Clase Magistral del Prof. Luis A. Riveros, Rector de la Universidad de Chile, "Lecciones de Historia para el Desarrollo Económico Chileno".

Acto de Inauguración del Año Académico 2003 de la Escuela de Investigaciones Policiales de Chile.

(Transcripción)

Lo primero es, ciertamente, agradecer la invitación para estar en esta imponente sala, visitar esta hermosa Escuela que demuestra lo que somos capaces de hacer en Chile para formar, como se debe, a quienes deben servir a nuestra sociedad. Desde distintas visiones, la visión de la Policía y su misión, como otras, son tan relevantes para el desarrollo apropiado de nuestra sociedad para mantenerla dentro de los cánones que queremos para su futuro. Por lo tanto, participar acá en esta Escuela tan bella, tan importante, es para mí un honor. Pero más aún es un honor, porque sé lo que aquí se hace, porque sé la competencia, la vocación, el sacrificio, muchas veces, con que se hace esto de formar adecuadamente a quienes sirven al país. En consecuencia, es un doble honor. Para quien, como yo, ha dedicado toda su vida a la academia, inaugurar un año académico es una ceremonia muy importante, porque es una ceremonia de reflexión, es una ceremonia en que tenemos que pensar en lo que estamos haciendo, y la actividad académica no es simplemente la repetición de un año a otro de lo mismo, sino ir cambiando, ir provocando esa dinámica que el país tanto necesita para mirar con propiedad su futuro.

Debo agradecer, también, la oportunidad -y debo decirlo con mucho franqueza- de poder hablar sobre una de mis pasiones, oculta, quizás, pero en mi currículum muy abierta, que es hablar de Historia Económica. Dentro de mi especialización, los economistas somos muy forzados permanentemente a hablar del corto plazo, a opinar sobre las cosas buenas y malas que pasan, con los indicadores, con las proyecciones, con las evaluaciones, y son pocas las oportunidades en que un economista puede hablar, en el sentido más lato, de qué pasa con nuestra economía cuando uno la mira en la perspectiva histórica. Yo les agradezco que me den esta oportunidad para dar cuenta de mis reflexiones de mucho tiempo, respecto a cuáles, creo yo, son las enseñanzas fundamentales de nuestras tendencias históricas para el devenir futuro. Soy de los que cree que la historia no se repite, pero también soy de los que cree que la historia representa un conjunto de lecciones que uno no debe olvidar, porque las cosas en la vida social no ocurren en un vacío, ni histórico ni institucional. Muchas veces -y ésta es quizás una de unas lecciones permanentes de nuestra historia- olvidamos ese pasado que nos enseña lecciones importantes y a veces definitivas, sobre decisiones, sobre opciones, sobre alternativas, sobre cuidados que, como sociedad, debemos tener para mirar hacia adelante. Así como las familias muchas veces deben mirar a su pasado para poder de esa manera planear el futuro, yo creo que las sociedades tienen, también, la obligación de mirar a su pasado -sobre todo a su pasado económico- para mirar con mayor realismo el futuro y sus opciones.

Es por eso que quería yo partir diciendo, que mis observaciones van a estar en tres ámbitos distintos, pero relacionados. Uno, el ámbito de lo que los economistas llamaríamos "el muy largo plazo chileno": qué ha ocurrido en nuestra historia y qué podemos aprender desde los tiempos en que los españoles llegaron a este valle y se empieza a desarrollar una organización económica, social y política distinta a la de nuestros habitantes históricos. Lo segundo, qué nos enseñan los episodios de crisis en Chile. O sea, cuáles son las lecciones que uno podría desprender. Y lo tercero, cuáles son, entonces -dadas esas dos observaciones sobre las tendencias de muy largo plazo y las tendencias de las crisis económicas- las lecciones en torno a una materia que a mí me parece muy fundamental, que es la formación del capital humano del país, lo que me permite conectar mis dos vocaciones: la de historiador y la de educador.

Para partir con el tema del largo plazo, a mí me gustaría mostrarles una transparencia que es muy interesante, porque si ustedes la observan con algo de paciencia, estamos hablando de la experiencia de crecimiento de un poco más de un siglo para distintas economías, incluyendo la economía chilena, la economía argentina, el Reino Unido y el Japón. Esto es producto de un estudio que tuve la oportunidad de discutir hace poco con colegas japoneses que están, ellos como buenos orientales, llevando a cabo para mirar hacia atrás y, entonces, tratar de descubrir qué debe hacer Japón hacia adelante. Lo que muestran estas cifras, en donde la economía chilena está allí; donde la economía Argentina está en este color amarillo y que, bueno, tanto la economía chilena, como la economía argentina, son tremendamente inestables. Esto es sólo la experiencia de un siglo. Los datos aquí parten, aproximadamente, en 1900 (no tenemos datos estadísticos sobre crecimiento, sobre producto, más atrás de 1900, aunque hay algunos ejercicios que han aventurado algunos números), pero es muy interesante descubrir. Aquí estamos midiendo el producto per cápita, producto per cápita que de alguna manera indica grado de desarrollo, como bien sabemos, y es, además, un producto per cápita que está corregido por el poder de compra del dólar para todo este siglo. De manera que son comparables porque, como todos sabemos, un dólar en Japón no es lo mismo que un dólar en Chile, en términos de su poder de compra. Y uno se da cuenta que la tendencia de todos estos países es hacia arriba. Eso no es un gran descubrimiento, pero evidentemente señala una observación que los economistas han hecho siempre: las economías de largo plazo siempre tienden a expandirse con mayor inestabilidad y mayor lentitud, dependiendo de los casos. Pero lo que a mí me interesa poner de relieve con esta información, con estas transparencias, son dos cosas.

En primer lugar, de que las economías que tienen mayor estabilidad; en este caso, Japón y el Reino Unido, son economías que crecen más. Y allí tienen ustedes, cuando uno puede tirar una regla sobre esto, que la capacidad de expansión de esas curvas azul y roja, es bastante mayor que la de estas curvas amarilla y negra, que corresponden a Argentina y Chile. A pesar de episodios como los de la Segunda Guerra Mundial, a pesar de episodios como los de la Primera Guerra Mundial, son economías que, en general, tienden a tener una tasa de crecimiento mucho más sostenida y, evidentemente, de los años 40 ó 50 en adelante, esa es una situación innegable. Nuestros países, por el contrario, si ustedes lo ven, uno puede aquí tirar también una regla: hay una tendencia positiva, pero hay muchos altos y bajos. Y la economía chilena, con una gran cantidad de altos y bajos a pesar de períodos, como el período después de los años 40, de grandes capacidades de expansión; o después de los años 80, con una gran capacidad de expansión, pero en general, dominado por la inestabilidad, la pregunta entonces es, ¿de dónde viene esa inestabilidad y qué podríamos hacer para controlarla? Si este fuese el gráfico que representa la temperatura o la presión arterial de un paciente, evidentemente que la primera observación sería, por qué es tan inestable, y la segunda sería, busquemos las razones para poder corregirlo. En economía no hay mucho en este sentido que se diferencie del diagnóstico médico, en términos de opciones y en términos, quizás, de tratamiento.

Lo segundo es, que la inestabilidad de algunos países como Argentina es tan grande que incluso, a pesar de que históricamente su ingreso per cápita estuvo por encima del ingreso per cápita chileno, en los últimos años esa tendencia se revierte, y el ingreso per cápita argentino empieza a declinar, el ingreso per cápita chileno comienza a crecer más lentamente, pero está por sobre ello. Es decir, aquí también hay cambios muy importantes en las composiciones, producto de esas tendencias en el crecimiento económico.

Yo quería mostrarles esto simplemente para motivar la discusión que quiero hacer. Para plantear, primero, cuales son esas razones de inestabilidad de la economía chilena. Y en esta mirada de largo plazo, a mí me parece que es muy importante que todos tengamos una clara noción de que somos una economía pequeña, somos una economía marginal y dependemos profundamente de las oscilaciones en el resto del mundo. Esa no es una novedad, pero parece, a veces, que se nos olvida. Cuando estamos en el pequeño espacio de los tres años o de los cinco años, parecemos olvidar, de pronto, que somos una economía dependiente del resto del mundo y, como se dice muchas veces, "cuando se mueve el león, la cola también necesariamente ha de moverse". Nosotros estamos en esta cola del mundo con muchas oportunidades, con grandes perspectivas de desarrollo, pero sin perder de vista que pertenecemos a este conjunto.

La economía chilena desde sus orígenes fue una economía con una gran tendencia a la monoproducción, es decir, a enfatizar la producción de algunas materias primas, primordialmente, de algunos productos, y con eso fundamentar el desarrollo de su balanza de pagos y el crecimiento económico. En lo que Mario Góngora denominaba la "Temprana Colonia" o la "Alta Colonia", en los primeros años de la colonización, Chile fue exportador de minerales, particularmente un país exportador de oro. Fuimos un gran productor, durante una buena cantidad de años durante el siglo XVI. Posteriormente, producto de cambios en los precios relativos, pero también producto del agotamiento de algunos de nuestros minerales, la economía chilena se convirtió en una economía exportadora de ganadería y de productos derivados. Esto ocurre desde fines del siglo XVI y la mayor parte del siglo XVII, parte incluso del siglo XVIII, o sea, nosotros fuimos un país ganadero durante una gran porción de nuestra historia. Un país que exportaba derivados del ganado, como el sebo y los cordobanes, a Europa, a España y, naturalmente, también al Virreinato en el Norte y a la Capitanía en el Este. Pero fuimos un país tremendamente exitoso desde el punto de vista de nuestras exportaciones. Cuando uno lee un poco esta parte de la historia económica, no puede dejar de vincularla a lo que ha ocurrido, también, recientemente con nuestra historia económica o con nuestro desarrollo económico. Un gran éxito, un gran potencial de inversión y la consolidación de una estructura social y política que estaba grandemente vinculada a la ganadería y al desarrollo de ese sector. Pero posteriormente a esto, y con los cambios lentos en la historia, hay nuevamente cambios en precios relativos, hay nuevamente señales distintas desde afuera, desde los países que recibían nuestras exportaciones, y eso provoca, también, en Chile un cambio importante de esta producción ganadera a la producción triguera. El país, entonces, nuevamente, como había ocurrido ya hacía más de un Siglo, empieza a mover -como dicen los economistas- sus recursos productivos desde el desarrollo de la ganadería y la promoción de la exportación ganadera, al desarrollo triguero y la promoción de la exportación triguera, en la cual, ciertamente, también fuimos un país muy exitoso. Hay toda una historia. Muchos historiadores han mirado esos capítulos sobre el desarrollo de la producción triguera en Chile, sobre el éxito de la producción triguera y cómo dio eso fundamento a la inversión en esa industria y, por lo tanto, potenció el crecimiento económico durante gran parte de la segunda mitad del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX.

De manera que aquí ya hay dos o tres grandes episodios de cambios en esta perspectiva productiva. Pero se producen otros. Hay en Chile un episodio importante, también, de nuestra economía, que es el llamado "Ciclo de la Plata". Hay aquí un cambio, nuevamente, de precios relativos. California y Australia se convierten en los grandes graneros de trigo para el mundo. La economía chilena, entonces, no puede competir adecuadamente por problemas tecnológicos, por problemas de transporte (cosas todas que nos parecen hoy tan conocidas y tan triviales). Pero ocurre nuevamente este cambio y ahí volcamos nuestros recursos productivos hasta la plata, que permite un desarrollo importante, particularmente en el Norte Chico y en los sectores que desde la ciudad estaban vinculados a la capitalización, al financiamiento del desarrollo de esa industria. Ciclo, sin embargo, que no tiene una gran extensión, porque termina posteriormente con el auge del salitre. Auge del salitre que, además, se vincula con la guerra que comienza el año 79', pero que en definitiva convierte a nuestra economía en una economía salitrera, en donde por años el financiamiento del gasto fiscal se basa en el salitre.

Hay entonces, toda una descripción de este período que termina -se eclipsa ahí por los años 20' del siglo pasado- cuando los alemanes inventan el salitre sintético y, por lo tanto, devastan los mercados para el salitre natural chileno, lo cual lleva a una crisis económica muy importante ya hacia fines de la Primera Guerra Mundial. Todos sabemos, porque es ya está más cercano a nuestra historia, las grandes masas de desempleados que se provocan en el Norte. Los asilos que se crean en Santiago para cobijar a esos desempleados. La caída importante en la actividad productiva. El tremendo déficit fiscal que se crea porque caen los ingresos del Gobierno. O sea, fenómenos todos que nos parecen hoy tan como del día, que son fenómenos que se han producido tradicionalmente en nuestra historia. El resto de nuestra historia es, por supuesto, el ciclo industrial, cuando se crea la CORFO (ésta fue una reacción a esta crisis salitrera, en gran medida) y se crea una gran inversión para desarrollar el potencial eléctrico, para desarrollar la producción de acero, para desarrollar las telecomunicaciones, etc., hasta que no hay una crisis del Estado a comienzos de los años 70. Se empieza a decir que se está produciendo muy caro algunas cosas. Cambios en precios relativos. Una crisis institucional, asociado como bien lo sabemos, y pocos años más tarde nuestro país se convierte, entonces, en un exportador de otras cosas distintas a toda esta historia, y que tiene que ver con los salmones, con la fruta, con la madera y, en alguna manera, con la tecnología. Pero entonces, cuando uno mira esta perspectiva de largo plazo y observa estos cientos de años de la economía chilena, la sensación que a uno le queda, es la sensación de una inestabilidad estructural. Hemos cambiado desde el oro al ganado, al trigo, a la plata, al salitre, a la industria pesada, a la agricultura, a los bosques, a la pesca, y siempre estos cambios han sido producto de los cambios en los precios relativos internacionales. Siempre estos cambios han provocado crisis internas y reasignaciones de recursos, con todo lo que eso trae: protestas de quienes pierden frente a estos cambios, grandes vacíos que se provocan en las decisiones de la política económica; el financiamiento fiscal, por ejemplo.

De manera que hay esta primera lección: nuestra economía es una economía dependiente de las condiciones existentes en el resto del mundo. Y es muy importante que pensemos en cómo enfrentar a ese resto del mundo, para evitar que esas fluctuaciones estén permanentemente lesionando el desarrollo de largo plazo. Porque estos cambios se pueden acomodar, porque estos cambios se pueden prever, porque estos cambios pueden, de alguna manera, ser menos dañinos en términos de su impacto negativo.

Junto a esa observación -que es la observación obvia- hay que tener cuidado con estos cambios, porque no tenemos nada que hacer frente a ellos, y para eso parece ser una buena idea estar asociados, como hoy se ha puesto de moda, con las grandes economías, con los grandes conglomerados económicos, con el objeto de minimizar estas fluctuaciones, porque la asociación establece, de alguna manera, políticas de acuerdo para que estos cambios ocurran de una forma un poco más organizada.

Pero la segunda observación, es una observación que viene propiamente de la historia. Un brillante historiador francés argumentó, hace algunos años, que las sociedades en estos desarrollos de larga duración tienen algunas constantes, y que es muy importante para el historiador y el observador social, identificar esas constantes. Porque esas constantes son las que importan, justamente cuando se provocan estos cambios. Yo creo que la observación provocativa que quiero hacer, es que esa gran constante en la historia de Chile es el cobre. Porque es cierto que hemos pasado por todos estos ciclos productivos. Es cierto que todos estos ciclos productivos han manifestado crisis sociales y políticas que hemos debido reasignar recursos entre actividades productivas, regiones, segmentos, sectores sociales -con todo lo que eso trae-, pero también es cierto que durante todo ese tiempo, desde la colonia, pasando por todos estos ciclos -particularmente durante el siglo XX- nuestro país ha sido un país minero, un país productor, particularmente, de cobre, pero un país minero, y esa es una constante, y esa ha de seguir siendo una constante. Por lo tanto, eso nos hace un poco reflexionar, quizás, sobre la atención permanente que debiera tener la minería, como este factor de amarre para una economía que sufre todos estos embates, que sufre todas estas fluctuaciones, que mañana puede significar que otros países van vender vinos en mejores condiciones que nosotros, o que pueden vender frutas en mejores condiciones que nosotros. Haremos, naturalmente, el esfuerzo en la parte tecnológica, en la inversión, para mejorar calidad. Todo eso se ha hecho y hay que seguir haciéndolo, pero evidentemente aquí debe haber alguna constante, y yo sugiero la minería.

Por lo tanto, el país debe poner una atención muy preferencial al desarrollo de la tecnología, a la inversión en la minería, a la creación de buen capital humano para la minería. Por eso me preocupa, y esto sea un paréntesis: en Chile se gradúen mil abogados por año, pero se gradúen 50 ingenieros de minas por año. Creo que ahí hay un tema que es muy fundamental para prever este largo plazo. Sobre el resto, poco hay que hacer. Somos una economía pequeña y tenemos que hacer todo lo que se hace -y se dice que hay que hacer- en materia de tecnología, de investigación, de preparación del capital humano, de promover la pequeña y mediana industria, de asociarnos con las grandes economías con el objeto de minimizar estas fluctuaciones, todo eso es cierto. Sin embargo, mirando esta perspectiva de largo plazo, es muy importante poner atención en aquello que es constante, y lo constante, lo que cambia menos, lo que provoca este amarre de nuestra realidad productiva con la historia es, en mi opinión, el desarrollo minero.

Lo segundo, a lo que quería aludir, es el tema de las crisis. Cuando ocurren estos cambios tan importantes, naturalmente, se provoca una crisis. Y uno dice, bueno, de las crisis siempre se sale producto de algún mecanismo. Cuando hay crisis matrimoniales siempre hay un mecanismo para salir de la crisis matrimonial, habrá alguna negociación, habrá algún mecanismo de entendimiento. Pero ciertamente, estas crisis que se provocan por estos cambios en los precios relativos, por estos desarrollos desde afuera hacia adentro, se profundizan en la medida que hay problemas estructurales. Yo tengo acá, entonces, otro convencimiento que es muy importante, y que no es mío, porque a mí me convenció don Aníbal Pinto, Premio Nacional, distinguido economista e historiador: las crisis en Chile se profundizan y, por lo tanto, se sale de la crisis con más dificultad y con mayor lentitud porque hay problemas que no se han atendido y resuelto adecuadamente y están ahí. Él desarrolló una hipótesis -que yo comparto plenamente y que creo que es tan importante que los chilenos pensemos hoy - que es la "hipótesis del desarrollo frustrado".

Chile, fines del siglo XI -quizás desde la mitad de la segunda parte del siglo XIX-, fue una economía que tuvo una experiencia económica brillante, y es bueno que los jóvenes sepan eso. Crecimiento económico. Cuando uno ve la literatura de esa época, se aprecia esa satisfacción de nuestro país. Cuando uno lee los periódicos de la época, se ve un país que está boyante, que nos va bien. Es un país que desarrolla un sector bancario. Es un país que empieza a disfrutar de las importaciones suntuarias que venían de Europa, que en esa época eran, naturalmente, excepcionales, caras, refinadas. Es un país que empieza a vivir una eclosión intelectual. Un país que tiene éxito, primero la plata, después el salitre, pero tiene éxito. Es una parte de nuestra historia en que se consolidan una serie de aspectos, una serie de instituciones que tienen que ver con nuestro quehacer republicano. O sea, un país que le va bien. Y cuando uno descubre, en esa época muchos escribieron sobre "bueno, la economía chilena llegará a ser como Inglaterra en pocos años". Muchos economistas, influenciados por un economista liberal francés que tuvo un gran impacto en la formación de nuestros intelectuales cientistas sociales en esa época, preveían que Chile iba a ser naturalmente una gran fuerza dinámica de la economía mundial. Eso es lo que estaba ocurriendo. Pero avanza el tiempo, y ese desarrollo se frustra, poco a poco se va apagando y, curiosamente, cuando uno lee los periódicos de los primeros años del siglo XX, muchos dicen: "mire, lo que está ocurriendo es un fenómeno transitorio, aquí esto va a seguir", y uno se recuerda mucho de las discusiones corrientes en política económica: "se ha desactivado un poco esta dinámica, hay un problema en el resto del mundo, hay un problema en algún tipo de estrecheces en la inversión, pero eso va a pasar, esto va a seguir". Y el resultado, es que nunca siguió. El desarrollo económico chileno de estos tempranos años se apagó, y posteriormente entró en una crisis profunda. Nótese que las primeras crisis sociales de la llamada "cuestión social" -que muchos leemos en la historia- tuvo su expresión política más clásica en las elecciones del año 20'. Esa cuestión social había partido ya a fines del siglo XIX, pero notablemente en el siglo XX. En 1905 hay una tremenda demostración en Santiago, de la gente que protesta por el alza del precio de la carne. Y están, naturalmente, los problemas derivados de la crisis salitrera en el Norte, que también la sabemos (1907). O sea, hay allí -no sólo como resultado de la crisis económica, de la desaceleración- una crisis social con todas sus manifestaciones, incluyendo las manifestaciones políticas más tradicionales.

Entonces, el argumento de don Aníbal Pinto -que es muy compartido- es que Chile tenía dos dinámicas: una dinámica que era la dinámica económica, y otra que era la dinámica social y política. Y esas cosas no marchaban acompasadas. Se percibía un sentimiento de injusticia. Se percibía desigualdad. Se percibía que frente al éxito económico había quienes lo hacían mejor, obtenían lo mejor, y otros no. Y ese sentimiento, ese desequilibrio -en el idioma de los economistas- llevó a la frustración del desarrollo económico. Porque no se hace sustentable un crecimiento económico que, al mismo tiempo, no tenga algún fundamento, no vamos a decir de la igualdad, pero por lo menos algún fundamento en términos de lo sustentable que es eso socialmente. A mí me parece que ese es un tema que los chilenos tenemos que pensar con mucho cuidado, sobre todo -y lo digo frente a una audiencia que conoce este tema- cuando nuestra realidad social no es perfectamente entendida por toda nuestra sociedad. Ustedes tienen que tratar con esa realidad social: con la pobreza, con esa tremenda frustración, con ese "deseo de llegar a ser más, pero no tener las oportunidades para". Esas desigualdades que uno aprecia, incluso, en cosas como la Prueba de Aptitud Académica, cuando algunos colegios obtienen puntajes mediocres y otros colegios por definición muy buenos puntajes. Uno observa, que hay en nuestra sociedad una serie de elementos que deben hacernos meditar respecto a la subsistencia de estas tremendas diferencias. Cómo racionaliza un economista eso. Algunos pueden decir: "mire, ese es un tema social que no tiene nada que ver con la economía". Pero la respuesta, en mi opinión, es la siguiente: el fundamento para poder tener crecimiento económico es la inversión. Los fundamentos para que la gente invierta o, en nuestro lenguaje actual, para que la economía internacional invierta en nuestro país, es que nuestro país sea un país estable. Esa estabilidad tiene mucho que ver con la rentabilidad de la inversión, tiene que ver con lo bien organizado que está el sector financiero, tiene que ver con nuestro potencial tecnológico, con la preparación del capital humano para producir, con todas esas cosas que están allí. Pero también tiene que ver con las inestabilidades sociales. El argumento de Pinto respecto a la frustración del desarrollo económico chileno, es que el desarrollo económico chileno no pudo continuar siendo sustentable, porque la inversión no encontró el medio ambiente apropiado para garantizar su rentabilidad de largo plazo. Eso, creo yo, nos debe hacer meditar respecto a las situaciones actuales, en que las perspectivas de crecimiento a largo plazo están allí. Está allí nuestro potencial, están allí nuestros mercados, está allí nuestro capital humano. Pero hay también un allí que es muy importante, que es el tema de cómo garantizamos estabilidad social y política para poder, justamente, acceder a los niveles de inversión que se necesitan. Creo que si uno mira más atrás en la historia, todas las crisis de estos cambios importantes en el sector productivo en nuestras exportaciones, se han profundizado en la medida que nuestra sociedad contiene, estructuralmente, una gran cantidad de desigualdades. Están, desde luego, las sociales y las económicas, pero no olvidemos las regionales. No olvidemos que nuestro país es un país bastante heterogéneo, y naturalmente existe ese sentimiento de largo plazo, de que las regiones urbanas son siempre las que permanecen más inmunes a estas grandes crisis, y que estas grandes crisis radican mucho más en las regiones que producen lo que todos comemos.

Entonces la segunda lección (digo la primera: somos una economía pequeña, inestable y tenemos que sujetarnos de algo y ese algo es el desarrollo minero) importante, es que nuestra economía contiene factores de desigualdad, de desequilibrio, que hacen que nuestra inversión sea menos segura en el contexto de largo plazo. Hoy no hay que invertir en dos años o para tres años, estamos pensando en inversiones de diez años, de veinte años. La pregunta es, quién garantiza que la estabilidad -económica, desde luego-, pero la social y la política, dé garantías a esa rentabilidad que todo el mundo busca detrás de los recursos que pone. Y eso es más grave, cuando hoy pensamos que nuestra economía debe competir por recursos de inversión con muchas otras economías, con muchas otras realidades. Ciertamente, si éste no es un tema que miramos con cuidado, seguiremos siendo un país que lo hace brillantemente, pero con los niveles de ingreso per cápita actuales y con un crecimiento relativamente lento, no como el que estamos avizorando. Muchos han dicho: "mire, Chile puede llegar a ser un país desarrollado en diez años". Si Chile creciera al 7% por año, durante un tiempo podrá alcanzar el nivel de desarrollo, aproximadamente, en veinticuatro años. Y si Chile crece al 5% por año -que es una cifra más realista- ciertamente que el nivel de desarrollo económico, medido por el ingreso per cápita, para alcanzar el piso del mundo industrial, se va a producir en alrededor de treinta años. De manera que nadie podría, seriamente, pensar que estamos trabajando para esta generación, sino que estamos trabajando para las generaciones venideras. Siempre a mis estudiantes les digo que ellos, en realidad, no deben trabajar para ellos, sino que deben trabajar para sus hijos y para sus nietos y que esa es, probablemente, la mejor convicción de qué es lo que tenemos que estar entregando profesionalmente para el desarrollo del país.

Y mí tercer comentario tiene que ver con el elemento humano. Creo que la formación del chileno es un aspecto crucial, ciertamente, para el desarrollo. Pero no me quiero referir solamente a lo trivial, porque es cierto que tenemos que tener buenos ingenieros, buenos técnicos, buenos economistas, buenos médicos. Tenemos que tener un sector educacional mucho más fuerte del que estamos teniendo. Creo que tenemos que potenciar más nuestra educación de lo que hoy estamos haciendo. Creo que Chile ha ido avanzando peligrosamente a una educación mediocre, a una educación en que nos conformamos con resultados mediocres. Creo que eso hay que recuperarlo de alguna manera. Eso puede significar un rol más activo del Estado en materia educacional. Eso puede significar estructuras de incentivos distintos para el desarrollo del sistema educacional. Pero a mí me parece que ese es un tema que hay que atender, y ese es el lado más obvio, aunque no es tan obvio desde el punto de vista de los recursos y del esfuerzo que eso implica. Hoy, que competimos con el resto del mundo, es muy importante contar con el capital humano que efectivamente tenga una productividad acorde y comparativa al resto del mundo.

Me quiero referir al tema más profundo, que lo voy a poner en lo que he llamado las dos "v" que necesita nuestro Chile: valores y visión.

Los valores obvios que todos tenemos que compartir para que nuestra sociedad funcione, son los valores más profundos. Cuando uno relee el libro de Orrego Luco, que se llama "Casa Grande", y que relata esta sociedad chilena de principio del siglo XX, que es un tema que a mí me ha interesado mucho, porque encuentro una correspondencia tan fundamental entre los inicios del siglo XX y los inicios del siglo XXI, son los mismos problemas, las mismas frustraciones, las mismas inquietudes, algo hay que nos hace parecer.

A comienzos del siglo XX don Enrique Mac-Iver escribía y decía: "parece que los chilenos no somos felices". Y cuando uno lee sus argumentos, y uno los pudiese trasladar a comienzos del siglo XX, se da cuenta que hay una similitud tan grande en esa experiencia de la cual tenemos que aprender. Cuando uno lee el libro "Sinceridad", que es una crítica descarnada a nuestra sociedad chilena; díganme si no, si uno republicara ese libro a la realidad chilena del siglo XX, se aplican, de manera absolutamente directa, todos los conceptos. Entonces, parece que en un siglo no hubiese pasado nada y nuestros problemas siguen siendo los mismos. Pero qué ocurre a comienzos de ese siglo XX, y por eso quiero ir a este tema valórico que me parece tan fundamental: hay un afán de enriquecerse rápidamente. Está presente en esa novela que acabo de describir: jugar, transgredir para poder hacerse rico rápido. El sueño de cada joven es ese: cómo me hago rico yo mañana, y cómo aventuro lo que sea posible y destruyo a mí familia (como efectivamente se cuenta en esa novela, que es una novela realista) para poder lograr este objetivo. O sea, aquí hay un tema valórico profundo que creo (yo aquí no pretendo ser un predicador) es un tema que tenemos que pensar en nuestra sociedad. Yo creo que tenemos hoy, tal y como a comienzos del siglo pasado, algunas distorsiones, algunos elementos que deben corregirse en su base, y esa base está en la educación.

Lo segundo, es la visión de país. Creo que es una de las cosas en las cuales estamos fallando, y me doy cuenta cada vez con más sorpresa. Yo generalmente hago un curso de 4º año en la Universidad; sin embargo, este año quise hacer un curso de 1er. año, y me doy cuenta de estudiantes (todos de más de 700 puntos en la Prueba de Aptitud Académica) con fallas estructurales, de lo mala que es la formación, que no saben hablar, no saben escribir, que no saben matemáticas; pero lo más grave: me doy cuenta que no tienen una visión de su país. Me doy cuenta que no han entendido. O sea, las clases de Historia han pasado a ser una simple repetición -muchas veces bastante inútiles- respecto a un pasado que no les interesa mucho. No hay una visión del Chile. Su visión del Chile se circunscribe a cosas específicas, a cosas pequeñas, a cosas concretas, a cosas poco importantes. A mí me parece que tenemos mucho que corregir. Fijémonos en aquellos elementos que sean constantes de largo plazo, fijémonos en cuáles son aquellos factores estructurales que ayudan a profundizar las crisis y no a salir rápidamente de las crisis. Todo ello se hace nada, se hace agua, no es una idea viable si no tenemos, efectivamente, una población dotada de valores fundamentales y de una visión de país que se necesita ir construyendo permanentemente para, justamente, poder entendernos todos como miembros del mismo país y no de países distintos.

Esas eran las ideas que traía para esta clase. Les agradezco nuevamente la invitación. Me he sentido muy orgulloso de estar acá, y deseo, por cierto, que este año académico sea tremendamente exitoso y que se logren superar todas las barreras, todas las propuestas y todas las metas que se han señalado.

Muchas gracias.

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