Exposición del Rector de la Universidad de Chile, Prof. Luis A. Riveros Cornejo, con motivo de la Ceremonia de reincorporación del académico Raúl Rettig Guissen.

Raúl Rettig Guissen ingresó a la Universidad de Chile en 1946 como Profesor de la Cátedra de Economía Social en la Escuela de Arquitectura. Fue más tarde Profesor de Política Económica en la Escuela de Economía y Comercio, donde reemplazó a Alberto Baltra, uno de los fundadores de la misma junto a Pedro Aguirre Cerda. A contar de 1958 fue nombrado Profesor de Filosofía del Derecho de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. Hoy nuestra Escuela de Derecho. Se mantuvo como Profesor de la misma. Con interregno temporales asociados a sus otras destacadas funciones públicas, hasta el año 1973. El primero de octubre de 1973 se pone término a sus funciones, como reza lacónicamente nuestro registro de personal, debido a un Decreto Universitario que con ello finiquitaba una larga relación de casi treinta años con la Universidad de Chile.

No fue casualidad que ello así ocurriera. Rettig era y es un símbolo de servicio público, de vocación legal y de compromiso con ideas de libertad y tolerancia que dejaron progresivamente, y por uno de aquellos infortunios que aquejan a los pueblos como una grave enfermedad social de intolerancia, de constituir ideas aceptables, necesarias, bienvenidas en la sociedad chilena. En efecto, Rettig había sido Subsecretario del Interior del Presidente Aguirre, y más tarde -en 1940- Subsecretario de Relaciones Exteriores del gobierno. El año 1949 había sido elegido Senador de la República. Se había constituido en un símbolo de la democracia chilena unido al servicio público desinteresado y trascendente. En 1971 es designado el Embajador en Brasil del Presidente Salvador Allende, donde nuevamente acude para servir al país.

Es decir, Rettig constituye un ejemplo de toda una vida de servicio público, dedicado al bien común. Y no para acumular riqueza ni para ejercer en los demás influencias ideológicas ni de ningún otro tipo. Eso hay que destacarlo en los días en que nuestra juventud se educa en un marcado egoísmo y en el indesmentido objetivo de acumular o de lograr posiciones e influencia como única cuestión válida y justificable n una vida. Rettig vivió como hombre de la clase media, se identificó con ello y hoy día, cuando se presenta ante nosotros para rendirle un homenaje simple pero sincero, es el mismo de antes. El hombre de servicio público que encabezó la Comisión Nacional de verdad y Reconciliación, quizás la tarea más difícil que haya tenido que enfrentar como abogado, como humanista, como político y como chileno. El hombre simple y llano de nuestra clase media profesional que no ha aspirado a posiciones de poder, y ni siquiera se hizo rico en la vida. Ha logrado, sin embargo, la mayor riqueza, el más grande valor que cualquier hombre de su talla pudiera desear: el respeto de la Nación, el cariño de la gente, sus manos limpias, su mente transparente sin una sola carga negativa o de vergüenza. Raúl Rettig ha logrado ser reconocido como un verdadero ser humano, un humanista, una persona trascendente, un ejemplo para nuestra juventud.

Rettig representa una historia que se repite en muchos grandes hombres públicos chilenos de este siglo, y que también es importante reseñar cuando se ha llegado a creer que todo en el pasado se hizo mal, y que todo debe ser cambiado por el solo hecho que soportemos el peso de una modernidad que muchas veces es mala consejera, puesto que no permite que recuperemos de nuestra tradición aquello mejor y perfectible. Él es hijo de la Educación Pública Chilena: el Liceo de Angol, el Liceo de Valdivia y la Escuela Normal de Victoria le vieron como alumno. Profesor primario -una especie que empezó a ser casi estigmatizada desde fines de los años 60, cuando se declararon cerradas las escuelas normales, cuando se creyó que los maestros que debían preparar integralmente a nuestros niños, podían formarse con "cursos rápidos" y no podían por ningún motivo tener el valor que nuestra sociedad reconocía en el profesor primario como ejemplos de formación amplia y tolerante. De allí en adelante, se les condenó a vivir una especie de segregación social -máxime cuando venían ellos de la Educación del Estado, considerada peligrosa por las ideas libertarias y profundas que dejaban en la mente de los niños. Se consideró, quizás, un horror que los niños y los jóvenes chilenos pudiesen ser más críticos, más participativos, y pudiesen cuestionar las creencias vigentes, el orden vigente. Sin darse cuenta, que con ello también se iba destruyendo nuestra capacidad de cohesión como pueblo y que se abrían compuertas peligrosas, porque los hombres formados en la actitud de postración intelectual y como meros receptores de las cosas que son preparadas y diferidas por otros, pasan a ser hombres que pueden comulgar con cualquier objetivo inexcusable, bajo la predica de cualquier osado liderazgo.

Se continuó más tarde execrando el cuasi delito de ser pedagogo, cuando se intervinieron los Institutos Pedagógicos, primero utilizados políticamente, luego aplastados por mano agresiva, para dejarlos como están hoy. Empobrecidos, aislados, formando profesores para un desempeño como pobres que están condenados a ser ....ya no son los profesores primarios de antes, ni los secundarios o comerciales o técnicos, que exhibían con orgullo su origen, que no ocultaban sino una tierna pasión por enseñar, por liderar a los niño y los jóvenes, por ser un símbolo comunitario de la buena enseñanza. Rettig participó de esa estirpe; fue cómplice de lo que hoy también se considera un cuasidelito; el Estado Docente, a quien se acusa de culpas....aún cuando |nadie menciona sería nuestra capacidad productiva hoy, la disponibilidad de buenos profesionales, los logros en desarrollo humano que existen -por ejemplo, en términos de analfabetismo- si no fuera por haber contado con estado activo, comprometido, imbuido profundamente del tema educacional. Yo creo que Raúl Rettig como tantos y tantas deben ser declarados inocentes de la culpa implícita varias veces enarbolada de ser cómplices en el delito de Estado Docente: ese fue uno de los grandes logros, que hicieron grande al país. Baste observar de donde y como obtuvieron su educación varios de nuestros dirigentes, empresarios y profesionales más destacados, incluyendo a aquellos que hoy día abogan contra el Estado y su necesario activo rol en educación.

Don Raúl fue como tantos otros Profesores Primarios. Llegó a la Universidad para transformarse en abogado. Trabajó como profesor secundario para poder sostenes sus estudios -una cuestión imposible en los días que corren. "Soy abogado de vocación y es lo que mejor m define" ha dicho, y con ello creo que nos ha enseñado a todos que la verdadera comunión profesional está en el compromiso, en el sentir fuerte, profundamente, las ataduras de principios con el quehacer y su ética, con el compromiso social que ello demanda, pero también con el desarrollo de la disciplina para su ulterior crecimiento. Rettig ha sido y es un gran abogado, tanto y como fue un gran político y un destacado dirigente deportivo. Un hombre bueno, de esos que ya escasean y que -por lo mismo- no queremos perder en esta Universidad a la cual él pertenece, a pesar del intento soez de declararlo "exonerado". Los grandes espíritus no pueden exonerarse porque permanecen siempre, porque logran trascender a sus enemigos, a la pequeñez de las persecuciones, al ridículo intento de condenar ideas. Los grandes espíritus sobreviven e impregnan, y por ello Rettig nunca dejó la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile....siempre ha estado allí en sus aulas, en sus patios, en su emocionante, en sus columnas imponentes, que obligan al que entra a mirar hacia el oriente, a la luz. La gran escuela, que por poco corre también la misma suerte de las normales, entre tantas apreturas, tantas confusiones, tantas acciones contradictorias con lo que ella es y ha sido: el mejor proyecto para defender la institucionalidad jurídica chilena y para poder crear y aportar a su desarrollo más fuerte y más noble. La Escuela que tendremos que apoyar -en medio de tanta necesidad y de tanta angustia de la Universidad de Chile, para que vuelva a reinar poderosa, simbólicamente renovada, sobre los cielos jurídicos de la patria, como el verdadero templo del saber que es y debe seguir siendo.


Pero Rettig salió exonerado de esta Universidad no solo por ser un símbolo de servicio público y una herencia viva del sistema educacional del Estado. También salió por ser un gran demócrata. Senador del Partido Radical, fue uno de sus más connotados dirigentes por muchos años. Lideró a un Partido Radical en sus años de magnificencia, cuando otras grandes figuras nacionales adornaban también la Casa de los Matta y de los Gallo, convirtiéndola en la expresión libertaria, tolerante y progresiva con que se identificaba la clase media nacional. Fue el Partido Radical en esos años el verdadero centro equilibrador de las visiones sobre el país y sus problemas; fue un Partido de encuentro y de diálogo, más tarde destruido sistemáticamente por quienes empezaron a acusar tal actitud trascendental como "acomodaticia", y fueron poco a poco socavando la democracia, para imponer esquemas extraños a nuestro pueblo. El Partido Radical entró en crisis en la medida en que el país se polarizaba, y en que las fuentes creadoras de la polarización mantenían un discurso jactancioso sobre las bondades de los gobiernos uni-partidistas, de las dictaduras populares, o de las imposiciones políticas escondidas en disfraces espirituales.

Rettig sirvió lealmente a su Partido, incluso en los días difíciles en los que discrepó de la conducción. Fue controvertido, como deben ser los grandes políticos en sus decisiones: trató de llevar a su Partido a un entendimiento que en su época no se comprendió... claro!! Él estaba pensando en quince o veinte años más tarde. Estaba pensando en darle una oportunidad a Chile por medio de una coalición que habría permitido evitar tantos momentos tristes que aún llora la Nación. Fue un conductor de lujo, un orador magnificente, un dirigente convencido y convincente, un hombre inteligente y visionario, un verdadero líder, modesto, transparente y, sobre todo, extraordinariamente Universitario. Aprendió de Aguirre Cerda, de Ríos, de Duhalde, de Enríquez, de tantos y tantos que, como él, fueron visionarios soñadores de una democracia más sólida y un país con mayor progreso.

Raúl Rettig es un ejemplo portentoso para nuestros jóvenes. Un ejemplo de profesionalismo, con las ambiciones de ser mejor, sin que ello tenga necesariamente su medida en valores materiales o transitorios. Un ejemplo de tolerancia, que nos dice que siempre se debe escuchar y respetar las opiniones de otros, ya que eso constituye una férrea fortaleza de desarrollo personal y de realización social. Un ejemplo de servicio público, del que no pueden estar exentos quienes se educan con el esfuerzo del Estado, y que es una actitud necesaria para poder diseminar los frutos del progreso. Un ejemplo de universitario, por su equilibrio, por su disposición a compartir lo que sabe con otros, y por su actitud creadora. Un ejemplo de demócrata, que reconoció las reglas y con firmeza estuvo siempre dispuesto a apoyarlas, incluso cuando ello podía ir contra los intereses políticos de corta visión, pero de mucho mayor peso en la estrechez cortoplacista.

Estamos felices en esta Casa de recibirlo de vuelta y triunfante. No entendemos como este regreso necesario por lo que representa para la Universidad de Chile, no se había producido antes. Pero eso no es ahora importante. Luego de más de un cuarto de siglo tenemos el honor de anunciar que Raúl Rettig Guissen es oficialmente reincorporado a la Universidad de Chile como Profesor Honorario. En mi calidad de Rector, y a nombre del Consejo Universitario que dio curso al decreto respectivo, expreso nuestra satisfacción por este hecho y lo proclamo públicamente para decir que se ha hecho justicia, dando así una señal muy clara a Chile y a nuestros jóvenes, sobre la importancia de la rectitud, de la consecuencia y del más puro sentido universitario.

Muchas gracias.

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