Palabras de despedida del Rector de la Universidad de Chile en los funerales del Profesor Manuel Fernández Hechenleitner.

La Universidad de Chile se encuentra profundamente conmovida por la desaparición temprana de uno de sus académicos más destacados. Manuel Fernández Hechenleitner hizo una vida completa dedicada a la Universidad, donde alcanzó sitiales reservados solo para los mejores de entre su dotación académica. Profesor del Departamento de Urbanismo desde el año 1978, ocupó los cargos de Coordinador Docente, Secretario Académico, Jefe de Cátedra, Director de la Escuela de Posgrado, Director del Departamento de Urbanismo y miembro de distintas comisiones en materias docentes y de investigación. Realizó sus estudios de posgrado en la Universidad Técnica de Munchen, Alemania en materias de planificación urbana y regional, obteniendo su grado de doctor en 1977. Fue conferencista en varias actividades y cursos de nivel de posgrado en Alemania y en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de nuestra Universidad. Tres libros, más de quince artículos en revistas, innumerables escritos, más de 20 apuntes docentes y una treintena de colaboraciones, ponencias y trabajos técnicos forman su nutrido currículo como investigador y creador.

Su aporte como Decano de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo reveló un afán decidido por renovar lo que veía como necesario para agilizar y modernizar el quehacer docente y de creación en su Facultad, como también en el objetivo de crear cosas nuevas, de mejorar y hacer más expeditos los procedimientos, de remecer a la institución hacia un mejor desarrollo en un marco de recursos escasos, no faltaron quienes discreparon con él, ni tampoco quienes le combatieron en sus propósitos y en sus acciones. Pero un análisis sereno sobre su obrar no puede sino hacernos concluir que su esfuerzo fue justo y efectivo. Nos mostró a todos un camino, y logró marcar una huella que será difícil de olvidar en el seno de la escuela que tanto quiso.

Manuel fue dueño de una personalidad recia, de convencimientos profundos, de entregas decididas. No era de términos medios, ni de declaraciones poco concretas. Era un convencido amante de la vida, de la belleza, de la verdad y de la sinceridad entre la gente. Rechazaba como tantos de nosotros la violencia que muchas veces le afectó directamente, enemigo de los ataques personales, fue también partidario de la franqueza y de la disidencia al más alto nivel universitario. Manuel fue un académico de innegable compenetración, convencido de su rol, empapado de su función y de la credibilidad surgida del respeto por las ideas ajenas y basada en el conocimiento más profundo.

En lo personal, fueron muchas nuestras conversaciones que permitieron acerar acuerdos y muchas veces marcar diferencias. Compartí con él como Decano durante cuatro años, y cuatro más siendo el Rector. Me maravilló siempre su profundo humanismo, su forma continuamente distinta de ver las cosas, su capacidad de expresar siempre lo que pensaba. Su amor por Chiloé constituyó el mito que siempre mantenía en su espíritu como el remanso esperado para vaciar allí sus muchas angustias y sufrimientos, edificando asimismo el espacio que ansiaba para soñar y crear. Hombre entregado a su familia, no tengo sino que desear a su esposa e hijos el testimonio profundo de dolor universitario, que viene de todas partes: de sus colegas, de sus ex alumnos, de los funcionarios que tanto aprendieron a trabajar con él, y a quererlo como una persona profunda y legítima. Que nuestro dolor se transforme en un grito de aliento, para seguir adelante, y para seguir su ejemplo como hombre y como académico, que hasta el último minuto enfrentó el sino doloroso del destino con fe y con profunda dignidad. Nuestra bandera institucional a media asta es el símbolo de nuestro recogimiento, de la cerviz universitaria inclinada ante el colega que ha partido.

Querido amigo, colega, exdecano, profesional destacado, ser humano de primera selección, queremos todos, que descanses en Paz, junto a Dios, donde deben estar los espíritus buenos, los que han vivido dignamente, los que han sabido entregarse con voluntad al prójimo los que tienen el orgullo de decir: fue un ser humano digno, y siempre practiqué la hermosa lección de vivir como tal.

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