Discurso del Prof. Luis A. Riveros, Rector de la Universidad de Chile, en Ceremonia de Traspaso del Liceo Manuel de Salas a la Universidad de Chile.

(Transcripción)

El año 1981 selló un proceso sistemático emprendido a partir de 1973 para destruir a la Universidad de Chile. No fue aquello una reforma pensada para mejorar nada. No fue aquello una transformación que discutía, que promovía y fundamentada permitiera corregir defectos e inhabilidades del sistema y de la propia Universidad. No fue aquello una medida pensada en el propósito de servir al país mejor, de servir a la educación chilena mejor, aquello fue una medida inconsulta, pero destinada a facilitar el proceso que venía en marcha y que significaba, ni más ni menos, que cercenar a la Universidad de Chile en pedazos, hacerla perder parte de su tradición de Universidad nacional y pública y en definitiva el intento no sólo de humillarla, sino que destruir su espíritu, su historia, su tradición y valores.

Y en ese proceso que tiene grandes historias dolorosas que todavía se recuerdan en los patios de los claustros, cuando la lista de los profesores aceptados o no aceptados se ponían allí en los árboles del Instituto Pedagógico, cuando cundía en todas partes el temor, cuando la propia investigación y la docencia se resentía, porque habían cosas que no debían ni podían pronunciarse y había quienes no podían estar simplemente en el desempeño universitario, fue en esos años, en ese ambiente y ese propósito cuando el Liceo Manuel de Salas fue excluido de la Universidad de Chile. Fue entonces excluido también el propósito definido de transformar a la Institución y esencialmente de cambiar sus horizontes, despegarla de su historia, tal y como este colegio fue también transformado en el intento de cambiarlo desde su tradición de institución de educación pública; y por qué no lo sabemos, el colegio se privatizó en esos años, pero sí sabemos que se hizo todo, todo lo posible por hacerlo insostenible, por hacerlo inmanejable en el contexto de su proyecto educativo, y por vincularlo a un proyecto que en el fondo, más que verdad y nada, incluía maldad, más que esperanza, incluía la desesperanza; y más que futuro, incluía la posibilidad simplemente de eliminar una historia.

La Universidad de Chile siempre ha asumido a partir de 1990 su rol con dignidad para poder reconstruir la Institución que queremos. Una Institución que colabora con el país, una Institución con vocación nacional y pública, una Institución cuyo norte son los problemas de Chile y de su gente, una Institución que promueve la excelencia académica por encima de cualquier cosa, una Institución que se da realizaciones para que su gestión responda a estos grandes desafíos de su misión institucional; y hemos mirado al pasado, pero hoy día miramos al pasado en forma constructiva, no queremos ni hemos hecho eso de mirar al pasado en forma desoladora, en forma que en definitiva lo ata a la historia y no le permite entrar al futuro. La Universidad mira al pasado para tener lecciones, para sacar de ello lo mejor y seguir avanzando hacia el futuro. Tenemos el orgullo de ser y seguir siendo la mejor Universidad del país, ser una Universidad que marca liderazgo en la parte académica, ser una Universidad que marca liderazgo en materia de creación, de investigación e innovaciones en materia de pregrado y posgrado. Lo hacemos porque hemos aprendido, no sólo en el pasado, sino que hemos aprendido del Chile de hoy y del Chile que queremos para el mañana.

Por eso cuando hace algunos años atrás y hace poco había asumido la rectoría de la Universidad de Chile, me visitó un grupo de ex-alumnos del liceo, a llevarme esta gran preocupación por lo que pasaba y que era, ni más ni menos, la incidencia diaria de la pérdida del alma de la Institución y el sentimiento de no estar, del sentimiento de la pérdida de su historia, pero más que nada, de ese sentimiento en que estos elementos se constituían en una traba inevitable e insalvable para su desarrollo. Conversé más tarde con profesores del liceo y sentían también la angustia de no tener los elementos para que el colegio volviese hacer lo que fue: un colegio líder, un colegio que marcaba pautas, un colegio que se constituyó en un elemento fundamental en la experimentación pedagógica de esos años; y entonces allí decidimos que era bueno llevarle este tema al Estado de Chile. Porque siempre lo dijimos, aquí hay un problema del Estado de Chile y es el Estado el que debe resolver ese problema; y yo quiero agradecerle, primero que nada, al Gobierno de la República, agradecerle al Presidente Lagos, al Ministerio de Educación y a su Ministra, porque tomaron este problema con decisión, con claridad, llevaron una idea que salió exitosamente aprobada, como correspondía, a través del Parlamento de la Nación. Yo vi a las autoridades del Ministerio defendiendo este proyecto en el Congreso Nacional y no fue muchas veces una defensa fácil, porque se acusaba de que aquí había intervención, de que aquí habían también algunas intensiones de índole menor por parte de la Universidad de Chile, y muchos, no veían la trascendencia que esto tiene. Yo lamento que aquellos que vieron de forma tan escéptica no estén aquí hoy día para ver directamente el sentimiento que existe con este retorno del colegio a la Universidad de Chile: es el sentimiento de construir y de mirar al futuro, el sentimiento de concebir y de mirar a nuestros jóvenes.

Del mismo modo, quiero agradecerle al Parlamento de la República, porque creo que asumió, en este caso, con mucha propiedad su rol y determinó con mucha claridad. Yo diría que también, en una forma que debemos enorgullecernos como país, se produjo una aprobación que tuvo el apoyo muy transversal de personas de distintos partidos, de distintas ideas, pero que en una materia como ésta, convencidos por una buena idea y un buen proyecto, levantaron su mano para aprobar el traspaso definitivo del Liceo Manuel de Salas a la Universidad de Chile.

Hemos aprendido una gran lección después de 60 años en que el colegio por primera vez fue incorporado a la Universidad de Chile. El colegio es incorporado nuevamente a su institución madre y la gran lección es que tenemos que aprender a consolidar todavía mucho más fuerte nuestros vínculos y entonces aquí hay una etapa muy importante de poder consolidar el proyecto educativo del colegio ahora con la Universidad. Nosotros, señora Ministra, tomamos esto con una responsabilidad, la responsabilidad de poner a la Universidad a trabajar con el colegio, no por encima del liceo, no lateralmente, sino que con él, y eso significa que nuestros académicos se envolverán con sus trabajos, significa que nuestros organismos trabajarán con él, significa que el liceo nos interesa como un proyecto que es fundamental para el desarrollo de la actividad universitaria, significa que queremos que el liceo vuelva a ser el mejor liceo en Chile, significa que queremos que el liceo vuelva a ser un liceo experimental y significa también que nosotros nos comprometemos a que este liceo se transforme en un elemento importante para que le dé liderazgo a la educación chilena, para que le dé liderazgo a la educación pública chilena y para que vuelva a ser una estrella que echábamos de menos en nuestro estudio.

Hoy día, aquí hay, por lo tanto, una celebración, pero tenemos clara conciencia de nuestras responsabilidades del trabajo que viene, de todo lo que hay que hacer, del tiempo que hay que recuperar, de las cosas que tenemos que corregir y pondremos todos nuestros esfuerzos para que esto salga lo mejor posible y para que nuestro Gobierno y nuestro Parlamento se sientan legítimamente orgullosos de la decisión que tomó, eso también es parte de nuestro compromiso.

Hace unos días atrás, un grupo del colegio llegó al Campus Juan Gómez Millas a utilizar su cancha de fútbol como parte de esta nueva pertenencia, y nuestros funcionarios y profesores se sintieron conmovidos cuando vieron a jóvenes estudiantes del colegio ingresar a la cancha. Creo que ese sentimiento que todos abrigamos de volver a la casa, ese mismo sentimiento que impregnó una celebración improvisada el día que se aprobó -definitivamente en nuestro Congreso Nacional-, el retorno del colegio, ese sentimiento hoy día nos invade a todos.

La Universidad está de fiesta, el liceo está de fiesta, pero es una fiesta que nos recuerda todo lo que hay que hacer y trabajar después de ella, porque el regreso a casa es también con la responsabilidad y en eso trabajaremos todos juntos de la mano. Ustedes llegan a una Universidad que hoy día tiene un gran cuerpo, un gran sentimiento, una dirección, un camino y un sueño y queremos que ustedes compartan hoy día con nosotros. Nosotros queremos seguir siendo la gran Universidad de Chile, seguir siendo la Institución líder a nivel nacional y latinoamericano, seguir siendo los primeros y estamos trabajando para ser los primeros, y queremos que este colegio sea junto con nosotros también el primero entre sus pares.

Por eso, junto con desearles la bienvenida a casa, junto con expresar a nombre de la Universidad de Chile, de sus autoridades del Consejo Universitario nuestra satisfacción por este hecho y por este acontecimiento, vaya también a los corazones de todos ustedes, de cada uno de los estudiantes del colegio, de sus profesores y de sus funcionarios, el mensaje queriendo que se redoblen los vínculos para que volvamos a estar donde alguna vez no quisieron que estuviéramos, pero estamos, para demostrarle a Chile que podemos cumplir con responsabilidad y con enorme compromiso aquello que el Estado nos ha encomendado.

Bienvenidos a casa, muchas gracias.

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