Discurso del Prof. Luis A. Riveros, Rector de la Universidad de Chile en Ceremonia de presentación del libro "Hacia un Mundo sin Armas" elaborado por la Fundación Paz Mundial.

(Transcripción)

Yo creo que no es casual que la presentación de estas ideas, de estas utopías y de estos sueños tenga lugar aquí. ¿Qué es la Universidad si no un lugar para los sueños, para la imaginación, para poner la inteligencia al servicio de la humanidad? Las universidades hoy día son vistas quizás como productoras de utilidades, como generadoras de una actividad, pero en lo más profundo, en lo más esencial, de lo que hacemos, es precisamente fabricar sueños. Y en este lugar que ha estado aquí por más de 120 años, ha sido un lugar en que se han producido muchos sueños, se han fabricado muchas propuestas, algunas con más suerte que otras, pero es éste, el lugar desde donde se puede pensar en lo que otros considerarán una locura. La locura de la paz, la locura de entendernos, la locura de hacer que el género humano contenga en sí el respeto por el otro, la locura de tener un mundo mejor, la locura de ofrecerles a nuestros niños y jóvenes un futuro mejor. Pero cuánta locura es esa, si olvidamos a la industria del armamento, si olvidamos los caudillismos políticos de poca instancia, si olvidamos los fundamentalismos, si olvidamos la cultura de odio que hemos estado gestando por tantos años. La paz no es sólo un objetivo y un sueño, la paz constituye un derecho de la humanidad y yo creo que el gran mérito que tiene este proyecto es que justamente es una propuesta concreta, definida, idealista para tener un mundo mejor, por todas las razones que aquí se han expresado.

De manera que la primera cosa que yo quería decir, bienvenidos aquí al Salón de Honor de la Universidad de Chile las locuras, los sueños, las quimeras, las propuestas, porque eso permite que viva la Universidad.

Pero también quería decir, que aquí tenemos que pensar con mucha seriedad cuánto y qué debemos hacer para asegurar la validez de estas propuestas. Hay tantos que en la historia, han existido propuestas, ideas para convencerlos con la lógica que nos relata el Dr. Accorsi de qué locuras estamos haciendo con nuestros recursos, de cuánto estamos dejando hacer para preservar una cultura de agresión, de odio contra pueblos, contra gente, contra la pobreza y posiblemente no hemos tenido éxito o el éxito que se debe, porque no hemos puesto la atención suficiente en nuestros niños. Yo soy de los convencidos que podemos cambiar al mundo sólo en la medida que podamos cambiar a las nuevas generaciones, sólo en la medida que podamos transmitirles una cultura diferente como este libro propone, sólo en la medida que podamos convencerlos a ellos de que el mundo debe funcionar y organizarse en forma distinta. ¿Pero qué estamos haciendo? Hace pocos días vimos demostraciones de estudiantes con una violencia inusitada y que vemos permanentemente, niños que agreden a sus maestros, niños que observan la violencia como la parte natural del comportamiento de la sociedad, niños que ven la droga o el alcoholismo como cosas normales en la puerta de su casa, niños que ven la violencia al interior de sus hogares, niños que ven la pobreza con la angustia de que nada pasa y de que nada sucede para cambiar eso en forma profunda, niños en definitiva que se están educando en una cultura de violencia, cuya respuesta será más violenta y niños que se educan en la perspectiva de que a las armas se les combate con más armas. No podemos seguir permitiendo que nuestros niños y nuestros jóvenes se eduquen en la cultura de la agresión, de la frustración, de la desesperanza y, por lo tanto, en la cultura de la guerra.

Yo creo que el gran cambio debe ocurrir a partir de la transformación de la mentalidad de nuestros jóvenes y nuestros niños. Hoy día cuando los valores éticos han desaparecido de nuestra educación, cuando la formación cívica es pobre y deficiente, cuando los colegios se evalúan por los puntajes de las pruebas, pero no por la calidad de la persona que sale del colegio. Estimo que aquí debe haber un llamado consistente, profundo, con mucha energía: la paz será sostenible y alcanzable sólo en la medida que nuestros niños y nuestros jóvenes sean cultivados, crezcan y se desarrollen precisamente en esa cultura de respeto por la humanidad, de respeto por el derecho a vivir libre, a vivir en paz, a expresarnos libremente y a pensar, a pensar que ese es un mundo que tenemos todos que sostener.

Yo les agradezco a todos ustedes que nos hallan acompañado aquí, en esta tarde, creo que esta ceremonia tiene mucho de ese perfume tan fuerte, tan embriagador que es el trabajo universitario de verdad. Aquí se ha hecho universidad y yo se los agradezco a todos ustedes.

Buenas tardes.

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