Discurso del Prof. Luis A. Riveros, Rector de la Universidad de Chile, en Ceremonia de Inauguración del Año Académico 2001.
(Transcripción)
Manifestamos el año pasado, durante la inauguración del año académico, que estábamos plenos de esperanzas. Esperanza respecto de una nueva política de Estado sobre Educación Superior, que defina mejor las reglas prevalecientes. Una política que otorgue financiamiento adecuado a las tareas que debe respaldar el Estado, que comprometa un desarrollo estable y visionario para la investigación y para la creación que el desarrollo del país necesita, y que otorgue las medidas necesarias para una expansión adecuada a la formación profesional y al crecimiento de los posgrados. Esperanzas en orden a que ésta vuelva a ser la Universidad del Estado de Chile, el símbolo de hecho de la educación pública chilena.
Hemos sostenido estas mismas cosas varias veces; no tanto por proteger el destino de esta Institución en la forma de un privilegio, sino más bien en el pleno cumplimiento del rol nacional de la Universidad de Chile, que debe preocuparse por los destinos del país en un sentido más amplio, y de su educación, en un sentido más estricto. Nos preocupa que el sistema de Educación Superior y las medidas que se le aplican no hayan experimentado revisiones y definiciones sobre la base de una política de Estado, a una conceptualización respecto al rol que éste debe cumplir, en relación con la movilidad social que debe promoverse por medio de una política de igualdad de condiciones y oportunidades para nuestros jóvenes. Se requiere de una definición política de fondo respecto del rol del Estado y del mercado en el sistema de Educación Superior; tal decisión, sin duda alguna, envuelve un debate y un proceso de construcción de política pública que aún no percibimos. El país debe ser capaz de adoptar decisiones orientadoras, antes de que las acciones se sucedan sin una inspiración conceptual y política en cuanto al sistema de Educación Superior.
Es evidente que una Universidad de Chile debilitada por políticas inadecuadas de financiamiento es propicia para un sistema que continúa acumulando problemas y que puede, en definitiva, sufrir un grave y progresivo deterioro en calidad y pertinencia. Un sistema que puede ser progresivamente más y más selectivo, contribuyendo así a crear un fuerte sesgo social, fuente de futuros y poderosos conflictos. Un sistema que, en definitiva, no albergue las necesidades del país en cuanto a creación, investigación y difusión del conocimiento, para así validar y respaldar las ambiciones que Chile sostiene en el plano material, y no que simplemente se dedique a validar posiciones sociales y a crear un ambiente de superficial reconocimiento de cumplimiento de etapas formativas. El sistema universitario chileno necesita cambios de fondo en cuanto a organización, definición de reglas y financiamiento, para que así pueda cumplir su imprescindible rol en el desarrollo del país. Siempre nos hemos declarado partidarios de ayudar en lo que se nos requiera para que el Estado chileno adopte definiciones, porque vemos que en ello se juega el futuro de la investigación y de la formación profesional y de posgrado en Chile. Seguimos declarando nuestra preocupación y nuestra voluntad para que estos cambios y definiciones se implementen.
Por ello, al inaugurar el Año Académico 2001 reiteramos nuestra manifestación de esperanza, fundada en el proyecto que tiene Chile, y que requiere de una sólida política de Estado en educación, con especial atención a la educación pública y a esta Universidad del Estado de Chile. Prevalece hoy día una esperanza rodeada de preocupación; hay urgencias por ciertos cambios, los cuales se inscriben en el propósito de transformaciones funcionales y de financiamiento, temas todos que requieren un debate de país y la adopción de decisiones vitales. Se trata de una preocupación legítima, pero a la vez trascendental y que se inscribe siempre en nuestro propósito de contribuir a abrir caminos para la Universidad y para la investigación que requiere el futuro.
El Presidente de la República ha dado señales importantes en la búsqueda de esas definiciones vitales. Ha habido un aumento importante en los recursos que maneja Conicyt, y que así respaldan el desempeño de más investigación. También ha decidido entregar recursos adicionales a nuestra Universidad durante este año para respaldar un programa de desarrollo de académicos jóvenes. Todo ello es augurio de un cambio que se produce y que nos gustaría que se consolide en forma consonante con las ideas que hemos escuchado de parte de la primera autoridad de la nación.
Creemos que una buena educación es un derecho de todos los niños y jóvenes chilenos. Pensamos que los temas de calidad deben continuar abordándose con exigencia y celeridad, pero sin transar respecto de los inevitables temas de equidad. Creemos que la buena educación pública pasa por una definición constructiva sobre el rol de la Universidad estatal, particularmente respecto de la Universidad de Chile. Sostenemos que el sistema necesita reglas remozadas de organización -las cuales hemos planteado en forma reiterada- como asimismo de regulación y supervisión. Nos parece indispensable que se redoblen los pasos en materia de acreditación, y que el financiamiento del crédito universitario se sostenga sobre definiciones políticas respecto del rol del Estado, no solamente como reflejo de buenas decisiones o propuestas técnicas. Pensamos que el financiamiento directo que provee el Estado debe ser contra cuentas de gestión, y respaldado por actividad de investigación y creación a nivel nacional. Nos preocupa que estas materias se mantengan aún pendientes en cuanto a propuestas resolutivas. Nos preocupa aún más que las decisiones no adoptadas mantengan a instituciones como ésta -que fue creada como la Universidad del Estado de Chile- en un carácter equivalente a una institución privada desde el punto de vista del mayoritario financiamiento no estatal. Nos preocupa que muchas de las acciones de rediseño que debemos llevar a cabo internamente, se encuentren todavía a la espera de las definiciones que el Estado debe asumir en materia de política: tan esencial como definir con claridad lo que el Estado chileno, propietario de esta Institución, espera de la misma, de su trabajo docente y de creación. Por eso, nuestra esperanza, que sigue allí firme y claramente posicionada, se rodea de la preocupación, junto a la disposición a contribuir para que el país avance en materia de calidad y equidad de su Educación Superior.
En lo interno es fundamental seguir avanzando en nuestra propuesta estratégica. Hemos insistido en ello en las cuentas que el Rector provee semestralmente a la Universidad. Resulta fundamental avanzar en la consecución de una reforma integral del pregrado, que amplíe la formación general y básica para poder hacer más amplia nuestra base formativa y más enriquecedora de las opciones internas. Es también fundamental el avanzar en la consecución de más y mejores programas de doctorado que, como bien ha insistido S.E. el Presidente de la República, constituyen el necesario ingrediente para que el conocimiento científico y tecnológico otorgue fundamento a la expansión que se espera tener en el aparato productivo y social. Es también crucial que podamos introducir más tareas interdisciplinarias e interfacultades, para modernizar nuestras visiones y propuestas en materia de investigación, y podamos, asimismo, ir consolidando nuestros campus como espacios de colaboración académica, no sólo sitios físicos de convivencia. También debemos avanzar en la aplicación de indicadores de gestión académica en nuestras unidades, para examinar lo hecho, para avanzar en términos de poder colocar más énfasis en aquello que más necesitamos para obtener un desarrollo integral. Tenemos, en fin, que consolidar la propuesta de estatuto que estamos debiendo largos años, y que necesitamos para reformar nuestras estructuras de gobierno y nuestros esquemas de organización, y poder brindar así mejores resultados en todo terreno.
Este es un año de decisiones importantes. Hemos sido exitosos en los proyectos de investigación y docencia que hemos llevado a las instancias externas; hemos sido exitosos en emprender algunas transformaciones en planta física, las cuales deben seguir adelante para ayudar a consolidar nuestro trabajo académico. Hemos sido también exitosos en lograr un ordenamiento en nuestra situación financiera, en adquirir una disciplina transparente en las decisiones presupuestarias y en asumir con claridad nuestras responsabilidades con los acreedores. También hemos avanzado sustancialmente en la recuperación de crédito universitario, en la implementación de un sistema interno de gestión, en la propuesta para el cambio académico en el pregrado, en el desarrollo de una Vicerrectoría de Investigación. Hemos también hecho avances importantes en el plano de nuestros funcionarios y sus familiares directos, entregando capacitación como instrumento para desarrollar mayor productividad y adhesión institucional.
Pero todo ello no es suficiente. Tenemos que consolidar muchos de estos avances para que se empiecen a notar en el trabajo académico diario. Tenemos que iniciar un proceso de reducción de personal sobre la base de retiros con ayuda de la Institución. Tenemos tantos planes de inversión que requieren la búsqueda de una fórmula de financiamiento, en la que estamos trabajando. Tenemos que avanzar más rápido en las reformas académicas y en el desarrollo de los nuevos programas, especialmente los del tipo interdisciplinario que deseamos incentivar.
Hay mucho por hacer. Hemos renovado la imagen externa de la Institución, tenemos mucho mejores comunicaciones en lo interno. Hemos podido dar a Chile y a nuestra comunidad, un sentido de liderazgo en materia de educación pública. Pero aún tenemos que avanzar en la creación de un proyecto educativo para Chile, como hemos sido requeridos por parte del Estado chileno. Hemos reafirmado el liderazgo en investigación, en proyectos concursables, en el crecimiento de los puntajes promedio de ingreso a la Universidad, en la acreditación de doctorados, en nuestras propuestas públicas. Pero aún debemos mucho en cuanto a reformar nuestro pregrado y a profundizar el avance en el posgrado. Hemos prometido liderazgo y eso es lo que estamos construyendo, aunque ello pueda ir creando situaciones difíciles y contradictorias con instituciones del medio externo. Pero ese liderazgo es la base para sostener con fuerza lo que hoy reclamamos como una condición fundamental: que exista una política clara, bien sustentada y con financiamiento adecuado. Que el Estado nos diga qué espera de nosotros. Y que también, junto con ello, pueda consolidar al menos el presupuesto que se nos entrega año a año, y que hasta hoy demanda desgastadoras justificaciones y procesos en las instancias políticas. Pedimos aquí y ahora, que se nos defina con claridad nuestro marco presupuestario global, para evitarnos conflictos y desorientaciones.
Hay tareas en las que estamos comprometidos para este año. Tenemos que poner condiciones y plazos específicos a los elementos de nuestro plan de desarrollo, requiriendo así las definiciones de nuestros organismos. Tenemos que enfrentar la necesidad de consolidar los planes de cambio en materia docente, y el progreso en materia de investigación. He llamado a la comunidad universitaria a estar alerta a las situaciones externas que se desarrollarán en relación a políticas y decisiones financieras. Pero también la llamo a ser muy activa en el terreno de los cambios internos, que no han de ser impuestos o superestructurales, sino que deben venir desde el fundamento de nuestra actividad académica.
Hace pocos días inauguramos en este Salón el mural que hoy lo preside. En él se sintetizan imágenes sobre Universidad, y sobre el rol de la misma. Sobresale allí la interacción de los símbolos de las facultades, inscritos ellos en nuestro escudo institucional. Ese es un llamado al trabajo interdisciplinario, a la mayor cohesión en nuestros campus, a la búsqueda de estrategias integradoras y, por ello, productoras de un mayor potencial universitario. Hay también una simbología relativa a la complementación de las culturas -incluyendo la nuestra originaria-; así, hay un llamado de atención sobre lo que será la Universidad del siglo XXI, la Universidad en la era de la globalización, de la exposición al resto del mundo, de la apertura en las ideas, del rompimiento de las fronteras locales, de la defensa de nuestros valores en la realidad de mundos que se acercan velozmente. Nuestro mural incluye también un homenaje a la fecundidad femenina, productora de vida y de esperanza, recordándonos así que la Universidad -femenina ella por definición y por el mérito de su tarea creadora- está aquí para generar lo nuevo, para producir sueños y esperanzas, para entregar a la sociedad lo que han de ser piezas constructoras de su futuro.
Sirva ello para ratificar nuestras convicciones en la inauguración de este Año Académico 2001. Sirva esa esperanza y esos sueños que emanan de la imaginación del artista, como estímulo profundo para seguir construyendo la Universidad que queremos y para seguir exigiendo las definiciones que necesitamos se adopten. Para seguir formando a las futuras generaciones en el orgullo sincero y efectivo de ser ésta la Universidad de Chile, la ambición más cara de Bello y de la República de Chile, la Institución líder por naturaleza en el mundo de las ideas, de la creación, de la educación.
Las palabras de nuestro invitado, Diputado José Ignacio Salafranca, representante del Parlamento Europeo, nos señalan que el mundo se está ampliando ante nuestros ojos, que necesitamos día a día, hora a hora, avanzar en la calidad de nuestro trabajo. Le debemos a Chile un aporte cada día mayor, para que tenga el éxito que se necesita en el mundo global. Le debemos a Chile un aporte cada día mayor, para que esa globalización no signifique más sufrimiento para muchos, sino que una mucho mejor distribución de los beneficios. Le debemos a Chile un aporte cada día mayor, para que el objetivo de llegar al desarrollo se fundamente en la investigación sólida y de calidad que se precisa, y el conocimiento se integre efectivamente al futuro que buscamos.
Por todo ello, llamo a nuestra comunidad universitaria, pero muy particularmente a nuestros jóvenes estudiantes, a adherir con firmeza a los principios seculares que han inspirado el desarrollo de esta gran Institución universitaria, a defenderla con las ideas y las propuestas que hoy necesitamos tan urgentemente para que no nos sorprenda la historia corriendo tras ella, sino para que Chile siga teniendo en esta Universidad el liderazgo que se precisa en la conducción de su proceso vital.
Muchas gracias.