Discurso del Prof. Luis A. Riveros, Rector de la Universidad de Chile, en Ceremonia de Asunción a su segundo período de la Decana de la Fac. de Filosofía y Humanidades, Prof. María Isabel Flisfisch.

(Transcripción) 

Esta ceremonia constituye una tradición trascendental en la Universidad de Chile. Por una parte, responde ella a la tradición y las prácticas académicas de mayor relevancia, sirviendo como oportunidad para examinar, como lo hemos hecho, el camino recorrido y los desafíos que habrán de enfrentarse por parte de la Institución en el período que viene. Por otra parte, esta ceremonia también se conecta en forma importante con el hecho participativo que propiciamos en la Universidad, como una forma de complementar aquella otra vital faceta que tiene que ver con la jerarquización académica. Nuestros decanos se eligen por medio de un proceso que envuelve a los académicos, y esta ceremonia constituye, también, una instancia en que la cuenta de la gestión y la expresión de los ánimos programáticos futuros se extiende a la comunidad toda, para poder así desarrollar, más tarde, el debate y las ideas que nos permitan hacer de nuestras iniciativas un proyecto efectivamente institucional. La ceremonia, por lo tanto, sirve a la tradición y también a la necesidad de profundizar en la participación. Da lugar a plantear los temas más fundamentales en el desarrollo de la Institución y propicia la entrega de una cuenta periódica de gestión, cuya existencia es vitalmente necesaria a todo nivel en nuestra Universidad, siempre en el ánimo de debatir las propuestas de políticas.

La Universidad de Chile enfrenta retos que es necesario explicitar cada vez que se analizan los programas futuros y se estudia la marcha presente. Necesitamos tanto otorgar un alto grado de realismo a lo que nos proponemos, como asimismo explicitar en forma categórica los obstáculos que tenemos que intentar vencer o transformar para cumplir con los objetivos propuestos. Nosotros queremos seguir manteniendo una Universidad libre en todos los campos, con alta excelencia en la formación de pregrado, con fuerte presencia en el posgrado y en la investigación. Deseamos continuar comprometidos con el mandato de ser una Institución nacional y pública: la primera institución de la educación pública chilena. Queremos seguir teniendo los mejores estudiantes, mantener su diversidad en todos los aspectos y perfeccionar el trabajo académico para que su productividad se refleje en la efectividad formativa, tanto y como, en la creación e investigación. Esos ánimos institucionales están presentes en todos nuestros organismos académicos, y hemos procurado sistematizarlos para que se conviertan, efectivamente, en el lineamiento estratégico fundamental de nuestro desarrollo. Por ello, el llamado formulado por medio de nuestras orientaciones estratégicas a conducir una reforma integral de nuestro pregrado, a profundizar y extender el posgrado en todas las áreas, a enriquecer la investigación, especialmente en sus interacciones con la docencia y con la realidad nacional; también, el propósito de ser eficientes en materia de administración de nuestros recursos, de integrar más el trabajo de nuestras facultades, de fortalecer los campus, de llevar adelante una tarea de consolidación en áreas tan cruciales como las humanidades, las ciencias sociales y las artes. Se ha avanzado mucho respecto a nuestro pasado reciente, en contar con tales lineamientos de desarrollo en forma consensuada, como asimismo en cuanto a edificar un espíritu institucional mucho más fuerte, que hoy ya se consolida con el nuevo estatuto y con los nuevos organismos que construyen la participación de nuestra comunidad. Pero, frente a esos ánimos que la Institución aplica y que se contraponen notablemente en sus efectos al pasado de intervención y asfixia al que hemos estado sometidos, existe un ambiente de política educacional que no nos alienta; que nos impone una estrategia de autofinanciamiento que se contrapone fundamentalmente con la idea de ser una institución nacional, de vocación pública y estatal; que alienta y alaba, por parte de la autoridad educacional, el desempeño de un sistema universitario de elite que se despliega como competitivo y de muy alta cobertura, pero que en definitiva, y debido a la inexistencia de reglas apropiadas, fomenta baja calidad del quehacer académico, desaliento a la investigación básica y aplicada, desincentivo para la creación, y un decaimiento generalizado del estándar académico que se debe mantener ante los desafíos que se viven; el país está también en ese estado.

Asimismo, la investigación y la creación siguen mal financiadas, quizás como una muy pospuesta prioridad en el marco de la política pública. Con ello se hace también, que las universidades subsidien a la docencia a partir de los recursos que corresponderían a la investigación. Existe una organización del sistema en que no existe reconocimiento a la existencia de universidades más complejas, con mayor contenido y actividad en materia de posgrado e investigación, y que se pretenden financiar con las mismas reglas que aquellas que enfatizan solamente, o primordialmente, el rol docente de pregrado.

Finalmente, existe un insuficiente y caótico sistema de financiamiento estudiantil, que cada vez más aleja de nuestras aulas a aquella diversidad social que nos interesa mantener. Atentan contra ella la débil situación de la educación pública en general, la alicaída calidad de la educación básica y media, y la existencia de un sistema de crédito que es caracterizado por la ausencia de criterios solidarios y de ayuda a grupos más carentes, o ámbitos disciplinarios o regionales que al Estado debería interesar promover. Este sistema, se encuentra en una crisis imposible de enfrentar con criterios remediales parciales y sin contar con un adecuado sistema de acreditación de calidad institucional.

Los criterios de políticas y los estrechos marcos presupuestarios para la actividad académica, hacen que se frustren mucho de nuestros programas e ideales. Hacemos un esfuerzo enorme por generar nuestros propios ingresos, pero ese camino lleva a una privatización creciente de nuestro quehacer. Nos impide efectuar toda la inversión necesaria y genera una grave inequidad interna, dado que áreas como las humanidades, precisamente, están en desventaja frente a aquellas otras cuya exposición de mercado resulta más factible o más conveniente.

Se ha dicho que vivimos llorando por las cosas, lo cual constituye una lectura superficial sobre el hecho de plantearnos en materia de política educacional, respecto de las cuales los sucesivos gobiernos ni siquiera se han pronunciado. Se ha dicho que no hacemos el esfuerzo necesario, lo cual resulta tremendamente injusto y, además, un reflejo de la ignorancia que prevalece sobre el tema, ya que no resulta posible alegar por similares políticas de autofinanciamiento en distintas áreas disciplinarias. Se ha dicho, finalmente, que hacemos negociado, cuando la Universidad debe cubrir los costos de las tareas que emprende y que carecen, precisamente, del necesario subsidio público. Nuestro único negocio, hay que repetirlo, y siguiendo el burdo idioma de una discusión no centrada en lo académico, tiene que ver con la necesidad de servir a Chile, a sus problemas y a sus jóvenes. Son los autores de estas declaraciones, y de otras, quienes también están entre quienes nos empujan a mirar el retorno financiero como el único criterio posible para evaluar la producción académica.

Menciono estas cosas porque en el ámbito académico de esta Facultad, es donde las limitantes mencionadas se reflejan con más fuerza. Ésta ha sido un área disciplinaria que sufrió un enorme castigo durante los días del régimen militar, cuando prácticamente se proscribió a las ciencias sociales y a las humanidades, y el arte se trató de reducir a una expresión sólo de interés publicitario. Lo que se hizo en el área de educación, por ejemplo, constituyó una destrucción sistemática de un trabajo de muchos años destinado a edificar la formación de los profesores que necesitaba un sistema de calidad. Esta Facultad, como otras, quedaron limitadas severamente en lo financiero, tanto por el efecto de las políticas históricas, como por la subsecuente práctica de las personas. Todo esto, además, fuertemente cimentado en una cultura institucional dominada por la segmentación del quehacer académico y por el aislacionismo creciente de las distintas unidades y ámbitos de desempeño.

A pesar de ello, sin embargo, esta Facultad ha logrado salir adelante con un gran esfuerzo basado en la capacidad de sus académicos y en una gestión ordenada. Ha logrado mantener un alto estándar académico, dar vida a nuevos e innovativos programas y quehaceres en muchos ámbitos fundamentales, como educación, estudios latinoamericanos, y sus distintos programas de doctorado. La Universidad ha apoyado este proceso en toda la medida posible, especialmente para potenciar el desarrollo de los posgrados, consolidar los pregrados y apoyar programas fundamentales para la Universidad de Chile, como el de formación pedagógica.

Pero eso no es suficiente. Por ello nos hemos comprometido a crear un fondo de inversión académica que privilegie proyectos de facultades como ésta, que se encuentran desventajadas desde el punto de vista financiero. Me propongo hacerlo en estos cuatro años para garantizar la estabilidad de desarrollo de las áreas más debilitadas en materia de recursos, como también la reducción de la gran inequidad entre organismos académicos; pues, yo considero también fundamental que se estudien los mecanismos para que se redistribuyan recursos a partir de nuestra realidad presupuestaria. Sostengo que debe estar en el interés de todos, en nuestra Universidad, que se desarrollen adecuadamente áreas como las humanidades, las ciencias sociales y las artes, en medio del énfasis tan fuerte que hoy existe en la política pública respecto de la investigación científica y tecnológica. Creo que desde las humanidades y las ciencias sociales se plantean y analizan las preguntas a resolver por la llamada ciencia pura, que evalúa los impactos sociales y las respuestas. Se sitúan ellas en el contexto humano, examinan los aspectos éticos, se colocan en la perspectiva histórica. Me parece que no resulta ser ésta una materia prescindible, y que todos deberíamos colaborar a fortalecer nuestra presencia y calidad en este campo tan vital para efectuar una actividad universitaria integral. Pero eso, ciertamente, ha de poner también un énfasis necesario en la productividad académica, en reseñar la relevancia de nuestro trabajo en términos de su impacto en la docencia e investigación. Queremos que un cambio en la visión estratégica, para el desarrollo más equilibrado de las distintas áreas disciplinarias dentro de la Universidad, tenga un respaldo fuerte en una aún mayor calidad de productividad académica de todas las áreas. Por ello, es tan importante que el presupuesto universitario sea un instrumento que se remite en función de los estímulos estratégicos y el desarrollo observado de las acciones en los distintos campos disciplinarios.

Quiero expresar mi satisfacción por el respaldo que ha tenido la Prof. María Isabel Flisfisch para seguir conduciendo a esta querida Facultad. Un respaldo significativo, sólido, que otras unidades académicas verían como posiblemente excepcional, pero que garantiza una efectiva unidad de la Institución bajo una conducción. La Universidad observa aquí una conducción creíble, con resultados efectivos y con una notable agenda de trabajo, agenda que ratifico en cuanto a los ánimos de la administración central por brindarle todo el apoyo posible.

Esta Facultad ha tenido un rol primordial en el trabajo de diseño de la reforma del pregrado, y también ha provisto un ejemplo digno de imitar en cuanto al desarrollo del posgrado. Creo que es fundamental que esta Facultad tome un liderazgo en materia de integración académica en los campus, como también en la profundización de la carrera académica, especialmente por la vía de la nueva alza de grado docente. También, es importante que esta Facultad cumpla un rol, como lo ha venido haciendo, de conducción en cuanto al Liceo Manuel de Salas, que ha vuelto a su Alma Mater en búsqueda de la dirección académica y de la calidad de sus programas, que han sido faltantes y han puesto en riesgo su sobrevivencia. También, esta Facultad ha de tener un rol fundamental en la creación del Instituto de Educación que ambicionamos para la Universidad de Chile, como un instrumento que nos permita atacar en forma consistente una prioridad de país, para quienes deseamos aportar replicando la vieja y noble tradición de la Universidad de Chile.

Quiero en este acto, junto con plantear estas ideas sobre las acciones que esperamos, agradecer en forma muy sincera a la Decana Flisfisch por su entrega vital al trabajo por la Universidad. Ella no sólo ha sido una conductora de reconocido esfuerzo en las tareas propias del decanato, sino también ha sido vital en el trabajo universitario en general. Por ejemplo, en materia de diseño de las orientaciones estratégicas, o atendiendo las delicadas responsabilidades en torno a la discusión sobre el diseño de los sistemas de selección e ingreso a las universidades, o bien monitoreando la ocurrencia del traspaso del Liceo Manuel de Salas a la Universidad de Chile o, del mismo modo, ayudando a establecer criterios de consenso en materia presupuestaria y de política universitaria.

Su voz no sólo es influyente y respetada, sino que constituye la opinión y la propuesta que se espera cuando enfrentamos tantas decisiones complejas. Para mí, y debo agradecerlo públicamente, ella es la amiga cuyo consejo oportuno, cuya palabra vehemente y cuyo análisis certero, constituye muchas veces el ingrediente que permite sacar adelante días y temas difíciles, propuestas reflexionadas; el apoyo, crítico a veces, efectivo siempre, a los sueños planteados. Por ello, ha sido tan especialmente grato el poder comunicarle, sólo el día de ayer, que el jurado respectivo ha decidido entregarle a la Decana Flisfisch la Medalla Amanda Labarca 2002, por su trascendente y permanente aporte a la Universidad de Chile y su valiente defensa de los valores que inspiran a nuestro quehacer institucional. Es mucho más grato el tener la oportunidad de referirme a la otorgación de este premio por primera vez, justamente, en la oportunidad en que formalizamos la renovación de su mandato como Decana de la Facultad.

Le deseo a María Isabel la fuerza que sea precisa para seguir adelante, para seguir construyendo el sitial que se merece nuestra Universidad y esta Facultad, cuya constelación de figuras señeras en la academia nacional, se constituyen en el norte que debemos perseguir permanentemente, para tratar de replicar y mejorar el aporte fundamental, que como tradición ha surgido, siempre, fuerte, bello, desde el trabajo que en el tiempo esta Facultad ha llevado a cabo. A todos pido el apoyo que se necesita para sacar adelante los importantes proyectos en curso, para que ellos se conviertan en la permanente renovación y en la más preclara adscripción, al hecho fundamental de sentir esta Facultad parte fundamental también de la Universidad de Chile, y la base más decisiva para concretar nuestro ambicionado ideal humanista.

Muchas gracias.

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