Discurso del Prof. Luis A. Riveros, Rector de la Universidad de Chile, en Ceremonia de Inauguración del Seminario "Humanización del Proceso Reproductivo: Mujer-Niño-Familia".

(Transcripción)

Es particularmente grato para el Rector de la Universidad de Chile inaugurar este Seminario sobre la humanización del proceso reproductivo organizado por nuestra Escuela de Salud Pública, nuestro Hospital Clínico, nuestros Departamentos de Extensión y de Comunicaciones, y por el Ministerio de Salud, en los días en que la educación se ha ido restringiendo cada vez más a un proceso dirigido a una pura instrucción, en que ciertamente se fortalece la entrega de contenidos que desarrollan conocimientos y destrezas con fines útiles y directos, pero se deja poco espacio para la formación valórica y más profunda, que eleve el proceso a la categoría de socialización en un sentido amplio.

Nuestras profundas enfermedades sociales tienen mucho que ver con la pérdida de una perspectiva educativa verdadera, que se destine a formar personas en un sentido integral, y por esa vía introduzca una mejora que más tarde lleve a una sociedad efectivamente más solidaria, más justa, más equitativa... en definitiva, una sociedad más humana. La tarea de recuperar una educación de calidad en el sentido formativo amplio de nuestros niños y jóvenes, se mantiene como un reto de grandes proporciones y que aún no se ha enfrentado totalmente.

Y también es cierto que el propio sistema universitario ha ido sucumbiendo a una entrega puramente profesionalizante, donde priman elementos esencialmente financieros, y en que la formación se ha ido desligando de la base más amplia de una común formación humanista y valórica. Nuestra estrategia formativa de estos días fomenta la rápida recuperación de la inversión que privadamente han hecho los jóvenes y sus familias para llegar a ser profesionales, y se sienten así despojados de una responsabilidad, de una misión social, que les conecte de un modo distinto con sus semejantes y la sociedad. La privatización de la educación en un sentido exagerado, al menos desde el punto de vista de las regulaciones e incentivos, ha ido alejando a las universidades de su necesario rol crítico y pensante. La investigación se reduce sólo a aquello que se puede financiar y, normalmente, no se extiende a programas de duración y trascendencia adecuada en términos de la relevancia y pertinencia de sus resultados. La docencia se marca por una organización destinada a maximizar la eficiencia en la entrega de contenidos altamente especializados y actualizados, y que ni siquiera deja el tiempo necesario para la mejor convivencia de profesores y alumnos; la presión del tiempo y de los escasos recursos nos materializa progresivamente. No hay tiempo para el hombre, la persona, en un sentido trascendental.

La extensión universitaria, que en su tiempo fue un instrumento poderoso para llevar a la sociedad la visión pensante de la universidad, y contribuir de ese modo con un aporte crítico necesario e independiente para revisar muchos problemas y alentar el diseño de mejores medidas, hoy día es insatisfactoria. Fue en el pasado la extensión un medio para llevar conocimiento a la gente, expandiendo el arte y las expresiones más bellas hacia la sociedad toda, permitiendo a la ciencia y a la tecnología acceder al ciudadano común, tanto como a quienes, en la realidad productiva, necesitan familiarizarse con el progreso del conocimiento, la actualización. Hoy día, sin embargo, esa extensión se ha ido reduciendo sistemáticamente a actividades que se pueden financiar, o más aún, que produzcan los recursos que la universidad tanto necesita para otros fines académicos. Con ello, se ha dejado de pensar en muchos temas, y de llevar una reflexión que sea útil para nuestra sociedad, en medio de tanto problema, de tanto dolor, de tanta incertidumbre en nuestra sociedad. La forma en que hemos permitido que se organice el sistema universitario, nos ha privado progresivamente de un instrumento de gran potencia para enriquecer las decisiones, como también, para producir un debate más amplio sobre la indispensable tarea de humanizar más a nuestra sociedad.

Este Seminario demuestra que las cosas están cambiando en la Universidad. Muestra que existe viva la fuerza interna para llevar a cabo una actividad de enorme trascendencia, sólo porque su aporte es necesario para nuestra sociedad. Indica que aún hay académicos y universitarios que se reconocen en la voluntad de servir, más allá de los simples materialismos que tanto nos han inundado y que mucho daño causan a la tarea universitaria concebida ampliamente. Señala que la Universidad de Chile está recobrando su liderazgo como Universidad nacional y pública, retomando su rol de centro de reflexión y de propuesta, en su carácter de entidad crítica que privilegia, por misión, el interés nacional, los problemas de nuestra sociedad. Este cambio se da en la dirección de colocar a nuestra excelencia académica al servicio del país, para pensar nuestros problemas en un sentido amplio y profundo, más allá de cualquier bandería o de propósitos cortoplacistas. El liderazgo de la Universidad de Chile está resurgiendo por el esfuerzo de sus académicos que, sin que existan aún las esperadas señales en cuanto a reglas y estímulos por parte de la política educacional del Estado, se comprometen en la tarea de postular ideas y transformar a esta Casa en un albergue de los sueños y de la discusión constructiva.

Este Seminario está al centro de nuestros intereses como Universidad nacional y pública. Pensamos que el ser de la universidad es el humanismo, y que debemos reponer al hombre, a la persona humana, como el fin y no como el medio de las cosas y de los progresos materiales y sociales. "De vuelta a lo humano" es un lema que ha servido para convocar a esta reunión, pero es mucho más que eso: se trata de un llamado a la conciencia universitaria para seguir reorientando nuestro trabajo formativo, de investigación y de extensión, en una preocupación central por el humanismo. Antes que sea demasiado tarde, antes que se derrumben las bases mismas de nuestra organización social y se destruyan los medios civilizados de convivencia, es necesario volver a poner a la persona en el centro de los desarrollos a nivel de la sociedad. No habrá otra forma de crear unidad nacional, de construir un país de paz y respeto mutuo, de prospectar un futuro sin violencia y pleno de mayor solidaridad, si es que no hacemos un esfuerzo al humanismo como un elemento central de nuestra organización social. Este Seminario es, en primer término, un llamado lleno de esperanzas por sacar al humanismo del discurso y del aprovechamiento para pequeñas ventajas políticas, y de ponerlo de hecho como un factor de cohesión y dirección del progreso que esperamos concretar para nuestros descendientes.

Este Seminario trata con uno de los aspectos más bellos y más trascendentales de nuestra sociedad, como es el proceso reproductivo. Más que un frío elemento de cálculo estadístico y de estudio de los factores que permiten una reproducción más eficiente desde todo punto de vista, se destaca aquí el esfuerzo por hacer de este proceso una demostración de la mejora en calidad de vida, en donde se fortalezca a la familia como el núcleo central de la organización social, el semillero de formación y desarrollo de las personas en lo valórico, lo afectivo y lo cognitivo. Este proceso se puede abordar desde el punto de vista de la atención obstétrica exclusivamente, incluyendo los temas epidemiológicos, los avances tecnológicos y la reducción del riesgo junto a la velocidad de la recuperación de la madre y la mejor salud del niño. Pero sabemos que eso no es todo. En orden a concebir el proceso reproductivo en un sentido humano y amplio, están también los temas afectivos y la necesidad de envolver a la familia en el proceso de nacimiento, apoyando a la madre y convirtiendo al hijo en un factor de atención central en la vida de pareja.

Pero están también los temas de política pública: ¿Cuánto se podrá humanizar un proceso tan complejo y a la vez tan hermoso, si existen mecanismos de financiamiento y organización que no permiten plenamente un mayor envolvimiento familiar? ¿Cuánto más humana puede ser la atención, si los parámetros de efectividad se reducen a los más básicos indicadores de costos y beneficios financieros? Naturalmente, hay aquí un desafío para crear una política realista, de acuerdo a nuestras efectivas disponibilidades, pero también más solidaria y humana en la atención de un proceso tan complejo como hermoso. Si sabemos que la inteligencia del niño depende en gran parte de los estímulos tempranos, y que su formación está determinada grandemente por la atención y el cariño del grupo familiar, entonces es hora de poner muchos más recursos de la sociedad en el proceso de crianza, atención integral temprana y salud del niño. ¿Cuánto contrasta esta aspiración con nuestra realidad de recursos escasos en educación, de graves problemas intrafamiliares, del maltrato, de la segregación social y de todo tipo? Todo llama a enfrentar además el problema de los distintos países, de las distintas realidades que se esconden al interior de la sociedad chilena, para aprender que deben hacerse esfuerzos de distintas proporciones en cuanto a distintos segmentos de nuestra realidad.

Y es particularmente importante que este Seminario se inicie en el "Día Internacional de la Familia", cuando sólo el día de ayer celebrábamos el Día la Madre, un encuentro con la afectividad en que todos queremos reconocer el rol fundamental de la mujer en la familia y en la sociedad. Por ello también, debe ser esta ocasión para comprometer un cambio en la visión machista prevaleciente en nuestra cultura, y que tanto atenta contra una mayor humanización a partir de las relaciones intrafamiliares. Sólo el día de ayer se nos informaba que una encuesta revelaba en forma decisiva que el hombre no se envuelve en los temas del hogar, ni tampoco, en forma significativa, en la atención al niño. Hay aquí fallas en nuestra formación, y hay mucho que la educación puede hacer para superar esta verdadera traba. Pero resulta indudable que la mejor constitución de la familia supone compartir más, diversificar roles, permitir un desempeño a la mujer fuera del hogar, educar a los hijos en la idea de pareja y de unidad, ya que ello es la base para luego enseñar -como elementos no extraños a la vida diaria de nuestros niños- valores como la solidaridad y el respeto, en la idea de compartir.

La humanización de nuestra sociedad, que esperamos empiece a germinar como un fruto importante de nuestro progreso material, es inseparable del rol de la familia como base de nuestra organización. Y es también inseparable del sentido de igualdad que debe prevalecer entre géneros, igualdad de derechos y deberes, y por lo mismo una piedra angular de fundamental importancia para una democracia de verdad, sostenida en la base social, introducida en nuestros valores desde niños, desde la familia y su propia organización. Pienso que este Seminario, que se extiende también a una serie de temas antropológicos y sociales, ha de contribuir en forma significativa a nuestro entendimiento de la organización familiar en el contexto del proceso de reproducción y en la dirección de una renovación en muchas anquilosadas creencias y formas organizativas.

Me alegro de este Seminario muy profundamente. Siento que está demostrando que existe una Universidad distinta. Hace pocos días, un hermoso Seminario sobre libertad, ética y belleza; hace algunos meses, otro en que la Universidad expresó su pensamiento sobre distintas materias de índole nacional; también nuestra Escuela de Verano, y nuestros seminarios sobre literatura, poesía, arte. Una Universidad que cumple con su misión y asume el liderazgo en las ideas y en el mundo de la educación, y mucho más allá de las limitantes reglas que nos impone el énfasis en los aspectos financieros.

Yo agradezco mucho a los profesores que han organizado esta actividad, demostrando su compromiso con la Universidad del nuevo siglo que estamos construyendo. Agradezco a los coordinadores y docentes participantes, porque nos dan el ingrediente fundamental para llevar a cabo la obra creadora de pensar para Chile, en forma profunda, ilustrada, trascendental; y agradezco a ustedes, todos los asistentes, porque nos dan el estímulo para trabajar más en la dirección que nos hemos propuesto.

Que sea este un Seminario que indique el futuro de la Universidad y muestre al país lo que ella puede hacer en pro de nuestros mejores días. Que la hermosa ilustración que ha servido para la difusión del Seminario, un recién nacido alzado por fuertes manos, represente también a una sociedad que mira su futuro, y que necesita revalorarse, revisar sus principios y acciones, corregir en los campos de mayor debilidad, y avanzar hacia un futuro de humanismo y mayor solidaridad.

Muchas gracias.

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