Discurso del Prof. Luis A. Riveros, Rector de la Universidad de Chile en, Ceremonia de entrega de la "Medalla Rector Juvenal Hernández Jaque" 2001 al Prof. Ambrosio Rabanales Ortíz.
(Transcripción)
Anualmente nos reunimos en este Salón y en esta fecha para entregar una distinción académica que recuerda el nombre y la obra de Juvenal Hernández Jaque. Se trata, no sólo de una ceremonia destinada a cumplir con una liturgia observada de acuerdo a los mandatos formales de nuestro ordenamiento interno, o de tantos otros que cumplen cabalmente con una responsabilidad formal y protocolar, sino que nos surge genuinamente del espíritu de un acto universitario que extrovierte un compromiso con un trasfondo ligado al rol y proyección de la Institución. Este acto se inspira no sólo en el recuerdo de un gran Rector y de su obra, no es sólo la mirada al pasado en términos fríos que recapitula mecánicamente un recuento de hechos, aquí se recuerda uno de los períodos rectorales más fructíferos de nuestra historia, en el cual ocurre un gran salto hacia la consideración del compromiso institucional con las tareas de país y se reafirma el carácter nacional y público de la Universidad de Chile. Es por ello que este acto constituye no un simple recordatorio sobre el pasado, este acto representa anualmente una mirada activa para preguntar sobre la Universidad que debemos diseñar hacia el futuro, no es la mirada pasiva a un pasado muerto aunque lleno de orgullo y distinción, sino que se trata de la mirada para extraer la fuerza y las ideas que deben permitirnos ver con confianza el futuro.
Una Universidad es nacional y pública por su compromiso con los temas de país que a veces tanto se nos olvidan en medio del ajetreo interminable que precisa nuestro creciente autofinanciamiento. Las temáticas de la cultura, del arte y de las humanidades quedan en ese tráfago usualmente soterrado, como olvidadas cuan improductivos campos y actividades del saber y de la razón. Las prioridades nacionales que se van desdibujando en la misma medida en que abunda la privatización creciente de todo, incluyendo los sentires de la nación y de sus objetivos últimos.
En este acto es importante reconocer insistentemente que el carácter nacional de la Universidad de Chile no se ha perdido ni debe perderse, por el contrario, debe reconocerse desde el punto de vista de la política pública, pero cuánto hay que nos obliga a apartarnos frecuentemente del mandato misional que nos obliga y que caracteriza a nuestra Institución. Se nos aplica un esquema inapropiado de política porque obliga a privatizar lo que de otro modo es una tarea nacional, esta es la raíz de muchas de las tensiones que originan nuestros problemas. Somos una Universidad pública porque respondemos a una vocación de servicio, vocación que sin embargo ha ido eclipsándose en nuestra sociedad en que todo parece tener un precio aunque efectivamente vayamos perdiendo la noción del valor en todo. Quiero reivindicar aquí este concepto que me parece fundamental para reponer el rol que merece en nuestra sociedad la vocación de servicio público que en alguna forma es también una expresión del humanismo que profesa la Universidad y que debe constituir uno de sus grandes y más trascendentales objetivos.
Es cierto, han cambiado muchas cosas desde el tiempo del Rector Juvenal Hernández, desde luego, ya no hay un tesorero en la Universidad. Es cierto que el sistema universitario es hoy día mucho más intrincado, de mucha mayor cobertura y con significativamente más manifestaciones diversas en términos de inspiraciones, propiedad y misiones. Es cierto, de acuerdo a ello la política pública debe atender distintas prioridades, enfatizar diversas tareas, respetar las reglas que deben cubrir a muchas distintas instituciones, pero también es cierto que esas reglas deben hoy día sofisticarse en forma correlativa a la mayor envergadura y variedad del sistema vigente y que ya no soporta la existencia de normas simplistas que no hacen más que perjudicar el funcionamiento de las instituciones que como ésta, realizan en forma integral todas las tareas universitarias constituyéndola en una Institución compleja por su orientación a la investigación y al postgrado y los méritos de excelencia e innovación en la formación del pregrado.
Resulta fundamental, inevitable para evitar una crisis mayor del sistema universitario que redundará en una progresiva mediocridad y en una significativa limitación en términos de tareas y diversidad de su quehacer en contenido y en cobertura, que se innove en las reglas que se aplican, que se defina una política de desarrollo de la educación superior, un conjunto de medidas que nos diga a qué atenernos, porque no es posible que una Universidad nacional y pública se autofinancie en más de un 75%. Creemos que el Estado debe discriminar instrumentos para atender distintas prioridades y distintos segmentos del mundo universitario, en tal tarea no puede dejar de lado la inversión que por tantos años efectuó la nación en esta Casa, en su capital, en las personas, en la edificación de su prestigio nacional e internacional.
No puede olvidarse en medio de tanta disputa de menor cuantía que esta Institución fue creada para Chile y que debe contar en el continuo del trabajo de proyección académica con los instrumentos que le permitan seguir adelante con su misión. No es aceptable que se nos diga que tenemos que hacer lo posible por hacer todo aquello que podamos efectivamente financiar, que lo demás, por una simple regla de mercado posiblemente no tenga valor ni sea algo que valga la pena explotar, aunque nuestro instinto nos diga lo contrario.
En este día, en que se recuerda la obra de Juvenal Hernández es muy importante que evoquemos la esencia profunda de nuestra misión, las falencias que tenemos en la dirección de alcanzar su cabal cumplimiento, las debilidades de la política pública que debe colocarse a la altura de los tiempos cuando los retos de la globalización y de la sociedad del conocimiento deben inspirar más esfuerzos en torno al desarrollo de las ciencias, de las artes y de las humanidades.
Para muchos quizás este recuerdo sea no más que un conjunto de palabras que quedan sueltas y flotan en un ambiente de incomprensión e insuficiencia. Son los mismos que miran siempre los problemas en pequeño, en sus manifestaciones más directas y burdas, pero que no pueden por ello, animar perspectivas amplias que proyecten a la Universidad en el tiempo y hacia su futuro lleno de desafíos. Hay quienes tratan los problemas de la Universidad como si ésta fuese una fábrica donde se podrían contabilizar las unidades y los usos, son aquellos que no pueden mirar a la Universidad en su trascendencia, en su misión de profundo impacto para el Chile del mañana; en su rol social, en su profundo carácter innovativo para generar las condiciones de un progreso que se anhela para insertarnos adecuadamente en el mundo que viene. Son aquellos que miran solamente en la protesta, la forma de dimensionar su visión más restringida respecto de los efectos que la ausencia de políticas adecuadas genera.
Pero aquí estamos para mirar en la perspectiva mayor, para declarar enfáticamente que la Universidad de Chile, su comunidad entera, no renuncia a su vocación nacional y pública, que no niega, sino que proyecta creativamente su propia historia, que no vive ociosamente del pasado de gloria, sino que cimenta sobre él el edificio del futuro para la sociedad a que nos aproximamos, que ansía en su proyecto estratégico consolidarse como una Universidad con orientación hacia la creación de conocimientos, a la formación del postgrado, al desarrollo de su misión nacional pública y al énfasis en la excelencia y modernidad de su tarea formadora.
Por eso es tan satisfactorio estar aquí, no mirando al pasado exánime, sino para observar al futuro que nos desafía y nos presenta oportunidades y amenazas que debemos saber ponderar y utilizar adecuadamente. Eso es lo que está haciendo hoy día el cuerpo universitario, proyectando su quehacer, mejorando en el ejercicio de sus tareas y funciones, creando las condiciones para una mayor integración y un más vívido perfeccionamiento en el espíritu de la más alta excelencia académica.
La entrega de la Medalla Juvenal Hernández a nuestro distinguido Prof. Ambrosio Rabanales es un acto de justicia y de respetuoso homenaje a quien ha entregado su vida entera a la Universidad de Chile. Es el homenaje al académico quien en forma similar al Rector Juvenal Hernández se ha distinguido como un humanista y un ejemplo para las nuevas generaciones. Un ejemplo de sacrificio, de entrega para superar tantas dificultades en esta vieja Casa que ha sufrido tantos embates y que debe bregar siempre con tanta pasión y a veces en medio de tanta incomprensión.
No ha sido tarea fácil el seleccionar al académico que ha recibido la medalla este año. Una lista de distinguidos profesores hizo la tarea muy difícil, especialmente por la enorme dificultad de comparar vidas universitarias tan ilustres como diversas, especialmente por su pertenencia al campo de las ciencias, las artes y las humanidades. Queda pendiente para nosotros la tarea de revisar las reglas para brindar a todos con claridad y transparencia la oportunidad de recibir este reconocimiento con el absoluto merecimiento que lo hace nuestro querido Prof. Ambrosio Rabanales. Creo que todo lo que Marino Pizarro ha dicho sobre él y sobre su trabajo no demanda más que toda nuestra completa adhesión, nuestra absoluta identificación que es constitutiva del respeto que inspira una obra que aprecia la Universidad toda y que el Rector de la Corporación debe reseñar como un ejemplo verdadero para las futuras generaciones.
Gracias Prof. Rabanales por su empeño y por su dedicación incansable, ejemplo que Bello y Juvenal Hernández siempre soñaron para mantener viva nuestra esperanza y nuestro futuro.
Muchas gracias a todos ustedes.