto, tenemos que financiarlo con qué: vendiendo servicios, o de alguna parte haciendo traslados de recursos de la parte docente. Porque se dijo también en su oportunidad el año ´81: el AFI, financia la docencia. ¿Y el resto? lo pagan los estudiantes, porque va a haber crédito para todos. Cosa que tampoco es cierta: no hay crédito para todos los estudiantes; claro, con todas las restricciones que hay, las distorsiones que soporta una enorme inequidad que el país está viviendo por la falta de financiamiento estudiantil, pero de ahí también hay recursos que van para investigación. Aquí hay un cruce de recursos que no separa las fuentes de los objetivos, y en definitiva, lleva a una enorme distorsión en la forma en que estamos financiando la investigación.
Hemos alegado dos cosas que nos parecen fundamentales. Primero, que las universidades necesitan más recursos si el país efectivamente quiere tener investigación. De otra manera vamos a seguir "desvistiendo" a la investigación, y vamos a seguir transformándonos en universidades cada vez más docentes para poder subsistir. Ustedes ven lo que ha pasado -no con la Universidad de Chile afortunadamente- en los últimos diez o quince años con las universidades casi sin excepciones: las universidades han tenido una enorme expansión de la matrícula, hay universidades que tenían 9 mil estudiantes, y ahora tienen 17 mil ¿Cuál es la causa de eso? la causa es que los estudiantes traen recursos y, en consecuencia, puede seguir funcionando la universidad; pero al costo, de dejar de lado el trabajo de investigación, de minimizarlo, de llevarlo a expresiones que ya son para algunas materias de apoyo a la docencia. En definitiva, eso lleva a una enorme distorsión de lo que se espera del sistema universitario. Es claro que el Estado tiene que tomar alguna decisión en materia de investigación. Eso no significa, en nuestra opinión, aumentar el aporte fiscal directo a todas las universidades, porque creo que es fundamental para el país distinguir entre universidades de investigación y el resto de las universidades. Si se observa los resultados en términos de publicaciones ISSI, en términos de proyectos, en términos de la capacidad de gestión de proyectos de investigación, en el país hay solamente tres universidades de investigación. En consecuencia, debiéramos estar pensando en cómo financiar esas tres universidades en materia de investigación con buenos instrumentos, y a las otras financiarlas en los ámbitos que desarrollan con mucha mayor profesión, que es la docente y, de pregrado en la mayoría de los casos.
Aquí hay una discusión pendiente también respecto a cómo financiar la investigación en las universidades. Desde luego, han primado también otros criterios. Primero, se señala que la investigación no tiene por qué realizarse solamente en las universidades, lo cual, en mi opinión, constituye no sólo un contrasentido, sino que además una desviación de recursos que puede ser dañina para el país. Crear centros de investigación usualmente ligados a personas más que a proyectos de cosas que más interesan, es dañino. En segundo lugar, tenemos que mejorar los criterios de evaluación de los resultados de la investigación. A eso le prestamos poca atención. Creo que Conicyt tampoco ha desarrollado un trabajo adecuado. Hemos sostenido que en la medida que el Estado compromete más recursos con las universidades, debe haber también una mejor cuenta de gestión de las universidades en términos de sus resultados en investigación. Creo que nuestras universidades debieran rendir cuenta de los recursos que usamos en investigación (que son recursos del Estado y, por lo tanto, de todos los chilenos) cada ciertos períodos. Quizás, cada cinco o cada tres años, se determinará en qué condiciones. Pero me parece muy importante esa mirada, porque hay universidades que reciben aporte fiscal directo y producen cero proyectos Fondecyt, cero publicaciones ISSI. Es absolutamente distorsionador lo que está ocurriendo: recibir dinero que teóricamente es para un cierto uso, pero que en definitiva existe aplicaciones a áreas o actividades que no tienen que ver con la motivación original de la ley de las Universidades del año ´81.
En consecuencia, aquí hay que implantar cambios fundamentales. Lo que más me preocupa, es que si se examina los escenarios políticos y los escenarios del Ministerio de Educación y Conicyt que van ligados a esos escenarios políticos, para los próximos diez o doce años, es aún incierta la situación. No existe una claridad respecto de estas materias. Ustedes conocen las discusiones que se dan sobre el tema educacional en general, son discusiones primarias, bastante superficiales, en materias tan complejas como el diseño del trabajo universitario y, particularmente, en materia de investigación. Tenemos que hacer un gran esfuerzo para poder, como decía al inicio, educar para mejorar la información que tienen muchos de los que toman decisiones respecto de nuestro sistema. Aquí en la Universidad de Chile no se trata que seamos más o menos demandantes. nosotros cumplimos una labor también para el país. Ese es otro ámbito del tema: nuestra investigación tiene que mantener ese espíritu nacional. Investigamos para el país. No se nos puede sujetar a un financiamiento que significa "mire, usted consígase un patrocinio, algún yoghurt, alguna zapatilla de gimnasia que le patrocine su investigación". La Universidad de Chile no puede subsistir en esas condiciones. Ese es un ámbito que es muy importante en este lobby político que la Universidad tiene que hacer activamente para no sólo asegurar su propia perspectiva de desarrollo, sino también para asegurar las perspectivas de desarrollo del sistema universitario, que en Chile, está en crisis. Hay que reconocerlo y decirlo con mucha franqueza: las universidades en Chile tenemos un sistema en crisis en su ámbito docente, en materias de financiamiento, en su aspecto de calidad. Los instrumentos no están presentes y creo que las buenas iniciativas se pueden incluso perder por esta situación de crisis. Buenas iniciativas como la que está llevando a cabo Conicyt en orden a hacer una operación con el Banco Mundial para conseguir 100 millones de dólares que nos permitan una inversión en equipamiento mayor. Estamos refiriéndonos a las tres universidades de investigación, de manera que cuando esto llegue al escritorio de muchos parlamentarios, ellos van a pedir algún porcentaje para la universidad que representa a su región. En consecuencia, eso va a concluir en el escenario en que han terminado los Mecesup y todos los sistemas competitivos, "compitamos, pero la Chile solamente con un 18%, ese es el máximo". Ese es un riesgo que corren las buenas iniciativas, producto de esta desinformación y esta distorsión que existe en el ámbito político para la toma de decisiones. Es algo que tenemos que tener presente toda vez que discutamos sobre investigación en la Universidad. No podemos restringir la investigación en la Universidad a sus aspectos internos, cómo lo hacemos mejor, cómo evaluamos mejor, o cómo recuperamos mejor a nuestros investigadores, sino que también tenemos que mirar ese aspecto externo que es importante: cómo nos están viendo desde afuera y cómo esa visión puede perjudicarnos en nuestras perspectivas de desarrollo de largo plazo. Esa es una tarea que debemos tener presente cada uno de nosotros, porque no es una cuestión que, con el tamaño de esta Universidad, se puede hacer desde la Rectoría o de alguna Vicerrectoría. Eso tiene que ocurrir a nivel de los departamentos, de los institutos, de los centros de la Universidad, para informar efectivamente qué hacemos, cómo lo hacemos y con qué dificultades nos estamos enfrentando.
Agradezco al señor Decano que me haya invitado a hacer estas reflexiones. Es mucho más grato estar en una reunión de investigación haciendo deducciones sobre nuestras materias de desarrollo a largo plazo, que estar declarando respecto a los desafortunados eventos que enfrenta la Universidad por sus necesidades de financiamiento. Por eso agradezco mucho más, porque es la oportunidad para recordarnos que mal que mal, al final del día somos académicos y la investigación es parte importante de nuestro trabajo.