Discurso del Prof. Luis A. Riveros, Rector de la Universidad de Chile en, Ceremonia de Conmemoración del otorgamiento del Doctorado Honoris Causa a Gabriela Mistral.

(Transcripción)

Yo creo que este acto tiene una serie de significancias para la Universidad, no sólo porque destacamos aquí el rol que ha cumplido en ella una mujer que estuvo vinculada a la Universidad de muchas maneras, no sólo por haber recibido el título de profesora de castellano el año 1924 en esta Casa, no sólo por haber sido homenajeada en este mismo Salón, no sólo porque se despidió en su viaje sin retorno en este mismo espacio; es por lo que ella significó, lo que trascendió su obra, lo que logró construir su imaginación, que tiene mucho que ver con lo que es la Universidad de Chile.

El Decreto Universitario que le concedió el Doctorado Honoris Causa menciona sus contribuciones. Y es importante primero destacar que en esta Universidad el Doctorado Honoris Causa no es una distinción que se entregue frecuentemente. Es una distinción que la consideramos realmente de gran mérito, y tradicionalmente el Consejo Universitario es muy cuidadoso en otorgarla, pensando en que efectivamente haya alguna contribución que tenga que ver con lo que significa esta Universidad y, por lo tanto, construye ello una ligazón entre el homenajeado y lo que esta Universidad significa por su tradición, por su misión, por su rol en la sociedad chilena.

Y creo que en el caso de Gabriela el Consejo Universitario pensó en sus contribuciones desde varios puntos de vista. En primer lugar, está la contribución que ella hizo en su obra y en lo que ella significó para establecer una sociedad con mayores oportunidades. Ésta es y debe ser la Universidad de la diversidad. Es la diversidad la que ha permitido que esta Universidad trascienda en el tiempo. Es la diversidad la que ha permitido que la Universidad sea un centro libre de pensamiento, a pesar de que muchas veces esa libertad se oscureciera, pero la libertad permaneció como la esencia de la creación que necesita la diseminación del conocimiento. Y esa libertad proviene de nuestra diversidad desde todos los ámbitos, desde todos los puntos de vista, desde todas las expresiones, y Gabriela fue la defensora, la promotora, la que practicó en su vida siendo ella misma una víctima de la discriminación, y como muy bien se ha destacado, de ese carácter conservador tan dañino de la sociedad chilena para quienes parecen ser distintos, parecen ser raros y, por tanto, peligrosos.

Creo que Gabriela con su vida, con su ejemplo, con su obra, significa lo que esta Universidad por tanto tiempo siempre ha estimulado: la diversidad en su trabajo y en la profundidad de todas sus expresiones. Pero también destaco la contribución de Gabriela a los sueños. Creo que es muy importante, como decía Valentín Letelier, que una Universidad no puede ser tal, si no permite que su gente sueñe, que logre imaginar cosas. ¿Qué son aquellas universidades que tienen sus verdades reveladas de antemano? ¿Qué son aquellas otras que no tienen que soñar, sino solamente repetir lo que encuentran más a mano para poder ponerlo en la cadena de la producción de profesionales?

Esta Universidad debe soñar, debe tener la inteligencia, debe tener la ambición, debe tener la fuerza de construir ideas nuevas, imaginar mundos distintos, imaginar los caminos que deben llevar a mejorar aquello que debamos en función de la misión nacional y pública que nos distingue. La Universidad de los sueños, porque es la Universidad que debe tener arte junto con la ciencia, tener las expresiones de la ingeniería y de las tecnologías así como tenemos humanidades; y Gabriela con su obra nos llamó, nos empujó a seguir en el camino de los sueños, y creo que es importante recordarlo hoy día cuando se piensa, cuando se cree que una Universidad no debe soñar, sino que debe meramente ser una fábrica de utilidades para que pueda seguir funcionando en una cadena infinita de imperfección.

Hay una contribución importante además de Gabriela Mistral en el campo de la educación. Ella es la maestra por esencia. Ella es la maestra que además proviene de una localidad alejada y pobre. Es la maestra rural. Es la maestra primaria. Es la que logró darle, como tantos otros, la vida intelectual a tantos niños para que pudieran al menos aspirar a ser ciudadanos en un país en que la educación de los pobres siempre ha estado segregada.

Esta Universidad siempre estuvo y debió siempre estar comprometida con la educación, porque es la parte esencial de su ser. Esta educación, que debe ser oportunidades para todos los niños, es la que permite que la Universidad mantenga su diversidad y su potencial de creación. Esta Universidad no puede ser la misma Universidad de Bello si es una Universidad que recibe de una selección purista e impropia aquellos niños que han tenido oportunidades desplazando a aquellos que no las han tenido.

Por eso es tan importante el esfuerzo que esta Universidad debe hoy día prestar en educación y en formación de profesores al país, porque la propia Universidad no podrá subsistir con una educación que discrimina, con una educación que es elitista y que en definitiva, ha de transformar en el tiempo el alma de esta Institución. Para que esta Institución siga en su carácter nacional y público -que es su misión fundacional- necesita tener una educación con igualdad de oportunidades, en que los niños del norte chico y los niños del extremo sur tengan todos la oportunidad de ser ingenieros, abogados o médicos, y que eso dependa de sus capacidades y no de sus potencialidades financieras.

Gabriela fue la educadora primaria que simbolizó eso, de esa educación primaria de las escuelas normales, que nunca debió dejar de tener el rol de igualador de condiciones que el país tuvo y que debe recuperar. Pero, finalmente, Gabriela es la gran contribución al humanismo, que es parte central de lo que es la Universidad de Chile, de lo que debe ser cualquier Universidad de inspiración laica, de inspiración profunda, de inspiración intelectual, de inspiración democrática. Ella fue una representación clara de que el objetivo de esta Universidad debe ser el hombre. Ella representó con su obra el humanismo en su versión más profunda. Yo creo que el Consejo Universitario estuvo en lo correcto. Hay consideraciones de sobra para que Gabriela fuera Doctor Honoris Causa de la Universidad de Chile, y creo que haberlo recordado hoy día es también un recordatorio de que junto con el ingreso de Gabriela al siglo XX, esta Universidad debe entrar al siglo XX recuperando su rol histórico, su misión y su responsabilidad frente a una sociedad chilena que la necesita.

Muchas gracias.

Compartir:
https://uchile.cl/u6087
Copiar