Discurso del Prof. Luis A. Riveros, Rector de la Universidad de Chile, en Ceremonia de asunción del nuevo Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas, Prof. Joseph Ramos Q.

La ceremonia de traspaso de mando en una facultad forma parte de la tradición, como de la modernidad en nuestra vida universitaria. El que otro académico asuma las responsabilidades directivas, es parte de las prácticas que han dominado el quehacer y el ser universitario, a través del tiempo. Pero, al mismo tiempo, en nuestra Institución los Decanos se eligen por la comunidad académica (en el caso de nuestra Facultad, por recomendación de un Comité de búsqueda), hecho que se corresponde con una visión respecto de las condiciones de conducción académica que buscan una gestión efectiva,  y de la excelencia que debe, al mismo tiempo, revestir el trabajo académico.

Esta ceremonia constituye un aspecto vital del ceremonial universitario que nos convoca, en su forma práctica, a escuchar una cuenta sobre la marcha de la Institución y conocer sobre las perspectivas que se plantean para el futuro. Al mismo tiempo, sin embargo, esta ceremonia tiene que ver con el hecho participativo que debe caracterizar a la Universidad, conjuntamente con aquel vinculado a la jerarquización académica.

Como he señalado, nuestros Decanos se eligen por parte del cuerpo académico, y esta ceremonia es una manifestación hacia la comunidad toda, respecto del significado del cambio así generado. Constituye ello un reconocimiento a la nueva autoridad, al mismo tiempo que la oportunidad para saber acerca de sus propuestas y evaluaciones. Con ello se debe constituir el debate de ideas, que en la Universidad debe ser permanente en la orientación del quehacer académico.

En particular, es importante en este acto señalar algunos aspectos que nos preocupan, en cuanto al medio externo que condiciona a la Universidad de Chile. Sentimos gran intranquilidad por el espacio de política pública que rodea al trabajo universitario en los días presentes. Por una parte, se trata de un medio en que se evalúa positivamente sólo la expansión en cantidad, de un sistema que es, a pesar de todo, débil en sus fundamentos académicos y preocupante en sus efectivos alcances laborales y formativos. La falta de regulaciones apropiadas y de una efectiva acreditación institucional y profesional, está conduciendo a un decaimiento en la calidad del Sistema Universitario, que es objeto de incentivos financieros para alcanzar una aún mayor expansión, con un consecuente mayor énfasis en la docencia. Ello ha de resultar sólo en mayor debilitamiento de la investigación, y de las universidades complejas -a cargo de la mayor parte de la misma-, mientras que los demandantes no son capaces de discriminar, con la información disponible, respecto de los aspectos de calidad envueltos en la docencia ofrecida. Por lo demás, sin progreso en la investigación, no haremos más que crear un sinnúmero de entidades “repetidoras”, incapaces de aportar nuevo conocimiento y, por lo mismo, inadecuadas para responder a los retos de una docencia vinculada al cambio social y productivo que nos caracteriza.

A esos problemas, que reflejan una grave ineficiencia del sistema, ha de sumarse otro conjunto de dificultades que reflejan la presencia de una profunda inequidad, como lo muestra el limitado desarrollo de políticas sobre crédito universitario y sistemas efectivamente solidarios de financiamiento estudiantil que hagan realidad efectiva, aquello que las universidades están reservadas para los más capaces, independientemente de su condición socioeconómica.

Pero la otra dimensión preocupante, tiene que ver con la investigación en sí misma. Sabemos que existe en Chile un inadecuado financiamiento de la investigación científica y tecnológica, el cual se refleja en la reducida proporción que alcanza el gasto -más propiamente la inversión- en esta área, lo que no significa más de un 0,7% del PIB. Del mismo modo, ha existido insuficiente innovación destinada a financiar, por la vía concursable, proyectos de mayor extensión temporal, amplitud en términos de equipos interdisciplinarios y que pueda, a la vez, promover equipos de investigadores y acciones interdisciplinarias.

Frente a los compromisos de elevar el monto empleado en este ámbito, se contraponen las coyunturas financieras, las cuales últimamente se ven contrapuestas a los proyectos y temas de largo plazo que, como es el caso de la investigación científica y tecnológica en sí mismas, se aprecian siempre como potenciales objetos de ajustes presupuestarios de toda índole. Un país que aspira a crecer en forma sostenible por los próximos 20 años, debe cambiar, en forma radical,  su visión y su estrategia a este respecto.

Existe en nuestra sociedad y entre los políticos, una visión aún limitada sobre la investigación básica y aplicada. Prima una idea que más bien se centra en sus aspectos utilitarios y de corto plazo. Prevalece escasa noción sobre el complejo proceso que envuelve la producción de conocimiento nuevo. La investigación en ciencia, y aún en ciencias sociales, es vista por muchos como algo más bien redundante en nuestra realidad nacional, que más bien debieran ponerse los recursos en una cierta adaptación de la creación de otros. Además, este debate se ha imbuido fuertemente de las convicciones de quienes creen que esta actividad se realiza mejor desde fuera de la Universidad, sean en centros independientes, o en las propias empresas o centros productivos, desconociéndose así el fundamental rol de la sinergia entre docencia de posgrado, formación de nuevos cuadros académicos e impulso del potencial de investigación.

Estos desarrollos son preocupantes, tal y como lo es la ausencia de debate político en la materia y de decisiones específicas. El país espera reasumir su crecimiento después de esta crisis, y seguir avanzando en su inserción internacional. Pero una pregunta gravitante es, ¿será eso posible, cuando el éxito frente al requerimiento competitivo internacional tiene que ver valor agregado e incorporación de conocimiento a la producción? Al mismo tiempo, la otra pregunta relevante es, ¿será posible el crecimiento sostenido, cuando prevalece una inequidad social tan grande que tensiona permanentemente a la comunidad nacional, y hace con ello menos viable la inversión y el propio crecimiento? Sostenemos que el país sólo puede ser exitoso si invierte en educación e investigación. Sólo el mayor poder potencial creador de conocimiento permitirá el acceso a los mercados que garantizarán estabilidad a nuestro crecimiento. Y por último, sólo el esfuerzo educativo dará las bases para superar en el tiempo la vergonzosa situación de distribución del ingreso que Chile presenta hoy.

Menciono estos aspectos, tan vitales en la política pública, porque los mismos afectan de manera muy directa al quehacer de nuestra Universidad, un símbolo en el país y a nivel latinoamericano, del esfuerzo sistemático por lograr alta productividad académica en un ambiente de competencia y, a la vez, de escasos recursos para financiar la producción de externalidades. Ciertamente, esperamos un giro en la política pública, pero nos decepciona el enfoque “cortoplacista” que se emplea para mirar estos temas de tanta trascendencia, como también la visión utilitarista y estrecha con que se examina la formación a nivel superior en general. Estamos esperanzados en la propuesta de duplicar el gasto en investigación, pero observamos preocupados como la misma se pospone, e incluso se revierten los indicadores actuales, debido al particular enfoque empleado para enfrentar la crisis. Estamos esperanzados por el compromiso del Gobierno, en orden a generar un fondo de inversión en equipamiento mayor para investigación sobre la base de un préstamo internacional y la necesidad de crear un sistema competitivo en esta materia, considerando una efectiva colaboración interinstitucional. También estamos esperanzados en la propuesta que la Universidad de Chile ha formulado sobre financiamiento de universidades complejas, y que apoya los planteamientos formulados por el Presidente de la República [1]. Esperamos, en verdad, que se tomen decisiones sobre esta materia que tanto nos afecta.

Los temas mencionados son también de profunda gravitación en torno al quehacer de esta Facultad. Aquí surgió el proyecto del “Chile Industrial”, ideal que fundamentó la creación de la Escuela de Economía hacia fines de la década de 1930. La tremenda frustración que trajo la crisis económica de la posguerra, junto a la quiebra de la industria del salitre y la consecuente crisis fiscal, además de la aguda recesión que Chile vivió a partir de 1929 y que puso en cuestionamiento el rol que debía cumplir el Estado en la economía nacional, fueron los factores que gatillaron el proyecto de Arturo Alessandri y Pedro Aguirre Cerda. La Facultad fue, primero que todo, y la primera en Chile, en abordar el tema del desarrollo, del rol del Estado y del incentivo para la inversión en la industria.

A lo largo de la historia, la Facultad ha aportado al diagnóstico sobre el quehacer productivo, al desarrollo empresarial y al mejoramiento de la gestión, sobre la situación del empleo y de la realidad social; también lo ha hecho sobre las consecuencias de la coyuntura económica, el devenir de los precios, las características del proceso educacional y la conformación de las políticas recomendables en áreas como la regulación y la política macroeconómica. Todos los que estamos, o hemos estado, envueltos en el quehacer académico de esta Casa, nos hemos dado cuenta de lo trascendente que tiene que ser nuestro trabajo en relación a los problemas de nuestra Nación. Aquí hay un espacio vital que tenemos que seguir elevando para responder preguntas cruciales sobre nuestra realidad económica y social.

Sabemos que no es posible esperar que las soluciones a los múltiples problemas mencionados que afectan a la Universidad provengan de nuestro entorno externo. Tenemos una gran responsabilidad en cuanto a mejorar la gestión de nuestros recursos y hacer más efectivo el aporte de la Universidad de Chile. Asumimos, también, la responsabilidad de aportar al diseño de la política pública, con un sentido nacional, académico y de profundo compromiso con la educación pública. Esta Facultad, mi facultad, debo decir con mucho orgullo, tiene que cumplir un rol fundamental en este aspecto de organización y propuesta. Lo estamos haciendo en términos de nuestra relación activa, múltiple, dinámica con el sector productivo, al cual aportamos nuestro conocimiento, nuestro entrenamiento y nuestro desarrollo académico. Por años -desde la época de INSORA, del IDERTO, o de los estudios sobre realidad nacional, o sobre la situación económica coyuntural- estamos aportando al desarrollo del país. Es fundamental que lo sigamos haciendo del mismo modo, y con mayor dedicación aún, ante los esfuerzos que precisa el país en los días de la globalización, de los retos que presenta la sociedad del conocimiento, de la integración económica, y de la necesaria expansión de la productividad que se vincula como reto de la internacionalización de nuestra actividad y de los mercados. Aquí el refuerzo del posgrado y del postítulo, resulta un aspecto determinante.

Pero, también necesitamos hacer un aporte más sustantivo a la política pública, la cual necesita enfrentar los temas presentes en materia de regulación, financiamiento y acreditación de la Educación Superior. Aquí está envuelto un reto nuevo y sustantivo para nuestra capacidad de análisis y propuesta, en el ánimo de contribuir a la eficiencia y a la equidad de un sistema que avanza en forma decidida hacia la crisis.

En nuestra Universidad está culminando una etapa en la que se ha generado la nueva institucionalidad, el consenso sobre orientaciones estratégicas de desarrollo, la consecución de un  manejo presupuestario de equilibrio y con gran descentralización en las unidades académicas. En esta etapa se han consolidado también, trascendentales proyectos para mejorar la organización y la gestión académica. En este ámbito se encuentra la reforma del pregrado, la profundización y extensión de los doctorados y la organización de la investigación con nuevos ímpetus tanto en el ámbito de la colaboración interdisciplinaria, como en el ánimo de apoyar el desempeño de los académicos jóvenes.

En la etapa que se inicia, es fundamental consolidar esas reformas y mejorar le gestión. Es también indispensable poner nuevas energías en la tarea de la evaluación académica y la calificación del trabajo docente y de investigación. Hay que dar un salto decisivo en materia académica. Tenemos que dar un ejemplo de efectividad en el desarrollo de todas las facultades con reglas equitativas y con un horizonte de trabajo diseñado en términos de ciertas líneas estratégicas.

Hay tareas fundamentales que no deben ser materia de una simple aplicación autoritaria, sino que deben ir generándose aquellas condiciones que permitan un progreso, sin que ello se convierta en fuente de conflicto y pérdida de autoridad y credibilidad de la autoridad. Nada sacamos con mejorar indicadores si existen confrontaciones, odiosidades y falta de credibilidad, que impidan, más tarde o más temprano, un progreso significativo y sostenible. Hay que emplear energía en convencer y en avanzar en un programa de desafíos. El mismo debe continuar junto a las mencionadas reformas del pregrado, extensión de los doctorados y mantención de una política de descentralización funcional y financiera. En estas orientaciones cumple también un rol importante la consolidación del trabajo de Campus, promoviendo la interacción disciplinaria en docencia e investigación.

Hay pues, un trabajo importante en ciernes para un período que se vaticina como muy fructífero para la Universidad de Chile. Junto a las amenazas que observamos, también se presentan oportunidades de gran trascendencia, como el convenio que Chile ha suscrito en ciencia y tecnología con la Unión Europea, los posibles nuevos similares convenios con Japón y Corea, las posibilidades que nos da nuestra activa inserción internacional como Universidad de Chile y la necesidad creciente de investigación que el sector productivo enfrenta cada vez más conscientemente. También es una oportunidad el Programa Alban de la Unión Europea, que ha designado a la Universidad de Chile como punto focal de nuestro país para coordinar los estudios de posgrado.

Quiero desear al nuevo Decano, Prof. Joseph Ramos [2], el mayor de los éxitos en la conducción que, esperamos, otorgue a esta Facultad hacia un progreso definitivo. Él tiene un recorrido notable en esta Facultad, de la que ha sido profesor durante muchos años. Creo que tiene la energía y las ideas para salir exitosamente en el reto que hoy asume. Él sabe muy bien que cuenta con todo nuestro apoyo desde la administración central, para que ese éxito sea efectivo y rinda así, tributo a la larga trayectoria de esta Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas. Hay retos muy importantes que deben enfrentarse y que en forma resumida son: mayor visibilidad y trascendencia en materia de política pública, profundización de los lazos con el sector productivo, énfasis de calidad académica, apuesta a los jóvenes y desarrollo del nuevo proyecto de infraestructura.

Hago también un llamado sincero y profundo a todos los miembros de nuestra Facultad. Sé que hemos pasado por momentos difíciles en los que nuestra institucionalidad se ha debilitado y en los que han surgido nubes que amenazan el tradicional ambiente de colaboración que prevaleció durante años. Sé, también, que esta misma experiencia levanta dudas y hace que muchos magnifiquen situaciones. Dediquemos nuestro tiempo al trabajo y mejoremos el ambiente de diálogo y transparencia. Ese será el camino para la realización de todos y el engrandecimiento de esta querida Facultad. Al ex Decano, Prof. Nassir Sapag [3] , quiero expresar los agradecimientos de la Institución por el trabajo desempeñado. Enfrentó un período difícil en el que se predecía, por parte de muchos, la existencia de un grave derrumbe. Con la conducción firme, centrada en la idea de transición, se generaron las condiciones para que llegara este momento que presagia un retorno con fuerza a la sede histórica. A José Yáñez [4] , Eugenio Figueroa [5] , Domingo Fabres [6] , Osvaldo Larrañaga [7] , Jorge Gregoire [8] , un agradecimiento sincero por su apoyo constante.

A ustedes queridos colegas, funcionarios y estudiantes, les pido, con vehemencia, el apoyo que se merece el Decano que inicia su período, porque con ello apoyaremos no sólo una tradición grande y bella que representa esta Facultad en su historia. No olvidemos que Pedro Aguirre Cerda y una secuela brillante de directivos de esta Casa, nos llaman, nos mandatan, nos fuerzan a trabajar con amor por proyectar su legado al sitial que ellos y nosotros hemos hecho nuestro sueño.

Muchas gracias.

 

___________

Notas
1. S. E. Presidente de la República, Ricardo Lagos E.
volver
2. Prof. Joseph Ramos, de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas.
volver
3. Prof. Nassir Sapag, de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas.
volver
4. Prof. José Yáñez, Director de la Escuela de Economía y Administración.
volver
5. Prof. Eugenio Figueroa, de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas.
volver
6. Prof. Domingo Fabres, de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas.
volver
7. Prof. Osvaldo Larrañaga, de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas.
volver
8. Prof. Jorge Gregoire, de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas.
volver
Compartir:
https://uchile.cl/u5906
Copiar