Palabras del Rector de la Universidad de Chile en la ceremonia de firma de convenio de cooperación e intercambio académico, científico y cultural entre la U. de Chile y la Pontificia U. Católica.
El convenio de colaboración que se firma en este acto tiene una verdadera trascendencia histórica. Por años se ha creído que la Pontificia Universidad Católica de Chile y la Universidad de Chile son entidades antagónicas en el contexto del sistema universitario nacional. Y es cierto, hubo en el pasado una gran cantidad de desencuentros entre ambas instituciones, causadas por el enfoque parcial de entidades que competían, además, en un sistema universitario relativamente pequeño, se desarrollaba un enfoque bipolar basado en profundas influencias ideológicas. Eran tiempos en que la complejidad de la investigación y los niveles de recursos requeridos no tenían comparación alguna con los actuales. Tiempos, en los que el cambio era lento, e imponía un ritmo más estático al diseño de los programas de investigación. Tiempos, por otra parte, en que las comparaciones internacionales –que hoy día tanto importan para asegurar a nuestras universidades y al país un sitial acorde a nuestras expectativas de desarrollo— eran inhibidas por la existencia de realidades de país notoriamente cerradas al mundo exterior, en un sistema de relaciones internacionales dominada por una lógica también de antagonismos regionales. Tiempos, por último, en la que la noción del posgrado era mucho menos una exigencia básica como es hoy para el desarrollo universitario, el nivel de la excelencia académica y en la generación de nuevo conocimiento.
En esos días, y con esa realidad, era entendible que existiese una evidente contraposición entre las dos principales universidades del país. Máxime, cuando nuestras historias institucionales derivan de vertientes muy encontradas, asociadas ellas con los profundos debates ideológicos y valóricos que caracterizaron los finales del siglo XIX y los inicios del XX. Épocas cuando se encontraban pocas justificaciones para claudicar en lo que se concebía como la esencia de diferencias inclaudicables, justificadas por la imposibilidad de avizorar elementos más fuertes capaces de generar acuerdo.
Ciertamente, la Pontificia Universidad Católica de Chile y la Universidad de Chile han trabajado tenazmente para hacer madurar sus proyectos institucionales. Ambas han enfrentado en el tiempo escenarios diversos en cuanto a las oportunidades y amenazas que le brinda el medio nacional e internacional, y la política pública en general. A nuestra casa aún duele profundamente la intervención de sus actividades durante años de triste recuerdo, que redujeron a la Universidad de Chile en forma arbitraria, poniendo en riesgo su sobrevivencia institucional, derribando libertades y persiguiendo ideas, dañando así en forma estructural su desarrollo académico. Mucho ha costado superar esos momentos, y sus consecuencias. Pero hoy enfrentamos el futuro con optimismo, entendiendo la presencia de una nueva realidad institucional, y hemos dimensionado la respuesta que requieren los tiempos presentes y futuros.
La Universidad de Chile es una institución nacional y pública de profunda inspiración laica, cuya misión se vincula a la creación y diseminación de conocimiento para el desarrollo integral de la nación Chilena. Nos asiste el profundo concepto de libertad que enunciara Bello: "aquella... contrapuesta a la docilidad servil que lo recibe todo sin examen..." en esa perspectiva, nuestra investigación, docencia y extensión tiene como norte esencial los problemas y retos de Chile, aquello que constituye una pregunta a contestar o un obstáculo a sortear para dar paso al mejor desarrollo nacional en su sentido más integral. Hoy, con grandes esperanzas, estamos reponiendo a la Universidad de Chile que vislumbrara Bello: preocupada primordialmente de las necesidades de Chile y de su pueblo, agregando hoy día su rol líder en el sistema educativo Chileno.
Es por ello que el convenio que hoy firmamos nos llena de satisfacción y nos impone una serie de retos de importancia, consonantes con la realidad del Chile de hoy, frente al cual tenemos que proporcionar respuestas válidas, creíbles, y profundamente comprometidas en el espíritu de nuestra misión.
Hoy el sistema universitario es enormemente más complejo, y debemos preocuparnos por preservar niveles de calidad compatibles con los grandes objetivos del país, y sus necesidades en cuanto a formación profesional, de posgrado y de generación de conocimiento científico y tecnológico. También levanta el reto actual la necesidad de humanizar profundamente a nuestra sociedad, requiriendo ello un empuje muy vital a partir de las verdaderas instituciones universitarias, en torno a promover el arte, la cultura, las humanidades, en fin: el conocimiento cabal del género humano en toda su compleja y multifacética realidad. Es cierto entonces, frente a la realidad actual del sistema universitario y de los múltiples riesgos que su evolución puede representar para Chile, es bueno que dos universidades como la Pontificia Universidad Católica y la Universidad de Chile, planteen una alianza para trabajar conjuntamente en pos de elevar los estándares de calidad y producir una mejor actividad universitaria.
También es cierto que hoy existen requerimientos de investigación que levantan retos cruciales. Y somos un país que no puede dilapidar los recursos, que son de suyo escasos debido a la inversión relativamente menor que se realiza en investigación científica y tecnológica. Por ello, es imprescindible la interacción de las dos universidades que conducen investigación de avanzada complejidad, y que por esa vía puedan presentar los necesarios proyectos para el país, a la vez que más viables académicamente al permitir la construcción de una masa crítica más significativa. Lo mismo para el desarrollo del cuarto nivel de nuestra educación, o nivel de los posgrados, donde el país se encuentra significativamente atrasado, y donde es casi indispensable que los equipos académicos se fortalezcan por la vía de la colaboración interinstitucional. Aquí hay un salto gigantesco que dar por Chile, para aportar en forma significativa al desarrollo, para construir una buena educación comprometida con el país, para desarrollar la base de verdad que nos permita enfrentar exitosamente nuestro ingreso a la sociedad del conocimiento.
La Pontifica Universidad Católica y la Universidad de Chile han decidido, señor presidente, colaborar estrechamente por Chile y su futuro. Nada hay distinto a esto que explique este acto histórico, el cual antepone a cualquier diferencia, a cualquier divergencia del pasado, el futuro de Chile y de sus jóvenes, la promesa que todos debemos hacer en torno a construir un país mejor, más justo y con mayores oportunidades. En gran medida, el impulso final a lo que veníamos debatiendo desde hace algún tiempo, nos lo dio ud. mismo, señor presidente cuando en el instituto de Chile manifestó su profundo convencimiento acerca de la necesidad de que las dos principales universidades del país colaboraran en proyectos comunes que permitieran usar mejor nuestros recursos académicos.
La firma de este convenio viene precedida por un trabajo que hemos estado compartiendo en ciertas áreas, como la reforma curricular del pregrado y el desarrollo de proyectos de investigación en temas de significativa importancia. Pero aquí, este acto, más que un momento protocolar, refleja nuestra voluntad firme, en orden a hacer nuestra contribución a Chile más sustantiva y comprometida. Cada una de nuestras instituciones, lo hará en el marco de su mandato misional, pero nos unirá el norte que significa hacer progresar al país, a la libertad para crear y a la construcción mayor excelencia para nuestro sistema universitario.
Usted también expresó, señor presidente, en la inauguración del año académico de la Pontificia Universidad Católica, que la sociedad Chilena debe financiar de modo distinto, y más significativamente, el trabajo de las universidades complejas, sugiriendo que debíamos enriquecer las fórmulas de financiamiento de la educación superior. Usted también ha comprometido el incremento importante de los recursos dedicados a investigación científica y tecnológica, junto con un fortalecimiento del órgano rector que es CONICYT. Su visión del futuro, indica lo importante que es para la sociedad hacia donde progresamos, que se pondere adecuadamente el aporte efectivo de cada institución, en consonancia con el apoyo estatal.
La Pontificia Universidad Católica y la Universidad de Chile firman este acuerdo de colaboración como una señal que el país necesita en cuanto a la unidad requerida para salir adelante. En ese sentido es un convenio de esperanza y de futuro, a partir del cual podremos hacer un aporte más vital hacia el país que todos deseamos legar a nuestros hijos.
Deseo lo mejor para el futuro de esta colaboración, y para que sus frutos sean generosos y útiles a la patria. Deseo también, junto al saludo fraternal de la Universidad de Chile, lo mejor para la comunidad de la Pontificia Universidad Católica, y para que sus pasos estén siempre guiados por el destino de la patria.
Andrés Bello manifestó en el discurso inaugural de nuestra Universidad de Chile en 1842: "en esta propagación del saber, las academias, las universidades, forman otros tantos depósitos, donde tienden constantemente a acumularse todas las adquisiciones científicas, y de estos centros es de donde se derraman más fácilmente por las diferentes clases de la sociedad". En este acto, hemos apostado al crecimiento de ese depósito generador de ideas, y a la posibilidad de que esta alianza haga más fuerte el derrame de sus frutos hacia Chile.