Discurso del Rector de la Universidad de Chile, Prof. Luis A. Riveros Cornejo, con motivo de la Inauguración del Año Académico 1999.

Iniciamos nuestro año académico 1999 en medio de grandes preocupaciones relativas al contexto en el que debe desenvolverse la Universidad de Chile, como también en cuanto a nuestros retos y tareas. Durante todo este tiempo, hemos venido representando nuestra inquietud por la ausencia de políticas universitarias apropiadas y por el relativo abandono que sufrimos por parte de nuestro propietario que es el Estado Chileno. Hemos insistido en propuestas que deben conducir a una definición sobre esta materia, considerando que nuestra Universidad en una Institución Nacional y Pública, y está llamada -como tantas veces en el curso de su historia centenaria- a constituirse en un centro de reflexión y propuesta sobre los temas de país. Sin ninguna duda, la problemática universitaria es uno de estos temas, y el país precisa en se ámbito una conducción con sentido de largo plazo y con un fuerte componente de equidad, a objeto de que con efectividad pueda conseguir sus propósitos de crecimiento y desarrollo.

En efecto, la consecución de las metas de crecimiento que anima el país, y que para muchos pasan a ser un objetivo en cuya consecución sólo debe primar el tiempo, requiere de políticas definidas en materia de conocimiento, tanto del punto de vista de investigación como del desarrollo de recursos humanos apropiados en el contexto de ser ello una prioridad de país. No habrá la inversión que se espera, ni el aparecimiento de polos de crecimiento basados en industrias que conlleven beneficios y resultados en cuanto a la actividad productiva, sino existen las ventajas desarrolladas en torno a un proyecto Universitario que, con recursos y prioridades de Estado, contribuya a cimentar ese proyecto. Más y mejores políticas Universitarias son indispensables para lograr los aspectos cuantitativos de un crecimiento futuro que proporcione mayor bienestar -tan largamente buscado por nuestro país.

Pero lo anterior no es suficiente. Si el crecimiento no se acompaña con mayor equidad, no existirá el atractivo para la inversión que es, a su vez el requisito del crecimiento que se espera. Y no resulta atractivo un país que se caracteriza por desequilibrios sociales profundos y por inestabilidad política que pueda ser resultado no deseado de los mismo. Es preocupante que frente a la existencia de una desigual distribución del ingreso, las políticas públicas en educación actúen con insuficiencia y extrema lentitud. Las Universidades Públicas están llamadas a desempeñar un rol de primera magnitud en cuanto a la movilidad social que refleje una situación económica y productiva en expansión. Creemos que la política pública debe diseñarse para atender este objetivo tan importante, tan estratégico para nuestro país, que con toda justicia anhela días mejores, pero que deben construirse con un esfuerzo premeditado en el campo de los recursos humanos. Un mundo de mayores oportunidades para todos es, precisamente, un mundo que debe provenir del esfuerzo productivo y de sus resultados en materia de equidad. Históricamente la educación chilena ha sido un vehículo vital para permear a la sociedad en sus diferentes estratos y permitir que la inteligencia amparada para u debido desarrollo, de paso al progreso social y económico, lo cual requiere reconocer la necesidad de una política educacional activa, no solamente reproductiva de una situación prevaleciente.

En el contexto de estas ideas, es vital la existencia de un proyecto educativo que acompañe en forma indisoluble al proyecto país. Creemos que esto amerita un rol activo del Estado, y que la Educación Pública constituye un poderoso instrumento de acción en pro de los grandes objetivos de desarrollo y equidad. Insistimos en que el país debe deliberar profundamente sobre este tema, pero en una perspectiva de largo plazo, para así proteger debidamente el futuro nuestro y de las generaciones venideras. Postulamos que este debate debe darse con mucha transparencia durante este año eleccionario, y contribuiremos, como sea necesario a hacer claridad sobre las políticas y las medidas que sean menester para que Chile enfrente sus retos con una educación diseñada para tener un país mejor, donde resulte inevitable que el Estado cumpla un rol efectivo, moderno, ágil y plenamente comprometido con la equidad y el crecimiento.

Nuestra comunidad Universitaria, sin embargo, se siente preocupada por la lentitud con que han operado los fundamentales cambios en materia educacional. Muchas veces se encuentra consternada por la forma inapropiada en como se conducen muchas iniciativas que, bien inspiradas, precisan del debate y del aporte real de nuestras instituciones de Educación Superior para así aumentar su efectividad.

En materia de financiamiento, por ejemplo, nos preocupa profundamente que no se hayan aún cumplido los compromisos cuantitativos que el Estado chileno contrajo el año 1981 con el sistema universitario, junto con la reforma del mismo. Aún estamos en cerca de sólo la mitad de los recursos entonces comprometidos, y sufrimos las consecuencias de ello en la poca disponibilidad de recursos para la investigación y docencia en el ámbito de temas de ser abordados en forma privada. Ello resiente la misión de nuestras universidades, y desvirtúa su misión convirtiéndolas en centros de negocios, más bien que en fuente creadora de conocimiento para superar los problemas del país. Asimismo, resentimos la ausencia de un compromiso real cuando nos damos cuenta de que el fondo de crédito es insuficiente, y la ayuda propiamente solidaria se deposita centralmente en las ya resentidas finanzas de los planteles universitarios; en estos días, los conflictos se desatan por la ausencia de comprensión sobre estos problemas - y desembocan contra las propias autoridades universitarias, así constituyendo un círculo vicioso inaceptable- especialmente en el caso de las Universidades del Estado -que aparecen como más conflictivas por temas que escapan de las manos de sus autoridades. La pregunta es ¿Hasta cuando podemos soportar una situación como la presente? ¿Permitiremos que las Universidades Estatales sigan permanentemente en el camino del conflicto que las deteriora y desgasta, a la espera de una solución que provenga efectivamente de su propietario, el Estado de Chile?

No es sólo el tema de financiamiento un tema de montos. Es también un tema relativo a las políticas existentes. Hemos sido críticos respecto de la actual organización imperante en el sistema de Educación Superior, que no responde a la realidad de nuestros días y requiere reformas importantes. Hay sectores estatales y privados que deben regularse y financiarse con criterios distintos; hay instancias de coordinación que no existen y que son necesarias para que el sistema pueda funcionar mejor como un consejo de Rectores de Universidades Estatales. No tenemos por objetivo el crear una lucha injustificada entre Universidades Privadas y Públicas, en función del financiamiento estatal; sólo queremos un ordenamiento más apropiado del sistema, en donde las reglas reflejen efectivamente una política explícita de desarrollo del sistema de Educación Superior. es natural que se requiera sobre esto un debate que ni siquiera ha comenzado, pero que creemos saludable para Chile y su educación.

Otras medidas nos consternan. El proyecto de Ley Marco de Universidades Estatales no constituye, en la visión que sostiene esta Universidad, una alternativa viable para ordenar el sistema en forma sostenible, fijar mejor sus reglas y definir las obligaciones del Estado para con sus Universidades. Pensamos que la Ley es necesaria para que nuestras corporaciones puedan transformar los estatutos autoritarios e inapropiados que actualmente las rigen. Pero también creemos que la concepción de la Ley debe obedecer a un marco conceptual sobre el sistema que deseamos construir en el ámbito Universitario -particularmente el ámbito público. por ello hemos sido críticos; por ello queremos -conjuntamente con las otras Universidades Estatales- que se legisle con contenido, con definiciones, con aspiraciones y con compromisos. El ordenamiento de nuestras Universidades requiere un marco que permita, por lo demás, que se reflejen las distintas realidades institucionales, las diversas tradiciones, y también las distintas aspiraciones de nuestras comunidades. Hago un llamado respetuoso al Congreso Nacional para que considere esta materia con profundo cuidado, teniendo en vista definiciones de país y de Estado que resultan inevitables a la hora de normar en forma responsable sobre política universitaria.

Nos inquietan las iniciativas como el programa de mejoramiento de la calidad y equidad de la Educación Superior. en primer lugar, porque efectivamente no contiene nada explícito en materia de equidad. En segundo lugar, porque los grandes ausentes son las humanidades, las artes y las ciencias sociales -consideradas al parecer- parientes pobres que no puede acercarse a la mesa donde se compartirán nuevas formas de financiamiento de la investigación y la creación. Nuestro Consejo Universitario ha sido crítico de la forma en como se quiere introducir el proceso de acreditación- el cual debiera tener un diseño institucional distinto, a la vez que hacerse obligatorio para todas las instituciones que reciban recursos del Estado. Respaldamos la idea de convenios de desempeño que permitan evaluar el uso de los recursos públicos en las Universidades, examinando pertinencia y relevancia, en un marco de objetivos públicos y premiando la excelencia académica. Nos parece que los recursos que deben existir para Educación Superior, deben orientarse en prioridades muy claras que distingan a la Educación Técnica de la Educación Universitaria, ya que los actuales lineamientos no proporcionan una clara perspectiva de prioridades para la política pública.

Somos también críticos de la iniciativa científica del milenio. No porque creamos que la Universidad debe tener un monopolio sobre la creación de nuevas oportunidades de financiamiento de la investigación científica. Pero creemos que las prioridades de la investigación financiada con recursos públicos, debe darse en el marco de prioridades de país claramente identificadas. Creemos también que los mecanismos deben ser transparentes y muy bien informados. Sostenemos que Conycit debió constituir el instrumento adecuado para gestionar tales recursos, ya que es inconveniente la duplicación de funciones en el Estado en una materia tan delicada y que requiere una especialización administrativa que ha costado mucho desarrollar. No hay aquí solamente una cuestión de haber sido un proceso inconsulto; pero como Universidad Nacional tenemos el deber de advertir que no ha sido este el mejor camino y que amerita reconsideración para ubicar esta iniciativa en el marco de las políticas de investigación que tanto ha costado madurar e institucionalizar en el país.

No es que queramos ser críticos de todo. No está en nuestro espíritu institucional el ser destructivos por naturaleza; nos interesa construir, nos interesa realizar un aporte en la definición de políticas tan trascendentes. La Universidad es y debe ser constructiva por misión y esencia. Pero nos parece que no existe una política definida en materia Universitaria y creemos que es indispensable que se busquen los caminos para definirla en el marco del proyecto-país al que aludía precedentemente. Nuestras críticas no se ubican en el plano reducido de ambiciones puntuales o pequeñas, sino en el ánimo de corregir para poder inspirar políticas mejores. Por ello, seguiremos insistiendo, seguiremos diciéndole a Chile que precisamos definiciones irrenunciables en materia de regulación, de orientaciones de política y de financiamiento. No renunciamos, en este sentido, a tener un futuro como la Universidad Nacional y de excelencia que somos y queremos seguir siendo.

Nuestra Universidad de Chile ha recorrido caminos difíciles en años recientes. Ha costado ingentes esfuerzos el poder ir reconstruyendo su capacidad de diálogo como comunidad, su espíritu nacional público; su alma como institución del Estado destinada a constituir un centro de reflexión de excelencia sobre los temas del país. Esa es la misión que nos asignó Bello -es la tarea y el sueño que vivimos para realizar-. Pero con grandes dificultades. Ha costado proteger nuestra excelencia académica, ya que las políticas imperantes nos desvían de la misión central institucional, hacia los temas de financiamiento con criterio de corto plazo y con estricto apego a meros aspectos financieros. Nos ha costado consolidar lo que hemos ido alcanzando y proteger nuestros logros como la primera productora en el país de investigación científica; como la líder en materia de creación de carreras y programas de especialización; como la Universidad que mantiene su arte, sus humanidades con esfuerzo, pero con criterio de país y objetivo de logros nacional.

Sin embargo, nos apremian financieramente. Con una deuda significativa, y con escasa vinculación a inversiones académicas. La administración ha sido y es difícil en un marco de tanta restricción, sumada a la incomprensión de quienes debieran buscar en esta Universidad -como en otras- el proyecto que requiere el Estado para sus propios objetivos de largo plazo. Pero el mandato de nuestra comunidad es el de seguir adelante y no nos desanimaremos frente a retos tan cruciales como inevitables, tan profundos, pero que nos ponen frente a nuestra responsabilidad histórica y a nuestra visión de país y de futuro.

Estamos comprometidos a continuar mejorando nuestros sistemas de evaluación académica, porque ello constituye el fundamento de la excelencia que permita, efectivamente, jerarquizar en función de los mejores y de las metas de progreso individual en materia de investigación y docencia. Por ello también, y que sobre esto no quepa ninguna duda, deben castigarse con severidad las acciones que tiendan a perturbar a enlodar la prosecución de excelencia académica en la Universidad de Chile, que tiendan a hacer controvertida la respetabilidad que nos debemos a nosotros mismos como Universidad, y que nos expongan al escarnio público y al cuestionamiento. Estamos defendiendo a la Universidad en forma integral y no es consecuente, no pertinente, no es aceptable que se ponga en riesgo nuestra credibilidad, nuestra solidez académica y nuestro compromiso de seria formación profesional.

Tenemos también el compromiso de diseñar una carrera funcionaria que le entregue a los trabajadores de la Universidad una perspectiva de desarrollo, en que exista capacitación, en que se respeten las normas mínimas para el progreso y la movilidad en el contexto interno. Queremos discutir este tema con ellos, recoger sus inquietudes, llamarlos a que postulemos conjuntamente nuestras necesidades para concretar esta importante aspiración.

Deseamos aumentar la pertenencia, la relevancia y la eficiencia de nuestra investigación. Necesitamos para ello desarrollar programas de apoyo a los investigadores jóvenes, para mirar hacia el futuro en esta importante materia hay problemas de recursos, pero nuestra intención es el de poder rediseñar lo que actualmente hacemos para reorientarlo positivamente hacia el futuro de la investigación en la Universidad de Chil. Asimismo, tenemos que mejorar la calidad de nuestra docencia, y buscar todos los caminos para instaurar incentivos e instrumentos propicios para el logro de este objetivo.

Queremos abrir la Universidad a la participación ordenada y necesaria de nuestros estudiantes y funcionarios. La Universidad debe seguir adelante con aquello que aprobara el Referéndum de 1998, el cual se completará en días próximos, para dar nacimiento a un Senado Universitario que pueda ser un organismo consultivo, que pueda mirar los temas transversalmente, que se destine también a mirar el largo plazo y el proyecto de desarrollo institucional, y que sea también un instrumento de evaluación de la gestión. Hay que superar desconfianzas, hay que construir un ambiente de progreso y de unidad n la comunidad universitaria; hay que aislar también los discursos que nos sacan de la senda de entendimiento y construcción institucional que construyó con tanto trabajo nuestra Comisión de Proyecto Institucional y nuestro encuentro de Universidad de 1998.

Hay un futuro muy importante que tenemos que enfrentar, sin pensar que la innovación en materias de gobierno debe ser, per se, caos y pérdida. Tenemos la necesidad de pensarnos permanentemente, inteligentemente, para construir nuestro futuro en forma unitaria, respetuosa, consciente. Por ello, llamo a la comunidad universitaria del modo más vehemente, para que participe en el Referéndum del próximo 28 y 29 de abril, y poder dar así término al trabajo de propuesta institucional, sobre cuya base deberemos elaborar nuestro proyecto de Estatuto Universitario.

Finalmente, no olvidemos que una tarea central es la de avanzar en materia de convenios de desempeño, instrumento que nos ha de permitir el evaluar el adecuado uso de nuestros recursos, de objetivar los programas y tareas, de poner en metas evaluables la pertinencia de nuestro trabajo. Acá hay un ámbito de trabajo que tenemos que desarrollar, así como se ha discutido en nuestras jornadas de planificación estratégica, y en donde dominan los criterios transversales institucionales, para acabar con una cultura centrada en unidades, no en la Universidad toda.

Señoras y señores:

Tenemos un sueño como Universidad. Un sueño que se ha edificado en el tiempo y que mira con cariño un pasado esplendoroso, pero que debe también mirar con optimismo y fuerza constructiva a un futuro aún mejor. Somos la Universidad de Chile. tenemos la fuerza, el convencimiento, los recursos humanos y el poder para ser mejores cada día. Para ello, tenemos que privilegiar lo que nos une, no aquello que nos divide como comunidad. Nuestro sueño es una gran Universidad para los años que vienen, para que seamos en este nuevo siglo, cuya alborada ya divisamos en el horizonte, la misma Universidad trascendente que fuimos durante el siglo pasado, con nuestro arte, nuestra ciencia, nuestra investigación y nuestra contribución innegable a la modernización de la educación y de la formación profesional y de posgrado.

Queremos una Universidad de pueda pensarse a sí misma sin las desconfianzas que genera el que entre nosotros podamos pensar distintos. Somos una Universidad que tiene una deseable diversidad en su interior, sin la cual no podríamos avanzar como lo hemos hecho en materia académica y en pertinencia. Pero esa diversidad debe ser también acompañada por respeto a las ideas diferentes. Aquí no debe haber censura. Aquí debe haber un clima compartido de búsqueda de la verdad sin ataduras, y con plena identificación con nuestro sueño y nuestro proyecto. Habrá que aislar a quienes pretendan destruir nuestras normas de convivencia, y siembren la desinformación y el desprestigio -eso es antiuniversitario. Debemos crear las instancias para controlar esos males tantas veces observados, que tanto contribuyen a nuestras falencias y dificultades y a la imposibilidad de avanzar en dirección a nuestro sueño verdadero.

La inauguración de este año académico debe ser un símbolo significativo en nuestra marcha hacia el sueño. Cerramos el capítulo de un siglo; comenzaremos el año próximo el primer año académico del nuevo milenio, ojalá esto marque también una etapa distinta en la política pública y en la consecución de nuestros ideales universitarios.

Hemos rendido aquí un homenaje a Nicanor Parra, nuestro Profesor, nuestro distinguido poeta y creador. Y no es casualidad. Él ha representado bien lo que esta Universidad: ha ido contra lo establecido. Ha sido un creador no de lo superficial y de lo que sólo proporcione riqueza material. Ha sido un creador de sueños. Ha sido un navegante que impulsa espíritus hacia las más maravillosas aventuras intelectuales. No ha temido. Ha creado. Ha buscado. Ha sentido para nosotros y por nosotros. Nuestro homenaje es el homenaje al hombre creador de la Universidad de Chile, el que no le teme a lo que vendrá. El hombre que no ha temido pasar del hombre-energúmeno al hombre-sin-atributos. El que confía en su arte y su conocimiento para buscar mundos mejores. Es el homenaje que le debíamos a quien parecíamos haber escondido durante tanto tiempo. Es por tanto un homenaje al alma de la Chile, que renace fuerte y bella para proponerle al país su mejor homenaje: seguir siendo por siempre la gran Universidad de Chile.

Recuperar el alma de la Chile requiere superar los traumas del pasado, y mirar con criterio transversal el diseño del sueño que queremos construir. Requiere defender nuestros derechos y avanzar en el camino de mejorar siempre. Requiere pensar generosamente, para Chile, en el contexto de nuestra misión.

Muchas gracias, y que tengamos un venturoso año académico.

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