Discurso del Prof. Luis A. Riveros, Rector de la Universidad de Chile, en Ceremonia de Lanzamiento del libro "Andrés Bello, Una Biografía Cultural"

(Transcripción)

Quiero agradecer a nombre de la Universidad de Chile por esta publicación y por este gesto del convenio. Creo que todo lo que se escribe sobre Bello, todo lo que se ha dicho y todo lo que se diga no hace otra cosa que hacer justicia a su personalidad. Pero, al mismo tiempo, se constituye esa creación en un apoyo, en un reconocimiento a su principal obra, que es esta Universidad.

Creo que es indisoluble, como también lo ha destacado Carlos Ruiz y lo destaca el Prof. Bocaz en su obra, la Universidad de Chile de don Andrés Bello, de su legado, de su pensamiento, de la trascendencia de su visión de país y de educación.

En esta obra se reflejan los elementos más importantes de lo que es don Andrés, y de lo que es don Andrés para esta Universidad. En primer lugar, al humanista, el intelectual en todos sus escritos, en todas sus acciones, que en todos sus pensamientos pone al hombre como el fin último y no como el medio y, por lo tanto, nos enseña de un legado importantísimo para el desempeño de un buen trabajo intelectual y universitario, y a tener esta concepción trascendente y profunda del hombre como el objetivo último de las cosas.

Pero está también el del universitario, y lo ha destacado aquí Carlos Ruiz. Andrés Bello es un intelectual con visión de educación pública y en eso tuvo aliados importantes, como el propio Presidente Montt que en su época genera uno de los proyectos más importantes para la República con tres pilares fundamentales: la Universidad de Chile, la Escuela de Artes y Oficios y la Escuela Normal de Preceptores, que lograron constituir un proyecto de desarrollo de la educación con visión de país a décadas, y organizar lo que fue este país desde el punto de vista de su desarrollo cultural, intelectual y económico a fines del siglo XIX y principios del XX. El país que más tarde sufriría una frustración en su proceso de desarrollo.

Pero Andrés Bello tuvo esta visión de Universidad para servir al país. Muchos de los que han leído de los debates de la época ven a Bello, el creador de esta Universidad, un poco de elite, una Universidad que según algunos solamente Domeyko pudo restituir en la concepción de una Universidad formadora de profesionales. Basta leer a Bello para darse cuenta que él tenía una concepción muy profunda de la ligazón indispensable del trabajo de esta Universidad y las tareas de país.

Cuando Bello dijo que la Universidad debía estar al servicio de Chile y de su pueblo, concibió definitivamente lo que hoy día es tan importante para el trabajo de esta Universidad. El carácter nacional y público de la Universidad de Chile es una obra de Bello. Creo que en esta obra que acá se presenta se destaca de una manera magnífica que es tan importante para recordarnos día a día que incluso en un ambiente distinto, complejo y en un ambiente, por qué no decirlo, un tanto injusto respecto de la trascendencia que deberían tener las políticas educacionales, todavía es la Universidad de Chile la Institución que por excelencia es de carácter nacional y público, que le imprimió su fundador y que necesita proyectarse por ello así en el tiempo.

Desde luego también aquí se destaca al Bello hombre público y académico, que es en mi opinión un elemento fundamental de su labor en la Universidad, pero que nos recuerda que los académicos no podemos convertirnos en seres encerrados en jaulas de cristal. Los académicos de esta Universidad tenemos que ser capaces de responder las preguntas que están allá afuera y que Chile necesita que se respondan; entre ellas, por ejemplo, la formación de profesores. La inspiración de Bello en esta Universidad es precisamente la de comprometerse no con las cosas que nos interesan más intelectualmente, sino con aquellas que tienen mayor relevancia para el país, para su desarrollo, para sus problemas, para su futuro.

Con este Andrés Bello que redacta el Código Civil todavía uno se emociona yendo acá a nuestra biblioteca, viendo cómo su mano corregía frases y palabras e iba creando y moldeando un elemento que sería tan importante para la institucionalidad de la nación. Ese Bello nos estaba así enseñando que un académico no puede estar desvinculado de aquellas cosas que el pueblo, que la nación, que el país, que nuestra sociedad espera que resolvamos o que propongamos algunas respuestas para ello.

Y está también ciertamente el ser humano. El ser humano que no sólo sufrió el exilio, sino también una muy temprana viudez; fue el ser humano que sufrió, pero también el que amó, y uno puede descubrir en tantas de las descripciones de la vida de Bello, de sus anécdotas, de su personalidad apabullante, a un hombre que es capaz de trascender su posición, ya en sus días destacada en el tiempo, proyectada y agigantada. El hombre simple que enseña que justamente esa actitud de una vida simple, de una vida llana, de una vida abierta, de una vida tolerante, de una vida comprometida con sus ideas, es la vida de un hombre feliz a pesar del sufrimiento.

Todos los días cuando llego a mi oficina está el cuadro de Bello y muchas veces siento que me pregunta ¿en qué estamos?, y hay una vieja creencia en esta Casa Central de que en las noches en las oficinas del Rector se sienten pasos, ruidos, y hay más de alguno que ha visto prenderse las luces. Un día, una tarde, una señora que me visitaba por otras razones me dijo que ella era una persona que podía sentir estas cosas, y que mientras esperaba la reunión con el Rector había sentido la presencia fuerte de un espíritu muy bueno, y que ella no tenía ninguna duda de que era el espíritu de don Andrés. Sea así o no sea así, el espíritu de don Andrés está presente en esta Casa, y espero que siga presente grande, proyectado y fuerte en quien dirige esta Institución de aquí siempre en adelante, sin olvidar que esta creación es probablemente la creación más importante de la República para darle al país una Institución nacional, una Institución pública, una Institución que piense para Chile.

Creo que este es el mejor homenaje a don Andrés: el comprometernos, como siempre lo hacemos, a que seguiremos cumpliendo con aquella misión que hace tanto tiempo atrás el dejó escrita, pero que es tan vigente, tan relevante y, quizás hoy día, más desafiada que nunca.

Muchas gracias.

Compartir:
https://uchile.cl/u6088
Copiar