Discurso del Prof. Luis A. Riveros, Rector de la Universidad de Chile, en Ceremonia de Inauguración de la X Versión de los Temporales Teatrales Internacionales de Puerto Montt.

(Transcripción)

Esta mañana concurrimos aquí, en el Salón de Honor de la Universidad de Chile, a una verdadera celebración. Se nos dice que inauguramos las jornadas denominadas Temporales Teatrales, y que tiene ello lugar en nuestra Casa, en virtud del convenio suscrito hace menos de seis meses con la Intendencia de la X Región y los Municipios respectivos. Correspondemos así a una responsabilidad que hemos asumido y que tiene que ver con la necesidad de dar un respaldo genuino al esfuerzo teatral, allá junto al mar donde comienzan en Chile nuestras islas y canales, y donde hace un alto nuestro continente, junto con los sueños que allí se erigen y se transforman en mitología, ligados fuertemente a la tradición de una raza resistente y creadora. Expresamos en este acto nuestro deseo de dar un impulso significativo al arte y la cultura. Una sociedad más humana y con progreso real, necesita de estas manifestaciones, que deben ser responsabilidad de todos, una expresión abierta para todos. ¿Cómo podría la Universidad de Chile no estar en esta tarea?

Cobijada en la justificación de moda: "Hay que autofinanciar lo que se haga, ya que lo que no lo hace no es justificable ni deseable", la Universidad de Chile podría continuar apartándose del desempeño artístico y cultural. Podría seguir en el argumento que lo único que es académicamente válido, es lo que tiene un crédito financiero expreso, manifestado por la disposición a pagar de una audiencia con plena información de beneficios. Pero el arte y la cultura vienen muy desvalidos en esa perspectiva; en nuestro país, son aún manifestaciones para una elite, y se desconocen sus propiedades formativas y educadoras, con amplios efectos sociales, más allá de los rendimientos financieros evaluados privadamente. Fue esa la razón por la que la Universidad de Chile se comprometió en los años 40 y 50 con la extensión artística y cultural. Se trataba de hacer Universidad en todo Chile, de llevar a cabo una acción educativa en sentido amplio, de permitir un florecimiento de la creatividad, de hacer país desarrollando la sensibilidad por lo bello y lo profundo, por lo estético, por lo significativo y, probablemente, por lo único valedero como una manifestación de progreso y de la humanización correspondiente de una sociedad en movimiento.

Fue el esfuerzo llevado a cabo desde la Universidad de Chile, una manifestación del rol que le cabe a una Universidad nacional, que enfrenta los desafíos del país. El arte y la cultura son manifestaciones superiores que permiten, como he dicho, construir Nación, así como homogeneizar y crear sentidos de pertenencia, construir un proyecto común, desarrollar nuestros valores y tradiciones, explorar nuestro espíritu, y de esa forma hacer patria en el sentido más profundo, más significativo y perdurable. La universidad que hoy se concibe desde el punto de vista de las políticas públicas vigentes no corresponde a esa historia y a esa tradición de quehacer artístico-cultural. La Universidad se ve autolimitada, no existen ni siquiera los consensos internos respecto de su rol. Hay que volverlos a construir con fuerza y dignidad. Pero lo más grave, es que existe una noción externa acerca de lo que es la Universidad que parece dejarnos en el rol de institución docente, profesionalizante, sin arte, sin investigación, con una excelencia académica dictaminada sólo por los cánones de la docencia. Se le financia en esa perspectiva estrecha, y se le dice que debe conseguir todo aquello que desea hacer, inclusive vendiendo, a veces, su dignidad.

En este acto, replanteamos el rol nacional de la Universidad de Chile. Reivindicamos su tradición como Universidad preocupada centralmente de los temas de país. Reclamamos su rol activo como centro de reflexión sobre las temáticas nacionales, centro de investigación compleja y de excelencia sobre las materias científicas y tecnológicas. La comunidad universitaria ha respaldado la necesidad de un proyecto que nos reposicione en el país como centro de primer nivel, pero vinculado al país. Con una disposición a lograr su máxima eficiencia, pero en el contexto de su misión nacional y con plena conciencia de su rol social. Excelencia, pertinencia y eficiencia son los tres pilares en los cuales transcurre la actual gestión, comprometida seriamente por las múltiples heridas financieras, culturales y morales que han dejado políticas inadecuadas, las cuales tuvieron lugar principalmente durante el largo período de intervención militar, con sus secuelas reflejadas en el pobre financiamiento que se otorga a las universidades, y el intento de destruir la cultura universitaria y educacional. Esos pilares justifican que estemos aquí esta mañana, rubricando el compromiso que adquiriéramos en Chiloé con la X Región, ratificando nuestra voluntad de ser nuevamente la Universidad de Chile, marcando nuestra decidida voluntad de ser una Universidad integral, en que el arte es parte central de nuestras tareas y un componente estratégico en la construcción de nuestra misión.

Pero no sólo estamos para cumplir el compromiso contraído y destacar su relevancia en el contexto de nuestra política y de nuestra misión. Estamos también aquí para celebrar. Celebrar los años maravillosos que nos dio nuestro gran Teatro Experimental de la Universidad de Chile, celebrar a sus figuras para erigirlas como símbolo de lo que hoy día buscamos y que nuestro país tanto necesita para construir unidad y progreso.

El gran viraje político social de Chile en 1938, produce cambios estructurales y económicos que se desarrollarán en los años posteriores. El cambio político del país, de una democracia conservadora tradicional, que prolongaba el siglo XIX, a una democracia que integraba partidos de una burguesía progresiva, partidos populares y de origen proletario, significó la entrada del siglo XX.

Se crea la Orquesta Sinfónica y el Instituto de Extensión Musical. Las calles son tribunas de todos para la discusión libre de las temáticas más diversas en un intercambio muy animado. Las calles se llenan de ferias de libros, especialmente desde la Alameda frente a la Universidad de Chile, hasta la Iglesia de San Francisco, con un público numeroso y entusiasta. Esto refleja un renacimiento sociocultural. Empieza la participación de las clases populares interesadas en todos los asuntos del país. Los partidos políticos tienen una gran actividad con responsabilidad histórica en el momento de esta transformación revolucionaria. Surge el gran movimiento político con el nombre de Frente Popular. El rostro de Chile empezaba a cambiar radicalmente.

Llegó a Valparaíso el Winnipeg, barco fletado por Pablo Neruda, que traía 2 mil patriotas españoles que venían exiliados a Chile, que sería para muchos, casi todos, su segunda patria. Entre estos ilustres ciudadanos venían futuros grandes pintores, como Pepe Balmes y Roser Brú, y un joven universitario, hombre de teatro, que iba a tener un papel protagónico en la creación del futuro Teatro Experimental, José Ricardo Morales Malva. Existía un grupo teatral en la Escuela de Derecho, formado por estudiantes de primer año, año inaugural del edificio a orillas del río Mapocho, 1939. En el Instituto Pedagógico se había organizado otro grupo, el CADIP, que funcionaba en Alameda con Cumming. Entre los años 38 y 39 se formó una agrupación de jóvenes estudiantes de la Universidad de Chile con la finalidad de hacer presentaciones de teatro clásico, bajo la dirección de Pedro de la Barra, con el nombre de Pequeño Teatro Universitario. Pedro de la Barra, que sería dos años después el primer Director del Teatro Experimental de la Universidad de Chile, había formado un grupo musical-teatral sui generis, llamado Orquesta Afónica. Muchos años después apareció en Argentina un grupo similar, "Les Luthiers", de fama internacional. La Orquesta Afónica tuvo extraordinario éxito, y fue sin duda lo más original y creativo de la década del 30.

Los jóvenes actores de la Escuela de Derecho y los del CADIP decidieron, después de muchas reuniones, formar un solo grupo como Teatro Universitario. Se discutió el nombre y se eligió por votación el de Teatro Experimental. Así surge, sin proponérselo, una característica de este nuevo teatro: la democracia interna. Para todas las decisiones y con igualdad de votos para todos. Se eligió el Director entre los candidatos Pedro de la Barra y José Ricardo Morales. Resultó elegido Pedro de la Barra. Luego vinieron los principios que deberían animar este teatro y resultaron los famosos cuatro puntos: a) Formación de nuevos valores, b) Difusión del teatro clásico y moderno, c) Creación de un ambiente teatral y d) Teatro escuela. Además que como acción se quería salir del público habitual y buscar otros, se quería orientar esta acción teatral a colegios, fábricas y lugares populares. Con el tiempo, realizar giras para descentralizar la labor artística del teatro en todo el país. Eran planes ambiciosos para esos jóvenes de 1941, pero eran revolucionarios en el arte y querían la transformación total en el teatro.

Y así, de hecho y no de derecho, el Teatro Experimental entró materialmente en la Universidad de Chile. Era el comienzo del otoño. Juvenal Hernández era el Rector de la Universidad de Chile, un hombre muy joven, de la misma edad de los mayores de ese grupo, aparentemente adusto, que a pesar de su juventud infundía respeto. De gran amplitud ideológica y respetuoso de todas las tendencias, Juvenal era una figura señera de su partido. Ajeno al quehacer rutinario de la política, era un hombre de gran cultura, de profundidad de pensamiento, de sobriedad, con serenidad e inteligencia de un viejo maestro. Tal vez siempre pareció un patricio romano, de los de la sabiduría de los filósofos, como un Séneca chileno, tal vez. Este era el elemento decisivo que faltaba para la consolidación del incipiente nuevo teatro.

Juvenal se enteró de los invasores que estaban ensayando, los llamó y los reconoció como hijos de la Universidad de Chile, y autorizó entonces, que añadieran al nombre del Teatro Experimental, el de la Universidad de Chile. Esto puede haber sido en el mes de marzo o abril. Este amparo, esta paternidad dada por Juvenal Hernández, fue el espaldarazo que dio al grupo la nobleza, como en el medioevo, cuando se daba nobleza con un suave golpe de espada.

1942: Centenario de la Universidad de Chile, el Rector pidió una representación para una función de gala. La obra fue "El Caballero de Olmedo", de Lope de Vega. Fue un éxito grandioso. El gran actor francés Louis Jouvet presentó la función y aplaudió con entusiasmo. En Francia escribió un elogio al Teatro Experimental, en términos laudatorios.

Otro momento decisivo fue el estreno de "Seis Personajes en Busca de Autor", de Luigi Pirandello, dirigida por el italiano Luigi Piccinato. Fue un éxito consagratorio. Siguió "Nuestro Pueblo", de Thornton Wilder, dirigido por Pedro de la Barra. Fue otro de los grandes momentos del Teatro Experimental de la Universidad de Chile. El público ya estaba conquistado. Cada obra significaba un nuevo triunfo. Otro de los directores extranjeros fue el húngaro Oscar Beregui, con la obra "Judith", de Friedrich Hebbel. Reinhold Oldzhewrki dirigió "Madre Coraje" de Bertolt Brecht. Y mucho más adelante Bill Oliver, dirigiendo "Marat Sade", de Peter Weiss. Hay una lista profusa de obras chilenas y extranjeras a lo largo de 32 años, que fueron grandes éxitos teatrales y le dieron al Teatro Experimental de la Universidad de Chile fama en el país y en el extranjero. Se cumplió con presentar lo más importante del teatro universal.

Lo más trascendental que dio el Teatro Experimental de la Universidad de Chile fueron los valores estéticos y éticos, de un teatro de arte al servicio de todos los públicos, sobre todo el popular, y en sus 32 años de vida lo consiguió plenamente. La característica fue la pasión por lo que se hacía, el afán de progreso, servir a todo el país, descentralizadamente, y a todas las clases sociales y económicas. Chile no era Santiago y el público no era sólo el que podía pagar la entrada a la sala. Era un Teatro de la Universidad nacional, de todo el país y para todos los públicos. Eso se perdió a partir de 1973. Esa pasión, el alma artística y poderosa que animó al Teatro Experimental de la Universidad de Chile, renació en el sur, en la actual Región de Los Lagos, entre Puerto Montt y Chiloé. Durante años, lentamente fue germinando la semilla guardada por decenios con el mismo espíritu del Teatro Experimental de la Universidad de Chile, en este movimiento que renace en el auténtico hijo de ese teatro de hace más de medio siglo, con el mismo nombre "Teatro Experimental", ahora de Puerto Montt. Este teatro de gente joven que heredó todas las virtudes del padre legítimo, los mismos valores artísticos renovados, revitalizados, se ha convertido en la capital teatral del país. Y hoy está de aniversario. Se agrega ahora al 22 de junio, el nuevo glorioso día, el del Teatro Experimental de Puerto Montt.

Señoras y señores, les agradezco su presencia en nuestra Casa Central esta mañana. Pienso que este es un acto trascendente, que marca el inicio de una nueva etapa para nosotros, y quizás sea un estímulo para ustedes, que llevan a cabo este esfuerzo con tan encomiable afán, con tan notable dedicación y amor por el arte. Aquí está la Universidad, entregada a su tarea, enfrentando las terribles marejadas de la incomprensión, pero con fuerza incontenible dispuesta a reconstruir su futuro, para crear y pensar para Chile. Gracias por darnos esta oportunidad de manifestar nuestro sentimiento de compromiso con el arte y con el futuro de la Nación. Gracias por venir a estar con nosotros, desde tan lejos, con el aroma del mar y los espíritus retratados en esos gigantescos espejos que son nuestros lagos. Gracias por permitirnos soñar, reconstruir, esperar lo mejor que debe venir de la mano de un actor, seguramente, con la frente en alto, a la espera del futuro que habremos de construir para una sociedad más humana y más justa.

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