Palabras del profesor Luis A. Riveros, Rector de la Universidad de Chile, con motivo de la asunción del nuevo Decano de la Facultad de Odontología, profesor Julio Ramírez Cádiz.

Esta ceremonia forma parte de la tradición a la vez que de la modernidad en la vida universitaria. El cambio de un académico a otro para ejercer la tarea de conducir los destinos de la Facultad desde el decanato, es parte de las prácticas que han dominado el quehacer y el ser universitario a través del tiempo. Se trata de la ceremonia que culmina un proceso en que los académicos ejercen la potestad de gobierno universitario, y han elegido a uno de los suyos para conducir el trabajo de la Facultad. También es un hito vital del ceremonial universitario, que nos convoca, en su forma práctica, a escuchar una cuenta sobre la marcha de la Facultad, y a conocer las perspectivas que se plantean para el futuro en la agenda de trabajo del nuevo decano. Esos elementos constituyen la parte del ritual tradicional que es fundamental en la vida universitaria.

Al mismo tiempo, sin embargo, esta ceremonia tiene que ver con el hecho participativo que debe caracterizar a la Universidad conjuntamente con lo vinculado a la jerarquización académica. Como he mencionado, nuestros decanos se eligen por parte del cuerpo académico en el ejercicio de su potestad de gobierno, y esta ceremonia es una manifestación hacia la comunidad toda respecto del significado del cambio generado. Constituye un fenómeno propio del reconocer a la nueva autoridad, al mismo tiempo que él de saber acerca de sus propuestas y evaluaciones para con ello constituir el debate de ideas que en la Universidad debe ser permanente en la conducción del quehacer académico. Es también una manifestación de lo que constituye la universidad verdadera, donde son los académicos quienes deciden sobre el gobierno institucional, y no los poderes vinculados a la propiedad ni a un imperativo extra universitario.

El cambio de Decano en esta vieja y querida Facultad de Odontología se da en condiciones particularmente significativas. Por años, esta Facultad requirió la modernización de sus instalaciones, para responder de modo más efectivo a la ingente demanda por cumplir efectivamente la tarea docente y de investigación. La Facultad vio postergada sus legítimas aspiraciones para un espacio digno donde desempeñar a plenitud sus tareas; por múltiples razones a lo largo de los últimos 40 o 50 años, la Universidad de Chile difirió una decisión crucial para mantener lo que ha constituido una de las escuelas más tradicionales del país, y un emblema del aporte sustantivo de nuestra Universidad al desarrollo de la formación de pre y posgrado. Con la conducción del Decano Mata y el esfuerzo mancomunado de la Universidad, se ha construido este edificio, que simboliza el esfuerzo de esta Facultad por lograr su modernización y responder a los retos significativos que levanta hacia nosotros la realidad nacional y mundial. Estamos acá, en esta primera etapa de nuestro esfuerzo por llevar a cabo la total modernización de la infraestructura de nuestra Facultad, para también comprometernos a seguir adelante, a multiplicar los esfuerzos por hacer más efectiva nuestra acción en pro de una Universidad de Chile dispuesta a enfrentar los retos de la modernidad, y enfrentar también el esfuerzo eficiente para lograr el uso más efectivo y eficiente posible de los recursos que la nación nos ha dado para llevar a cabo nuestra tarea académica.

No puedo dejar de expresar algunos comentarios sobre la intranquilidad que sentimos respecto del espacio de política pública que rodea al quehacer universitario en los días presentes. Este es un tema de enorme importancia en el contexto del compromiso que he mencionado para lograr una modernización de nuestra Universidad en todo terreno. El diseño de política universitaria actual pone un énfasis significativo en la expansión en cantidad de las matrículas, aunque el sistema mismo oculta falencias importantes en sus fundamentos, en la calidad formativa y en cuanto a los efectivos alcances académicos de su quehacer. La falta de regulaciones apropiadas y de una efectiva acreditación institucional y profesional está conduciendo a un total decaimiento en la calidad del sistema universitario, que es, por otra parte, objeto de incentivos financieros para alcanzar una mayor expansión y mayor énfasis en la docencia. Ello ha de resultar reflejado en mayor debilitamiento de la investigación y de la Universidad compleja a cargo de la mayor parte de la misma, mientras que las familias no tienen información para efectivamente discriminar respecto de los aspectos de calidad envueltos en la docencia. A estos problemas, que reflejan una grave ineficiencia del sistema, ha de sumarse otro conjunto de dificultades que reflejan la presencia de una profunda inequidad, como lo muestra el limitado desarrollo de políticas sobre crédito universitario y sistemas efectivamente solidarios de financiamiento estudiantil que haga realidad aquello que las universidades están reservadas para los más capaces independientemente de su condición socio-económica. Estos dos aspectos, calidad y equidad, presentan deficiencias totalmente incompatibles con los desafíos productivos y sociales que Chile enfrenta en su estrategia de desarrollo e inserción internacional.

Hemos planteado esta materia en forma insistente. Las contradicciones que genera el actual esquema de financiamiento con el rol de una Universidad Nacional y Pública son evidentes, y lo hemos subrayado en innumerables ocasiones. El conflicto que genera el actual sistema de financiamiento deriva hacia el interior de la Universidad, y contribuye a hacer aun más difícil la tarea de mantener nuestro liderazgo con un financiamiento apenas suficiente para seguir adelante, con pequeños espacios para financiar la indispensable innovación y modernización de nuestra actividad. El planteamiento ante la autoridad debe ser más sistemático por parte de nuestra comunidad, sin permitir que el conflicto satisfaga objetivos políticos de menor cuantía, llevando a la destrucción de la unidad en nuestra comunidad, incentivando la protesta frente a la propia Universidad y sus autoridades sobre aquello que se origina en una política que hemos criticado sistemáticamente. La Universidad de Chile no puede, estimados colegas, seguir moviéndose entre la parálisis que provoca la escasez de recursos resultante de una política pública desfavorable para una institución nacional y pública de carácter complejo, o la parálisis derivada de conflictos que culpan artificialmente a la propia Universidad de tal situación. Enfrentamos un medio extraordinariamente competitivo en el medio externo -como esta Facultad bien lo sabe- y no podemos seguir subsidiando nuestro quehacer sobre la base de pagar mal a nuestros profesores y funcionarios; precisamos modernizar nuestro quehacer, conservar el liderazgo, fortalecer la calidad de nuestra docencia y de la investigación, y no cruzarnos de brazos esperando por soluciones que han de surgir precisamente, producto del trabajo universitario serio que debemos realizar.

Otra dimensión preocupante de la política prevaleciente tiene que ver con la investigación en sí misma. Sabemos que existe en Chile un inadecuado financiamiento de la investigación científica y tecnológica, el cual se refleja en la reducida proporción que alcanza el gasto (más propiamente, la inversión) en esta área, el cual no significa más de un 0.7% del PIB. Del mismo modo, ha existido insuficiente innovación destinada a financiar por la vía concursable proyectos de mayor extensión temporal y cobertura en términos disciplinarios, que a la vez promueva equipos de investigadores y acciones interdisciplinarias. Frente a los compromisos de elevar el monto empleado en este ámbito, se contraponen las coyunturas financieras, las cuales, últimamente, definen los proyectos y temas de largo plazo que, como la investigación, se ven siempre como potenciales objetos de ajuste presupuestario. En el presente año, como en el anterior, los recursos FONDECYT están prácticamente congelados, no ha existido cambio en materia de overhead, existe insuficiencia de recursos para becas de posgrado, y no se ha innovado en distribuir mejor el gasto fijo asignado a entidades del Estado. La propuesta formulada por la Universidad de Chile hace ya casi un año, no ha tenido eco, a pesar de considerar instrumentos y políticas innovativas que permitirían financiar la investigación que necesita el país, sobre bases de mayor efectividad y con un necesario examen de resultados.

Reconozcamos que existe en nuestra sociedad y entre los políticos una visión limitada sobre la investigación básica y aplicada; prima una idea que la centra en sus aspectos utilitarios, pero con escasa noción del complejo proceso que envuelve la producción de conocimiento nuevo. La investigación en ciencia es vista como algo que no debiera efectuarse en nuestra realidad nacional, poniendo más bien los recursos en adaptación de la creación de otros. Además, este debate se ha imbuido de las convicciones de quienes creen que esta actividad se realiza mejor desde fuera de la Universidad -sea en centros independientes o en las propias empresas o centros productivos- desconociéndose el fundamental rol de la sinergía entre docencia de posgrado, formación de nuevos cuadros académicos, e impulso del potencial de investigación.

Estos desarrollos son preocupantes, tal y como lo es la ausencia de debate político en la materia y de decisiones específicas. Una pregunta gravitante en el contexto de los sueños de país es ¿será posible el éxito frente al requerimiento competitivo internacional cuando este objetivo tiene que ver con valor agregado e incorporación de conocimiento a la producción, imposible de lograr sin investigación?. La otra pregunta relevante es ¿será posible el crecimiento sostenido cuando prevalece una inequidad social tan grande que tensiona permanentemente a la comunidad nacional, y hace con ello menos viable la inversión y el propio crecimiento? Nuestro país solo puede ser exitoso si invierte adecuadamente en educación e investigación; que solo el mayor potencial creador de conocimiento permitirá el acceso a los mercados que garantizarán estabilidad a nuestro crecimiento. Solo el esfuerzo educativo dará las bases para superar en el tiempo la vergonzante situación de distribución del ingreso que Chile presenta hoy.

Menciono estos aspectos vitales de la política pública, porque los mismos afectan de manera directa al quehacer de esta Facultad, donde su esfuerzo, incluyendo la transformación de sus activos, ha permitido un salto aun insuficiente en las condiciones para llevar a cabo la tarea académica. Estamos esperanzados en un cambio que envuelva una política de financiamiento universitario más acorde con objetivos de país, especialmente aquellos relativos a la calidad y equidad en la docencia, el desarrollo del posgrado y el más adecuado financiamiento de la investigación. Esperamos que se tomen decisiones sobre esta materia que tanto nos afecta, y llamo a la comunidad universitaria a plantearse ante los poderes del Estado sobre esta materia; llamo a convencer con la fuerza de los argumentos a quienes deben tomar decisiones en política pública; llamo a no concentrar los conflictos en la propia Universidad, porque ello solo contribuye a un mayor deterioro en aquello que queremos corregir, y respecto de lo cual esperamos definiciones basadas en nuestros planteamientos.

Sin embargo, no podemos esperar que todo venga de soluciones externas. Hay que continuar en el esfuerzo que esta Universidad ha puesto en marcha. En la actualidad, se ha cumplido una etapa en que se ha generado la nueva institucionalidad, el consenso sobre orientaciones estratégicas de desarrollo, la consecución de un manejo presupuestario de equilibrio y con gran descentralización. En esta etapa se han consolidado trascendentales proyectos para mejorar la organización y la gestión académicas: en este ámbito se encuentra la reforma del pregrado, la profundización y extensión de los doctorados y la organización de la investigación con nuevos ímpetus tanto en el ámbito de la colaboración interdisciplinaria, como en el ánimo de apoyar el desempeño de los académicos jóvenes. También hemos hecho un gran esfuerzo por modernizar la planta física y llevar a cabo la inversión que requieren nuestros equipamientos; es injusto decir que la transformación de activos para este propósito -cuyos resultados han de ser tan tangibles como este edificio- constituya pura acción de financiamiento del déficit.

Esta etapa en que nos encontramos es esencial dar otros pasos fundamentales, para los cuales las anteriores se han constituido en condiciones objetivas. En primer lugar, es necesario repensar nuestra distribución presupuestaria, especialmente en el ánimo de constituir un fondo de inversión académica que permita sustentar aquellos programas más alejados de las oportunidades que ofrece el autofinanciamiento o los sistemas vigentes de concurso. Asimismo, y en segundo lugar, las facultades deben llevar a cabo una revisión muy fundamental de sus tareas vis-a-vis la disponibilidad académica y la organización del trabajo, de modo de utilizar más adecuadamente los recursos de esta facultad, específicamente, debe llevar adelante un sustantivo programa de modernización curricular, y una adecuación muy importante de su planta académica para poder brindar mejor docencia de pre y posgrado, permaneciendo esto como uno de los retos más cruciales para el nuevo decanato. En tercer lugar, y junto a una revisión de los sistemas de calificación y una consolidación de los de evaluación, debe ponerse fuerte énfasis en la productividad académica en docencia, investigación y extensión.

Hay tareas fundamentales, que no deben ser materia de una simple aplicación autoritaria, sino que deben ir generándose aquellas condiciones que permitan un progreso, sin que ello se convierta en fuente de conflicto, pérdida de autoridad y credibilidad de los órganos directivos. Nada sacamos con mejorar indicadores, si existen confrontaciones, odiosidades y falta de credibilidad que impidan, más tarde o más temprano, un progreso significativo y sostenible. Hay que emplear energía en convencer y avanzar en un programa de reformas. El mismo debe continuar junto a las mencionadas reformas del pregrado, extensión de los doctorados y mantención de una política de descentralización funcional y financiera. En estas orientaciones cumple un rol importante la consolidación del trabajo de campus, promoviendo la interacción disciplinaria en docencia e investigación.

Hay un trabajo importante en ciernes para un periodo que se vaticina como muy fructífero para la Universidad de Chile. Junto a las amenazas que observamos, también se presentan oportunidades de gran trascendencia, como el convenio que Chile ha suscrito en ciencia y tecnología con la Unión Europea, los posibles convenios con Japón y Corea, las posibilidades que nos da nuestra activa inserción internacional como Universidad de Chile, y la necesidad creciente de investigación que el sector productivo enfrenta cada vez más conscientemente. Nosotros estaremos dispuestos a apoyar las acciones de esta Facultad en forma especial; lo hemos hecho con proyectos que han requerido nuestro respaldo y que son significativos en la modernización de nuestras instalaciones y el quehacer académico. Lo haremos en toda la medida de lo posible por la importancia, de lo que aquí ocurre para el contexto general de la investigación en la Universidad.

Deseo al nuevo Decano, profesor Julio Ramírez Cádiz, el mayor de los éxitos en la conducción que esperamos otorgue a esta Facultad hacia un progreso definitivo. Él tiene una experiencia ya cimentada en la conducción de la tarea académica, como lo prueba su desempeño en diversas responsabilidades, incluyendo el Vicedecanato de la Facultad. Conocemos también de sus cualidades humanas muy especiales, que le hacen un conductor creíble y competente. Creo que tiene la energía y las ideas para salir adelante exitosamente en el reto que hoy asume. El sabe muy bien que cuenta con todo nuestro apoyo, desde la administración central, para que ese éxito sea efectivo y rinda así tributo a la larga y reconocida trayectoria de esta Facultad de Odontología en la Universidad de Chile.

Dedico unas breves palabras a mi amigo y querido colega el ex decano de esta Facultad don José Matas Colom. Lo conocí cuando trabajamos como decanos y debíamos compartir cercanamente en las reuniones del Consejo. Desde entonces aprendí a conocerlo como un hombre de extraordinarias condiciones: recto, honesto, de una sola palabra, con un amor inmenso por la Universidad de Chile, su hogar de toda la vida. A su empeño y dedicación se debe en gran medida este edificio y el proyecto de desarrollo de planta física de la Facultad; bajo su guía se ha inspirado la discusión y propuesta sobre un nuevo plan de estudios. He contado con su amistad y apoyo, y le agradezco estos años de dedicación a una responsabilidad que también envuelve momentos ingratos y sacrificios que no todos están dispuestos a enfrentar. A su esposa -quien seguramente disfrutará de la alegría de tenerlo más tiempo dedicado a los hijos y los nietos, también nuestro saludo y nuestro agradecimiento puesto que su rol y su apoyo han sido fundamentales para el trabajo que él ha realizado en estos años en pro de la institución.

A ustedes queridos colegas, funcionarios y estudiantes, les pido con vehemencia, con convicción, con mucha fuerza, todo el apoyo que se merece el Decano que inicia su periodo, porque con ello apoyaremos no solo una tradición grande y bella que representa esta Facultad en su historia, sino también a la Universidad de Chile, que enfrenta el desafío de siempre continuar siendo la mejor, para servir a las necesidades de Chile y de su pueblo.

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