Palabras del rector de la Universidad de Chile Prof. Luis A. Riveros, con motivo de la Ceremonia de Inauguración del año Académico 2000 de la Corporación.

Con la presencia de S.E. el Presidente de la República Don Ricardo Lagos Escobar.

Estamos dando inicio a nuestro Año Académico 2000 en medio de una gran esperanza. Una esperanza ciertamente no desvinculada de los que está más que centenaria Institución ha sido capaz de anteponer frente al arbitrio que sufrió por años. A los dolores y quiebres del pasado, hemos antepuesto con firme dedicación y participativo espíritu una renovación institucional para otorgar el aire fresco que necesita la Universidad en la formulación de su proyecto nacional y público. a una situación externa amenazante y no siempre con ribetes definidos, hemos antepuesto la sólida calidad de nuestro trabajo académico y de nuestros estudiantes, que aspiran a mantener una Universidad que efectivamente trascienda más allá de una mera Institución de formación profesional, y sea un cerebro activo que piense a Chile, permeando todas las capas de nuestra sociedad con su reflexión y su crítica tolerante, para vincular la creación de conocimiento a los problemas del país. Al confuso norte institucional a que nos obligó la aplicación indiscriminada del autofinanciamiento, anteponemos hoy día la ratificación de un rol de liderazgo en la educación y la investigación básica y aplicada, y el compromiso de reconocernos como una Institución Pública con una misión nacional que, como legado de nuestros antecesores, es lo que debemos a Chile y al futuro de sus jóvenes.

Nuestra Universidad tiene -y no debemos olvidarlo- una misión nacional que nos obliga a conectar en forma fundamental nuestro trabajo académico con el país y sus problemas. Como expresó Juvenal Hernández en la celebración de nuestro centenario institucional "Si la Universidad no se preocupa del medio social, no es más que un claustro cerrado y exclusivo que no cumple su misión civilizadora, y sus fuerzas se perderán en el vacío". Hoy también deseamos ratificar esa vocación de servicio al país, de conexión profunda con las necesidades vitales de la Nación, anhelando que se reconozca la misión que tradicionalmente nos ha encargado el Estado como primera institución académica del país. En una realidad distinta, pero siempre con el trasfondo de un país que precisa con premura conocimiento y cultura para crecer equilibradamente, la Universidad de Chile se proyecta al tiempo futuro, no para pedir privilegios, sino para ratificar su compromiso con la sociedad chilena.

Es por lo que envuelve ese compromiso que hemos expresado nuestra preocupación por el diseño de la política pública, por la obligación de atender en ella la excelencia en la creación y diseminación del conocimiento y la cultura, y por la necesidad de lograr una política universitaria más consonante con el sueño de una sociedad más humana, digna y solidaria, donde se exprese sin miedos la diversidad, y en que se promueva en forma efectiva a la excelencia académica. Defendemos y defenderemos a la Educación Pública chilena. Porque ella es el instrumento para acercar a todos hacia un objetivo de país, una manera de distribuir mejor lo que tenemos y de reducir la dispersión creciente de nuestros problemas sociales y de los sentimientos sobre nuestro futuro como nación; nos constituimos en defensores de la Educación Pública porque con ello defendemos nuestro propio ser institucional, nuestro rol como ente pensante de Chile y nuestro legítimo mandato en orden a servir a la sociedad chilena. Defendemos la Educación Pública porque constituye un capital necesario y logrado con grandes sacrificios, y que Chile necesita para proyectarse en plenitud hacia el sueño de una sociedad más justa, más solidaria, más humanista, y en donde el conocimiento y la cultura sean patrimonio nacional en el mejoramiento material.

Estamos esperanzados. La clase entregada por la Ministra de Educación en un colegio público en días pasados, verso sobre el lema de Valentín Letelier y practicado por el Gobierno de Aguirre Cerda "Gobernar es Educar". Leemos en ello una excelente señal sobre el espíritu que anima a esta administración, en orden a privilegiar la educación que reciben la clase media y los más desposeídos, discriminando positivamente para restaurar la estabilidad social que Chile tanto necesita para invertir y crecer sanamente. No se piense que son los adinerados quienes llegan a estudiar a nuestras Universidades estatales; en la nuestra –como en otras- hay diversidad como institución efectivamente representativa de la sociedad chilena, y en ella existen tantos estudiantes que requieren efectiva solidaridad para que la sociedad les proporcione no solo mayores oportunidades, sino oportunidad para igualar condiciones. Pero debemos asimismo recordar que el Estado no solo financia la docencia sino también la investigación que Chile tanto necesita para salir adelante en sus retos productivos y sociales, y que para nosotros es tan indispensable para formar lideres en sus respectivos desempeños profesionales y académicos. Gobernar es educar no debe reproducir una simple aplicación mecánica del pasado al presente, sino que tiene que establecer el sentido de prioridad que deben tener las nuevas generaciones en términos de igualdad de condiciones y oportunidades para aprovechar el mundo nuevo que tenemos que generarles como país. Nos da muchas esperanzas que esas ideas puedan impregnar a una política educacional efectiva, moderna, eficiente, pero también solidaria y consonante con las necesidades reales del Chile de hoy.

Hay tareas hacia adentro de nuestros claustros que es necesario consolidar este año. Hay un proceso de normalización institucional en marcha, que nos ha permitido ser más Universidad, con mayor reflexión interna para diseñar nuestro proyecto y nuestra modernización. Quiero a ese respecto ratificar mi compromiso en orden a que durante este año la Universidad de Chile contará con su proyecto de nuevo Estatuto debatido y acordado por mecanismos participativos, otorgándole así el sustento que necesita para ser elevado a la autoridad presidencial. Pero también necesitamos consolidar nuestra normalización financiera, poniendo como eje de ello a nuestro trabajo académico y la evaluación de su calidad y pertinencia, delineando un camino de salida que no será posible ni factible sin un Estado que asuma su rol como legitimo dueño y que en forma consonante establezca una política clara a este respecto. Nosotros, por nuestra parte, ratificamos el compromiso de dar cuenta pública del uso de los recursos en las tareas académicas asimismo, estamos en un proceso de consolidación de nuestro trabajo académico, tanto por medio de una nueva concepción de la formación profesional y de pregrado, como a través de una mejor organización del trabajo de posgrado, el incentivo especial para la investigación, y la implementación de una estrategia que permita organizarnos en torno a nuestros campus como entes efectivos de gestión académica y universitaria.

Hay tareas para todos. Para nuestros académicos y funcionarios, la de seguir en el empeño de ser mejores y de poner, como hacemos, nuestro esfuerzo diario con cariño y convencimiento por la Universidad que tenemos que construir juntos. A nuestros estudiantes, su estricto apego a la institución y su compromiso con la excelencia académica y la preocupación por los temas de país. A ellos les exigimos que vengan aquí con las mejores y las más arduas preguntas, ya que solo eso podrá hacernos una Universidad de cada vez mejor calidad, mayor tolerancia a las ideas, y más amplia capacidad para entender y manejar la diversidad.

Pero hay también tareas para la política pública. Ambicionamos un sistema universitario más consolidado y con mejores reglas. Políticas financieras que establezcan con claridad la propiedad y que sean consonantes con las diferentes misiones asignadas a las distintas instituciones. No queremos privilegios, pero si queremos que se nos considere como la institución que somos por historia y por reconocimiento de la sociedad chilena, y que se debata con nosotros sobre los temas de política, porque no creemos merecer que solo se nos instruya y se nos trate como una institución de segunda clase, casi como recién aparecidos en el escenario nacional. Chile merece una política de Educación Superior y de investigación científica y tecnológica que le permita mirar con tranquilidad un futuro que hoy día es de carencia; una política que permita evaluar los resultados junto con la asignación de recursos, y que ordene el sistema en términos de sus diversidades de objetivos y componentes. Una política que permita que el Estado decida sus prioridades y establezca en consecuencia un uso los recursos por objetivos. Una política que ordene el sistema de fondo solidario y de asistencia a los estudiantes, eliminando las serias imperfecciones que hemos criticado anteriormente.

Hay esperanzas señor Presidente. Usted verá aquí tantos rostros que no desean mirar con egoísmo lo que viene para la Universidad de Chile. Por el contrario. Hay aquí rectores de otras universidades del Estado, que tenemos problemas en común, y que deseamos dialogar sobre la forma de usar mejor los recursos, de poder asociarnos para trabajar por Chile, pero en forma indispensable bajo el mandato claro de nuestro propietario que es el Estado de Chile. Hay esperanzas porque hemos aguardado lo suficiente, con modestia, después de tanto daño y tanto dolor por el que esta institución querida por todos hubo de pasar. Hay esperanza, porque creemos que el Chile que viene necesita más solidaridad, más humanismo, más diversidad, más amplitud de veras para poder crecer y sustentar los sueños verdaderos de tantos y tantas. Porque ese Chile precisa mejores profesionales, mejores graduados, mejor investigación, junto a un mejor y más masivo mensaje artístico y cultural. Hay esperanzas cifradas en las nuevas oportunidades que debe generar una administración abierta a discutir los temas, a adoptar soluciones con la participación de los actores, a hacer de Chile un país de progreso, donde se abran las compuestas a las propuestas que construyan las mejores opciones para decidir lo mejor. Porque somos humanistas y creemos que el ser humano es el fin último de las cosas. Tenemos como Universidad grandes esperanzas, para que se creen nuevas avenidas para la academia sólida y comprometida con la ciencia, el arte, la cultura y el país.

Nuestras esperanzas son sólidas al considerar, en forma especial, la atención que merece la cultura, las humanidades y las artes como grandes tareas de la Universidad. A pesar de todos los intentos por reducir a su mínima expresión estas expresiones, aquí están presentes con gran fuerza el producto de los creadores de nuestro arte, de Pedro de la Barra y el Teatro Nacional, de Domingo Santa Cruz, el inspirador de nuestra extensión musical, de Neruda y sus caracolas. La presencia de tantos que construyeron lo que hoy día deseamos proteger con toda nuestra alma, para llevarlo a la gente como nuestro mensaje. Aquí están, delante nuestro, la Orquesta Sinfónica de Chile y el Coro de la Universidad de Chile, que con gran esfuerzo, con tesón y sacrificio, se han impuesto una tarea de renovación para llevar más de nuestro arte al país. Y también nuestro Ballet Nacional y nuestro Ballet Folklórico Antumapu, y tantos que crean, y sienten y hacen Universidad desde nuestras aulas, para tener un mensaje de continua esperanza, después de haber surcado el mar injustamente embravecido que trató de ahogar sin más consideración la libre expresión de estas manifestaciones como una cuestión esencial del alma de esta Universidad. Nuestras esperanzas las expreso con fe en un saludo de fuerza y unión a nuestra querida María Canepa, Premio Nacional 1999, quien enfrenta en estos momentos una dura lucha con el destino.

Nuestra esperanza no se fundamenta solamente en pedir o exigir. Es la esperanza cifrada en las tareas que tenemos que acometer y en las que nosotros deseamos jugar un rol. Queremos, por ejemplo, que nuestro Hospital Clínico y nuestra Facultad de Medicina, sean agentes activos y primeros en el esfuerzo nacional por terminar con las indignas condiciones materiales de nuestro sistema de salud. Queremos que nuestro programa de estudios pedagógicos sea un cimiento fuerte para el esfuerzo de reforma y de capacitación docente que Chile tanto necesita. Deseamos que se nos de la oportunidad de llevar nuestro arte a la gente, a todo Chile, y que por ese camino podamos llevar un mensaje de país, de humanismo, de respeto, de futuro. queremos, que bajo su liderazgo, se nos permita contribuir para avanzar substantivamente contra la ignominia de ser uno de los países del mundo con más inequitativa distribución del ingreso.

Tenemos esperanzas. Por primera vez en la historia institucional, un patrono de la Universidad de Chile ha sido su ex Secretario General. Surgido de las ayudantías de nuestro recordado Alberto Baltra, su trabajo académico se desarrolló como tantos de nosotros desde los niveles más principiantes de la vida académica. Enseñó, escribió y sufrió las impotencias, como tantos de nosotros, por las limitaciones materiales para hacer más y poder enriquecer más a tantos jóvenes. Investigador del Instituto de Economía, fue su director, además de un connotado contribuyente al debate sobre el crecimiento industrial. Y luego, en los años de la reforma, siendo electo el Secretario General de nuestra Universidad, con su oficina contigua a la que hoy ocupa el Rector.

¿Cómo no vamos a estar esperanzados? Uno de los nuestros, de nuestros académicos, ayudantes, estudiantes y autoridades es hoy día investido como el Patrono de la Casa de Bello. Como no ha de haber esperanza para todos nosotros, y para lo que tenemos que hacer por Chile. No se trata de creer que logremos quebrantar normas, pasar por sobre los estándares, ser acreedores de injusticias o tratos preferenciales. En l pasado fuimos justamente nosotros las víctimas de la arbitrariedad, de la discriminación, del mal trato en función del progreso que se facilitaba a otros. Lo que hoy celebramos es que nuestro Patrono es quien nos entiende, quien ha sufrido los problemas de la Universidad, ha vivido en ella, comprende las restricciones, como también la excelsa misión de una entidad que se dedica a crear y a diseminar conocimiento, arte y cultura para Chile y su futuro. Y la Universidad, en su sentido profundo, no es egoísta, ni debe ser oportunidad: es la Universidad de Chile, y Chile es nuestro norte, por lo que nuestra esperanza se proyecta fuerte y nítida a la necesidad de construir un marco de política pública que otorgue solidez a la Educación Superior y a la Educación Pública en general.

En este acto también expresamos nuestro debido reconocimiento al ex Presidente señor Patricio Aylwin, Profesor emérito de la Universidad de Chile. Cuando el ocupó la Presidencia, y el actual Presidente fue su Ministro de Educación, se otorgó a la Universidad de Chile una cantidad de recursos adicionales a su presupuesto que mereció mucha crítica, y que hoy aún causa debate año a año, en el que se trata de humillar a nuestra institución. Reconocemos y agradecemos aquella decisión política que significó reconocer en parte la deuda que el país tiene con nuestra Corporación, y que humildemente reiteraremos en la voluntad sólida de continuar contribuyendo con los objetivos nacionales. Teníamos una deuda nosotros el ex Presidente Aylwin, que hoy día, con mucha satisfacción y humildad cancelamos al entregarle la replica de la Medalla de Patrono que usara durante su mandato. Pero no olvidemos, que aún tiene Chile una deuda importante con el, pues fue quien trabajó denodadamente por hacer realidad la paz entre hermanos y quien nos encaminó firmemente por la senda de reconstruir el respeto que todos nos debemos en el sentido más profundo y más expresivo de nuestra humanidad.

Estimado señor Presidente: doy por inaugurado este año académico en la profunda convicción de que Chile saldrá fuerte adelante, y con él nuestra querida Universidad. Sabe usted de los problemas serios que hemos heredado como fruto de los tiempos y de las contradicciones; sabe usted de los descontentos que se animan al interior de nuestros muros. Sabe usted de las dificultades para hacer tanto que soñamos, con tan poco, en medio de una competencia tan ruda, como a veces burda. Pero sepa usted también, con toda certidumbre, que la Universidad nuestra seguirá de pie para servir a Chile y a las necesidades de su pueblo, como lo mandó Andrés Bello. Seguiremos más que nunca convencidos de que nuestro futuro como país pasa por el futuro de la Universidad de Chile. Sepa usted señor Presidente que compartimos los sueños de un Chile con dignidad, justicia, mayor bienestar y progreso real, y que estaremos siempre dispuestos, como nos enseña nuestra insigne historia, a contribuir para que usted tenga éxito, porque ello sin ninguna duda significará el éxito del país, de toda su gente.

Usted estuvo con nosotros al inicio del camino hacia la Moneda. Nos dijo que había querido en ese instante agradecer al Instituto Nacional y a la Universidad de Chile por la educación que había recibido. Nosotros le agradecimos su compromiso con la Educación Pública, con esta dos centenarias y simbólicas instituciones de la educación nacional y le expresamos que su actitud constituía un sostén a los hermosos sueños que emanan del espíritu de nuestros niños y jóvenes buscando una oportunidad verdadera para ser personas integrales y chilenos con vocación de país. Nos distinguió en ese entonces, y al despedirme de usted en la puerta de nuestra Casa le expresé los agradecimientos por haber iniciado desde allí su marcha hacia el futuro, hacia los mejores años que todos queremos para nuestra patria. Gracias de nuevo, Presidente, por estar hoy día aquí. Gracias, por reconocerse como uno de los nuestros.

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