Discurso del Prof. Luis A. Riveros, Rector de la Universidad de Chile en, Ceremonia de Presentación del Libro "La Sociedad en que Viviremos. Introducción sociológica al cambio de siglo".

"La Sociedad en que Viviremos. Introducción sociológica al cambio de siglo", del Prof. Manuel Antonio Garretón.
(Transcripción)

Muy buenas tardes, es naturalmente muy grato estar invitado acá como comentarista del libro y no como una autoridad que formalmente saluda o despide esta reunión. Es el libro de un académico que además tiene la ventaja de levantar más preguntas que dar respuestas, y creo que ese es un gran mérito hoy día, cuando uno encuentra mucha admonición, respuestas para todo y poco planteamiento inteligente de las preguntas cruciales sobre todo en el ámbito de las ciencias sociales. Lo que él hace en su libro es un ordenamiento refrescante de las ideas sobre los temas del cambio en nuestra sociedad actual, de los retos que representa para su organización, y en ese sentido, pienso que es un aporte muy importante que debiera ser un elemento a considerar no sólo por los sociólogos, sino también por los economistas, los antropólogos y los sicólogos sociales, porque, como indicaré al final, creo que ahí reside unos de los déficit más importantes que estamos experimentando en la actualidad en esta falta de diálogo entre nuestras disciplinas sociales.

Pero al mismo tiempo es, una organización hiperquinética de sus ideas, porque, como se ha indicado, Manuel Antonio las organiza tal como él las está pensando; pone la mesa, pero es el lector el que debe elegir cuál es el primer plato y cuál es el segundo, lo que en cierto sentido es una ventaja, pero muchas veces también, una desventaja, porque uno no se da cuenta precisamente de cuál es la lógica que está en el ordenamiento que él trata de dar a los postulados que tiene. Considero, sin embargo, que es muy valioso por lo mismo que dije al comienzo: es el libro de un académico, que está lleno de propuestas, con las cuales puede uno estar o no de acuerdo, pero es una cantidad de propuestas inteligentes que yo me apresuro a decir que son bienvenidas en un país como el nuestro, de una sociedad en que el debate de ideas es pobre, lo cual contribuye a abrir una ventanita para pensar en las cosas que hay, y en las que vienen.

¿Cuál es el tema del libro? El tema del libro es nuestra sociedad en constante cambio y evolución, cito al autor: "la sociedad en que vivimos y que viviremos por un tiempo largo se define más por su dinámica, por su cambio, que por su estructura". Eso levanta un tema extraordinariamente importante, para el análisis social: considerar a la dinámica mucho más importante que la estática, que mira la estructura. Este es un debate que ha ocurrido con mucha fuerza en economía, donde la mayoría de las respuestas deben estar basadas hoy día en las dinámicas de los procesos económicos, y no sólo en la estática, que ofrece respuestas, si no simples muchas veces equivocadas. Por lo tanto, no es un tema nuevo.

No es un tema nuevo tampoco, porque yo recordé al leer partes del libro de Manuel Antonio, el texto publicado por los años 40 por Marck Bloch, historiador alemán que murió fusilado por los nazis, que afirma una cosa que a mí nunca se me olvidó de mis cursos de historia: "los hombres se parecen más a su tiempo que a sus padres", indicando que detrás de todo esto había una lógica de evolución, una lógica de cambio que provocaba estas brechas, estas disrupciones entre distintas generaciones. De manera que no es un tema nuevo, este tema del cambio. Sin embargo, qué es lo nuevo que yo aprendí de la organización de ideas que nos presenta Manuel Antonio. Es que este cambio que hoy día está ocurriendo representa conflictos dados, que está tensionado todo el sistema de relaciones entre Estado, la representación y la sociedad civil, y eso plantea preguntas completamente nuevas, diferentes de aquellas que caracterizaban a la época de Bloch o la época de los tempranos 70, cuando todavía no entrábamos a este mundo constante y diario de globalización. Se trata, más que un cambio por evolución, un cambio por constante revolución, inducido por la cuestión tecnológica y el progreso técnico, que lleva a asumir una serie de temas, de los cuales yo rescato el tema central en este libro, que Manuel Antonio llama de la multinacionalidad, y que otros podemos llamar de la globalización o de la sociedad globalizada.

Ahora, yo tengo la ventaja de intervenir en tercer lugar, de manera que puedo decir que la mayoría de las cosas se han dicho, pero me gustaría describir los tres elementos esenciales que Manuel Antonio plantea y lo que implica desde el punto de vista de las preguntas que levanta. Manuel Antonio, más que darnos una admonición, nos propone un reto, el reto de que cada uno de nosotros sea capaz, desde su propia perspectiva, de elaborar respuestas a los problemas que él plantea, sobre los cuales a menudo nos sugiere su punto de vista o sus soluciones particulares, pero el libro y el postulado que hace es bastante abierto, en el sentido de dejar los planteamientos también para otros puntos de vista.

En primer lugar, él nos plantea una cuestión que es, yo diría, extremadamente importante: la globalización no es para todos, y esa es la conclusión más fundamental de su capítulo sobre el cambio societal y los modelos de modernidad. Esto es extraordinariamente importante, porque todos los teóricos de la llamada sociedad globalizada -que Manuel Antonio argumenta que no existe, ni existirá- olvidan que el problema de la incorporación a la sociedad globalizada, o sociedad moderna, o sociedad tecnificada, o sociedad transnacionalizada, o como la queramos llamar; se provoca por las distintas cercanías que diversos grupos al interior de la sociedad tienen con ese modelo de construcción social. Por lo tanto, al decir que la globalización no es para todos se levanta otro reto: el cómo vamos a entender entonces la estructura de nuestras sociedades en esa sociedad globalizada, que tampoco es una sociedad para todos, sino que de segmentos que estarán más o menos globalizados, y en el cual primarán más o menos agentes globalizadores y agentes globalizados.

Creo que ahí hay un tema que es muy importante que tiene que ver con el Estado: la crisis del Estado no es tanto por este proceso de globalización que tienda a cuestionar la existencia de los estados nacionales y a pasar a un modelo de sociedad distinto organizado en base a otros patrones: la crisis del Estado es más bien una crisis ideológica. Aquí me salto a otro de los temas que trata Manuel Antonio, que se llama los efectos que tiene todo este proceso de tránsito sobre la representación en un sentido político, y él nos dice, con toda razón, que aquí hay tres problemas que busca de alguna manera resolver todo régimen político, que son gobierno, la relación de la gente con el Estado y la institucionalización de los conflictos y las demandas sociales. Pero el problema cuando hay esta crisis de Estado de una sociedad que camina a una globalización que es incompleta o parcial o por segmentos, es que debe haber apuestas respecto al Estado que queremos en ese modelo de sociedad, y la pregunta entonces es ¿quiénes son los agentes que proponen o que conducen respecto de ese Estado que queremos en un modelo de sociedad globalizada? Hay una gran discusión; en realidad hay poco que hacer, dicen algunos, y la globalización nos va a arrastrar querámoslo o no y vamos a tener que integrarnos a este nuevo esquema de funcionamiento del mundo. Otros creemos que para esto en realidad hay opciones, especialmente en este contexto de que hay segmentos que se globalizan más y segmentos que se globalizan menos, y eso tiene que ver evidentemente con los partidos políticos.

Yo creo que Manuel Antonio ha sido generoso con los partidos políticos. Sin embargo, hay que reconocerlo acusador respecto a la falencia de partidos con propuestas, con ideas, fenómeno que es mucho más que nacional, sino bastante internacional o transnacional. Los partidos han pasado de ser proponentes de ideologías al otro extremo de ser simplemente clubes electorales, y evidentemente en eso hay un déficit de propuesta y, por lo tanto, de acción respecto al Estado que necesitamos construir y definir para este proceso de transición a una sociedad globalizada. Ese es un gran conflicto no resuelto, no resuelto en nuestro país naturalmente, pero tampoco a nivel global. No se trata de volver a rescatar los partidos de la época de la guerra fría con grandes postulados ideológicos, con grandes modelos, pero en esta necesidad de definir el proceso de transición y el acomodo que los Estados deben tener en ese proceso, creo que hay un gran déficit. Una solución es la de concebir a partidos globalizados, que efectivamente representen a estos distintos segmentos que están implícitos en el proceso de integración a la sociedad globalizada. En lo que sí es claro es que los partidos deben responder a nuevos tiempos, y creo que los partidos se han mostrado hasta ahora incapaces de responder a los nuevos tiempos en materia de propuestas.

Y un tercer elemento que Manuel Antonio menciona son los efectos de los cambios en la ética y en la institución familiar y educativa. Sonia se ha referido a ese punto, pero a mí me gustaría reseñar tres elementos que me parecen muy importantes en el contexto de esta lógica de análisis. En primer lugar, el principio del logro a cualquier costo. Creo que esa es una cosa que ha permeado tremendamente a la sociedad chilena, que ha permeado tremendamente a la sociedad industrial y seguramente como Manuel Antonio lo sugiere va a permear tremendamente a la llamada sociedad post industrial. Coincido con Arturo que eso no es una cosa fácil de definir y en gran parte es porque la primera etapa o el primer período más influyente y decisivo del proceso de globalización es lo material. Reconozco que Manuel Antonio habla de que el proceso de globalización tiene distintas facetas, pero que la económica es la más importante, porque el origen, el desarrollo, el proceso conductor de la globalización ha estado centrado en los temas económicos, y la globalización de alguna manera se ha desprendido de la apertura de la economía, de la integración económica y frente a los cuales incluso la integración a pequeña escala de grupos de países no ha sido un elemento atenuante de estas grandes fuerzas mundiales que han hecho primar el tema material, el tema económico como el más central de todo este proceso. Eso lleva muy rápidamente, sobre todo en las sociedades que tienen falencias en su sistema de construcción ética y sus modelos educativos, a lo que hoy día prima con tanta fuerza, que es el logro a cualquier costo, y que incluso se saluda como uno de los grandes méritos que tiene la modernización de la economía y de sus instituciones.

El segundo elemento, que es producto de todo esto, es que las distancias generacionales crecen tremendamente. Un historiador francés decía que si bien es cierto hace 50 años la diferencia generacional entre padres e hijos podría ser equivalente a 30 ó 40 años, hoy día la distancia generacional entre padre e hijo probablemente está cercana al siglo o más, desde el punto de vista de lo que ellos son capaces de pensar y de lo que nosotros somos capaces de visualizar en términos de problemas.

O sea, aquí hay una distancia generacional que crece, partidos sin propuestas, una crisis de Estado, y frente a todo eso, un modelo educacional tremendamente débil. Creo que Manuel Antonio entrega un mensaje muy correcto, en términos de que en todo esto es importante refundar la universidad para esta sociedad postindustrial globalizada. Una de sus debilidades es la falta de un cerebro, el cual deben ser las universidades, que recuperen el carácter de centros de debates de ideas. Hoy día es casi excepcional que un debate como este tenga lugar en una universidad, y si no lo tiene en una universidad no lo tendrá probablemente en ninguna parte.

En las discusiones que presenta Manuel Antonio sobre los temas chilenos, hay un gran énfasis en la coyuntura y en el marco de la transición. Uno no puede sino suscribir sus ideas en torno a la necesidad indispensable de reconciliación sólida y de la creación de mayores espacios de participación, que sin ninguna duda es el elemento fundamental de sostenibilidad de nuestra democracia.

Lo que él alude a nivel Latinoamericano, que es perfectamente aplicable a nuestro caso, es la ausencia de reforma de segunda generación. Hemos actuado mucho sobre esta economía y esta sociedad de la época de la guerra fría volcadas hacia adentro, se han hecho en nuestros países aperturas significativas, cambio en el rol del Estado, un modelo de asignación de recursos basados en el mercado, pero la pregunta es: ¿después de eso qué?, ¿o es suficiente con este tipo de reformas solamente? Evidentemente la respuesta es no, y nuevamente si uno mira cómo son las propuestas que existen sobre las reformas de segunda generación, por ejemplo, para la economía chilena, para la sociedad chilena, la verdad es que hay ausencia total de propuestas, porque la propuesta en nuestro país desde el punto de vista político ha sido reemplazada por la denuncia, y eso no constituye un modelo suficiente para la discusión de las ideas.

Hay dos temas, finalmente, en los cuales quiero insistir. Uno: en todo este análisis de las perspectivas que Manuel Antonio plantea, hay una cosa que resulta muy transparente y que tenemos que pensarla; es la falta de diálogo entre las disciplinas sociales. Esa falta de diálogo ha llevado en gran parte a concebir a la economía como "la" madre de todas las ciencias sociales, que no lo es, por cierto, pero de hecho, ha tenido una gran preeminencia y ninguna consideración por las discusiones en el ámbito de la sicología social, de la sociología, de la antropología social, que debiesen ser elementos integrantes para un buen análisis económico. Alguien decía que la economía está en el siglo XX y la sociología viene de la edad media, entonces ahí hay un elemento en el cual tenemos una responsabilidad, y debiéramos en las universidades fomentar ese diálogo y crear un trabajo interdisciplinario, sobre todo en dirección a mirar estos problemas que estamos enfrentando.

Segundo, es el tema de la sostenibilidad del crecimiento y del proceso de globalización. Este proceso está creando enormes tensiones, eso sin ninguna duda. La pregunta es qué tanto podemos ser elegibles para el proceso de globalización si no tenemos sostenibilidad económica, y en el fondo el problema tiene que ver con el tema distributivo. Creo que cuando se señala todos estos enormes progresos que ha habido, y de hecho muchos de ellos son destacables en todos los indicadores, ponemos muy de lado el tema de que el país ha experimentado un retroceso fundamental en materia social, porque si bien es cierto, como dice Arturo, que la disminución de la pobreza experimentó una reducción fundamental de acuerdo a nuestra experiencia histórica también el aumento de la pobreza experimentó un cambio fundamental respecto a nuestra experiencia histórica, en la década de los 80 principalmente.

Pero quiero aludir al tema distributivo porque a mí me parece central. Creo que para que nuestro país tenga un lugar creíble y sostenible en el proceso de globalización necesita ser un país estable, creíble no solo políticamente, sino también económicamente, y creo que la estabilidad tanto política como social y económica está hoy día en riesgo por esta cantidad de sociedades que existen al interior de la nuestra, y que tiene que ver con diferencias que son simplemente insostenibles desde el punto de vista social y económico. Si uno se compara, por ejemplo, con los países del sudeste asiático con los cuales tanto nos gusta compararnos en términos de otros resultados económicos, resulta que uno es al menos el doble de desigual que esos países, y si uno se compara con el resto de Latinoamérica, a uno le cuesta encontrar otro país, salvo Brasil, que sea más desigual que Chile. Eso, evidentemente, tiene que ver con un problema de oportunidades, con un problema de insatisfacciones, y, por lo tanto, con un problema de inestabilidad social y de sostenibilidad económica de la inversión del ahorro y de todas aquellas cosas que necesitamos para ingresar al mundo globalizado.

La pregunta es qué se debe hacer. De nuevo, la primera respuesta es que no hay propuestas, excepto la denuncia. No hay una propuesta de salida a un tema tan grave como este, la diferencia de ingreso entre los más pobres y los más ricos es de 1 a 18, que es una situación simplemente impresentable en relación al mundo, por lo menos al mundo en el cual nosotros queremos estar. Eso necesita abordar una política distinta desde el punto de vista social, particularmente de la política educacional. Aquí está el centro de los problemas de las oportunidades y de la igualdad de condiciones, y en el país después de 10 años de transición a la democracia todavía no hemos sido capaces de proveer una solución creíble, para que en un contexto intergeneracional, al menos, podamos aspirar a un país con mayor sentido de igualdad, de justicia y, por lo tanto, también con mayores oportunidades económicas. Si no es así, y para eso basta con ver las estadísticas, la inversión seguirá cayendo. No hay oportunidad para la inversión en países inestables potencialmente y, con grandes tensiones, como él nuestro, y sin eso todas nuestras esperanzas de crecimiento hay que aminorarlas. Sin tener eso, hablar de la participación activa de Chile en esta sociedad globalizada puede ser un sueño grande, como hablar de que en 10 años más vamos a entrar al mundo industrial.

Muchas gracias.

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