Discurso del Prof. Luis A. Riveros, Rector de la Universidad de Chile, en Ceremonia de Lanzamiento del libro "En busca de un Rostro", del Prof. Fernando Valenzuela.

(Transcripción)

Yo quiero de este libro, primero destacar, que es un libro publicado por Editorial Universitaria, y es un libro que se suma en un número de 121 publicaciones que se realizan entre agosto y esta fecha. Hace sólo unos días celebramos en este mismo Salón de Honor, los 100 años de Marcela Paz, de su natalicio, de Ester Hunneus y de Papelucho, en una hermosa ceremonia. Y quiero destacarlo, para reseñar que esta Universidad ha sido capaz de sacar adelante a su Editorial Universitaria, porque era una empresa en quiebra con severos problemas por decisiones y circunstancias que no vale la pena comentar, pero en otro escenario tendríamos que estar aquí, probablemente, o sin el libro de Fernando Valenzuela o con el libro de Fernando Valenzuela en otra editorial. La más apropiada, ciertamente, es la editorial que históricamente ha sido el flujo de salida de mucha producción intelectual de esta Universidad, que es Editorial Universitaria. Y yo quiero decir acá, y me alegro mucho que esté el Gerente (1), que ha sido un trabajo enorme, un trabajo importante, pero fructífero, que permite entonces, que Chile y la Universidad sigan contando con Editorial Universitaria.

Yo tuve el gusto de prologar el libro de Fernando Valenzuela, y me pareció un libro importante. Primero, por lo que expreso de partida en el prólogo. Fernando Valenzuela se ha ido transformando como una especie de cronista de la historia de la Universidad de Chile de fines del siglo XX y de comienzos del siglo XXI. Y como los historiadores sabemos, los cronistas son fundamentales para poner las piezas juntas con su propia interpretación y permitir que el futuro entienda el pasado. Su contribución, ciertamente, no está exenta de críticas. Hay muchos quienes podrán no concordar exactamente con sus apreciaciones. Él ha recogido pedazos de información y los ha articulado, y muchos pueden no estar de acuerdo totalmente con aquellos trozos que él ha elegido, con aquellos aspectos que ha destacado, y con la particular imbricación que ha hecho de los sucesivos fenómenos que él interpreta. Pero creo que es muy importante que alguien haga ese trabajo. Hay un libro que creo que todos debiéramos leer o releer que es "La Rebelión de los Decanos", publicado el año 1989, desgraciadamente no por Editorial Universitaria en esa época; en el cual hay una cierta afinidad, una cierta continuidad en las descripciones, en las interpretaciones que hace Fernando Valenzuela, que efectivamente ameritan que se mire esto, también, como un continuo en su crónica.

Hay dos elementos fundamentales que a mí me gustaría reseñar de esta obra de Fernando. Él centra su análisis de los fenómenos ligados a la llamada "crisis universitaria" del año 97, al llamado programa de optimización académica que empezó a ponerse en práctica el año 96. Y ciertamente, muchos pueden no estar de acuerdo en eso, había otros factores, pero él ha elegido éste que es muy importante y muy central, y lo es en lo esencial, porque traducía una forma de dirección universitaria que chocaba con los ánimos de la comunidad universitaria. Hoy día no sería un misterio en una clase de administración de empresas, decir que las empresas tienen que tener una comunicación activa y reactiva desde arriba hacia abajo, y que la única forma de que los planes funcionen es que también haya comunicación de abajo hacia arriba. Eso hoy día no es ninguna novedad, se puede llamar reingeniería o como queramos, pero en definitiva eso es. Desgraciadamente, este tipo de iniciativa en la Universidad fue esencialmente una iniciativa de arriba hacia abajo. Y con esto yo no quiero ser crítico, pero quiero decir que había una apreciación equivocada respecto de la manera de poder generar consensos en reformas, en cambios que eran importantes para la Universidad. Yo me recuerdo haber discutido ese proyecto en el Consejo de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas, siendo yo su Decano, y la reacción de profesionales ligados a estos temas fue: "bueno, pero optimizar respecto a qué, cuáles son los objetivos que se están buscando", porque no tenía mucho sentido optimizar para lograr ciertas reducciones que se pensaba eran necesarias para los objetivos globales, presupuestarios, principalmente, de la Institución, sin que efectivamente supiéramos qué queríamos hacer con esta Institución. Si queríamos tener igual de todo, más de todo, menos de algo y más de otras cosas, discusión que nunca había tenido lugar en esas condiciones. Discusión que tampoco tuvo lugar cuando la Universidad elaboró un plan estratégico, que también fue un documento elaborado y repartido, pero que no tuvimos en los años de inicio de los 90, la visión para transformarlo en un mecanismo en que todos pudiésemos pensar y opinar sobre lo que queríamos respecto de la Universidad. Entonces creo que aquí hay un elemento que es bien fundamental, que es elemento de participación y la búsqueda en esa palabra que está tan de moda en estos días, que se llama eficiencia. Desde luego, podemos ser mucho más eficientes en nuestra respuesta si hay cero participación, pero al final del día somos también mucho más ineficientes, cuando la Institución y su cuerpo no responde a las medidas que tan eficientemente podemos diseñar con todo cariño, con todas ansias, y con todo el compromiso en nuestra oficinas. Entonces, me parece que allí está uno de los temas fundamentales que Fernando Valenzuela describe como un estilo de conducción universitaria a partir del proceso optimización.

Pero lo segundo que creo que está implícito, es esta visión un poco angustiosa que se trasluce de este proyecto, y de la descripción que de él hace el autor para tratar de acomodar a la Universidad de Chile a la realidad del sistema universitario que hoy día prevalece. Y, francamente, ese es un problema que no hemos resuelto. No hemos resuelto porque es correcto que la Universidad debe responder a su entorno y debe, de alguna manera, ser proactiva respecto a los incentivos, a los mecanismos, a las estructuras de su entorno. Pero la pregunta es, cómo hacemos aquello si no nos gusta el entorno y consideramos que ese entorno también ha sido creado, desarrollado e incentivado, precisamente, sin ningún mecanismo participativo con las propias universidades. Me refiero al actual, desordenado, crítico, enorme Sistema Universitario o de Educación Superior, como queramos llamarlo, que en mi opinión es un supermercado que tiene productos de muy distinta calidad que están puesto en estanterías que el dueño arregla de la manera que él quiere, y en donde la entrada y salida de oferentes es esencialmente un fenómeno concebido así, tal cual, un fenómeno de oferta y demanda. Ese es un sistema al cual, en mi opinión, la Universidad de Chile no puede "adaptarse". Desde luego, tampoco es un sistema respecto del cual la Universidad de Chile pueda, contestatariamente, decir: "nosotros no vamos a hacer nada y vamos a esperar que cambie".

Nosotros estamos, entonces, encerrados en esta contradicción fundamental entre lo que ocurre en términos de desarrollo de política universitaria, de política pública, y lo que tenemos que hacer para poder consolidar a esta Institución que, mal que mal, es diferente porque es una Institución nacional y pública, que tiene entre sus misiones, justamente, la de contribuir con sus conocimientos al desarrollo del país, no la de generar utilidades para los dueños o la de repartir las utilidades entre los participantes de la empresa. Entonces, aquí hay un tema fundamental que yo quiero reseñar, porque éste ha sido un tema permanente, y los que nos piden que seamos eficientes, lo que nos están pidiendo es que nos parezcamos más a la mayoría, hoy día, de aquellas estanterías del supermercado que ofrecen los productos con esa liviandad, al menor costo posible, tratando, incluso, de engañar a los demandantes, tratando a los estudiantes como clientes, y tratando de "optimizar" la forma en que se hacen las cosas desde el punto de vista numérico.

Pero esta Universidad es distinta, esta Universidad tiene que privilegiar calidad, excelencia académica, compromiso nacional y público, desarrollo de áreas que no son tan proclive al supermercado aquel, como las humanidades, las artes, o las ciencias sociales. Tenemos que mantener, además, un sello distinto para poder formar profesionales o posgraduados que tengan también, además de sus características inherentes en su formación estrictamente académica, un espíritu de servicio público para nuestra sociedad. ¿Qué precio le ponemos a esas cosas? ¿Cómo optimizamos entonces a la Institución para conseguir esas cosas? Nuestra crítica ha sido permanente respecto del sistema, con pocos resultados, con poca atención, porque ha primado, justamente, esta característica de la política pública hoy día, de arriba hacia abajo, tratando de enfatizar este concepto superficial de estudiante de primer año de economía llamado eficiencia, y que algunos otros llaman supereficiencia, por contraste a la "superineficiencia".

Quiero, por lo tanto, agradecer a Fernando Valenzuela el destacar estos dos aspectos que son tan fundamentales: el tema de la participación en la gestión de la política universitaria y en el desarrollo de una Universidad que, como decía Pablo Oyarzún (2), tiene que volver a privilegiar la política como un elemento central en su gestión, pero la política no en este sentido tan curioso que ha adquirido hoy día la política partidista, sino la política en el sentido que la Institución debe tener una dirección que privilegie los acuerdos y los encuentros. Créanme, lo más fácil en esta Institución es provocar desencuentros, es provocar enfrentamientos, porque somos todos distintos, y ese es el gran capital de esta Institución. Fernando Valenzuela lo ha puesto de relieve con este ejemplo, que en los años fue tan sensible, tan dramático, como fue la propuesta de optimización. Pero además, este tema de política pública, que a mí me parece de fundamental importancia, y sobre el cual hay que seguir atacando, sobre el cual no hay claridad, sobre el cual no hay decisiones, pero que es tremendamente importante para el futuro de la Institución: políticas más acordes a lo que se espera, o la sociedad chilena espera de esta Institución que es la Universidad de Chile.

De manera que Fernando, muchas gracias por esto. Todos esperamos que en los próximos años, y por muchos más, sigas siendo el cronista brillante y tan querido de esta Institución.

Muchas gracias.

 

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Notas
1. Prof. Reinaldo Sapag Ch.
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2. Prof. Pablo Oyarzún R. Filósofo de la Facultad de Filosofía y Humanidades.
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