Discurso del Prof. Luis A. Riveros, Rector de la Universidad de Chile, ante la Honorable Cámara de Diputados.

Muchas gracias, señor Presidente, señores Diputados. Considero yo un honor, y no sólo en lo personal, sino que en lo institucional, el haber sido convocado a esta reunión que para nosotros es tan significativa, porque la Universidad de Chile es una parte esencial del país, en nuestra opinión, por su tradición. Pensamos que la Universidad debe seguir siendo una Institución líder y señera en materia educacional y de investigación en el país. En consecuencia, el diálogo de la Universidad de Chile con los poderes del Estado lo entendemos como un insumo muy importante para comprender, con claridad, qué es lo que el país busca, qué es lo que el país necesita de su Universidad. Debe haber, por tanto, una interacción. Por eso, me parece tan relevante la participación del Rector de la Universidad de Chile en la Comisión de Ciencia y Tecnología. Es un problema de país, es uno de los problemas que tenemos que abordar como Universidad y, en consecuencia, este diálogo debe ser muy productivo. Yo diría, también, permanente en este tipo de materias.

Me alegra mucho que el señor Presidente se haya referido a Juvenal Hernández. Yo creo que Juvenal Hernández representa lo que fue el sentido de cambio de la Institución a partir de los años treinta. Juvenal Hernández logró consolidar a la Universidad de Chile y logró darle un impulso muy duradero en el tiempo; una perspectiva de crecimiento nueva en el ámbito disciplinario y también en el ámbito regional. El constituyó un episodio clave en lo que la Universidad de Chile vivió a partir de los años cincuenta y sesenta. Lo menciono, porque creo que la Universidad de Chile tiene hoy día otro reto que es el de saltar al siglo XXI con un nuevo proyecto: el de verse como una Institución relacionada, vinculada a los problemas de país, en una perspectiva distinta a la que ha sido su tradición.

Hoy la Universidad de Chile está en un ambiente de competencia, en un ambiente de diferente definición institucional, debiendo, en consecuencia, también redefinir su proyecto institucional en esa perspectiva, pero recobrando y fortaleciendo lo que es su rol nacional, lo que es la responsabilidad que debe tener con los problemas de país. Y nuestras preocupaciones están, entonces, en tratar de acercar el trabajo universitario a esas preguntas que son las que, en nuestra opinión, deben ser abordadas con urgencia en materia de educación y docencia, pero también en temas de investigación. Y me alegra mucho, además, que en esta mesa haya distinguidos ex alumnos de la Universidad y, en lo personal, un distinguido ex alumno mío que me enorgullece mucho. Habla, por tanto, no sólo de la vigencia de la Universidad, sino también de la relevancia de sus egresados, que es una de las cosas que hemos buscado y hemos promovido siempre. Nosotros no sólo producimos profesionales, nosotros no sólo debemos producir profesionales, sino que también debemos producir líderes en sus distintos ámbitos; sea, por ejemplo, en la medicina, en el derecho, en la ingeniería, en la economía. Nuestra idea es formar profesionales, no sólo distintos, sino profesionales con un carácter de liderazgo y con compromiso de país, que es un elemento importante y, obviamente, distinto.

La Universidad de Chile, se ha dicho, está en una crisis, en una crisis estructural, y muchos han afirmado, en una crisis terminal. Yo discrepo de lo de terminal. Creo que la Universidad de Chile ha enfrentado una crisis de definiciones, una crisis en la cual tiene que visualizar algunas de sus políticas tradicionales, algunas de sus organizaciones, algunas de las formas de enfrentar los temas futuros. Creo que es un proceso que ha tenido lugar, pero muy lentamente. Es un proceso que hay que acelerar en bien del país, en bien de la Universidad. Toda crisis envuelve cambios, cambios necesarios, cambios que a veces se dan de manera endógena, pero que también la autoridad debe promover. Creo que la Universidad, con mi elección como Rector, ha dado una señal que quiere profundizar alguno de esos cambios. Quiere, probablemente, acelerarlos para poder reinsertarse mejor en muchas de las áreas tradicionales de trabajo, el propio trabajo académico en un ámbito nacional. Por ello, nosotros estamos pensando hacer algunas reestructuraciones en los estilos de trabajo interno.

La Universidad es una Institución grande y bastante compleja. Estamos hablando de una Institución que maneja alrededor de 2 mil 200 profesores jornada completa equivalentes, 19 mil estudiantes de pregrado y alrededor de 3 mil estudiantes de posgrado, esto es, en programas de Magíster y Doctorado. Hablamos de una Universidad que tiene programas de punta en muchas áreas en las cuales, en el resto de los países de la región, todavía no existe una investigación desarrollada, como son, por ejemplo, en Biotecnología, Robótica o Investigación Aplicada en temas medioambientales, desde el punto de vista médico, como desde el punto de vista económico o social. De manera que es una Universidad que tiene una serie de manifestaciones producto de la excelencia académica de sus miembros.

Los profesores de la Universidad de Chile son académicos de alta calificación, y debemos, por lo tanto, proveerles con las oportunidades para realizar también investigación de alto nivel, además de remunerarlos apropiadamente. Y una de nuestras preocupaciones, es que esta investigación ha estado, en cierta manera, restringida no sólo por los términos de la organización interna de la Universidad, sino también por las políticas de financiamiento que se han introducido en el ámbito de la docencia y la investigación.

Estamos iniciando una labor de organización interna. Eso también implica un cambio cultural en la Universidad. Creo que la Universidad de Chile ha sufrido largos años de separación entre sus distintas unidades. Es una Universidad que tiene gran dispersión geográfica en Santiago que ha sido, por una parte un problema y, por otra, una ventaja; pero creo que el ámbito del problema ha sido muy importante por las comunicaciones transversales que deben existir, y que muchas veces no se han privilegiado para potenciar las áreas interdisciplinarias. Hoy día hemos tenido dificultades para poder potenciar el mayor acercamiento entre distintas disciplinas. La medicina tiene hoy que hacer cosas que están íntimamente vinculadas con las ciencias químicas y farmacéuticas, sin ninguna duda, o con algunos ámbitos de la ingeniería, donde se realiza también alguna investigación relativa a temas moleculares aplicados, y eso se ha restringido por estas distancias físicas.

Hemos hecho, sin embargo, una gran inversión en todo el sistema de comunicación interna por la vía ATM, y por los sistemas de red, que ha permitido ir superando algunas de estas distancias físicas. Tenemos también un proyecto en marcha, en relación al sistema de video conferencias interactivas. Pero, todavía es la dispersión espacial una limitante que la Universidad enfrenta, mientras nosotros tenemos que pensar para el siglo XXI en una Universidad que realice más trabajo interdisciplinario que la actual.

Soy de los convencidos que el esquema de facultades con el que hemos trabajado tradicionalmente, está siendo superado por la realidad. Hoy día, la realidad no es ni medicina, ni economía, ni ingeniería, ni ciencias químicas, sino que es una mezcla de cosas que miran los problemas desde distintas perspectivas. Por lo tanto, la Universidad debe prepararse para saltar al siglo XXI, con un esquema de organización más flexible que el que hemos tenido hasta ahora, y que es el tradicional producto de nuestra historia.

Lo mismo en el ámbito de la docencia. Hoy en Chile no tiene ya sentido, pensando en 10 años a futuro, la alta especialización en que introducimos a estudiantes de 18 ó 17 años, que eligen una carrera y se introducen en este "tubo" que tiene por término la entrega de una licenciatura y además un título profesional. Creemos que el ingreso a la Universidad tiene que cambiar sustancialmente, porque queremos, además, que se enriquezcan las carreras con formaciones transversales que hoy son débiles. Nos parece, por ejemplo, que la ingeniería no debe estar exenta de formación en ámbitos de las ciencias sociales o en algunos otros relativos a la filosofía, a las humanidades o el arte. Y, del mismo modo, nos parece también que el derecho o el arte no deben estar exentos de la formación en algunas de las ramas disciplinarias más duras, como las matemáticas o la propia economía. De manera que queremos potenciar el trabajo de nuestro Programa de Bachillerato. Pensamos que a futuro, el sistema de ingreso a la universidad debería promoverse por esa vía, de manera que el salto a las carreras pudiera consolidarse como una forma de especialización de primer nivel, permitiendo, además, fortalecer con ello el trabajo de posgrado, en el cual la Universidad de Chile tiene ventajas comparativas que son suficientemente claras.

A nivel de la formación de pregrado, queremos potenciar mucho más la formación general que la específica. Tradicionalmente, se ha tratado de enseñar en Chile, en la formación profesional, todo lo que un profesional necesita para saber su desempeño futuro. Hoy día eso es imposible, porque la modernización, el cambio técnico, las transformaciones que ocurren permanentemente, están diciéndonos que un profesional debe sólo tener una buena formación de base, para ir adquiriendo posteriormente, yo diría en forma permanente, las destrezas, los conocimientos, las habilidades que necesita para su mejor desempeño. De manera que este tema de reorganización interna de la Universidad, este tema de revincular los servicios centrales de la Universidad de Chile para poder potenciar el desarrollo de las facultades, tiene que ver con estos retos de largo plazo: potenciar los estudios de posgrado, fortalecer la investigación interdisciplinaria, y llevar a cabo una estrategia distinta en la formación profesional, en la formación docente de las distintas carreras y de los distintos ámbitos.

Nos preocupa, en cuanto a la política externa, la ausencia de una política definida en materia universitaria por parte del Estado. Creemos que no ha habido en Chile una discusión profunda sobre ese tema. Creo que se han tomado opciones sobre la base de una dinámica dominada por la inercia histórica, pero no ha habido diagnóstico respecto a qué rol deben cumplir las universidades y en qué contexto y, en consecuencia, cuál debería ser el rol del Estado para poder orientar o para poder intervenir en ciertos aspectos del sistema. Nosotros creemos que tenemos un rol prioritario dentro de la política del Estado. Reclamamos nuestro rol de Universidad nacional, por nuestra tradición y por el capital que el Estado tiene depositado en la Universidad de Chile. Pero también echamos de menos ese diálogo con el Estado respecto a qué se espera de nosotros. Necesitamos saber cuáles son los énfasis, no porque queramos que alguien nos venga a decir qué es lo que debemos hacer el día de mañana, pero sí, efectivamente nos gustaría saber cuál es, por decirlo de alguna manera, el contrato que tenemos con el Estado, en términos de lo que se está esperando de nosotros en énfasis disciplinario sobre lo cual podemos, naturalmente, tener nuestros propios puntos de vista. Creemos que es sano para el país, que es bueno desde el punto de vista de la optimización del uso de los recursos, el tener un activo diálogo programático con el Estado.

También esperamos, que la política del Estado tenga un sentido más práctico, una organización más dinámica en términos de su diálogo con las universidades, sobre todo con aquellas que reciben recursos directos. Este diálogo debe referirse a los términos en que estas universidades deben responder por recursos, en corto, mediano y largo plazo. Nos parece fundamental que en el ámbito del financiamiento haya una distinción entre las universidades públicas, que son del Estado y en las cuales el Estado debe tener una responsabilidad directa de tuición, sobre todo en los aspectos de manejo financiero. Respecto a las universidades privadas, sostenemos que deben funcionar con otras reglas; que deben tener otro tipo de incentivos desde el punto de vista del Estado y también, por supuesto, desde el punto de vista del financiamiento.

Creemos que prevalecen inequidades en el sistema de Educación Superior que no han sido resueltas. Esas inequidades están, de alguna manera, al interior del sistema privado en el cual hay universidades privadas que tienen cierto tipo de tratamiento por parte de la política pública, y otras que no lo tienen. Nos parece que es un tema que hay que abordar. Es un tema que debe discutirse, y siempre nos pareció que eso debió analizarse previamente a tener un marco legal para las universidades del Estado, como el elemento antecesor de tal debate.

Como ustedes bien saben, la Universidad de Chile y otras universidades del Estado, llevaron a cabo el año pasado un proceso de reflexión sobre estos temas y muchos otros referentes a la organización interna y a las tareas de la universidad. Creo que a pesar de las condiciones en que esto surgió, con una crisis estudiantil, el proceso fue tremendamente útil. Las conclusiones fueron muy sanas, y nosotros, a partir de ellas, vamos a hacer una propuesta de universidad al país sobre política universitaria, porque creemos que es una discusión que hace falta.

Hace falta también, abordar con urgencia un tema que se está empezando a tratar, y que es el de regulación por calidad. Creemos, sin embargo, que la regulación por calidad del sistema de Educación Superior necesita también repensar algunos de los esquemas tradicionales con los cuales se interviene en la Educación Superior. Hay que repensar el esquema de Consejo de Rectores, que envuelve un conjunto de universidades llamadas tradicionales. En nuestra opinión, la línea de tradicionalidad está siendo superada rápidamente por los hechos. Hay nuevas universidades cuyo distintivo no-tradicional empieza a ser discutible, y eso nos hace pensar que probablemente el esquema organizativo en términos de política universitaria debe ser distinto. Como también, el hecho que todas las regulaciones que deben existir en el sistema, las normativas, deben ser impulsadas a través de organismos nuevos y distintos. Nuestra visión sobre este problema, es la idea de una Superintendencia de Educación Superior, porque se envuelven, además, en todo esto, inequidades. Se ha atendido a las universidades con gran preferencia, pero también es cierto que la educación técnica, los centros de formación técnica, particularmente, no han tenido ese énfasis, y eso ha creado ciertas distorsiones asignativas, en la cual los énfasis se han puesto en el campo universitario y profesional de alto nivel, y no en este otro que también es importante, en el sentido de vincular a la educación con el ámbito productivo. De manera que en este ámbito de política externa, nosotros tenemos esa preocupación. Sostenemos que el país debe tener una discusión sobre estas materias.

En este debate podrán existir muy distintos puntos de vista, pero nos parece una discusión sana y una discusión importante. Ella tiene que ver con temas científicos, de materias de investigación científica y tecnológica. Porque no es necesario recordar a los señores Diputados, que el país, proyectado después de esta crisis, está esperando tener un salto productivo muy importante que abarcará los próximos 15 ó 20 años, para que alcance ingresos per cápita similares a aquellos países que están en el piso del mundo industrial del día de hoy. Ese es un proyecto de país. Nos parece interesante, factible y vital, pero creemos que tiene que haber, además, una política de investigación científica y tecnológica para que ello ocurra.

Para que eso tenga lugar, tiene que ocurrir el despegue, el desarrollo de distintos sectores productivos a los de ahora. Distintos, también, probablemente por la naturaleza de su complejidad tecnológica, lo cual requiere una investigación de adelanto que el país no está promoviendo, en nuestra opinión, en forma suficiente. No lo está promoviendo porque, a pesar que los esquemas de fondos concursables de investigación son, en general, mecanismos que nosotros aceptamos y que nos parecen adecuados, ellos privilegian más bien la investigación personal: la de individuos que hacen investigación vinculados con un organismo del Estado, pero, usualmente, sin la necesaria ligazón con la propia Universidad. Así, por lo tanto, resintiendo la capacidad que tiene la Universidad para desarrollar grupos de investigación. Este último es, desde nuestra perspectiva, un elemento mucho más estratégico y mucho más importante. Cierto es, que se ha introducido una serie de nuevos instrumentos que creemos que hay que potenciar en términos de apoyar diferentes programas de investigación. Programas que nos permitan desarrollar grupos, sobre todo de investigadores nuevos, que en muchas áreas no pueden ser simplemente educados o entrenados sobre la base de esta estrategia de investigación personal a través de los proyectos Fondecyt.

Creemos que esa es una materia que hay que abordar, la forma cómo rediseñar alguno de esos temas y, sobre todo, yo diría, la manera de potenciar más activamente la investigación universitaria con el sector privado, y con la realidad productiva en general. Nos parece que los proyectos Fondef han sido una buena idea. Han sido exitosos, pero creemos que hay que hacer más de aquello, en el sentido de poder potenciar la investigación aplicada a los sectores nuevos, particularmente aquellos que están vinculados a la mediana y pequeña empresa, que son muy estratégicos desde el punto de vista de esta necesidad del país de sostener el crecimiento de largo plazo. Y, por último, en este terreno de la investigación, también creemos que es muy importante el desarrollar un esquema que tiene que residir en las universidades, y que puede ser complementado por elementos distintos como los institutos de investigación que se han mencionado, a partir de la última reunión organizada por la Presidencia de la República, en tema de Ciencia y Tecnología. Tiene que ver con lo que se ha llamado la investigación de adelanto. La investigación de adelanto consiste en saber cuáles van a ser los temas en los próximos 5 años, y al cabo de ellos. La investigación que realizamos actualmente son los temas de hoy día. Muchas veces la investigación de los temas de hoy, especialmente con proyectos de duración más bien breves, 1 ó 2 años renovables, introduce una gran cantidad de incertidumbre frente a resultados respecto de los que no se puede apostar definitivamente. La investigación de adelanto es, justamente, aquella que permite verificar cuáles son los temas que se va a tener que abordar y qué hay que, por lo tanto, preparar hoy día desde el punto de vista del capital humano y de los recursos de investigación. Eso nos preocupa, porque nos da la impresión, por ejemplo, de que los problemas ambientales que hoy día estamos enfrentando, y que enfrentamos desde el punto de vista de la investigación, sobre la base ya de cosas inevitables, podrían haber sido mucho menos inevitables, si se hubiese hecho la investigación adecuada hace 10 años atrás, proyectando los problemas y, por lo tanto, anticipando una investigación y resultados que habrían tenido para el país mucha mayor importancia.

La Universidad de Chile quiere privilegiar su investigación nacional. Creemos que el rol de la Universidad, como el resto de las universidades del Estado, debe estar ligado directamente a los temas de país, o a los temas de región, que son aquellos que desde un punto de vista económico producen tales externalidades, que hacen que sean inviables o poco atractivos, por ponerlo de otra manera, para el sector privado.

Sin embargo, los incentivos que las universidades del Estado están recibiendo, es que mucha de su investigación debe ser financiada sobre la base de recursos propios. La venta de servicios al sector privado y la venta de investigación, nos parece, en principio, un sistema que no tiene para nosotros ninguna desventaja por el tipo de capital humano con el que trabajamos, y el tipo de instalaciones con el que podemos desarrollar investigación. Pero tal estrategia, introduce una gran debilidad que coarta una investigación, que de otra manera, debe estar ligada solamente a preguntas de índole más general y de índole de país. En efecto, la investigación del sector privado está muy acotada a los temas de interés para el sector privado y, particularmente, a aquellos que tienen algún tipo de rentabilidad a corto plazo o mediano plazo. La Universidad, sin embargo, debe potenciar, y ese es un esfuerzo que vamos a hacer, en el sentido de fortalecer su investigación de largo plazo en los temas que no necesariamente son sólo atractivos desde el punto de vista financiero. Eso tiene que ver con una gran cantidad de, por ejemplo, temas médicos, las políticas medioambientales, con temas como el de las políticas sociales y el impacto de las políticas alternativas sobre el fenómeno de la pobreza, la sismología, el desarrollo cultural, etc. Estos son temas de país que deben ser abordados desde una perspectiva muy seria y muy profesional en la investigación.

Pero aquí me gustaría reseñar uno de los problemas que han creado los actuales sistemas de financiamiento, y yo diría, la falta de un diálogo más activo sobre política y ejecución de actividades por parte de una universidad pública, como la Universidad de Chile. Tenemos la tarea de generar ingresos propios, que no es una tarea que, en principio dificulte demasiado nuestra subsistencia. Creo que podríamos, incluso, hacerlo bastante mejor que en la actualidad, en que estamos generando aproximadamente un 40% de nuestro presupuesto, por venta de servicios. Venta de servicios que se traduce en venta de investigación, en venta de docencia, en actividades de extensión de todo tipo y que se realiza a través de todas las facultades e institutos de la Universidad. Pero este sistema de financiamiento, en que hay otro 30% asociado a los aranceles de estudiantes, nos convierte en una entidad "semi-privada". El aporte fiscal del Estado, directo a la Universidad de Chile, constituye un 30% de sus ingresos totales, lo que deriva en un problema de énfasis en el desarrollo de su trabajo. Hemos tenido muchas veces el problema en ciertas facultades, donde hay profesores que nos dicen que sus ingresos, en realidad, están dependiendo 20% ó 30 % de la Universidad, y el resto, de los proyectos que tiene con el sector privado. O de la venta de servicios de algún tipo, o por el desarrollo de cursos de otro tipo, a la docencia de pre y posgrado. La forma vigente de financiamiento restringe la potencialidad para que la Universidad ponga sus recursos a trabajar en aquellos temas que sí deben interesarnos y justifican nuestro rol como entidad pública. Nos preocupa, porque hemos, también, desprovisto el trabajo más puramente académico en el sentido de este desarrollo de largo plazo que debe tener una universidad, fortaleciendo sus potencialidades en la investigación, en los postgrados, para poder responder por la venta de servicios de la cual depende tanto nuestra inversión y, también, las remuneraciones de nuestro personal académico, que es un personal caro por su alta calificación. Creo que esto debe estar también en el campo de la discusión: hasta dónde debe llegar el financiamiento del Estado y sobre la base de qué condiciones. Creemos que esa es una discusión que tiene que tener lugar. La Universidad recibe recursos directos, pero no tiene un diálogo respecto a qué se está esperando a cambio de los mismos. Eso es algo que hay que corregir desde el punto de vista de las políticas, de las orientaciones que se esperan, pero, en segundo lugar, pensamos también de que debe haber una corrección de los incentivos que se han logrado a través de la generación privada de recursos que ocurre en todas las universidades, particularmente en las universidades del Estado. Produce, también, un fenómeno que ocurre en todas las universidades, pero que es muy profundo en las universidades del Estado, que es un crecimiento descabezado por áreas. Es decir, áreas como economía o ingeniería pueden potenciarse bastante bien en este esquema de autofinanciamiento, pero áreas que están vinculadas al arte, humanidades y a las ciencias sociales, no pueden crecer bien en este esquema, haciendo, por lo tanto, prevalecer enormes inequidades internas en términos del desarrollo de la inversión, y de las propias estructuras de remuneraciones entre distintas áreas de la Universidad, porque hemos asumido e internalizado este rol de autofinanciamiento. Es correcto, en principio, que la Universidad justifique de alguna manera su trabajo y la calidad de sus recursos, vinculándose con la sociedad y sus preguntas, a través de la venta de servicios, pero creo, que se ha exagerado al punto que eso ha introducido costos importantes del trabajo propiamente académico.

Todas las universidades públicas tenemos problemas serios, porque este esquema, unido a deficientes remuneraciones, ha también coartado la posibilidad de desarrollar académicos jóvenes. Tenemos la preocupación que en las universidades hay un proceso generalizado de envejecimiento, porque los académicos jóvenes, en estos esquemas de autofinanciamiento, son los más desventajados. Son aquellos que tienen menos oportunidades en sistemas como el Fondecyt u otros, porque son investigadores que no tienen, todavía, desarrollados sus curriculums y son, también, los que están menos potenciados para poder vender proyectos al sector privado o al sector público en los distintos ámbitos. Y, por último, también compromete de alguna manera este sistema de financiamiento, lo que yo llamaría el ámbito amplio de investigación que debe existir, porque cuando la investigación está sujeta a ciertos tipos de contrato, y ciertos clientes a los cuales la Universidad debe atender, el propio ámbito de investigación se restringe. Hay cierto tipo de conclusiones que no puede reseñarse y, a veces, no pueden ni siquiera explorarse sucesivamente en la investigación aplicada, o en la investigación general dentro de la Universidad. Por eso nos parece que éste es un tema que hay que corregir. Ahora nos parece también que los sistemas de concurso son los más apropiados, porque favorecen la competencia, y eso ha provocado un cambio en el país. Nos parecen adecuados los proyectos Fondecyt, Fondef, o los proyectos de desarrollo institucional del Ministerio de Educación, y todos los otros que se creen son avenidas convenientes para asignar recursos, que son escasos, y ponerlos en su mejor uso alternativo; pero no hay que olvidar que este es un país pequeño, y que la existencia de una total y efectiva competencia, es discutible.

En la comunidad académica de economía en el país, que yo conozco, probablemente debemos ser unos 30 ó 40 economistas académicos que estamos siendo los árbitros de distintos proyectos o concursos, y que eso crea la capacidad de generar la mayor transparencia en la selección de proyectos. Cuando se piensa en una economía como los Estados Unidos, donde el ámbito académico debe estar sujeto a unos 4 mil ó 5 mil individuos que constituyen este grupo de referencia para lo que es la Oficina Nacional de Investigación, obviamente que es un campo muy distinto a esta realidad en Chile. Piensen ustedes en el campo de la física, la astronomía o de cualquier otro en el cual los rangos, las masas críticas son pequeñas y, por lo tanto, hacen que estos proyectos sean muy vulnerables y también estén sujetos a una serie de inequidades, particularmente con los investigadores más jóvenes. Por lo tanto, ese es un tema que también debe ser puesto en la agenda, sobre el cual nosotros haremos muchas más propuestas.

Por último, yo quisiera reseñar otro tema que nos preocupa, y que no está desvinculado de este tema de la formación de académicos jóvenes y el desarrollo futuro de las universidades, particularmente las públicas, que es el de la equidad. Tenemos la sensación de que el sistema de crédito universitario necesita también ser revisado. Revisado no tanto por sus fundamentos, porque nos parece que es una avenida apropiada. Pero cuando uno percibe, en el caso de la Universidad de Chile, muy claramente, que los estudiantes pertenecientes a los llamados grupos de clase media, es decir a quienes son hijos de empleados públicos, de los profesores universitarios en muchos casos, de quienes tienen un rango de remuneraciones medias, son personas que en las actuales condiciones no son elegibles para crédito universitario, porque sus ingresos no son lo suficientemente bajos, pero tampoco son ingresos altos como para afrontar los costos reales que tiene la educación universitaria. Costos que, por otro lado, son una subestimación de los costos reales de la docencia, porque no hay que olvidar que el costo de la formación de un médico, por ejemplo, no es el arancel que pagan los estudiantes, es mucho mayor, particularmente en una Universidad como la nuestra, que tiene mucha investigación detrás de la docencia que realiza.

De manera que este tema de equidad y su corrección, también es y nos preocupa como problema de país, porque eso tiene mucho que ver con la movilidad social y con el descontento de los estudiantes. Muchos estudiantes pertenecen a grupos sociales de capas medias y se sienten frustrados. Tenemos muchas evidencias, hay reclamos todos los días. ¿Por qué una persona con un ingreso familiar de $350.000 y que tiene dos hijos en la universidad no tiene crédito universitario, o tiene un crédito muy mínimo? Y a nosotros nos parece que es una pregunta válida. Como también nos parece válido el hecho de que hay que afrontar estos temas con equidad, con instrumentos distintos, con instrumentos complementarios, y tratando también que el crédito universitario se oriente para poder discriminar aquellas formaciones que el país quiere privilegiar, versus aquellas que el país no necesariamente quiere privilegiar. Pensamos, por ejemplo, en las pedagogías, que en este país han sufrido y están sufriendo, todavía, una crisis importante y nos parece que los instrumentos de crédito, de arancel y de política del Estado, debieran focalizarse en el sentido de fortalecer algunas áreas como aquellas o las relativas al arte o a las humanidades, o algún tipo de ingeniería, etc. Debieran fortalecerse a través de una revisión de los mecanismos de financiamiento de estudiantes. Es un tema que nos preocupa, porque detrás de las protestas de los estudiantes hay muchas demandas, hay muchas de estas presiones que hay que anticiparlas antes que se vuelvan a transformar en una fase crítica que perjudica a todos pero, particularmente, a las propias universidades.

Señor Presidente, esas son las ideas que yo quería plantear para, posteriormente, poder tener los comentarios de ustedes que nos interesan, y que valoramos mucho. Yo quiero decir, que nosotros nos sentimos una Universidad nacional muy vinculada a los problemas de país. Tenemos una responsabilidad histórica en esa materia, y el salto que pretendemos dar al siglo XXI como Universidad, tiene que estar vinculado fundamentalmente a este tema de las preguntas de país; a las cosas nuevas que habrá que afrontar para un país que pretende entrar en el mundo desarrollado, por lo menos, antes de la treintena del próximo siglo y, en el cual, nosotros sentimos que tenemos una responsabilidad desde el punto de vista de la formación docente, pero también desde el punto de vista de la investigación aplicada y de la investigación básica. No tenemos que percibir estos problemas como una competencia, como ahora se ha planteado con el resto de las universidades. Por el contrario, nosotros creemos que tenemos un rol dentro de un mundo que es el mundo de la enseñanza pública, y ese mundo tiene que definir un ámbito en el cual comparta y enfoque tareas comunes. La Universidad de Chile está hoy muy dispuesta a llevar adelante todas las alianzas estratégicas con las universidades regionales, con las universidades derivadas, con el objeto de potenciarnos mutuamente. Creo que es bueno para el país, es bueno que haya competencia en muchos ámbitos, pero también creemos que haya alianzas en muchos otros campos que son necesarios para optimizar recursos que son escasos. No sólo los recursos financieros que el país coloca en sus universidades, sino también recursos académicos que son exiguos y que no pueden, o no deberían, duplicarse. A este respecto hemos iniciado una discusión con nuestros colegas de la Universidad de Santiago de Chile y la Universidad Tecnológica Metropolitana, con el objeto de conformar una mesa de trabajo para poder potenciar proyectos conjuntos, para poder llevar adelante programas conjuntos, porque creemos que es bueno que las universidades del Estado pongan juntos sus recursos para responder a ciertas preguntas y competir en aquellas otras de las cuales debamos competir. No nos parece necesario ni conveniente que el país duplique recursos y esfuerzos de una manera asociada erróneamente al concepto de competencia, pero que va en desmedro de la calidad del trabajo y del uso de los recursos del país.

Señor Presidente, esas son las ideas que he traído. Lamento si me he excedido en el tiempo que usted tenía presupuestado, pero de todas maneras vuelvo a reiterar, a nombre de la Universidad de Chile, el agradecimiento por esta invitación que valoramos realmente en todo lo que significa.

Muchas gracias.

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